ABUBILLA.-Tienes razón, por Dionysos. ¿Qué hemos de hacer?
PISTÉTERO.-Fundad una ciudad.
ABUBILLA.-¿Y qué ciudad podríamos fundar nosotras, las aves?
PISTÉTERO.-En verdad que es bien necia tu pregunta. Mira a tus
pies.
ABUBILLA.-Ya miro.
PISTÉTERO.-Mira ahora hacia arriba.
ABUBILLA.-Ya miro.
PISTÉTERO.-Ahora vuelve la cabeza a un lado y a otro.
ABUBILLA. ¿Qué voy a sacar, por Zeus, de retorcerme así el
pescuezo?
PISTÉTERO.-¿Has visto algo?
ABUBILLA.-Sí; las nubes y el cielo.
PISTÉTERO.-¿No es ese el polo de las aves?
ABUBILLA.-¿El polo? ¿Qué es eso de polo?
PISTÉTERO.-Como si dijéramos el país; se llama polo. Porque
gira y atraviesa todo el mundo. Si fundáis en él una ciudad y la rodeáis de
murallas, en vez de polo se llamará población; entonces reinaréis sobre
los hombres, como ahora sobre los saltamontes y haréis morir a los
dioses de un hambre como la de Melos.
ABUBILLA.-¿Cómo?
PISTÉTERO.-El aire está entre el cielo y la tierra, y del mismo
modo que cuando nosotros queremos ir a Delfos pedimos permiso a los
beocios para pasar, así vosotros, cuando los hombres hagan sacrificios a
los dioses, si éstos no os pagan tributo, podréis impedir que el humo de
las Víctimas atraviese Vuestra ciudad y Vuestro espacio
Las Aves