Hay que aclarar que estamos hablando
sólo de los
eclipses solares. Los
eclipses lunares no causan daños a nuestros ojos cuando los miramos.
¿Qué es un eclipse solar?
Es un suceso astronómico que tiene lugar cuando la Luna se encuentra interpuesta entre el Sol y la Tierra. Una alineación, en el mismo plano, de los tres cuerpos celestes que produce el efecto de ocultarnos la visión de nuestro astro. Un fenómeno que es consecuencia de una de las propiedades de la luz: su propagación en línea recta.[1]
El Sol emite muchos tipos de radiaciones: UV, infrarroja, rayos X, ondas de radio, entre otras, pero la que nosotros normalmente percibimos es la luz visible. Durante un eclipse, la luz visible se oculta parcialmente, mas esto no significa que las radiaciones ya no existan, siguen estando ahí y si llegan a tus ojos pueden causar grandes daños a tu retina.
En un día normal estamos más protegidos a las radiaciones solares. Al entrar en contacto con la luz, nuestros ojos, inmediatamente, son capaces de cerrar la pupila hasta el tamaño de una delgada aguja, nuestros párpados también se cierran casi al máximo y nuestras pestañas actúan como sombrillas, de esta manera reducimos el riesgo de que las radiaciones afecten la retina.
En un eclipse, gracias a la falta de luz, la protección ocular queda deshabilitada, pues el ojo no enciende su mecanismo de defensa, y por el contrario hace todo lo posible para captar la luz. La pupila se abre a su máximo para dejar entrar la mayor cantidad de luz. Cuando un eclipse llega a su totalidad, la luz y las radiaciones se desvían y dejan libre el campo de la sombra, sin embargo este momento dura aproximadamente dos minutos, los cuales se pueden ir demasiado rápido tomando en cuenta que se esta admirando un espectáculo único. Al momento en que la Luna vuelve a dejar ver una parte del sol, la luz y las radiaciones volverán y tus ojos, al no estar preparados y tener las pupilas abiertas estarán dejando pasar un exceso de radiaciones ultravioletas e infrarrojas que en segundos pueden quemar literalmente las células sensibles del ojo.
Mientras éstas células se están quemando, la persona no será capaz de sentir ningún dolor, pues la retina carece de receptores de dolor; así que uno puede seguir observando el eclipse sin percatarse de nada, hasta que poco a poco va perdiendo la visión total. Este tipo de ceguera es irreversible.
Incluso si sólo se ve una pequeña porción del sol, es demasiado brillante para nuestros ojos. Menos del 1 por ciento del sol visible sigue siendo 4,000 veces más brillante que la luna llena. La retina de un ojo desprotegido puede quemarse en tan sólo 30 segundos.[2]
Métodos caseros
Con respecto a los métodos caseros que existen para mirar directamente al cielo, conviene ser especialmente cuidadoso.
Me refiero al uso como filtros de: radiografías, negativos fotográficos o cristales ahumados.
Precaución. Producen una falsa sensación de seguridad que puede traer problemas. No son aconsejables. Como tampoco lo son las gafas de sol normales. No nos aseguran ninguna protección. Sólo deberemos usar las que estén homologadas para observar este tipo de fenómenos.
Aunque hay otras soluciones sencillas, seguras y baratas. La que más: mirar al Sol de forma indirecta, por ejemplo, proyectado sobre una pantalla.También hay otros métodos, como el del espejo o el de la cartulina con un orificio.
¿Qué otros efectos producen los eclipses?
Al margen de que los observemos o no, durante los eclipses solares se producen una serie de fenómenos.
Por ejemplo, alteraciones medioambientales que provocan cambios en la presión atmosférica, en la humedad del aire y en la temperatura ambiental, entre otros. También originan fenómenos ópticos que dan lugar a alteraciones del color del cielo, modificaciones de la luminosidad, producción de sombras de media luna y provocan las célebres
Perlas de Bailly[3]