He estado liado hoy. No forero medio.
Yo he creado un lenguaje. Sí forero medio.
Todo empezó leyendo El Ser y el Tiempo de Heidegger. Me quedó claro la disyuntiva planteada por la pregunta por el ser y por el tiempo: son conceptos que superaron su palabra, rebosaron su presa de contención como sencillos marcos lingüísticos para entendernos, estableciendo ramas de conocimiento diversas que se abarcan someramente en el término ontología; y al preguntarse por el ser, entra en acción el propio ser(¿Qué ES ser?), coartando la pregunta.
Entonces mis manos empezaron a carburar ellas solas por su cuenta. Alejaron a los ojos del libro, tomaron un papel, y se pusieron a escribir:
Si – es ser, y % es tiempo, entonces -%
Ésa es la respuesta a qué es ser y qué es el tiempo. ¿Qué respuesta puede ser ésa? Es el átomo del lenguaje. Si todo el universo esta formado por átomos, el lenguaje y el pensamiento también. Y deben tener átomos para estructurarlos, descomponerlos, recomponerlos, etcétera.
-% es ser-en-el-tiempo; %- es el-tiempo-en-el-ser. -%- es el átomo del lenguaje.
La clave en éstas afirmaciones, es que todo lenguaje es-en-el-tiempo.
-Las palabras son los átomos: no, las palabras son la forma, la cáscara, no la pulpa o la carne de dentro.
¿Cómo funciona éso y qué tiene que ver con mi pregunta?
Ayer elegí una explicación para ti, en medio de un pensamiento. He dado bastantes más explicaciones, así que si no entiendes algo puedes decírmelo: pero que no sea sencillamente una divagación como “estás loco” o “no se entiende un carajo”. Concreción, hijo de perra. Si quieres confesarte búscate un cura.
Veamos:
Al hablar mal éste lenguaje, las preguntas como qué sentido tiene la vida, qué es la vida, o qué es el ser, tienen permanencia aunque sean respondibles. Es decir, son una constante como motor intelectual más allá de que cumplan un ciclo. Es una norma de nuestro lenguaje el preguntarnos sobre éstas cosas, porque está presente el germen de la individualidad. Primero en los católicos de la escolástica que estudiaron a los griegos, y veían esa idea, ese átomo del lenguaje, esa molécula que se unía a otras y formaba otros elementos.
Esa individualidad existe porque pueda alterar la conducta. Y del mismo modo que la individualidad existe, Dios lo hace, porque puede alterar la conducta de miles de personas. Dios, más allá de su corporeidad, existe como categoría semántica. Dios es, antes de nada, una palabra.
Que seguramente surgió cuando el homo sapiens se desarrollaba. Y estaba en plena fase de asignación de significados. Seguramente el concepto energía sea un vástago lingüístico de un arcaico Dios, presente en todas las mitologías de todas las culturas desde que el lenguaje es lenguaje.
Volvamos a las preguntas sobre el sentido de la vida, qué es la vida, y qué es el ser.
No tengo ninguna norma a la hora de utilizar mi átomo del lenguaje. Los utilizo arriba y abajo como forma de ordenar su importancia para dicho átomo del lenguaje. Lo que sería normalmente poner de sujeto.
Aquí cortamos la homonimia de la palabra dirección como coordenada para elegir la de la dirección.
La pregunta sobre la dirección de la vida, nos hace preguntarnos por la vida misma:
Bastante pragmática y desprovista de emotividad.
Aquí terminando de hilar lo que faltaba de la respuesta.
Estamos ante un proceso de capas. Y si ahora nos preguntamos, ¿qué es ser? Pues respondemos con sencillez:
Que fue lo que hice al principio.
Te he enseñado cómo funciona mi lenguaje. Y ahora responderé a tu pregunta.
Lo difícil no es responderlo, lo difícil es ser el ente que quedará tras la respuesta. Es difícil pasar por un embudo. Decir que usualmente estoy callado porque los temas de conversación son banales y ceñirme a los formalismos me resulta repugnante
(*). Tener que catalogar en mi mente determinadas situaciones para poder ceñirme a una buena praxis, abandonando la difuminación en que pudieron consistir. Porque la primera norma social es la de preguntar sobre la vida de las personas, y la vida para ellos no es
sino como un sustantivo que espera un adjetivo
Quizás me preguntes por las normas gramaticales, lingüísticas; por el mal uso del lenguaje. El lenguaje está muriendo. No de forma literal, sino figurada, en la medida en que no está viviendo tal y como aquí. Y en ese morir, es donde te encuentras preguntándome por qué no hay más normas.
Si yo ahora mismo te pongo ésto:
Creo que lo entenderías. Creo que entenderías, además, que su yuxtaposición, su concatenación, a la hora de la lectura, es un formato que tienes en tu mente. Y que al saltar al formato prosa necesito ordenar el texto de otra forma. Y que si tuviese un programa a mi alcance, podría realizar la expresión del lenguaje en forma de hipervínculos, hiperenlaces e hipertextos.
Para finalizar, te comparto una idea que había tenido éstos días y que, al sentarme frente al ordenador
(*), he podido finalmente apuntar:
El número que aparece abajo, es el número atómico.
Imagina que utilizas un argumento y alguien lo cataloga como falacia de X. Le está dotando de número atómico.
Ese concepto que he apuntado hace alusión a, por ejemplo, no saberse qué hacer. No saberse qué responder o decir. Habiendo respondido, sentir picor, ansiedad, depresión. La suciedad inherente al ente que defeca y que cree que solamente lo hace de forma figurada y no cala en su existencia un verbo tan central en el desarrollo de su fisonomía.
O también leyendo a Hakwon. Y teniendo que ignorarlo. Rompiendo lo impoluto de mi lista de ignorados.