Llega la hora de ella, del film que ha destinado mi saber, el que ha copado una buena parte de mí, tanto en espíritu como en mente, como en cuerpo, sí, es más que especial, esencial, única y de capital importancia para mí en todos sus aspectos, pues conforma una manera de hacer cine que por desgracia ya no existe y probablemente no vuelva a darse jamás.
Hablo de “Ben-Hur (1959)”, dirigida por William Wyler, un profesional de primer orden en su trabajo, quizás no demasiado conocido por algunos, ya que no era dado a ser el centro de atención en sus producciones y se limitaba a conducir todo su esfuerzo en el resultado de sus trabajos.
William Wyler
Y qué es lo que posibilita que la presente sea una obra tan fuera de serie, simplemente, la confluencia de talentos única que se reúne en ella, irrepetible para el resto de los tiempos, sin duda alguna.
Basada en la celebradísima novela del General Lew Wallace, de 1880, Metro Golwing Mayer había conservado los derechos durante décadas para volver a adaptarla en un futuro, bien es conocida su versión de 1925 con Ramón Novarro como Judá Ben-Hur y dirigida por Alfred Niblo, una superproducción de la época de fastuosos resultados.
Lew Wallace
Ben-Hur de 1925
Comenzando por el productor, Samuel Zimbalist, un hombre docto en su trabajo como pocos, responsable de filmes como “Las minas del Rey Salomón (1950)” ó “Quo Vadis (1951)”, que por desgracia, falleció durante el transcurso del rodaje debido a las enormes tensiones del mismo, es por ello que está dedicada a él la película y por supuesto, la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas Norteamericanas le otorgó de manera póstuma el premio, en un muy sentido homenaje más que merecido.
Paso a presentaros el plantel actoral de la producción, un genuino lujo del Star System que dudosamente pueda volver a repetirse.
Como protagonista tenemos a Charlton Heston, representante y figura de todo lo bueno que alberga el ser humano, el héroe, el honor, la aguerrida valentía, el más delicado sentimiento, actor que tras este papel, que le valió el premio de la Academia, pasó al estatus de leyenda viviente, no sin aumentarla en títulos como “El Cid (1961)”, “55 días en Pekín (1963)” ó “El planeta de los simios (1968)” entre muchísimos otros para recordar, pero aquí, da lo mejor de si al completo, presentando al Judá definitivo.
Continuando con Stephen Boyd, un Messala que no podría tener otro rostro en nuestra imaginación, altivo, vehemente, casi odioso en algunos momentos, borda el papel de amigo de la infancia de Judá, que vuelve en olor de multitudes para gobernar la dificultosa provincia de Judea.
Sigamos con los que jalonan a este maravilloso duo protagonista, quiero dedicarle el siguiente lugar a Haya Harareet, actriz de origen israelí que tiene el honor de ser la única que aún permanece entre nosotros de entre el plantel del film, su retrato de Esther es un prodigio de delicadeza y la excepcional belleza que poseía dieron cuenta de ello de una manera inolvidable.
En el rol de los familiares de Judá, tenemos a Cathy O'Donnell como su hermana Tirzah y Martha Scott como su madre, Miriam, ambas excelsas en sus apariciones y terriblemente dramáticas en las escenas de la leprosería.
Cathy O'Donnell
Martha Scott
Siguiendo por un personaje, que aún no siendo parte de la familia, posee una fuerza e importancia muy destacada en la trama, Simonides, que encarna un excelente Sam Jaffe. Es de especial emoción el reencuentro de éste con Judá a su vuelta del triunfo tras ser adoptado hijo de Roma por el Cónsul Quinto Arrio, realmente es una delicia de escena que depura el más bello melodrama del que fue capaz Hollywood.
Sam Jaffe
Y cómo no, no se podría olvidar a Jack Hawkins que pone rostro al Cónsul Romano Quinto Arrio, siendo él quien, tras adoptar a Judá como hijo propio, le da la oportunidad de continuar su truncada vida.
Jack Hawkins
Hay un personaje de entre muchos, que hará las delicias de más de un espectador por su don de gentes, su extraordinaria disposición a favor de Judá, se trata del Jeque Ilderim, encarnado por Hugh Griffith. Con especial cariño recuerdo la escena en la que se reúne con los caballos que forman su cuádriga para el circo, los llama a cada cual por su nombre, por cierto, nombres de estrellas del firmamento eterno, Antares, Rigel, Altair y Aldebarán.
Hugh Griffith
Hay un actor, que sin mostrar en ningún momento su rostro, se ha ganado un lugar en la historia, se trata de Claude Heater, en su papel de Jesucristo, magníficamente oculto del plano por el director de fotografía Robert Surtees, en un ardid ya clásico que ha pasado a la historia. Me embarga la emoción cuando viene a la mente la escena en la que Judá se encuentra por primera vez con él durante su traslado a galeras, y en una parada del camino, Judá queda exhausto y le es negada el agua, el nazareno aparece entonces para dársela, lo cual reconforta a Judá, que se yergue recortado contra el cielo de fondo, en un plano que es difícil de olvidar.
Claude Heater
Luego un largo plantel de secundarios de lujo que aportan de manera inimaginable una galería de personajes diversos, tales como Finlay Currie como Balthasar, Frank Thring como Poncio Pilatos, Terence Longdon como Druso ó George Relph como Tiberio César.
Entremos en miga y hablemos de aspectos técnicos de la obra, como por ejemplo, la galerada de guionistas no acreditados, pero no por ello, menos importantes, Gore Vidal, Christopher Fry ó Maxwell Anderson acompañaron en la labor a Karl Tunberg, para poder asumir el peso de tamaño esfuerzo.
Gore Vidal
Karl Tunberg
En la parte fotográfica, tenemos a un Robert Surtees en estado de gracia, que culmina algunos planos que han pasado a la historia por derecho propio, como los de la carrera de cuádrigas ó los más intimistas y dramáticos de ellos.
Robert Surtees
En el apartado de la dirección de segunda unidad y especialistas, contamos con un clásico de los profesionales en este campo tan particular, el celebérrimo Yakima Canutt, al que siempre veréis acreditado en casi cualquier obra de la época que cuente con la participación de equinos, pues eran su pasión, y fueron la de su hijo John, que siguió sus pasos continuando la tradición. Su maestría es absoluta e indiscutible en este terreno, y a él debemos la espectacular combinación de escenas de la Carrera de Cuádrigas y su perfecta sincronía y belleza, amén del regusto épico que destila en cada segundo de su metraje.
Yakima Canutt
El siguiente apartado es casi tan de vital importancia como la propia filmación en si misma, la banda sonora, acompañamiento musical compuesto por el genial Miklós Rózsa, que jalona cada momento de la película con una música que ha pasado a ser el compendio más bello que se haya podido crear para una pantalla cinematográfica, con acordes de delicada amargura para las escenas más sobrecogedoras, épica pura para las gestas de los personajes en sus momentos cumbre, marcialidad para las apariciones de la Imperial Roma y sus acólitos. Desde la magna obertura hasta el Aleluya del final, pasando por piezas como “Star of Bethlehem”, os aseguro que no hay en la historia una partitura tan compleja, completa y perfectamente ubicada como esta, que además, pasa por ser la más larga de la historia hasta nuestros días.
Miklós Rózsa
Unos últimos apuntes de tantos, en la versión del año 1925, hubo que lamentar víctimas mortales durante el rodaje de las escenas de la Batalla de Galeras, algo que en esta ocasión no tuvo lugar, pues se llevaba bien aprendida la lección.
Rodada mayormente en los estudios Cinecittá de Italia, éstos estuvieron de enhorabuena en recibir a la más grande producción de nuestra era, se cubrieron más de sesenta hectáreas de terrenos para disponer los arreglos de escenas y decorados necesarios.
Cómo no, os recomiendo la sesión de cualquier día que podáis para admirar esta joya de la historia, que por supuesto, ha sido considerada digna de ser preservada para las generaciones futuras por el National Film Registry por su importancia cultural, histórica y estética.
Y sí, es la ganadora de los 11 Óscars, de cuando estos galardones poseían un valor auténtico por premiar el arte verdadero, la cifra más alta jamás alcanzada, la obra más laureada, tanto como el propio Judá al final de la carrera de cuádrigas.
Tráilers.
Y la excepcional música.
Aquí os lego mi máxima pasión por el arte cinematográfico, la obra que lo posee todo, emoción, acción, drama, intriga, espectáculo, tragedia, camaradería, fraternidad, melancolía, venganza, pundonor y cualquier propiedad que puedan hacer a una producción única y memorable.
Esta es la película que quiero ver cuando el sueño final haga presa de mi cuerpo para el resto de los tiempos. Es sin duda alguna, LA PELÍCULA ETERNA.
En esta ocasión, he dado todo de mí en estas líneas, me he estrujado y exprimido hasta la saciedad, os entrego con ellas, un fragmento del último pedazo de mi alma, y por tanto, os ruego me dispenséis para tomar un tiempo de retiro, pues he de reponerme del enorme desgaste emocional que me ha supuesto.
Volveré cual Judá con renovadas energías en unos días.