Tema serio La gloriosa historia de España

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    La gloriosa historia de España

    Ante los monstruosos comentarios de algunos foreros en temas no políticos, sino históricos, contra España, abro esta plataforma. Mi intención es que el que quiera comparta aquí un acontecimiento honroso e impresionante, ya sea conocido u olvidado, que retrate la grandeza del pueblo español y sus gentes a lo largo de la historia, que seran incluidos en el OP con el nombre del forero, para futuras discusiones.

    No es este un tema politico, ni de derechas ni de izquierdas, el patriotismo y el amor a una tierra y una historia no responde a ideologias sino a sentimientos.

    Bienvenidos.


    ............................................

    Una tumba en Dinamarca @Casanova


    Desde hace doscientos dos años, en un lugar perdido de la costa danesa frente a la isla de Fionia, donde siempre llueve y hace frío, hay una tumba solitaria. Tiene una cruz y dos sables cruzados sobre una lápida, y está pegada al muro del cementerio de San Canuto, en Fredericia. De vez en cuando aparece encima un ramo de flores; y a veces ese ramo lleva una cinta roja y amarilla. Esto puede llamar, tal vez, la atención de quien pase por allí sin conocer la historia del hombre que yace en esa tumba. Por eso quiero contársela hoy a ustedes.

    Se llamaba Antonio Costa, y en 1808 era capitán del 5.º escuadrón del regimiento del Algarbe: uno de los 15.000 soldados de la división del marqués de la Romana enviados a Dinamarca cuando España todavía era aliada de Napoleón. Después del combate de Stralsund, la división había pasado el invierno dispersa por la costa de Jutlandia y las islas del Báltico. Al llegar noticias de la sublevación del 2 de Mayo y el comienzo de la insurrección contra los franceses, jefes y tropa emprendieron una de las más espectaculares evasiones de la Historia. Tras comunicar en secreto con buques ingleses para que los trajesen a España, los regimientos se pusieron en marcha eludiendo la vigilancia de franceses y daneses. Por caminos secundarios, marchando de noche y de isla en isla, acudieron a los puntos de concentración establecidos para el embarque final. Unos lo consiguieron, y otros no. Algunos fueron apresados por el camino. Otros, como los jinetes del regimiento de Almansa, recibieron en Nyborg la orden de sacrificar sus caballos, que no podían llevar consigo; pero se negaron a ello, les quitaron las sillas y los dejaron sueltos: medio millar de animales galopando libres por las playas. En Taasing, viéndose perseguidos por los franceses y cortado el paso por un brazo de mar que los separaba de la isla donde debían embarcar, algunos del regimiento de caballería de Villaviciosa cruzaron a nado, agarrados a las sillas y crines de sus caballos. De ese modo, cada uno como pudo, aquellos soldados perdidos en tierra enemiga fueron llegando a Langeland, y 9.190 hombres -sólo unos pocos menos que los Diez Mil de Jenofonte- alcanzaron los buques ingleses que los condujeron a España; donde, tras un azaroso viaje, se unieron a la lucha contra los gabachos.

    Como dije antes, no todos pudieron salvarse: 5.175 de ellos quedaron atrás, en manos de los franceses. Algunos terminarían alistados forzosos en el ejército imperial, en la terrible campaña de Rusia -a ellos dediqué hace diecisiete años la novelita La sombra del águila-. Otros se pudrieron en campos de prisioneros, o quedaron para siempre bajo tres palmos de tierra danesa. El capitán Antonio Costa fue uno de ésos. A causa de la indecisión de sus jefes, el regimiento de caballería del Algarbe perdió un tiempo precioso en emprender su fuga hacia la isla de Fionia, donde debían embarcar. Por fin, cuando Costa, un humilde y duro capitán, tomó el mando por propia iniciativa, desobedeció a sus superiores y se llevó a los soldados con él, ya era demasiado tarde. En la misma playa, casi a punto de conseguirlo, el regimiento fugitivo vio bloqueado el paso por el ejército francés, con los daneses cortando la retirada. Furioso, el mariscal Bernadotte exigió la rendición incondicional, manifestando su intención de fusilar a los oficiales y diezmar a la tropa. Entonces el capitán Costa avanzó a caballo hasta los franceses y se declaró único responsable de todo, pidiendo respeto para sus soldados. Luego, no queriendo entregar la espada ni dar lugar a sospechas de que había engañado o vendido al regimiento llevándolo a una trampa, se volvió hacia sus hombres, gritó «¡Recuerdos a España de Antonio Costa!» y se pegó un tiro en la cabeza.

    Así que ya lo saben. Ésta es la historia de esa lápida pegada al muro del cementerio de San Canuto, en Fredericia, Dinamarca. La tumba solitaria de uno que quiso volver y pelear por su patria y su gente. Reconozco que eso no suena políticamente correcto, claro: pelear. Esa palabra chirría. Tan fascista. Nuestra ministra de Defensa habría criticado, supongo, la intransigencia dialogante del tal Costa -maneras autoritarias y poco buen rollito, misión que no era estrictamente de paz, gatillo fácil-; y monseñor Rouco, nuestro simpático pastor de ovejas, su falta de respeto a la vida humana, empezando por la propia, incluido un serio debate sobre si, como suicida, tenía derecho a yacer en tierra consagrada, o no lo tenía -igual hasta era partidario del aborto, el malandrín-. Lo mío es más simple: el capitán Costa me cae de puta madre. Su tumba solitaria me suscita un puntito de ternura melancólica. Ese cementerio lejano, frente a un mar gris y extranjero. Por eso hoy les cuento su vieja, olvidada historia. Por si alguna vez se dejan caer por allí, o están de paso por las islas del Norte y les apetece echar un vistazo. A lo mejor hasta tienen unas flores a mano.



    Batalla del Salado @raf12

    La batalla del Salado (librada el lunes 30 de octubre de 1340, en la actual provincia de Cádiz) fue una de las batallas más importantes del último periodo de la Reconquista. En ella, las fuerzas combinadas de Castilla y Portugal derrotaron decisivamente a los benimerines, última nación norteafricana que trataría de invadir la península Ibérica.

    Tras la decisiva victoria de las Navas de Tolosa en 1212, los almohades perdieron el control sobre el sur de la península Ibérica y se replegaron al Norte de África, dejando tras de sí un conjunto de desorganizadas taifas que fueron ocupados por los reinos cristianos entre 1230 y 1264. Tan sólo el reino de Granada logró mantenerse independiente, aunque fue forzado a pagar un elevado tributo en oro a Castilla cada año. Por aquel entonces, el reino de Granada comprendía las actuales provincias de Granada, Almería y Málaga, más el istmo y peñón de Gibraltar.

    En 1269, la debilitada dinastía almohade sucumbió ante otra tribu bereber emergente, los Banu Marin («Benimerines» para los castellanos). Desde su capital en Fez, esta tribu originaria del sur de Marruecos pronto dominó la mayor parte del Magreb, llegando por el este hasta la actual frontera entre Argelia y Túnez. A partir de 1275 dirigieron su atención hacia Granada, donde desembarcaron tropas e influyeron decisivamente en su gobierno ante el recelo de los cristianos del norte. El choque no tardó en llegar, y así, a finales del siglo XIII, los benimerines ya habían declarado la guerra santa a los cristianos y realizado varias incursiones en el Campo de Gibraltar, con el fin de asegurarse el dominio sobre el tráfico marítimo en el Estrecho. En 1288, a instancias del rey Yusuf I de Granada, firmaron una alianza formal con los nazaríes con el fin de tomar Cádiz como objetivo final. Sin embargo, una serie de rebeliones en el Rif retrasaron la campaña contra Castilla hasta 1294, año en que los benimerines asediaron Tarifa sin éxito debido a la tenaz resistencia ofrecida por Guzmán el Bueno.

    En 1329 los benimerines y sus aliados granadinos atacaron de nuevo a los castellanos, a quienes derrotaron y tomaron Algeciras.

    En agosto de 1330 Castilla se impondría a Granada en la Batalla de Teba, conocida en otros países por haber fallecido en ella el noble escocés Sir James Douglas. Como consecuencia de la derrota granadina, el 19 de febrero de 1331, se firmó la Paz de Teba por la que los monarcas castellano, aragonés y nazarí se comprometían a una tregua de cuatro años y a la entrega de parias al rey castellano por parte del emir granadino.

    A pesar de ello, desde su base en Algeciras, los musulmanes sitiaron Gibraltar (ocupada por los cristianos en 1309, precisamente como medida preventiva ante las invasiones meriníes) y la reconquistaron en 1333. La flota castellana del Estrecho, capitaneada por el Almirante Alonso Jofre Tenorio, no era lo suficientemente poderosa como para detener el constante flujo de tropas musulmanas hacia la Península, por lo que Alfonso XI de Castilla solicitó apoyo naval a la Corona de Aragón. Ésta accedió a enviar en 1339 una flota de guerra mandada por Jofre Gilabert, pero tras una operación en Algeciras, el almirante aragonés resultó herido por una flecha y su flota se dispersó. Siguió entonces un ataque de los benimerines contra la escuadra castellana, con un resultado catastrófico para ésta: todos los barcos, excepto cinco que pudieron refugiarse en Cartagena, fueron destruidos por los musulmanes y Tenorio hecho prisionero y decapitado. Castilla quedaba así abierta de par en par a una nueva invasión norteafricana.

    Al conocer el desastre, Alfonso XI decidió entonces jugar su última carta enviando a su mujer, María de Portugal, para que pidiera ayuda al padre de ésta. No obstante, el rey Alfonso IV, que entonces se encontraba algo rencoroso con su yerno por el abandono al que tenía sometida a su hija en favor de su amante Leonor de Guzmán, declinó inicialmente la propuesta, exigiendo que si el monarca castellano necesitaba ayuda, fuera él quien se la pidiera personalmente. Ante la situación, Alfonso XI no pudo hacer otra cosa que tragarse su orgullo y enviar una carta de su puño y letra a Lisboa. Alfonso IV respondió entonces positivamente y mandó una flota a Cádiz a las órdenes del marino genovés Manuel Pezagno, que se unió a un contingente de 12 naves aragonesas que ya se encontraban ancladas allí.


    La venganza catalana @jota91

    La llamada Venganza catalana sucedió como consecuencia del asesinato de Roger de Flor y unos cien almogávares de la Gran Compañía Catalana (soldados mercenarios de la Corona de Aragón) por parte de los bizantinos. Tras el asesinato, los almogávares repelieron ferozmente ataques de los bizantinos y saquearon toda Grecia, especialmente la Tracia a los gritos de "Aragón, Aragón",1 "Sant Jordi" y "Desperta Ferro". Pasado un tiempo fundaron los ducados de Atenas y Neopatria.2 3

    Todavía persiste en la actualidad el recuerdo de estas acciones bajo la figura del Katalan, un guerrero-gigante sediento de sangre que se usa para asustar a los niños en algunos países balcánicos. Además la palabra "Katalan" en tosco (lengua de Albania) significa monstruo y aún hoy, si un griego quiere maldecir a alguien, le increpa: "Así te alcance la venganza de los catalanes". Es importante remarcar que en ese momento de la historia, el término catalán era aplicable a cualquier ciudadano oriundo de la Corona de Aragón.

    La presencia de la Compañía dejó una huella en el folclore y las leyendas populares de las diferentes regiones donde pasaron (área Balcánica y Grecia). Cabe decir que parte de este sustrato ha llegado hasta la actualidad y que gran parte de este (si no todo), debido a la devastación provocada por los almogávares, es de carácter negativo.

    De la región de Tracia nos llega el refrán: que la venganza de los catalanes caiga sobre ti. En Bulgaria las expresiones "Catalán" e "Hijo catalán" significan "hombre malvado, sin alma, torturador". Esta mala fama llegó a trascender los límites del folclore para influir en poetas, como Ivan M. Vazoz, que en el poema Piratas, publicado por primera vez en 1915, cita a los catalanes junto a los turcos como los mayores opresores de la nación búlgara.

    En Tesalia la expresión "¡Eres un catalán!" era proferida como insulto hasta finales del siglo XX.

    En Grecia:

    En Atenas los niños de dicha ciudad acompañaban su juego con la siguiente canción insultante:

    "Francos, varegos,
    "pechos" catalán,
    te lavas, te peinan,
    y con mierda te rebozas".

    En la región de Parnaso se recogió el refrán: "huir de los turcos para caer en los catalanes".
    En la isla de Eubea se sabe que en la primera mitad del siglo XX la palabra "catalán" era proferida en la región de Káristos como insulto y se tiene documentada la utilización de una forma aberrante de esta palabra como renombre sarcástico:

    "Cataloi. Mote de un campesino desocupado del pueblo de Pirgos, en la región de Káristos (...) A veces se da a aquellos a quienes se quiere insultar".

    En Hipatia (Patras, capital del Ducado de Neopatria) todavía están presentes muchas maledicencias, leyendas y canciones.

    Acerca de la toponimia en el cercano pueblo de Miles hay un arroyo que lleva por nombre Catalán.
    Refranes y dichos:

    "Que te vea bajo la espada de un catalán"
    "El griego se lavaba y el catalán se enmerdaba", en referencia a la suciedad de los catalanes (dicho que es muy utilizado, en toda Grecia, para describir a los catalanes).
    En referencia a la irreverencia de los catalanes hacia la religión, encontramos diferentes ejemplos:

    "El catalán come carne incluso en Viernes Santo",
    "Ayuna como el catalán", para referirse a quien no ayuna.

    En el cancionero popular también están presentes diferentes ejemplos:

    En la balada popular La maldición de la abandonada, entre las calamidades que desea la protagonista a quien le ha abandonado aparecen los siguientes versos:

    "Que caigas bajo espadas francas y en manos de catalanes
    que te aten las manos con unas esposas y te estrujan el cuello con un garrote".

    Canción de cuna cantada hasta hace poco en Hipatia:

    "Sale el sol para Arta
    e ilumina toda Patras.
    Señor sol y rey,
    dame fuerza y coraje
    para ceñirme siete espadas
    y luchar contra los francos,
    contra los francos y los varegos,
    contra los perros catalanes.
    Perro catalán,
    no ayunas el viernes,
    ni ayunas el sábado,
    cuando Cristo está en la tumba.
    Los hijos de la Romania
    son como leones en su corazón,
    son como leones, son como halcones,
    son como los delfines del mar".

    Asimismo en la región de Mani, al sur de Laconia, se conserva un recuerdo admirativo de los almogávares, y la palabra catalán se utilizaba a veces como nombre propio; como ejemplo, en el pueblo de Piondes (Laguia) existía hasta hace poco una familia con el apellido "Catalán".

    En la Argólida, península del Peloponeso, "catalana" era el peor insulto que se podía decir a una mujer, como se pone de manifiesto en la expresión: "Ah catalana, mil torcidos me has hecho".

    En la actual Albania, la palabra "catalán" significa "hombre feo y malvado". Así mismo para "Catalán" ("Katallani") se designa, en el folclore albanés, un monstruo con un solo ojo, que recuerda en muchos aspectos al cíclope Polifemo. Dicho cíclope aparece representado como un herrero salvaje que se alimenta de carne humana, sin rodillas, por lo que no puede agacharse, y con piernas largas como mástiles de barco. A él se enfrenta un joven héroe llamado Dedaliya, que lo vence con ayuda de su astucia. Esta tradición, en diferentes versiones, se llama normalmente con el título de Dedalo dhe Katallani (Dédalo y Catalán).


    El tamborilero del Bruch

    El 9 de febrero de 1808 el general del ejército napoleónico francés Guillaume Philibert Duhesne, entró en España por el paso de La Junquera y a mediados de febrero ya había llegado a Barcelona. Los franceses pasaron a gobernar Cataluña y esta entró en una crisis económica principalmente por la interrupción del comercio con América (en Manresa, por ejemplo, se repartieron 3.400 y 3.500 raciones diarias de "sopa económica").

    Esto, junto con la animadversión a las ideas anticlericales y revolucionarias que representaban la Francia de aquella época, explica la tenaz resistencia de los catalanes al nuevo régimen francés.

    El 4 de junio de 1808 una columna francesa dirigida por el general Schwartz salió de Barcelona en dirección a Lérida y Zaragoza con órdenes de castigar Manresa e Igualada, la primera por la quema del papel sellado y la otra por su situación estratégica en el camino real. Los efectivos franceses eran de 3.800 hombres, básicamente italianos y suizos. El 6 de junio empezó la Batalla del Bruch.

    El ejército español era en parte profesional con combatientes también suizos dirigidos por el teniente suizo Franz Krutter Grotz y en parte voluntarios de los somatenes catalanes de Manresa, Igualada, Tárrega y cercanías y en total eran unos 2.000 hombres. El ejército francés fue vencido en una emboscada y 300 de sus hombres murieron.

    El 14 de junio de 1808 tuvo lugar la segunda batalla del Bruch, mucho más importante desde el punto de vista militar y ya sin el factor sorpresa, y donde las fuerzas francesas eran mucho más importantes y dirigidas por el general Joseph Chabran que era más experimentado. Los franceses llegaron al Bruch por dos columnas se enfrentaron a las fuerzas regulares (unos 1.500 soldados) y somatenes españoles, dirigidas por Joan Baget de los tercios de Lérida y de Tárrega además de los regimientos suizos. La artillería española decidió la batalla a su favor.

    El Diario de Manresa del 26 de septiembre de 1808 explica los hechos de una manera ("sólo con sus propias fuerzas, sin caballería, artillería ni jefe militar que los dirigiese... ") que sería el embrión de la creación de la leyenda respecto a la lucha de un pueblo desarmado frente al gran ejército invasor. Ya en 1809 el historiador Cabanes escribe sobre un muchacho de Sampedor erigido en general en jefe y posteriormente se dijo que era Isidre Lluçà y Casanoves, que utilizaba un tambor de las cofradías.

    El tamborilero del Bruch tiene varios monumentos en el Bruch, en Sampedor y Barcelona

    José Tomás Boves, el taita, revolucionario realista @Diggernick

    A finales de 1813 en Venezuela los realistas han sido rechazados a la zona costera de Coro y Maracaibo, donde cuentan con el apoyo mayoritario de la población. A todo esto, Simón Bolívar ha lanzado su célebre decreto de "guerra a muerte" contra los peninsulares y los venezolanos partidarios del Rey, lo que da lugar a grandes matanzas de prisioneros dirigidas por el propio Libertador —que en febrero de 1814 ordena la ejecución de 800 prisioneros en Valencia— y sus lugartenientes, entre los que se distinguen Briceño y sobre todo Arismendi, que por orden de Bolívar ejecuta a un millar de españoles prisioneros en Caracas y La Guaira.

    Pero mientras tienen lugar estos acontecimientos, se fragua, tanto a espaldas de los insurgentes como de los principales jefes de las fuerzas regulares realistas algo hasta ese momento casi inimaginable para todos: uno de los fenómenos más originales —y terribles— del conflicto americano. Se trata del movimiento organizado y dirigido por Boves en los Llanos del Orinoco.

    Es José Tomás Boves (o Bobes) un español peninsular, nacido en Asturias y de origen muy modesto, establecido en esa región venezolana desde hace años. Sumado a las fuerzas realistas en los últimos tiempos de la lucha contra la primera república (en Venezuela), en la que ya toma parte en alguna acción, recibe un nombramiento, inicialmente poco más que simbólico, de oficial de Caballería de la Milicia urbana de Calabozo, una de las pequeñas poblaciones de los Llanos, y el encargo de movilizar una fuerza de Caballería en esa región, actividad que inicia en agosto de 1813, tras separarse del contingente realista de Juan Manuel Cagigal.

    Buen conocedor de la zona y de sus habitantes los llaneros, pronto su carisma y dotes de mando consigue reunir aproximadamente 700 de éstos; aunque el contingente crece a velocidad gracias a la activa recluta a que se entregan Boves y sus lugartenientes, empleando para la finalidad tanto argumentos políticos e ideológicos de servicio al Rey de España y combate contra la odiada oligarquía de la provincia, como promesas de carrera en el Ejército y participación en el botín de guerra; también duras medidas contra los prófugos y los desertores.



    En octubre de ese 1813, ya con un millar de efectivos combatientes, de los que sólo unos sesenta son europeos, Boves actúa contra Calabozo. Con sus llamados "hombres vagos", gentes acostumbradas a una vida de corte selvático, infunde por primera vez temores a los jefes insurgentes.

    Poco después, el jefe militar español al servicio de los insurgentes, Juan Vicente Campo Elías, derrota a Boves en la sabana de Mosquitero y lleva a cabo diversas acciones punitivas contra las poblaciones y habitantes de los Llanos, que no consiguen sino favorecer la recluta de su oponente que improvisa todo lo necesario para la guerra que sostiene e igualmente todo tipo de pertrechos de utilidad bélica.

    Recobrado enseguida de la derrota, en diciembre es él y sus llaneros quienes vencen en la reiteración de la batalla, ocupando Calabozo; ya reúne a tres mil hombres. Mientras, su segundo, Tomás Morales, capta en nuevas reclutas contingentes de cierta relevancia en la Guayana.

    Pese al revés, Bolívar no acaba de dar importancia a este nuevo oponente, y desde esa actitud despreciativa hace pública su reflexión de que lo que no ha logrado contra sus fuerzas un ejército disciplinado como era el de Domingo Monteverde, no lo van a conseguir los contingentes que aparecen fantasmales y de improviso en la sabana apureña.

    Pero en esta ocasión Bolívar yerra en sus planteamientos. Las fuerzas de Boves, a las que su jefe entrena en el médano de Cazorla en marchas, cargas y combates, no paran de crecer y a lo largo de los primeros meses de 1814 obtienen sucesivos éxitos contra los insurgentes. En febrero, Rosete —figura apocalíptica según los insurgentes—, uno de los lugartenientes de Boves, derrota a Arismendi, y poco después el propio jefe del Ejército Real de Barlovento, título con el que se proclama y autoconcede el jefe realista José Tomás Boves desde finales del año anterior, combate en San Mateo contra Simón Bolívar.

    El jefe realista cuenta entonces con aproximadamente 6.500 hombres, de ellos 4.000 de Caballería armados con lanzas; en cambio apenas dispone de artillería, únicamente seis piezas ligeras, cuando la proporción adecuada en la época se considera de tres piezas por cada mil efectivos humanos.

    La acción de Boves en San Mateo facilita la recuperación de la iniciativa por parte de las fuerzas regulares realistas (los españoles peninsulares y aquellos seguidores del Rey —Fernando VII— en el continente americano, foráneos y autóctonos) que operan desde sus fortalezas en la costa.

    En paralelo a estas maniobras bélicas, en febrero de 1814 tiene lugar en la región de Barlovento una sublevación de los esclavos de las haciendas en contra de las fuerzas republicanas (las de Simón Bolívar y otros jefes insurrectos contra el gobierno español). Asume la jefatura de este movimiento Juan José Navarro, que derrota a Arismendi y dirige una campaña en la retaguardia republicana que supone un nuevo inconveniente grave para las fuerzas de Bolívar.

    Las victorias de Boves presentan además el correspondiente efecto moral en los elementos favorables al mando realista en las zonas dominadas por los insurgentes, lo que se traduce en una agitación creciente con la subsiguiente aparición de guerrillas.

    En el mes de junio de ese 1814, Bolívar logra una victoria en Carabobo contra las fuerzas regulares de Cagigal, pero pocos días después es materialmente deshecho por Boves en la segunda batalla de la Puerta. Explotando el éxito, Boves ocupa en julio Valencia y Caracas, donde asume en la práctica las funciones de capitán general, ignorando ex profeso a Cagigal al cual, tras la victoria de la Puerta, ha enviado una misiva de la que se extrae el siguiente párrafo: "He recobrado las armas y el honor de las banderas que vuestra excelencia perdió en Carabobo". Boves se revelará en esta etapa y en su nueva faceta como un buen administrador de los territorios ocupados.

    En los meses siguientes su ejército alcanza el máximo desarrollo. Cerca de 20.000 hombres, de ellos seis o siete mil operativos, organizados en regimientos de Caballería —que constituyen la mayor parte del contingente— de fuerza variable y vinculación a diversas poblaciones y zonas de los Llanos: Tiznados, el preferido por Boves, Guayba, Guardatinaja; lo que origina una útil emulación entre sus componentes. Boves dirige personalmente la Caballería, la mejor del mundo, tomando parte en las cargas y en los combates cuerpo a cuerpo asumiendo el mayor riesgo, con resultado de heridas en varias ocasiones. Autores hostiles a su causa lo califican como el más grande jefe de Caballería que haya conocido Venezuela.

    La Infantería, contando unos 2.500 hombres, está formada por dos regimientos a tres batallones cada uno, mandados por Guía Calderón y Manuel Machado, y el denominado Batallón de preferencia, mandado por Rafael López. En las marchas de esta tropa a pie se acostumbra a organizar un cuerpo de vanguardia, bajo el mando de Ramón González, que avanza doce horas por delante del grueso de la fuerza expedicionaria.

    Boves también cuenta con partidas de guerrilleros, configuradas como unidades de guerrilla compuestas por indios y mestizos principalmente, actuando bajo su exclusiva dirección estratégica. En cambio, utiliza poco e indirectamente a los cimarrones (esclavos refugiados en los montes buscando su libertad), unos 25.000 en la Venezuela anterior a la revolución, y otros esclavos huidos al compás de los acontecimientos.

    Los combatientes llaneros no lucen uniforme habitualmente. Van vestidos a la manera del país: calzón corto, sandalias, sombrero; los jinetes usan unas grandes espuelas características, y a guisa de escarapela una pluma negra o una oreja humana colgada del sombrero. También se decoran y anuncian con banderas negras, a diferencia de la blanca española del momento.

    Dominada gran parte de la provincia, Boves inicia la creación de una flotilla que inicialmente sólo tiene un bergantín, bautizado General Boves. La flotilla en ciernes está financiada mayormente por particulares, al frente de los cuales figura un realista de origen vizcaíno, íntimo amigo del padre de Simón Bolívar.



    Dadas las características de la lucha, las fuerzas de José Boves, el caudillo llanero, llevan a cabo frecuentes saqueos en las zonas o ciudades conquistadas donde hay para cometerlo; pues más bien tales saqueos quedan en intentos y limitados a los bienes de carácter mueble. Los bienes de auténtico interés propiedad de los insurgentes: los productivos, las fincas rústicas y urbanas, las explotaciones agrícolas, son confiscados por la autoridad realista y arrendados o vendidos en beneficio de la Hacienda de la provincia. Los premios de orden material que Boves entrega a aquellos de los suyos distinguidos en la lucha son de tipo simbólico o en relacionados con el servicio de armas: elección de los mejores caballos o armas capturadas y similares. Para Boves tampoco había réditos más allá de la satisfacción, pues nunca cobró un sueldo y años después se gestionará una pensión para su madre residente en Asturias.

    La represión contra los insurgentes responde a la proclama de guerra a muerte proferida por Bolívar al comienzo de su campaña. Es usual la matanza de los jefes políticos y militares insurgentes vencidos y la de muchos oficiales. La generosidad para con los prisioneros es aleatoria, graciosamente dispensada por quien puede. Conviene recordar que la lucha en Venezuela ofrece el aspecto de una contienda social-racial en esta etapa de la guerra entre realistas e insurgentes-independentistas.

    La circunstancia acaso curiosa para algunos que nos e aproximan a la realidad de la situación y los hechos cotidianos, es que los defensores del Rey de España encuentran su principal apoyo en los sectores populares de la población. Sectores que en el continente americano suman un porcentaje de indígenas y mestizos en diverso grado proporcionalmente superior al de las clases pudientes, acomodadas y dirigentes, que son en las que básicamente da inicio la insurgencia. Por supuesto, contando siempre con las excepciones en uno y otro bando.



    Con la derrota de Bolívar la causa independentista en la provincia sucumbe. Las fuerzas de Boves actúan en las postrimerías de 1814 sobre la zona oriental, todavía en poder de los insurgentes, cuyos últimos restos a la defensiva son aniquilados.

    Pero desgraciadamente para la causa realista, en la última batalla importante ya en el mes de diciembre, en Urica, Boves cae víctima de una lanzada al dirigir cual su costumbre una carga de su Caballería. Le sucede en el mando su hasta entonces segundo, el canario Tomás Morales, que tomará parte en las sucesivas campañas en la provincia hasta la conclusión de la lucha regular.

    José Tomás Boves, el taita, como le llamaron sus hombres, es una de las figuras más originales y merecedoras de estudio con las que contó el bando realista, y en general la contienda americana de emancipación. Al frente de su Ejército Real de Barlovento, pone fin a la segunda república venezolana (1813-1814) tras derrotar repetidas veces a Simón Bolívar y otros jefes secesionistas. Su temprana muerte a los treinta y un años supuso un sesgo importante, quizá decisivo, en el desarrollo de la misma.


    Combates de Cagayán @Blaista

    Los combates de Cagayán son una serie de batallas que tuvieron lugar en 1582 entre la Armada Española de Filipinas al mando del capitán Juan Pablo de Carrión, y piratas japoneses liderados por Tay Fusa. Estos enfrentamientos tuvieron lugar en las proximidades del río Cagayán como respuesta a los saqueos japoneses de las costas de Luzón y se saldaron con la victoria española.

    El suceso tuvo la particularidad de enfrentar a arcabuceros, piqueros y rodeleros españoles contra este contingente nipón, en su mayoría rōnin (samuráis sin señor), y en menor medida, ashigaru (soldados rasos) nipones.

    En torno a 1573, los japoneses comenzaron a intercambiar oro por plata en la isla filipina de Luzón, especialmente en las actuales provincias de Cagayán, Gran Manila y Pangasinán (concretamente la zona de Lingayén).1 En 1580 sin embargo, un corsario japonés forzaba a los nativos de Cagayán a prestarles fidelidad y sumisión.1

    Los primeros asentamientos japoneses en Filipinas habían sido realizados por los wokou, unos piratas muy activos en las costas de China desde el inicio de la dinastía Ming. Su actuación se intensificó de nuevo en el siglo XVI alcanzando también las Islas Filipinas, aunque para entonces bajo el nombre de wokou se debería incluir también a los piratas chinos.1

    El gobernador general escribió a Felipe II el 16 de junio de 1582:1

    Los japoneses son la gente más belicosa que hay por acá. Traen artillería y mucha arcabucería y piquería. Usan armas defensivas para el cuerpo. Lo cual todo lo tienen por industria de portugueses, que se lo han mostrado para daño de sus ánimas...

    Se encargó enmendar la situación a Juan Pablo de Carrión, hidalgo y capitán de la Armada. Carrión se hizo con la iniciativa y, gracias a la superioridad técnica de los barcos occidentales,2 cañoneó con facilidad un buque japonés en el mar de la China Meridional hasta obligarlo a retirarse. La respuesta pirata llegó a través del cabecilla Tay Fusa (también referido como Tayfusu o Tayfuzu), que navegó rumbo al archipiélago filipino con 10 navíos.2 Para contrarrestarlo, el capitán Carrión consiguió reunir 40 soldados españoles armados hasta los dientes3 y 7 embarcaciones: cinco bajeles pequeños de apoyo, un navío ligero (el San Yusepe) y una galera (la Capitana).3

    Al pasar por el cabo Bogueador la flota descubrió a un junco japonés que acababa de arrasar la costa y había tratado con extrema dureza a los habitantes.3 Aunque el barco japonés era mucho mayor y los japoneses superiores en número, la Capitana acortó la distancia para interceptarlo.3 Los españoles prepararon los cañones de la crujía y los falconetes y sacres de cubierta y los hombres se cubrieron con sus capacetes y prepararon sus picas, arcabuces y hachas de abordaje.3 Cuando la Capitana alcanzó al junco le lanzó unas ráfagas de artillería que destrozaron el casco y dejaron la cubierta llena de muertos y heridos.3 Posteriormente el galeón se enganchó al barco japonés y los españoles llevaron a cabo un abordaje. En la cubierta del barco, al ser los japoneses superiores en número, los españoles no podían apenas avanzar.3 Carrión, con su media armadura de acero, con la celada bajada, intentaba abrirse paso con su rodela y coordinaba el ataque con el resto de sus hombres.3

    Los rodeleros españoles debieron verse entonces contra auténticos samuráis japoneses, con las armaduras propias y armados con katanas. Como los japoneses contaban también con arcabuces, que les habían sido provistos por los portugueses, y como eran superiores en número, la batalla tuvo que continuar en la propia cubierta de la galera. Lentamente, como si combatieran en un campo de batalla de Flandes, los soldados de Carrión formaron una barrera con los piqueros delante y arcabuceros y mosqueteros detrás y comenzaron a retirarse hacia popa.3 Carrión cortó entonces con un tajo de su espada la driza de la verga mayor, que cayó de golpe atravesada sobre el combés, creando una trinchera.4 Rápidamente, los mosqueteros y arcabuceros se parapetaron tras ella lanzando una ráfaga de balas que causó entre los japoneses decenas de bajas.4 Tras esto saltaron sobre el enemigo los piqueros y rodeleros. En ese momento llegó el San Yusepe, que lanzó una ráfaga de artillería contra el junco acabando con los tiradores japoneses que desde aquella nave hostigaban a la galera española. En ese momento los japoneses se batieron en retirada y saltaron al agua para intentar llegar a nado a la costa.4 Entre las bajas del combate estaba Pero Lucas, un curtido combatiente. Aunque las armas de fuego fueron decisivas en la victoria, también lo fue la mejor calidad de las armaduras y armamento español.4 5

    La flotilla continuó por el río Tajo (nombre del río Grande de Cagayán) encontrándose una flota de 18 champanes, abriéndose paso con sus culebrinas y arcabuces.4 Horas después, Carrión dejaba atrás los buques con cerca de 200 japoneses muertos o heridos.6

    Desembarcaron en un recodo del río para atrincherarse cerca de donde estaba el grueso de las fuerzas enemigas y colocaron en dicha trinchera los cañones desembarcados de la galera, con los que continuaron haciendo fuego contra el enemigo. Los wokou decidieron negociar una rendición y Carrión les ordenó marcharse de Luzón. Los piratas pidieron una indemnización en oro por las pérdidas que sufrirían si se marchaban, a lo que siguió una rotunda negativa de Carrión y los japoneses decidieron atacar por tierra con 600 soldados.6 La trinchera aguantó ese primer asalto, al que siguió otro. Como algunas picas eran arrebatadas por los japoneses los españoles pusieron sebo en la madera para que resbalaran y fueran más difíciles de agarrar.7 Los que intentaban sin éxito agarrar las picas estaban a merced de los hombres de Carrión, y eran ensartados y despedazados por piqueros y alabarderos.7

    Tras una tercera embestida, que prácticamente entró en las trincheras, y sin apenas pólvora, los 30 soldados españoles que quedaban lograron resistir y derrotar al enemigo, para luego lanzarse contra él, provocando una huida en la que eran acuchillados. Muchos japoneses se salvaron de las espadas españolas ya que, al ser sus armaduras más ligeras, podían correr más rápido.8 Los españoles entonces se hicieron con las armas japonesas que habían quedado sobre el campo de batalla como trofeo, lo que incluía katanas y hermosas armaduras.9 La esgrima europea había demostrado ser mejor que las artes marciales japonesas y las espadas de acero toledano mucho más resistentes y útiles que las katanas.5 Las armaduras japonesas fueron perfeccionadas con estilo europeo, añadiéndoles petos metálicos.

    Pacificada la región, y ya con refuerzos, Carrión fundó en la zona la ciudad de Nueva Segovia (hoy Lal-lo). La actividad pirata aún quedaba de manera residual y de modo comercial en la bahía de Lingayén, en Pangasinán, muy centrada en el puerto de Agoo y consistía en el comercio de piel de ciervo.
    Última edición por Werther; 24/11/2014 a las 23:08

  2. #2
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    Una tumba en Dinamarca


    Desde hace doscientos dos años, en un lugar perdido de la costa danesa frente a la isla de Fionia, donde siempre llueve y hace frío, hay una tumba solitaria. Tiene una cruz y dos sables cruzados sobre una lápida, y está pegada al muro del cementerio de San Canuto, en Fredericia. De vez en cuando aparece encima un ramo de flores; y a veces ese ramo lleva una cinta roja y amarilla. Esto puede llamar, tal vez, la atención de quien pase por allí sin conocer la historia del hombre que yace en esa tumba. Por eso quiero contársela hoy a ustedes.

    Se llamaba Antonio Costa, y en 1808 era capitán del 5.º escuadrón del regimiento del Algarbe: uno de los 15.000 soldados de la división del marqués de la Romana enviados a Dinamarca cuando España todavía era aliada de Napoleón. Después del combate de Stralsund, la división había pasado el invierno dispersa por la costa de Jutlandia y las islas del Báltico. Al llegar noticias de la sublevación del 2 de Mayo y el comienzo de la insurrección contra los franceses, jefes y tropa emprendieron una de las más espectaculares evasiones de la Historia. Tras comunicar en secreto con buques ingleses para que los trajesen a España, los regimientos se pusieron en marcha eludiendo la vigilancia de franceses y daneses. Por caminos secundarios, marchando de noche y de isla en isla, acudieron a los puntos de concentración establecidos para el embarque final. Unos lo consiguieron, y otros no. Algunos fueron apresados por el camino. Otros, como los jinetes del regimiento de Almansa, recibieron en Nyborg la orden de sacrificar sus caballos, que no podían llevar consigo; pero se negaron a ello, les quitaron las sillas y los dejaron sueltos: medio millar de animales galopando libres por las playas. En Taasing, viéndose perseguidos por los franceses y cortado el paso por un brazo de mar que los separaba de la isla donde debían embarcar, algunos del regimiento de caballería de Villaviciosa cruzaron a nado, agarrados a las sillas y crines de sus caballos. De ese modo, cada uno como pudo, aquellos soldados perdidos en tierra enemiga fueron llegando a Langeland, y 9.190 hombres -sólo unos pocos menos que los Diez Mil de Jenofonte- alcanzaron los buques ingleses que los condujeron a España; donde, tras un azaroso viaje, se unieron a la lucha contra los gabachos.

    Como dije antes, no todos pudieron salvarse: 5.175 de ellos quedaron atrás, en manos de los franceses. Algunos terminarían alistados forzosos en el ejército imperial, en la terrible campaña de Rusia -a ellos dediqué hace diecisiete años la novelita La sombra del águila-. Otros se pudrieron en campos de prisioneros, o quedaron para siempre bajo tres palmos de tierra danesa. El capitán Antonio Costa fue uno de ésos. A causa de la indecisión de sus jefes, el regimiento de caballería del Algarbe perdió un tiempo precioso en emprender su fuga hacia la isla de Fionia, donde debían embarcar. Por fin, cuando Costa, un humilde y duro capitán, tomó el mando por propia iniciativa, desobedeció a sus superiores y se llevó a los soldados con él, ya era demasiado tarde. En la misma playa, casi a punto de conseguirlo, el regimiento fugitivo vio bloqueado el paso por el ejército francés, con los daneses cortando la retirada. Furioso, el mariscal Bernadotte exigió la rendición incondicional, manifestando su intención de fusilar a los oficiales y diezmar a la tropa. Entonces el capitán Costa avanzó a caballo hasta los franceses y se declaró único responsable de todo, pidiendo respeto para sus soldados. Luego, no queriendo entregar la espada ni dar lugar a sospechas de que había engañado o vendido al regimiento llevándolo a una trampa, se volvió hacia sus hombres, gritó «¡Recuerdos a España de Antonio Costa!» y se pegó un tiro en la cabeza.

    Así que ya lo saben. Ésta es la historia de esa lápida pegada al muro del cementerio de San Canuto, en Fredericia, Dinamarca. La tumba solitaria de uno que quiso volver y pelear por su patria y su gente. Reconozco que eso no suena políticamente correcto, claro: pelear. Esa palabra chirría. Tan fascista. Nuestra ministra de Defensa habría criticado, supongo, la intransigencia dialogante del tal Costa -maneras autoritarias y poco buen rollito, misión que no era estrictamente de paz, gatillo fácil-; y monseñor Rouco, nuestro simpático pastor de ovejas, su falta de respeto a la vida humana, empezando por la propia, incluido un serio debate sobre si, como suicida, tenía derecho a yacer en tierra consagrada, o no lo tenía -igual hasta era partidario del aborto, el malandrín-. Lo mío es más simple: el capitán Costa me cae de puta madre. Su tumba solitaria me suscita un puntito de ternura melancólica. Ese cementerio lejano, frente a un mar gris y extranjero. Por eso hoy les cuento su vieja, olvidada historia. Por si alguna vez se dejan caer por allí, o están de paso por las islas del Norte y les apetece echar un vistazo. A lo mejor hasta tienen unas flores a mano.


  3. #3
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  4. #4
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    Cita episodio, no me abras la pagina entera, gordi

  5. #5
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    me acuerdo cuando era una cabra, que estaba pastando tranquilamente en una isla de mierda, llamada isla perejil y de repente apareció un helicóptero de las fuerzas armadas españolas del que se descolgaron unos militares. Recuerdo que uno de ellos se torció el tobillo en el acto.
    Fue un buen día, nos hicimos fotos y nos lo pasamos de puta madre

  6. #6
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    ¿Hablas de la que ya ha sido o de la que aún está por venir?

  7. #7
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  8. #8
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    la mas noble y masculina historia de cualquier pais habido y por haber, desprendemos nobleza por los costados

  9. #9
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    me acuerdo cuando era una cabra, que estaba pastando tranquilamente en una isla de mierda, llamada isla perejil y de repente apareció un helicóptero de las fuerzas armadas españolas del que se descolgaron unos militares. Recuerdo que uno de ellos se torció el tobillo en el acto.
    Fue un buen día, nos hicimos fotos y nos lo pasamos de puta madre
    Aun me acuerdo. No esta mal, operación tierra mar y aire, pero no diria que fue una hazaña

  10. #10
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    Batalla del Salado

    La batalla del Salado (librada el lunes 30 de octubre de 1340, en la actual provincia de Cádiz) fue una de las batallas más importantes del último periodo de la Reconquista. En ella, las fuerzas combinadas de Castilla y Portugal derrotaron decisivamente a los benimerines, última nación norteafricana que trataría de invadir la península Ibérica.

    Tras la decisiva victoria de las Navas de Tolosa en 1212, los almohades perdieron el control sobre el sur de la península Ibérica y se replegaron al Norte de África, dejando tras de sí un conjunto de desorganizadas taifas que fueron ocupados por los reinos cristianos entre 1230 y 1264. Tan sólo el reino de Granada logró mantenerse independiente, aunque fue forzado a pagar un elevado tributo en oro a Castilla cada año. Por aquel entonces, el reino de Granada comprendía las actuales provincias de Granada, Almería y Málaga, más el istmo y peñón de Gibraltar.

    En 1269, la debilitada dinastía almohade sucumbió ante otra tribu bereber emergente, los Banu Marin («Benimerines» para los castellanos). Desde su capital en Fez, esta tribu originaria del sur de Marruecos pronto dominó la mayor parte del Magreb, llegando por el este hasta la actual frontera entre Argelia y Túnez. A partir de 1275 dirigieron su atención hacia Granada, donde desembarcaron tropas e influyeron decisivamente en su gobierno ante el recelo de los cristianos del norte. El choque no tardó en llegar, y así, a finales del siglo XIII, los benimerines ya habían declarado la guerra santa a los cristianos y realizado varias incursiones en el Campo de Gibraltar, con el fin de asegurarse el dominio sobre el tráfico marítimo en el Estrecho. En 1288, a instancias del rey Yusuf I de Granada, firmaron una alianza formal con los nazaríes con el fin de tomar Cádiz como objetivo final. Sin embargo, una serie de rebeliones en el Rif retrasaron la campaña contra Castilla hasta 1294, año en que los benimerines asediaron Tarifa sin éxito debido a la tenaz resistencia ofrecida por Guzmán el Bueno.

    En 1329 los benimerines y sus aliados granadinos atacaron de nuevo a los castellanos, a quienes derrotaron y tomaron Algeciras.

    En agosto de 1330 Castilla se impondría a Granada en la Batalla de Teba, conocida en otros países por haber fallecido en ella el noble escocés Sir James Douglas. Como consecuencia de la derrota granadina, el 19 de febrero de 1331, se firmó la Paz de Teba por la que los monarcas castellano, aragonés y nazarí se comprometían a una tregua de cuatro años y a la entrega de parias al rey castellano por parte del emir granadino.

    A pesar de ello, desde su base en Algeciras, los musulmanes sitiaron Gibraltar (ocupada por los cristianos en 1309, precisamente como medida preventiva ante las invasiones meriníes) y la reconquistaron en 1333. La flota castellana del Estrecho, capitaneada por el Almirante Alonso Jofre Tenorio, no era lo suficientemente poderosa como para detener el constante flujo de tropas musulmanas hacia la Península, por lo que Alfonso XI de Castilla solicitó apoyo naval a la Corona de Aragón. Ésta accedió a enviar en 1339 una flota de guerra mandada por Jofre Gilabert, pero tras una operación en Algeciras, el almirante aragonés resultó herido por una flecha y su flota se dispersó. Siguió entonces un ataque de los benimerines contra la escuadra castellana, con un resultado catastrófico para ésta: todos los barcos, excepto cinco que pudieron refugiarse en Cartagena, fueron destruidos por los musulmanes y Tenorio hecho prisionero y decapitado. Castilla quedaba así abierta de par en par a una nueva invasión norteafricana.

    Al conocer el desastre, Alfonso XI decidió entonces jugar su última carta enviando a su mujer, María de Portugal, para que pidiera ayuda al padre de ésta. No obstante, el rey Alfonso IV, que entonces se encontraba algo rencoroso con su yerno por el abandono al que tenía sometida a su hija en favor de su amante Leonor de Guzmán, declinó inicialmente la propuesta, exigiendo que si el monarca castellano necesitaba ayuda, fuera él quien se la pidiera personalmente. Ante la situación, Alfonso XI no pudo hacer otra cosa que tragarse su orgullo y enviar una carta de su puño y letra a Lisboa. Alfonso IV respondió entonces positivamente y mandó una flota a Cádiz a las órdenes del marino genovés Manuel Pezagno, que se unió a un contingente de 12 naves aragonesas que ya se encontraban ancladas allí.

    Batalla del Salado - Wikipedia, la enciclopedia libre

  11. #11
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    Ante los monstruosos comentarios de algunos foreros en temas no políticos, sino históricos, contra España, abro esta plataforma. Mi intención es que el que quiera comparta aquí un acontecimiento honroso e impresionante, ya sea conocido u olvidado, que retrate la grandeza del pueblo español y sus gentes a lo largo de la historia, que seran incluidos en el OP con el nombre del forero, para futuras discusiones.

    No es este un tema politico, ni de derechas ni de izquierdas, el patriotismo y el amor a una tierra y una historia no responde a ideologias sino a sentimientos.

    Bienvenidos.


    ............................................

    Una tumba en Dinamarca @Casanova


    Desde hace doscientos dos años, en un lugar perdido de la costa danesa frente a la isla de Fionia, donde siempre llueve y hace frío, hay una tumba solitaria. Tiene una cruz y dos sables cruzados sobre una lápida, y está pegada al muro del cementerio de San Canuto, en Fredericia. De vez en cuando aparece encima un ramo de flores; y a veces ese ramo lleva una cinta roja y amarilla. Esto puede llamar, tal vez, la atención de quien pase por allí sin conocer la historia del hombre que yace en esa tumba. Por eso quiero contársela hoy a ustedes.

    Se llamaba Antonio Costa, y en 1808 era capitán del 5.º escuadrón del regimiento del Algarbe: uno de los 15.000 soldados de la división del marqués de la Romana enviados a Dinamarca cuando España todavía era aliada de Napoleón. Después del combate de Stralsund, la división había pasado el invierno dispersa por la costa de Jutlandia y las islas del Báltico. Al llegar noticias de la sublevación del 2 de Mayo y el comienzo de la insurrección contra los franceses, jefes y tropa emprendieron una de las más espectaculares evasiones de la Historia. Tras comunicar en secreto con buques ingleses para que los trajesen a España, los regimientos se pusieron en marcha eludiendo la vigilancia de franceses y daneses. Por caminos secundarios, marchando de noche y de isla en isla, acudieron a los puntos de concentración establecidos para el embarque final. Unos lo consiguieron, y otros no. Algunos fueron apresados por el camino. Otros, como los jinetes del regimiento de Almansa, recibieron en Nyborg la orden de sacrificar sus caballos, que no podían llevar consigo; pero se negaron a ello, les quitaron las sillas y los dejaron sueltos: medio millar de animales galopando libres por las playas. En Taasing, viéndose perseguidos por los franceses y cortado el paso por un brazo de mar que los separaba de la isla donde debían embarcar, algunos del regimiento de caballería de Villaviciosa cruzaron a nado, agarrados a las sillas y crines de sus caballos. De ese modo, cada uno como pudo, aquellos soldados perdidos en tierra enemiga fueron llegando a Langeland, y 9.190 hombres -sólo unos pocos menos que los Diez Mil de Jenofonte- alcanzaron los buques ingleses que los condujeron a España; donde, tras un azaroso viaje, se unieron a la lucha contra los gabachos.

    Como dije antes, no todos pudieron salvarse: 5.175 de ellos quedaron atrás, en manos de los franceses. Algunos terminarían alistados forzosos en el ejército imperial, en la terrible campaña de Rusia -a ellos dediqué hace diecisiete años la novelita La sombra del águila-. Otros se pudrieron en campos de prisioneros, o quedaron para siempre bajo tres palmos de tierra danesa. El capitán Antonio Costa fue uno de ésos. A causa de la indecisión de sus jefes, el regimiento de caballería del Algarbe perdió un tiempo precioso en emprender su fuga hacia la isla de Fionia, donde debían embarcar. Por fin, cuando Costa, un humilde y duro capitán, tomó el mando por propia iniciativa, desobedeció a sus superiores y se llevó a los soldados con él, ya era demasiado tarde. En la misma playa, casi a punto de conseguirlo, el regimiento fugitivo vio bloqueado el paso por el ejército francés, con los daneses cortando la retirada. Furioso, el mariscal Bernadotte exigió la rendición incondicional, manifestando su intención de fusilar a los oficiales y diezmar a la tropa. Entonces el capitán Costa avanzó a caballo hasta los franceses y se declaró único responsable de todo, pidiendo respeto para sus soldados. Luego, no queriendo entregar la espada ni dar lugar a sospechas de que había engañado o vendido al regimiento llevándolo a una trampa, se volvió hacia sus hombres, gritó «¡Recuerdos a España de Antonio Costa!» y se pegó un tiro en la cabeza.

    Así que ya lo saben. Ésta es la historia de esa lápida pegada al muro del cementerio de San Canuto, en Fredericia, Dinamarca. La tumba solitaria de uno que quiso volver y pelear por su patria y su gente. Reconozco que eso no suena políticamente correcto, claro: pelear. Esa palabra chirría. Tan fascista. Nuestra ministra de Defensa habría criticado, supongo, la intransigencia dialogante del tal Costa -maneras autoritarias y poco buen rollito, misión que no era estrictamente de paz, gatillo fácil-; y monseñor Rouco, nuestro simpático pastor de ovejas, su falta de respeto a la vida humana, empezando por la propia, incluido un serio debate sobre si, como suicida, tenía derecho a yacer en tierra consagrada, o no lo tenía -igual hasta era partidario del aborto, el malandrín-. Lo mío es más simple: el capitán Costa me cae de puta madre. Su tumba solitaria me suscita un puntito de ternura melancólica. Ese cementerio lejano, frente a un mar gris y extranjero. Por eso hoy les cuento su vieja, olvidada historia. Por si alguna vez se dejan caer por allí, o están de paso por las islas del Norte y les apetece echar un vistazo. A lo mejor hasta tienen unas flores a mano

  12. #12
    Es el sapato del diablo Avatar de Kaskitos
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    Sólo hay que abrir cualquier libro de historia general de España para darse cuenta la pedazo de Historia que tenemos, desde los primeros homínidos hasta la muerte de Franco.

  13. #13
    ForoParalelo: Miembro Avatar de Camila_03
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    Cita Iniciado por GORDOCABRON Ver mensaje
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    Mejor lo pones: conquistar un reino dividido por una guerra civil en tribus de bárbaros con tecnología mejor y comprando la mitad de los terrotiros no tiene ningún mérito, reconquistar toda la Península desde un reducto Asturiano batalla a batalla ya es otra historia

  14. #14
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    Es tema serio, primer aviso.

    Yo quiero presentar una pizca de historia de mi tierra, Catalunya. Allá va:

    La Venganza Catalana

    La llamada Venganza catalana sucedió como consecuencia del asesinato de Roger de Flor y unos cien almogávares de la Gran Compañía Catalana (soldados mercenarios de la Corona de Aragón) por parte de los bizantinos. Tras el asesinato, los almogávares repelieron ferozmente ataques de los bizantinos y saquearon toda Grecia, especialmente la Tracia a los gritos de "Aragón, Aragón",1 "Sant Jordi" y "Desperta Ferro". Pasado un tiempo fundaron los ducados de Atenas y Neopatria.2 3

    Todavía persiste en la actualidad el recuerdo de estas acciones bajo la figura del Katalan, un guerrero-gigante sediento de sangre que se usa para asustar a los niños en algunos países balcánicos. Además la palabra "Katalan" en tosco (lengua de Albania) significa monstruo y aún hoy, si un griego quiere maldecir a alguien, le increpa: "Así te alcance la venganza de los catalanes". Es importante remarcar que en ese momento de la historia, el término catalán era aplicable a cualquier ciudadano oriundo de la Corona de Aragón.

    La presencia de la Compañía dejó una huella en el folclore y las leyendas populares de las diferentes regiones donde pasaron (área Balcánica y Grecia). Cabe decir que parte de este sustrato ha llegado hasta la actualidad y que gran parte de este (si no todo), debido a la devastación provocada por los almogávares, es de carácter negativo.

    De la región de Tracia nos llega el refrán: que la venganza de los catalanes caiga sobre ti. En Bulgaria las expresiones "Catalán" e "Hijo catalán" significan "hombre malvado, sin alma, torturador". Esta mala fama llegó a trascender los límites del folclore para influir en poetas, como Ivan M. Vazoz, que en el poema Piratas, publicado por primera vez en 1915, cita a los catalanes junto a los turcos como los mayores opresores de la nación búlgara.

    En Tesalia la expresión "¡Eres un catalán!" era proferida como insulto hasta finales del siglo XX.

    En Grecia:

    En Atenas los niños de dicha ciudad acompañaban su juego con la siguiente canción insultante:

    "Francos, varegos,
    "pechos" catalán,
    te lavas, te peinan,
    y con mierda te rebozas".

    En la región de Parnaso se recogió el refrán: "huir de los turcos para caer en los catalanes".
    En la isla de Eubea se sabe que en la primera mitad del siglo XX la palabra "catalán" era proferida en la región de Káristos como insulto y se tiene documentada la utilización de una forma aberrante de esta palabra como renombre sarcástico:

    "Cataloi. Mote de un campesino desocupado del pueblo de Pirgos, en la región de Káristos (...) A veces se da a aquellos a quienes se quiere insultar".

    En Hipatia (Patras, capital del Ducado de Neopatria) todavía están presentes muchas maledicencias, leyendas y canciones.

    Acerca de la toponimia en el cercano pueblo de Miles hay un arroyo que lleva por nombre Catalán.
    Refranes y dichos:

    "Que te vea bajo la espada de un catalán"
    "El griego se lavaba y el catalán se enmerdaba", en referencia a la suciedad de los catalanes (dicho que es muy utilizado, en toda Grecia, para describir a los catalanes).
    En referencia a la irreverencia de los catalanes hacia la religión, encontramos diferentes ejemplos:

    "El catalán come carne incluso en Viernes Santo",
    "Ayuna como el catalán", para referirse a quien no ayuna.

    En el cancionero popular también están presentes diferentes ejemplos:

    En la balada popular La maldición de la abandonada, entre las calamidades que desea la protagonista a quien le ha abandonado aparecen los siguientes versos:

    "Que caigas bajo espadas francas y en manos de catalanes
    que te aten las manos con unas esposas y te estrujan el cuello con un garrote".

    Canción de cuna cantada hasta hace poco en Hipatia:

    "Sale el sol para Arta
    e ilumina toda Patras.
    Señor sol y rey,
    dame fuerza y coraje
    para ceñirme siete espadas
    y luchar contra los francos,
    contra los francos y los varegos,
    contra los perros catalanes.
    Perro catalán,
    no ayunas el viernes,
    ni ayunas el sábado,
    cuando Cristo está en la tumba.
    Los hijos de la Romania
    son como leones en su corazón,
    son como leones, son como halcones,
    son como los delfines del mar".

    Asimismo en la región de Mani, al sur de Laconia, se conserva un recuerdo admirativo de los almogávares, y la palabra catalán se utilizaba a veces como nombre propio; como ejemplo, en el pueblo de Piondes (Laguia) existía hasta hace poco una familia con el apellido "Catalán".

    En la Argólida, península del Peloponeso, "catalana" era el peor insulto que se podía decir a una mujer, como se pone de manifiesto en la expresión: "Ah catalana, mil torcidos me has hecho".

    En la actual Albania, la palabra "catalán" significa "hombre feo y malvado". Así mismo para "Catalán" ("Katallani") se designa, en el folclore albanés, un monstruo con un solo ojo, que recuerda en muchos aspectos al cíclope Polifemo. Dicho cíclope aparece representado como un herrero salvaje que se alimenta de carne humana, sin rodillas, por lo que no puede agacharse, y con piernas largas como mástiles de barco. A él se enfrenta un joven héroe llamado Dedaliya, que lo vence con ayuda de su astucia. Esta tradición, en diferentes versiones, se llama normalmente con el título de Dedalo dhe Katallani (Dédalo y Catalán).

  15. #15
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    Y ya que estoy dejo la historia de los Almogaveres:

    Los Almogàvers (Almogávares)
    Por primera vez desde que este blog cobró vida no vamos a hablar de una batalla en concreta, esta vez hablaremos de unos hombres nacidos para la guerra. Sin temor a la muerte, con el único objetivo de expander los territorios de la Corona de Aragón estos hombres se ganaron el respeto de toda Europa siendo admirados, odiados y temidos allá por donde fuesen. Comunicándose en catalán y nunca en castellano los almogávares o Almogàvers en Catalán, se convirtieron en leyenda entre los siglos XIII y XIV, soldados bravos, fuertes, fieros y en muchas ocasiones crueles y despiadados.



    Su tropa estaba integrada por hombres de todos los rincones de la Corona de Aragón, el soldado almogávar era un soldado de infantería, que luchaba con armas ligeras, vestía pobremente y sus melenas y barbas se asemejaban a las de los conocidos vikingos. Pero aparte de su fuerza y determinación eran muy astutos y hábiles para adaptarse a las diferentes condiciones de una batalla. Algunos se defendían con pequeños escudos y todos solían llevar una piedra de fuego con la que golpeaban sus armaduras o escudos antes de la batalla para aterrorizar al enemigo. Sin duda eran hombres con los que yo no me querría encontrar de noche en un callejón. Solían habitar en los bosques y Vivian del saqueo en sus incursiones contra los sarracenos, aunque acabaron sirviendo como mercenarios de reyes.
    En sus inicios, los Almogàvers se dedicaban a realizar incursiones contra las tropas árabes a quienes deben su nombre, La denominación “Almogávar” tiene su origen en la palabra árabe “Al-mugawir”, que quiere decir “penetrar en territorio enemigo”. Cuando se arruinaron, y los botines que obtenían eran escasos para su subsistencia empezaron a servir como mercenarios. El primero en contratarles fue el rey Pedro III de Aragón el cual además de para defender el reino los utilizaba para sus expediciones por Túnez y sus posesiones itálicas. En ese momento eran una hueste numerosa, más de 15.000 hombres. Los Almogàvers comenzarían a servir entonces a Federico II de Sicilia, pero por poco tiempo ya que en seguida estos conseguirían solucionar el conflicto entre la casa de Anjou y la Corona de Aragón. Entonces el emperador bizantino Andrónico II Paleólogo les contrató para luchar contra los tucos, amenaza que ponía en peligro su imperio y es ahí donde realizan sus gestas más importantes. Se forma entonces la Gran Compañía Catalana, a su mando Roger de Flor el líder de los Almogàvers mas importante de todos cuantos lideraron a aquellas tropas un hombre tan aventurero y temerario, como valido para las armas y la estrategia militar.


    Hacia el este partió de Sicilia el la Gran Compañía Catalana en el verano de 1302 contando con 32 naves y 2.500 soldados junto a sus mujeres e hijos, en total 7.000 personas. Nada mas llegar una refriega con unos genoveses deja 3.000 muertos de estos últimos. El siguiente encontronazo es ya con los turcos, que se salda con 13.000 otomanos muertos. A esta batalla le siguen muchas otras de las cuales siempre salen victoriosos y casi sin bajas los mismos. Los Almogàvers obtienen grandes victorias y desde su llegada han hecho retroceder al enemigo, su mayor hazaña en esas fechas fue la Batalla del Monte Tauro en la que se enfrentan a un ejército de 40.000 turcos, matando a 18.000 de ellos y haciendo huir al resto. Tan increíbles son las hazañas de estos hombres que Roger de Flor es nombrado en 1304 Cesar los que suscita envidias, y hace que el hijo de emperador invite a este a un banquete en 1305 donde unos mercenarios alanos asesinar al celebre líder Almogávar y a otros 100 de los suyos. Los Almogàvers entonces ciegos por el odio y la sed de venganza proclaman la venganza catalana, arrasando todo cuanto encuentran a su paso. El emperador manda entonces un gran ejército contra ellos pero este como era de esperar es derrotado y 26.000 bizantinos resultan muertos junto con otro 8.700 alanos.


    Su siguiente paso es servir por el duque de Atenas que les contrata para derrotar a los griegos, lo cual no les lleva mucho trabajo. No obstante el duque se niega a pagarles y además pretende expulsarles de Atenas. Es entonces donde ocurre la Batalla de Cefis donde 3.000 caballeros y 12.000 soldados de infantería son derrotados anexionando los Almogàvers Atenas a la Corona de Aragón. El papa les exige devolver el territorio pero ante su negativa este les excomulga en 1318. Desde entonces los Almogàvers se dedican a anexionar tierra de Tesalia a la Corona de Aragón. El papa arma un gran ejército en Francia para expulsarlos pero este también es derrotado.



    A partir de entonces los Almogàvers no tuvieron un buen relevo generacional y poco a poco fueron perdiendo posesiones a manos de los múltiples enemigos que tenían pero atrás habían dejado una historia digna del mejor guión de Hollywood.
    Como curiosidad decir que los Almogàvers hoy en día están presentes en muchos países:
    - En Tesalia la expresión "¡Eres un catalán!" era proferida como insulto hasta finales siglo XX.
    - En la isla de Eubea se sabe que en la primera mitad del siglo XX la palabra "catalán" era proferida en la región de Karistos como insulto
    - En Hipatia se utilizan las siguientes frases: "Que te vea bajo la espada de un catalán", "El griego se lavaba y el catalán se enmerdaba", en referencia a la suciedad de los catalanes (dicho que es muy utilizado, en toda Grecia, para describir a los catalanes).
    - En referencia a la irreverencia de los catalanes hacia la religión, encontramos diferentes ejemplos: "El catalán come carne incluso en Viernes Santo", "Ayuna como el catalán", para referirse a quien no ayuna.
    - En la actual Albania la palabra "catalán" significa "hombre feo y malvado". Así mismo para "Catalán" ("Katallani") se designa, en el folclore albanés, un monstruo con un solo ojo.

    fuente: http://www.batallasdeguerra.com/2011...mogavares.html

  16. #16
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    Ah y se me olvidaba, también voy a hacer una historia de la guerra de sucesión, una leyenda pero creo que es creible y muy pocos ya conocen:

    (para que luego me digan que soy muy facha, pues mirad por donde me leo la historia de mi tierra catalana también )

    La historia del Timbaler del Bruc

    El 9 de febrero de 1808 el general del ejército napoleónico francés Guillaume Philibert Duhesne, entró en España por el paso de La Junquera y a mediados de febrero ya había llegado a Barcelona. Los franceses pasaron a gobernar Cataluña y esta entró en una crisis económica principalmente por la interrupción del comercio con América (en Manresa, por ejemplo, se repartieron 3.400 y 3.500 raciones diarias de "sopa económica").

    Esto, junto con la animadversión a las ideas anticlericales y revolucionarias que representaban la Francia de aquella época, explica la tenaz resistencia de los catalanes al nuevo régimen francés.

    El 4 de junio de 1808 una columna francesa dirigida por el general Schwartz salió de Barcelona en dirección a Lérida y Zaragoza con órdenes de castigar Manresa e Igualada, la primera por la quema del papel sellado y la otra por su situación estratégica en el camino real. Los efectivos franceses eran de 3.800 hombres, básicamente italianos y suizos. El 6 de junio empezó la Batalla del Bruch.

    El ejército español era en parte profesional con combatientes también suizos dirigidos por el teniente suizo Franz Krutter Grotz y en parte voluntarios de los somatenes catalanes de Manresa, Igualada, Tárrega y cercanías y en total eran unos 2.000 hombres. El ejército francés fue vencido en una emboscada y 300 de sus hombres murieron.

    El 14 de junio de 1808 tuvo lugar la segunda batalla del Bruch, mucho más importante desde el punto de vista militar y ya sin el factor sorpresa, y donde las fuerzas francesas eran mucho más importantes y dirigidas por el general Joseph Chabran que era más experimentado. Los franceses llegaron al Bruch por dos columnas se enfrentaron a las fuerzas regulares (unos 1.500 soldados) y somatenes españoles, dirigidas por Joan Baget de los tercios de Lérida y de Tárrega además de los regimientos suizos. La artillería española decidió la batalla a su favor.

    El Diario de Manresa del 26 de septiembre de 1808 explica los hechos de una manera ("sólo con sus propias fuerzas, sin caballería, artillería ni jefe militar que los dirigiese... ") que sería el embrión de la creación de la leyenda respecto a la lucha de un pueblo desarmado frente al gran ejército invasor. Ya en 1809 el historiador Cabanes escribe sobre un muchacho de Sampedor erigido en general en jefe y posteriormente se dijo que era Isidre Lluçà y Casanoves, que utilizaba un tambor de las cofradías.

    Cuenta la leyenda que la reverberación del sonido del tambor al chocar con las paredes de Montserrat hizo creer que el número de soldados españoles era muy superior al que realmente había.

    El tamborilero del Bruch tiene varios monumentos en el Bruch, en Sampedor y Barcelona.

    fuente: Tambor del Bruch - Wikipedia, la enciclopedia libre
    Última edición por Usuario264131214; 24/11/2014 a las 16:45

  17. #17
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    El Tamboriler del Bruc
    ¿Qué idioma es éste?

  18. #18
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  19. #19
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    Catalan
    No creo.

  20. #20
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    No creo.
    Ok, me he equivocado es timbaler. Pero mejor hubiera sido corregirme.

  21. #21
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    Ok, me he equivocado es timbaler. Pero mejor hubiera sido corregirme.
    Hombre, poner leyendas como historia...
    Digo, la parte del tamborilero. El resto no.
    Pero, por otra parte, las leyendas suelen ser parte consustancial de las "historias nacionales". ¿Pongo lo de cuando se apareció el apostol Santiago en un caballo blanco en la batalla de Clavijo?
    Última edición por Arti; 24/11/2014 a las 16:53

  22. #22
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    Hombre, poner leyendas como historia...
    Digo, la parte del tamborilero. El resto no.
    Pero, por otra parte, las leyendas suelen ser parte consustancial de las "historias nacionales".
    Si lees he puesto:

    Ah y se me olvidaba, también voy a hacer una historia de la guerra de sucesión, una leyenda pero creo que es creible y muy pocos ya conocen:

    O sea que es una leyenda pero es creible, además algunos historiadores creen que fue verdad. Pero bueno que al príncipio del tema lo he avisado.

  23. #23
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    José Tomás Boves, el taita, revolucionario realista

    A finales de 1813 en Venezuela los realistas han sido rechazados a la zona costera de Coro y Maracaibo, donde cuentan con el apoyo mayoritario de la población. A todo esto, Simón Bolívar ha lanzado su célebre decreto de "guerra a muerte" contra los peninsulares y los venezolanos partidarios del Rey, lo que da lugar a grandes matanzas de prisioneros dirigidas por el propio Libertador —que en febrero de 1814 ordena la ejecución de 800 prisioneros en Valencia— y sus lugartenientes, entre los que se distinguen Briceño y sobre todo Arismendi, que por orden de Bolívar ejecuta a un millar de españoles prisioneros en Caracas y La Guaira.

    Pero mientras tienen lugar estos acontecimientos, se fragua, tanto a espaldas de los insurgentes como de los principales jefes de las fuerzas regulares realistas algo hasta ese momento casi inimaginable para todos: uno de los fenómenos más originales —y terribles— del conflicto americano. Se trata del movimiento organizado y dirigido por Boves en los Llanos del Orinoco.

    Es José Tomás Boves (o Bobes) un español peninsular, nacido en Asturias y de origen muy modesto, establecido en esa región venezolana desde hace años. Sumado a las fuerzas realistas en los últimos tiempos de la lucha contra la primera república (en Venezuela), en la que ya toma parte en alguna acción, recibe un nombramiento, inicialmente poco más que simbólico, de oficial de Caballería de la Milicia urbana de Calabozo, una de las pequeñas poblaciones de los Llanos, y el encargo de movilizar una fuerza de Caballería en esa región, actividad que inicia en agosto de 1813, tras separarse del contingente realista de Juan Manuel Cagigal.

    Buen conocedor de la zona y de sus habitantes los llaneros, pronto su carisma y dotes de mando consigue reunir aproximadamente 700 de éstos; aunque el contingente crece a velocidad gracias a la activa recluta a que se entregan Boves y sus lugartenientes, empleando para la finalidad tanto argumentos políticos e ideológicos de servicio al Rey de España y combate contra la odiada oligarquía de la provincia, como promesas de carrera en el Ejército y participación en el botín de guerra; también duras medidas contra los prófugos y los desertores.



    En octubre de ese 1813, ya con un millar de efectivos combatientes, de los que sólo unos sesenta son europeos, Boves actúa contra Calabozo. Con sus llamados "hombres vagos", gentes acostumbradas a una vida de corte selvático, infunde por primera vez temores a los jefes insurgentes.

    Poco después, el jefe militar español al servicio de los insurgentes, Juan Vicente Campo Elías, derrota a Boves en la sabana de Mosquitero y lleva a cabo diversas acciones punitivas contra las poblaciones y habitantes de los Llanos, que no consiguen sino favorecer la recluta de su oponente que improvisa todo lo necesario para la guerra que sostiene e igualmente todo tipo de pertrechos de utilidad bélica.

    Recobrado enseguida de la derrota, en diciembre es él y sus llaneros quienes vencen en la reiteración de la batalla, ocupando Calabozo; ya reúne a tres mil hombres. Mientras, su segundo, Tomás Morales, capta en nuevas reclutas contingentes de cierta relevancia en la Guayana.

    Pese al revés, Bolívar no acaba de dar importancia a este nuevo oponente, y desde esa actitud despreciativa hace pública su reflexión de que lo que no ha logrado contra sus fuerzas un ejército disciplinado como era el de Domingo Monteverde, no lo van a conseguir los contingentes que aparecen fantasmales y de improviso en la sabana apureña.

    Pero en esta ocasión Bolívar yerra en sus planteamientos. Las fuerzas de Boves, a las que su jefe entrena en el médano de Cazorla en marchas, cargas y combates, no paran de crecer y a lo largo de los primeros meses de 1814 obtienen sucesivos éxitos contra los insurgentes. En febrero, Rosete —figura apocalíptica según los insurgentes—, uno de los lugartenientes de Boves, derrota a Arismendi, y poco después el propio jefe del Ejército Real de Barlovento, título con el que se proclama y autoconcede el jefe realista José Tomás Boves desde finales del año anterior, combate en San Mateo contra Simón Bolívar.

    El jefe realista cuenta entonces con aproximadamente 6.500 hombres, de ellos 4.000 de Caballería armados con lanzas; en cambio apenas dispone de artillería, únicamente seis piezas ligeras, cuando la proporción adecuada en la época se considera de tres piezas por cada mil efectivos humanos.

    La acción de Boves en San Mateo facilita la recuperación de la iniciativa por parte de las fuerzas regulares realistas (los españoles peninsulares y aquellos seguidores del Rey —Fernando VII— en el continente americano, foráneos y autóctonos) que operan desde sus fortalezas en la costa.

    En paralelo a estas maniobras bélicas, en febrero de 1814 tiene lugar en la región de Barlovento una sublevación de los esclavos de las haciendas en contra de las fuerzas republicanas (las de Simón Bolívar y otros jefes insurrectos contra el gobierno español). Asume la jefatura de este movimiento Juan José Navarro, que derrota a Arismendi y dirige una campaña en la retaguardia republicana que supone un nuevo inconveniente grave para las fuerzas de Bolívar.

    Las victorias de Boves presentan además el correspondiente efecto moral en los elementos favorables al mando realista en las zonas dominadas por los insurgentes, lo que se traduce en una agitación creciente con la subsiguiente aparición de guerrillas.

    En el mes de junio de ese 1814, Bolívar logra una victoria en Carabobo contra las fuerzas regulares de Cagigal, pero pocos días después es materialmente deshecho por Boves en la segunda batalla de la Puerta. Explotando el éxito, Boves ocupa en julio Valencia y Caracas, donde asume en la práctica las funciones de capitán general, ignorando ex profeso a Cagigal al cual, tras la victoria de la Puerta, ha enviado una misiva de la que se extrae el siguiente párrafo: "He recobrado las armas y el honor de las banderas que vuestra excelencia perdió en Carabobo". Boves se revelará en esta etapa y en su nueva faceta como un buen administrador de los territorios ocupados.

    En los meses siguientes su ejército alcanza el máximo desarrollo. Cerca de 20.000 hombres, de ellos seis o siete mil operativos, organizados en regimientos de Caballería —que constituyen la mayor parte del contingente— de fuerza variable y vinculación a diversas poblaciones y zonas de los Llanos: Tiznados, el preferido por Boves, Guayba, Guardatinaja; lo que origina una útil emulación entre sus componentes. Boves dirige personalmente la Caballería, la mejor del mundo, tomando parte en las cargas y en los combates cuerpo a cuerpo asumiendo el mayor riesgo, con resultado de heridas en varias ocasiones. Autores hostiles a su causa lo califican como el más grande jefe de Caballería que haya conocido Venezuela.

    La Infantería, contando unos 2.500 hombres, está formada por dos regimientos a tres batallones cada uno, mandados por Guía Calderón y Manuel Machado, y el denominado Batallón de preferencia, mandado por Rafael López. En las marchas de esta tropa a pie se acostumbra a organizar un cuerpo de vanguardia, bajo el mando de Ramón González, que avanza doce horas por delante del grueso de la fuerza expedicionaria.

    Boves también cuenta con partidas de guerrilleros, configuradas como unidades de guerrilla compuestas por indios y mestizos principalmente, actuando bajo su exclusiva dirección estratégica. En cambio, utiliza poco e indirectamente a los cimarrones (esclavos refugiados en los montes buscando su libertad), unos 25.000 en la Venezuela anterior a la revolución, y otros esclavos huidos al compás de los acontecimientos.

    Los combatientes llaneros no lucen uniforme habitualmente. Van vestidos a la manera del país: calzón corto, sandalias, sombrero; los jinetes usan unas grandes espuelas características, y a guisa de escarapela una pluma negra o una oreja humana colgada del sombrero. También se decoran y anuncian con banderas negras, a diferencia de la blanca española del momento.

    Dominada gran parte de la provincia, Boves inicia la creación de una flotilla que inicialmente sólo tiene un bergantín, bautizado General Boves. La flotilla en ciernes está financiada mayormente por particulares, al frente de los cuales figura un realista de origen vizcaíno, íntimo amigo del padre de Simón Bolívar.



    Dadas las características de la lucha, las fuerzas de José Boves, el caudillo llanero, llevan a cabo frecuentes saqueos en las zonas o ciudades conquistadas donde hay para cometerlo; pues más bien tales saqueos quedan en intentos y limitados a los bienes de carácter mueble. Los bienes de auténtico interés propiedad de los insurgentes: los productivos, las fincas rústicas y urbanas, las explotaciones agrícolas, son confiscados por la autoridad realista y arrendados o vendidos en beneficio de la Hacienda de la provincia. Los premios de orden material que Boves entrega a aquellos de los suyos distinguidos en la lucha son de tipo simbólico o en relacionados con el servicio de armas: elección de los mejores caballos o armas capturadas y similares. Para Boves tampoco había réditos más allá de la satisfacción, pues nunca cobró un sueldo y años después se gestionará una pensión para su madre residente en Asturias.

    La represión contra los insurgentes responde a la proclama de guerra a muerte proferida por Bolívar al comienzo de su campaña. Es usual la matanza de los jefes políticos y militares insurgentes vencidos y la de muchos oficiales. La generosidad para con los prisioneros es aleatoria, graciosamente dispensada por quien puede. Conviene recordar que la lucha en Venezuela ofrece el aspecto de una contienda social-racial en esta etapa de la guerra entre realistas e insurgentes-independentistas.

    La circunstancia acaso curiosa para algunos que nos e aproximan a la realidad de la situación y los hechos cotidianos, es que los defensores del Rey de España encuentran su principal apoyo en los sectores populares de la población. Sectores que en el continente americano suman un porcentaje de indígenas y mestizos en diverso grado proporcionalmente superior al de las clases pudientes, acomodadas y dirigentes, que son en las que básicamente da inicio la insurgencia. Por supuesto, contando siempre con las excepciones en uno y otro bando.



    Con la derrota de Bolívar la causa independentista en la provincia sucumbe. Las fuerzas de Boves actúan en las postrimerías de 1814 sobre la zona oriental, todavía en poder de los insurgentes, cuyos últimos restos a la defensiva son aniquilados.

    Pero desgraciadamente para la causa realista, en la última batalla importante ya en el mes de diciembre, en Urica, Boves cae víctima de una lanzada al dirigir cual su costumbre una carga de su Caballería. Le sucede en el mando su hasta entonces segundo, el canario Tomás Morales, que tomará parte en las sucesivas campañas en la provincia hasta la conclusión de la lucha regular.

    José Tomás Boves, el taita, como le llamaron sus hombres, es una de las figuras más originales y merecedoras de estudio con las que contó el bando realista, y en general la contienda americana de emancipación. Al frente de su Ejército Real de Barlovento, pone fin a la segunda república venezolana (1813-1814) tras derrotar repetidas veces a Simón Bolívar y otros jefes secesionistas. Su temprana muerte a los treinta y un años supuso un sesgo importante, quizá decisivo, en el desarrollo de la misma.

    http://www.goear.com/listen/75139ff/...-gino-gonzalez

  24. #24
    Manuel6494
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    No os dejéis fuera el Siglo de oro por favor. Yo no puedo añadir nada porque tengo un internet de mierda, pero os dejo nombres:

    Diego García de Paredes, EL SANSÓN DE EXTREMADURA (por favor leed cosas de este hombre, no es ni medio normal y lo mejor de todo es que escribieron sus hazañas varios cronistas de diferentes naciones, así que fueron reales aunque sea casi imposible de creer)

    Hernando Cortés: fue impresionante todo el periodo desde que puso el pie en el continente americano hasta casi su muerte, pero merece la pena destacar la Noche Triste y, para mí, la carga más heroica de la historia de la humanidad, Cortes y otros 5 caballeros contra hordas de mexicanos.

    Pizarro, y la manera en que conquisto Perú, impresionante en Cajamarca el lío que les hizo a los incas.

    (En general la conquista de América entera es interesantísima, para mí la mayor gesta y la más complicada de la historia)


    Bueno bueno, y luego tenemos a los Tercios, que si empezamos a hablar no acabamos. Buscad toda la información que podáis por favor y perdonadme por no ponerla yo.

  25. #25
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    Hernando Cortés: fue impresionante todo el periodo desde que puso el pie en el continente americano hasta casi su muerte, pero merece la pena destacar la Noche Triste y, para mí, la carga más heroica de la historia de la humanidad, Cortes y otros 5 caballeros contra hordas de mexicanos.

    Pizarro, y la manera en que conquisto Perú, impresionante en Cajamarca el lío que les hizo a los incas.

    (En general la conquista de América entera es interesantísima, para mí la mayor gesta y la más complicada de la historia)


    Bueno bueno, y luego tenemos a los Tercios, que si empezamos a hablar no acabamos. Buscad toda la información que podáis por favor y perdonadme por no ponerla yo.
    Estoy con arte azteca en clase y estoy en contexto. Es abrumador que los tomaramos como los tomamos.

  26. #26
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    Pizarro, y la manera en que conquisto Perú, impresionante en Cajamarca el lío que les hizo a los incas.

    (En general la conquista de América entera es interesantísima, para mí la mayor gesta y la más complicada de la historia)


    Bueno bueno, y luego tenemos a los Tercios, que si empezamos a hablar no acabamos. Buscad toda la información que podáis por favor y perdonadme por no ponerla yo.
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  27. #27
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    ah, que España ganó alguna guerra?

  28. #28
    Manuel6494
    Avatar de Manuel6494
    Cita Iniciado por Werther Ver mensaje
    El mensaje está oculto porque el usuario está en tu lista de ignorados.
    Estoy con arte azteca en clase y estoy en contexto. Es abrumador que los tomaramos como los tomamos.
    Impresionante el genio Cortés, uno de los mejores militares y diplomáticos de la historia. Se hizo él solo un juego de alianzas en América que ni Bismarck. Buuf visionario, analizó los puntos débiles y fuertes de cada pequeño reino de México y los explotó como si fuera una plantación.

  29. #29
    Manuel6494
    Avatar de Manuel6494
    Cita Iniciado por Baxter Ver mensaje
    El mensaje está oculto porque el usuario está en tu lista de ignorados.
    ah, que España ganó alguna guerra?
    Jajaja lo haces aposta trollecillo malvado.

  30. #30
    When The Man Comes Around Avatar de Soyuz
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    a mí la historia de españa me apasiona, pero tendemos tanto a exagerar nuestro glorioso pasado que lo comparamos con nuestro presente y entiendo perfectamente que la gente no se sienta para nada orgullosa de su país.

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