Supongo que mi historia, la historia de esta pole, debería tener una presentación. Pero quizás esa pretensión exigiría también el formalismo de una despedida. Y una despedida exige mucho más que una presentación. Y exigir rima tanto con vivir como con morir.
El caso es que una idea purulaba por mi mente en la oscuridad en estos días. Y al ver este post se ha decidido a acercarse como una polilla a una farola. Supongo que también habría estado bien que vagase impasible por la noche sin conocer el hecho de que no hay frutos ni sabor en el cristal fosforescente. Pero también lo está saberlo. Quizás embriagarse de esos cabezazos entre farolas. Es un misterio lo que serán los cristales de las bombillas, invenciones humanas, para esos animales inventados por su cuenta. Quizás fuesen creadas para ser fascinadas.
A veces, al mirar el destello de la luz, me parece percibir a mi mente brillando en el filamento. Mis ojos se imaginan un sin fin de formas que siempre acaban siendo la sinuosa figura de una mujer. Es pretenciosa, siempre viene. No sé si su insistencia es mía, suya, de ambos, o de los ojos, acostumbrados a encontrar en cada mirada de soslayo existencial una mujer al otro lado.
El caso es que al cerrar los ojos no puedo escapar de ella, porque el daño a la retina ya está hecho. Y me planteo qué será de esas polillas que noche tras noche tienen que ir a la farola como quien va a al bar. Y me planteo por qué no voluntariamente una noche apagarlas; dejar que su turbación y su síndrome de abstinencia existan tanto como sus cabezazos.
Esta es la primera vez que he pensado en las polillas para que fuesen las avionetas de mis ideas.
Otras veces he pensado en las más nimias y generales ideas, sin ninguna concreción. Como: ¿es importante elegir entre ser esclavo o libre? ¿Un palo o un palo con una tela al final? ¿Podrían ser las preguntas un mecanismo que utiliza tan eficientemente el niño para relacionarse con sus padres que acaban éstos haciéndose preguntas sobre su vida y amargándose al no tener un padre que no sea demente o con Alzheimer que le responda? ¿Es esa desazón producto de no responder la pregunta, o estaba antes? ¿Es la vida, lo que llamamos vida, un ente negativo? ¿Importa que no sea positivo? ¿Acaso no acaba la negatividad por imponerse a la positividad en todas las relaciones de signos matemáticos? ¿Al estar triste, estoy más vivo que nunca? ¿Por qué enseñar que hay que buscar una felicidad cuando la felicidad, en base a lo expuesto, viene? ¿Por qué los pobres han vendido a los ricos sus conquistas de pobres transformándolas en riquezas en lugar de pobrezas? ¿Me volvería loco al ver un mundo en el que las riquezas fuesen pobrezas y las pobrezas, riquezas? ¿Me volvería loco al ser rico? ¿Malgastaría mi fortuna como esos que ganan la lotería?
A veces me he pasado días enteros pensando en estas paradojas. Huyendo de encasillarme en ser un escéptico. No sé bien si por iniciativa propia o por un canon de belleza social. El caso es que si me paso días enteros pensando sobre ello, tiene que ser cierto. Es decir, soy todos y cada uno de esos planteamientos en forma de preguntas sin respuesta. Y quizás siguiese siéndolo al dar una respuesta. Pero eso es otra pregunta más sin responder.
Y solamente en este punto entiendo lo que es el "Sistema". El Sistema es dar una respuesta. Abandonar esa retoricidad. Optar por una articulación, una dirección, y que siempre sea así. Tal y como el corazón o el cerebro que nunca dejan de latir, tener centrales eléctricas que no dejen de funcionar y deseos que no se dejen de saciar. Es elegir. Pero elegir rima tanto con morir como con vivir.