Creo que estoy alcanzando un estadio superior de consciencia, un estado de aparente calma y serenidad en la superficie de mi ser, pero lleno de una constante angustia y rabia en mi interior, una angustia que se materializa en ataques de ira, impulsados desde la parte más instintiva y primitiva de mi alma, no desde su lado pasional como solía ser antaño: Ya no necesito motivos para sacar a relucir la bestia interior o aplacar a esta, simplemente se manifiesta no como reacción a una serie de eventualidades, sino como una expresión de mi yo más instintivo, un yo al que debo dar rienda suelta si no quiero perder la cabeza.
Siento como si hubiera llegado a un punto de saturación, que ha modificado mi propia naturaleza hasta el punto de que apenas me reconozco a mi mismo; mis ánimos ya no pueden decaer pues siempre suelen estar decaios, pero mi fortaleza mental ha sido reforzada con creces y no soy un velero que depende de la dirección en la que sople el viento: Lo que solía ser una montaña rusa llena de vaivenes emocionales ha devenido en una corriente de agua constante, un río cargado de angustia e inconformismo, un río que no alberga salvo dolor en su interior, esperando dar con una desembocadura en la que encontrar la paz algún día.
Cada vez le doy menos importancia a las cosas que solían atormentarme, menos me afectan las cosas que se escapan a mi control y menos necesito pensar a la hora de llevarlas a cabo. Cada vez me cansa más hablar con desconocidos y gente que no me interesa, me cuesta sentir empatía hacia mis semejantes, fingir que me importa un carajo lo que se les pasa por la cabeza y poner buena cara aunque por dentro me esté cagando en sus muertos. No veo porque la mayoría de ellos deberían merecer mi tiempo, y menos por qué habría de luchar por ellos.
Cada vez le encuentro menos sentido a todo, le tengo apego a menos cosas, cada vez me importa menos aquello que me solía apasionar cuando era un renacuajo recién salido del casacarón. Cada vez le doy menos importancia a las cosas sencillas con las que todo el mundo parece disfrutar, mientas siento que necesito algo más, algo que me lleve a donde nunca he estado, algo consiga dejar a la sombra todo aquello a lo que solía ocupar mis pensamientos, todo aquello que solía ser.
En el fondo no me gusta, pero creo que no podía ser de otra manera, hay cosas en esta vida que simplemente son inevitables, ocurren porque deben ocurrir y no había posibilidad de que acontecieran de otra manera. Me apena ver que ese niño feliz y risueño, agradable con todos, ilusionado por el futuro...ha muerto. Pero así es la vida, y no tiene sentido tratar de luchar contra ello.