Lectura Os contaré un cuento.

Érase una vez un cachorro de león. Su padre había sido derrotado por el actual líder de la manada, y como jamás llegó a conocerlo, odiaba a su líder por ello.

Creció con ese odio. Aprendió con ese odio. Todo lo que fue, se lo debió a ese odio.

Un día, una leona vieja de la manada, supo de sus pretensiones para asesinar al líder.

- ¿Y qué harás con nosotras?- le preguntó.

- ¡Seré un líder fuerte, y os guiaré con sabiduría!

- Serás como él. Serás como lo que has odiado. ¿Cómo puede guiar alguien que no ve el camino que ha tomado, y que va dando tumbos por él?

El león rugió confundido.

- No se puede ser anti-algo, pues cuando ese algo no existe, parte de tí también deja de existir. Y si eres medio tú, alguien vendrá y te derrotará.

MORALEJA: NO SE PUEDE SER ANTI-ALGO. ESO ES NO SER.

Érase una vez, un gallinero. En dicho gallinero las gallinas eran alentadas por el granjero para poner huevos. Y las que más ponían huevos, eran tratadas con mimo por el gallo. Pues su labor en el gallinero, era ser el gallo del corral.

Sin embargo, las demás gallinas empezaron a sublevarse ante ese trato de favor. Pues ellas no lo recibían, sólo lo recibían otras gallinas.

Dejaron de poner tantos huevos, y la producción disminuyó. Y aunque algunas ponían más huevos, no se notaba.

Indignado, el gallo las reunió a todas y les dijo:

- Sé que algunas receláis de mi actitud con otras de vosotras. Pero debe ser así. El granjero nos trata a todos por igual, nos alimenta a todos por igual. Pero no todas ponen lo mismo. Y si ese esfuerzo, no es premiado, no es reconocido, ¿entonces no estaría siendo yo injusto?

MORALEJA: ES TAN HIPÓCRITA EL QUE NO CONDENA LA DESIGUALDAD ENTRE IGUALES, COMO EL QUE NO CONDENA LA IGUALDAD ENTRE DESIGUALES. POR ESO ES MEJOR CALLARSE A HABLAR MUCHO.

Había una vez una pareja que estaba siempre discutiendo, pues llevaban mucho tiempo juntos y aunque al principio el roce hace el cariño, la quemazón escuece. Vivían juntos, no trabajaban, discutían para ver la televisión, para decidir qué comer, para decidir qué comprar. E inevitablemente llegaron al punto en que tenían una relación para discutir, y no para disfrutar, así que se dejaron.

Había otra pareja que leían libros. Y como para leer libros se tiene que estar en silencio, y el uno entendía el estado del otro, pues se respetaban.

MORALEJA: LEE LIBROS. NO PUEDE HACER MAL A NADIE.

Érase una vez, el mejor espadachín que jamás haya existido. Su dominio de la espada era sumamente ágil y rápido. Pero jamás fue catalogado como tal, pues jamás intentó conquistar la fama a base de sangre. Y el espectáculo, para los espectadores, reside en movimientos gráciles que acaben con grandes estocadas matadoras.

Su hoja era roma, y su espíritu contemplativo y no iracundo. Hacía de sus enemigos sus alumnos, y no sus víctimas. No quería matar a nadie. Amaba el baile de la espada, amaba las fintas, pero aquel camino para él jamás finalizaba en matar a alguien que había amado.

Su camino era hablar con su rival, demostrarle que su espada estaba afilada porque tenía que limpiarle la sangre de las personas que mataba y tenía que afilarla para que no se quedase incrustada a ella el alma de quien había matado. Su camino era hacerle ver que su arma era roma porque no mataba hombre, paraba espadas.

Al final hubo alguien que aprovechó su veteranía para cansarlo. Y por eso no se lo recuerda como un espadachín, porque para quienes lo conocieron fue un hombre libre.

MORALEJA: TODO HOMBRE SABE QUÉ CAMINO LE LLEVÓ AL CAMPO DE BATALLA. SÓLO UNOS POCOS SABEN POR CUAL SALIR.

Hubo una vez, y desde entonces hay cada vez más, una persona que tenía una imagen sobre las cosas. Podía haber pintado lo que sentía, o escrito sobre ello, o haber pensado en otras cosas y difuminar esas imágenes.

Pero eligió hablar sobre ellas. Y cuando conversaba, juzgaba. Pues el silencio está para los que se apropian de él. Y sin silencio no hay contemplación de la imagen, sólo sucesión de imágenes.

MORALEJA: SOMOS JUECES Y NUESTRAS PALABRAS, MAZAZOS .

Hubo una vez un hombre, y cada día hay más, que empezó a fumar. Lo hizo en una noche, mientras el alcohol corría por sus venas y la dosis de nicotina le hacía disfrutar el momento anclado a ese cigarro que se mecía entre sus dedos, y no en el ruidoso frenesí que lo rodeaba y lo turbaba.

Repitió unas cuantas veces la misma situación, hasta que se saltó la dieta y empezó a ser fumador habitual.

Sus padres se lo recriminaron, sus amigos, sus novias, pero se escurrió de todas esas pretensiones que no iban con él, hasta su dosis. Y se fumó ese malestar que le perseguiría.

Creció. Y creció con el cigarro en su mano. No el mismo, pero era una pieza inconfundible en su imagen. Y en su olor. Se le amarillearon los dientes, empezó a toser de forma seca, su aliento olía mal. Pero merecía la pena por esas dosis que buscaba con desesperación cuando llegaba o pasaba el ansia. O, por qué no, antes de que llegase. En un momento de relax.

Y formó parte de su vida. Y acabó dividiendo los momentos en lo que le duraban los cigarros. Y pasaron cientos de aniversarios de sus primeras veces. Y él no los recordó, porque había desarrollado una acidez por el mundo que le nacía en el fondo de su intoxicado estómago y bloqueaba por sus convalecientes pulmones.

Y cuando se encienden las velas en un cumpleaños para celebrar la vida, él encendía sus cigarros para celebrar su muerte.

MORALEJA: LOS CIGARROS SON LAS VELAS CON LAS QUE CELEBRAMOS NUESTRA MUERTE.

Hubo una vez, hace mucho tiempo, un reino que se formó entre los campesinos. Se conocían, eran buenas personas, y decidieron legitimar sus intenciones.

Otro reino estaba en plena expansión, y se fijó en ellos como aldea de abastecimiento.

Su líder los reunió, y les habló claro. Cuando el enemigo les cercó, pidió que un emisario viniese a parlamentar, y así lo hicieron. Al alba, hubo una guerra, en la que todos murieron.

MORALEJA: A LOS GUERREROS SE LES DA LA OPORTUNIDAD DE LUCHAR; A LOS MERCENARIOS SE LES PAGA POR ELLO.

Érase una vez, en una isla muy lejana, una civilización que aprendió a ser autosuficiente. Desconocían el concepto del dinero, pues ellos no entendían las plusvalías. No tenían puestos especializados, todos hacían todo tipo de labores: desde las más embarrosas y pesadas, hasta las más ligeras. Todos se enseñaban a todos, así que ninguno perdía más tiempo que otro en estudiar para algo: todos perdían el mismo tiempo.

Habían labores en las que algunos eran más diestros que otros, así que hablaban y estipulaban un momento en la rotación de días y noches, en el cual alterar la cadena normal de las cosas, para intercambiar posiciones.

Los ornamentos no eran meramente decorativos, tenían una labor artesana detrás. Cada uno aprendió a crear su imagen, y algunos crearon modas a las cuales no les pusieron cadenas.

Un día, pescando, un barco arribó a otra orilla. Y tres de sus pasajeros decidieron pasar treinta días y treinta noches entre ellos.

Cuando el barco volvió, encontraron a sus antiguos tripulantes tristes y apesadumbrados, en la misma orilla, pero con un montón de utensilios.

- Las cosas son muy diferentes fuera de nuestra isla.- les confesó uno- Aquí fuera las personas hacen suyo su camino, y se pelean por ser los únicos que lo transitan. Y en un espacio tan grande, se siente uno agobiado. Tienen monedas que te dan a cambio de tu silencio, y hay muchas cosas que crean personas para los demás, que se compran por ese dinero.

Horrorizados, volvieron a su isla y jamás volvieron a aventurarse por aquellas tierras.

MORALEJA: UNA LABOR COMPARTIDA, REPARTE SU PESO Y SUS LECCIONES.

Hubo una vez una señora, que vio la película que Tarzán. Y aunque le gustó su atractivo, la acción, los efectos especiales, los paisajes, y la trama, perdió todo interés puramente físico a la película cuando empezó a hablar.

Pues todo el rato había sido el rey de los monos, y ahora solamente sería un humano más.

MORALEJA: EL LENGUAJE NOS HIZO A LOS HUMANOS INTENTAR SUPERAR ESE PUENTE QUE NOS SEPARA ENTRE TODOS. Y TAMBIÉN ABOLIR, FRANQUEAR, CIMENTAR...

Eterna submarina existencia en primavera
viven los ramos de corales en la pradera
esperando ser podados por excéntricos cangrejos
que palpan aire y tierra en busca de conejos.

Ciego uno nació en una ribera añeja
donde habían peregrinado las mejores parejas
y a sus padres orgullosos dejó
cuando a bailar les enseñó.

Había un día un hombre vagando por la ciudad, meditabundo. Había estado hacía algunos días en el campo, y su alegría era contagiosa; pero de vuelta a la ciudad, poco tardó el asfalto en arrastrar su alma por el suelo.

Y así , vagaba por las calles. Porque había que hacer deporte, y odiaba estar enclaustrado en un gimnasio o en una habitación que sería sauna. Quería andar por el mundo, ya pasaba bastante tiempo en esas cajas artificiales.

Entonces, en medio de ese paseo, su mirada se posó en un cartel publicitario. Enorme, colosal. De esas publicaciones periódicas que se hacen en los anuncios de televisión. Y se dijo a sí mismo, con toda la convicción del mundo, que aquel cartel era lo más innecesario de toda la ciudad sin duda. En lugar de aquella publicidad, debería haber una obra de arte, que rivalizase con pulso humana a la belleza natural que el campo emanaba.

Pero las obras de arte están relegadas en las casas de los ricos, o en museos donde la belleza de la cultura se privatizó. Y los artistas dejaron de crear, por el miedo a fracasar. En un mundo de arte donde sólo importa el dinero, y se pagan esas monstruosas vayas publicitarias para vender productos, la ciudad se rindió a la monotonía.

Y sapiente de lo que le entristeció todo este tiempo, sufrió un leve ataque de felicidad. Que se tornaba en imaginación cada vez que se plantaba frente a esos carteles.

MORALEJA: LAS VAYAS PUBLICITARIAS DEBERÍAN SER OBRAS DE ARTE.

Había una vez, una tortuga que nació sola en una playa.

Creció, pero jamás entendió que tuviese que nacer sola. Hasta el día que tuvo que poner los huevos, y se le abrió la verdad de que todas las tortugas nacen solas.

MORALEJA: LAS PREGUNTAS DE HOY SON RESPUESTAS DEL MAÑANA.

Había un día, un vagabundo que recorría el mundo. Había aprendido mucho a lo largo de su breve vida, y una de esas comprensiones lo llevó a un peregrinaje.

En una de sus muchas paradas, dio con un pueblo. Y en ese pueblo, con un señor que estaba cultivando sus tierras.

Tras leve conversación, le preguntó si le daría comida a cambio de que le ayudase a harar los terrenos. Era mañoso, su padre lo había criado bien. Y podría cocinar él mismo, si le dejaban.

El hombre, que era hombre de campo y cuando haraba la tierra se haraba a sí mismo, le dijo que no podía negarse ante un hombre que le pedía ayuda. Pero solamente sería el día estipulado, pues los hombres a veces no entienden bien el tiempo al que atañen sus promesas y tienden a robar el tiempo de los demás.

Así, siguieron labrando los terrenos, hasta que decidieron descansar bajo un naranjero comiendo sus naranjas.

- ¿Y por qué estás aquí y no en otro lado?- le dijo el campesino al vagabundo; pues los hombres de campo se han harado a sí mismos y la tierra rezuma oxígeno.

- Porque desde la otra aldea el camino me trajo aquí.

- Entonces recorres el mundo. ¿Eso te lo enseñó tu padre o lo decidiste tú?

- La Luna sube y baja las mareas; el Sol crece y marchita las plantas; los hombres plantan y recogen sus cosechas. Algunos caminos llevan más lejos, pero todos son caminos. Pues todos se mueven.

Moverse es vivir. Y donde yo florecí, ya no daba el Sol.

El hombre de campo, que sabe respetar los silencios, asiente mientras continúa comiendo su naranja.

MORALEJA: VIVIR ES UN VERBO, PORQUE SE MUEVE.

Dichoso aquel que distingue el humor chabacano de la felicidad, pues quien sabe donde está la estrella polar, al final acaba poniéndole nombre a las demás.

Había una vez una paloma, que encontró un remanso de paz. Y otras palomas la vieron al sobrevolarla, y se unieron a ella.

Considerándose reina entre las palomas elegidas que habían encontrado aquel paraíso perdido, esa paloma fue guiándolas con sabiduría. Hasta que un día un zorro descubrió su bandada y se dio un festín a su costa hasta que decidieron irse.

MORALEJA: CUANDO HAY ALGO QUE CAZAR, LA NATURALEZA PROVEERÁ DE CAZADORES.

Érase una vez, un padre que quería enseñarle el valor a su hijo. Pero no quería teñir de otro color su blanca mente.

Observó qué hacer. Y un día, mientras jugaba con sus amigos, se le ocurrió una idea. Al volver, agotado, le dijo:

- Sabes hijo, todos los juguetes se rompen. Y cuando pasa, los intentas arreglar. Pero cuando creces, aunque estén rotos, si están desgastados no los tiras. Porque recuerdas lo mucho que jugaste con ellos.

MORALEJA: AUNQUE LOS JUGUETES SE ROMPAN, NO TODOS SE DESGASTAN.

Había una vez un hombre que sufrió mucho. Y esas losas lastraban su alma, enterrándola. Y a cada vez que se intentaba levantar, le podía la debilidad.

Hasta que un día, no lo hizo. Acostumbrado a ese peso, se levantó, y fue cargando con más y más.

MORALEJA: ES FUERTE QUIEN PUEDE CARGAR CON EL PESO DE SU VIDA. NO QUIEN RESISTE ESTOICO BAJO SU PESO. ESO NO ES FORTALEZA, LA FORTALEZA ES LO QUE SE ALZA SOBRE ÉL PARA NO LEVANTARSE Y EN LA QUE PERMANECE ENCERRADO CON GUSTO AUTOCOMPADECIÉNDOSE.

Érase una vez un hombre malvado, que jamás se arrepintió de serlo.

Su sombra sí. Pero jamás le preguntó, porque los hombres así, no tienen tiempo para hablar consigo mismos.

MORALEJA: LUCES Y SOMBRAS.

Érase una vez, una mujer religiosa. Como mujer religiosa, buscaba acatar las normas morales de su religión, y se regía en gran medida por ellas. Cuando no lo hacía , se arrepentía , y se decía a sí misma y a su Dios que no volvería a hacerlo.

Así , todas las noches se quedaba en su cama pensando sin poder conciliar el sueño, por tener la conciencia empañada. Infeliz. Se quedaba en medio de las sombras, dejando que otras sombras se diluyesen en la suya. Sombras que llevaban siglos purulando por la tierra, sombras de otras personas que no existían pero que alteraban a su sombra.

Y cuando se despertaba, ellas despertaban con ella.

MORALEJA: SOMBRAS Y LUCES.

Había una vez un mono que no conocía la excitación. Los otros monos gritaban con desenfreno ante cualquier cosa, se masturbaban con ahínco, comían sin cesar. Pero él era calmado, él amaba los árboles. Y paseaba con paz entre los monos, pese a los propios monos.

Un día decidió que quería ver el mundo, así que bajó del árbol y se fue caminando por laderas y praderas con algunos monos que también decidieron emprender ese camino.

Así nacieron nuestros antepasados.

MORALEJA: ES TAN IMPORTANTE APRENDER A EXCITARSE COMO A ABURRIRSE.

Había una vez una gallina muy competitiva que siempre alardeaba de los huevos que ponía. A veces cacareaba con orgullo, otras con desprecio. Al final fue perdiendo las plumas del estrés.

Un día el gallo se acercó a ella y le dijo:

- Cuando desistimos de compararnos con los demás, encontramos que no seremos mejores que ellos, pero tampoco peores.

MORALEJA: LA ENVIDIA ES VIVIR POR FUERZA EN LA VIDA DE LOS DEMÁS.

Habrá una vez, dentro de muchos muchos años
un grupo de hombres que cazará rayos.
Irán de tormenta en tormenta, en su enorme velero
con forma de guante de cuero
dispuestos a llegar hasta el último relevo.

Toreros marinos en busca de una corrida
que acabe en estocada y no en herida.
Ellos volarán sobre las olas en busca de su leyenda,
como hacemos al rebuscar una nota en nuestra agenda.

Había una vez, en un lejano parque, un gigantesco hormiguero que se extendía bajo la tierra. Sus millones de agujeros eran cuidados todos los días por sus hormigas, que se esforzaban en procurarle un estilo arquitectónico peculiar para que las demás no se aburriesen.

La leyenda de ese hormiguero llegó a otros. Y un día, unas hormigas se dispusieron a entrar en él. Así que asesinaron a algunas descarriadas que estaban dando vueltas, y bañándose en su aroma entraron.

Al principio todo fue bien, hasta que empezaron a tropezarse con las paredes, a maltratar la arquitectura de la que tan orgullosas estaban. Así que tras olerlas mejor y ver que eran impostoras, las mataron y se las comieron.

MORALEJA: SE PUEDEN FREGAR LOS PLATOS DE UNA CASA. PERO SÓLO LOS HABITANTES SABEN COLOCARLOS COMO ESTABAN ANTES.

Érase una vez una planta
por el hombre regada
que cobraba agua de entrada
por ser admirada.

Érase una hortiga
por el sol herguida
que creando herida
lucha por su vida.

Hubo una vez una cucaracha que perdió su antena izquierda. Fue una coja dentro de las cucarachas, pues siempre tendía a caminar hacia la derecha y palpar bien el camino.

Vivió más que cualquier otra cucaracha, pues a veces hay que caminar a la velocidad justa que nos tiene reservada nuestra vida.

MORALEJA: LA LENTITUD ES UNA CUALIDAD, Y COMO TODA CUALIDAD PUEDE LLEVARNOS A GANAR.

Vete a marear a tu madre niño

Había una vez un arrogante zorro, que procedía de una familia pudiente.

Un día, se enamoró. Y dio todo a su enamorada. Hasta que llegó el día en que no pudo hacerlo. Ese día decidió pasar hambre.

MORALEJA: SERÁS PADRE CUANDO PASES HAMBRE. HASTA ENTONCES SERÁS NIÑO.

Iniciado por MackauliZ

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Vete a marear a tu madre niño

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