Del lago (1) al pantano (2), las plantas (3) que lo profanaron (4).

Lo significativo de la estructura de esta oración es la omisión de un verbo que conecte el primer sintagma (1-2) con el segundo (3-4). En su lugar, hay una coma.

Esa coma es un recurso lingüístico, que se aprovecha de la pausa del lenguaje prosódico para evitar conjugar un verbo central, asignando el papel protuberante de la oración en los sustantivos y no en su movimiento.

Sin embargo, hay un verbo secundario(4). Y su existencia altera ésta tesitura: podría adquirir entonces el primer sintagma el de un carácter de explicación acotada, cercada, entre comas, pero cuya primera coma se omite, porque es parte de la mencionada pausa prosódica del lenguaje que no debe ser apuntada.

Al adelantar el primer sintagma a la primera posición (“Las plantas del pantano profanaron al lago”) se muestra que, en efecto, es un verbo central en la articulación de la significación de la frase. Pero cambia su vectorialidad.

La vectorialidad es la dirección a la cual se dirige una frase, con la cual está pronunciada, con la cual se emplean recursos lingüísticos para construirla. Al hablar de que “las plantas del pantano profanaron al lago” se espera un contexto. El cambio de registro lingüístico cambia la tonalidad, la cualidad de la frase de título, refrán, moraleja, hacia una en que es parte del discurso.

Una de las razones es, sin duda, la cultura de los hablantes. Porque bien podría ser que no, y decir “no es así, no lo exige”. Pero pasa: es una frase que parece sacada del contexto, debido a que nuestro idioma utiliza los verbos ser y estar para articular rasgos y estados respectivamente.

Porque no hay que olvidar, que lo que revela la frase original sometida al análisis es una identidad, una descripción; pero su construcción en base al verbo profanar como verbo central de la oración lo que revela es un movimiento, una narración.

Otra de las razones sigue siendo la cultura de los hablantes. Pero nada inmerso en el tema puramente sintáctico de la ausencia de los verbos que conjugan identidades como ser o estar: sino en el significado cultural del verbo profanar.

Antiguamente, los monjes profanaban voluntariamente los lagos para crear pantanos. Los pantanos tenían muchos más animales que comer debido a las proteínas aportadas por la digestión de las plantas en el agua, por el movimiento de los propios peces del lodo que revelaba más nutrientes, etcétera. La profanación de los monjes no era considerada como tal: la profanación estaba asignada a una serie de conductas que en la época e incluso hoy en día son reconocidas como repudiables; y por eso hablamos de una razón cultural.

La frase es correcta, y su uso del verbo profanar es metafórico, y por tanto secundario. El verbo central queda omitido, dotando de muchos posibles verbos para unir ambos sintagmas (1-2)(3-4) tales como el mencionado verbo “estar”, como otros con diferentes connotaciones “vivir”, “morar”, “surgir”...

Al utilizar el verbo “profanar” el halo de conducta moral impregna la frase, y busca un verbo que conjugue esa moralidad. Esa ausencia dota de quietud y perpetuidad a la frase. Haciéndola moraleja.