Puedo jurar ante Dios el día que me muera varias cosas, entre ellas, que no fue mi idea molestar a aquellas personas que habitan junto a los malditos, que me vi obligado a participar en la desaparición absoluta de una de ellas y que las cosas que se estaban invocando no pertenecían de ninguna manera a este mundo.
De entre aquellos que nos encontrábamos presentes, uno perdió la cordura y enloqueció totalmente, dos corrieron de puro pánico por entre los bosques y no se les volvió a ver nunca más, otros dos se suicidaron días después y el resto acabamos completamente horrorizados. Intentamos olvidar lo que vimos, lo que hicimos y lo que estuvo apunto de suceder.
A día de hoy seguimos soñando con aquellos días, otros días logramos olvidar que ocurrió pero siempre, siempre y siempre acabamos volviéndolo a recordar.
El tipo de cosas que vimos son de ese tipo que le hace plantearse al ser humano lo indefenso que está respecto a lo desconocido. Tenemos armas, defensas y escondites para luchar contra nosotros mismos, bombas, pistolas y tanques capaces de destruirnos a nosotros mismos; tenemos artilugios para plantarle cara a la mismísima naturaleza, diques para evitar inundaciones, aparatos para predecir el clima y artefactos por el estilo; pero lo que no tenemos es la menor idea sobre como debemos actuar contra aquello que desconocemos.
Descubrí que nos acechan cosas cuya mera existencia ignoramos la mayoría de nosotros; descubrí así mismo que existen artes que le enseñan a uno a invocar y a generar horrores que podrían hacer temblar de puro pavor a la persona más cuerda. Las cosas que he visto me perseguirán hasta la tumba.
Con este relato solo pretendo prevenir al lector, advertirle de que no todas las personas reaccionan igual ante las burlas y que nunca se sabe como es la persona con quien se está tratando. Puedes estar hablando con la persona más maja del mundo, o con un psicópata, ¿Quién sabe? En el fondo todo esto tiene su gracia, porque tanto yo como los demás nos merecemos todo lo que nos ha ocurrido (Y nos ocurrirá). Nunca debimos habernos metido con esa persona. Nunca. Nunca. Nunca.
No se muy bien por donde debería a contar este relato. Antes de nada he de decir que he intentado hablar con algunas de las otras personas con quienes me encontraba durante esos días para que intentasen plasmar su exposición de los hechos junto a mi (Obviamente, con mera intención de advertir a la gente contra lo desconocido), algunos me colgaron el teléfono gritando un “NO” más que rotundo, algunos me lanzaron una maldición... sin embargo, una de esas persona accedió a reunirse conmigo para poder.
Esa persona y yo acordamos vernos hace una semana en mi casa. No se presentó. Tres días después vi su esquela colgada en el tablón de esquelas de mi pueblo. Había fallecido cuatro días antes víctima de un accidente que no salía redactado en la esquela. ¿Qué demonios ocurrió? ¿Por qué? ¿Cuanto tiempo más vamos a estar pagando por aquel acto que nos mandó a la perdición?
Yo solo quiero que esto acabe pronto, no se si tras morir encontraré el reposo y el descanso que busco, pero tengo asumido que mientras viva, esto me va a acompañar.
Veamos... todo esto empezó hace dos años, creo. Por aquel entonces yo era un joven macarra de unos veinticinco años aproximadamente. También estaba metido en una pandilla de amigos bastante amplia y nos dedicábamos a no hacer nada útil o de provecho. Eramos todos unos balas perdidas y unos macarras, unos vagos y nos gustaba meternos con la gente, sin motivo alguno, considerábamos que era divertido reírnos de los demás.
Debía de haberle hecho caso a mis padres. Tendría que haberme dedicado a estudiar y a ser alguien de provecho, ¿Cómo pude convertirme en semejante despojo? Ojala pudiese volver atrás en el tiempo, o volver a nacer, ¡una segunda vida! Cada vez que pienso en lo mal que traté a los que me rodeaban... Y sin embargo hoy día muchos de ellos se apiadan de mi. No me lo merezco.
El hecho de ser unos macarras y unos maleducados nos llevó a la perdición de la que estoy hablando. Nos metimos con la persona equivocada.
En mi defensa diré que yo no era el peor de la pandilla. De alguna manera yo era uno de los pocos que tenía un mínimo de sentido común y que de alguna manera le paraba los pies a aquellos que querían ir un paso más allá en nuestras “travesuras”. El hecho de ser muchos y fuerte nos daba derecho a cometer maldades hasta cierto punto que yo me esforzaba en que todos respetásemos.
Yo no era el líder de la banda, de hecho no había líder o cabecilla, si no que cada uno de nosotros tenía un papel o un rol dentro de la pandilla. Uno proponía cosas para hacer otro día, otro se encargaba de que todo saliese como lo habíamos planeado, otra nos avisaba sobre si algo podía ir mal (Sus premoniciones rara vez fallaban), yo era quien decidía los límites de actuación del grupo, etcétera...
Pero ocurría que muchas veces había que darle un escarmiento a alguien del grupo. Una vez alguien se presentó con unas cadenas. ¿Qué pretendía hacer con ellas? Seguramente golpear a alguien. Por eso le convencí al resto de que había que golpearle y quitarle las cadenas. Se enfadó pero lo comprendió. Todos teníamos miedo a que el resto del grupo se nos echase encima; nos temíamos entre nosotros, de hecho es gracioso porque eso nos mantenía unidos en parte.
Pero aquél día, no tengo ni la más idea de como, alguien llevó consigo una botella de gasolina y una caja de cerillas. La caja de cerillas pasaba desapercibida, es decir ¿Qué daño podía hacer? Pero la botella de gasolina... no entiendo como no pudimos verlo. Aquel fue el material con el que acabamos con todo... de manera desastrosa.
Cierto día, aburridos, decidimos ir al cine en sesión de noche. No teníamos ni la más mínima idea de que hacer ese día por lo que decidimos ir al cine. Por raro que parezca no nos íbamos a colar, llevábamos el dinero necesario para pagar nuestra entrada cada uno.
En nuestro grupo había una persona para decidir las cosas casuales, por lo cual la confiamos la elección de la película. No me acuerdo, de verdad, no me acuerdo de que película escogió. Cuando íbamos a entrar al cine, ya con la entrada pagada, un tipo llamó nuestra atención.
Era un tipo bajito, rubio, con gafas grandes, flaco... un enclenque.
Carne de cañón para la pandilla. Este señor iba sin provocar, iba a su bola metido en sus propios pensamientos, cabizbajo.
Pareció que en aquel momento a nosotros se nos iluminó una bombilla en la cabeza a todos a la vez, porque todos abandonamos la cola del cine para seguir a ese enclenque. Íbamos sin prisa, amparados solo por nuestra propia compañía y la luz de las farolas.
¿Por qué demonios no nos quedamos haciendo cola en el cine? Si lo hubiésemos hecho, posiblemente nada de esto hubiese sucedido.
El caso, es que finalmente acorralamos a ese tipo. Le insultamos, le degradamos, le empujamos, le tiramos al suelo, alguien le escupió, otro partió sus gafas...
El no dijo nada al principio. Encajó los insultos, los golpes... sin embargo, lloró.
Luego cuando acabamos de reírnos de ese pobre hombre y nos retirábamos, este se levantó y nos llamó la atención. Se sacó de la manga derecha de su chaqueta una especie de joya roja brillante y recitó una salmodia.
Podríamos haber huido, pero, algo nos estaba reteniendo y yo no sabría decir el que exactamente. Estábamos pasmados en frente suyo, mirando como recitaba la salmodia con esa joya de brillo variable en la mano. El brillo de la joya aumentaba en intensidad según iba recitando su salmodia.
Por fortuna o desgracia para nosotros, en aquel momento no pasaba nadie por la calle, lo cual le daba total libertad a ese hombre de hacer lo que quisiera. Los únicos testigos de lo que estaba sucediendo eran las farolas, los animales nocturnos y nosotros.
En medio de la salmodia la joya explotó, liberando un gas granate que se expandió en todas las direcciones. Entonces ese hombre cesó su canto, nos sonrió maliciosamente y señaló con la mano a uno de nuestra pandilla.
Yo no se, y creo que nunca sabré, si señaló a ese amigo nuestro por casualidad o porque le había echado el ojo mientras le humillaba.
Todos miramos a aquel que fue señalado por el enclenque y vimos claramente como algo de ese humo se metía por sus orificios nasales, por sus canales auditivos y por la boca. Si se tapaba la nariz, entraba por la oreja, la boca estaba cerrada, pero el tenía que respirar, así que desistió y dejó que ese humo granate entrase en el. Todos miramos impasibles, sin poder hacer nada, como el humo se apoderaba de el.
Mientras estábamos extasiados mirando a nuestro amigo, el hombre enclenque se fue.
Nuestro amigo se echó a llorar, no dijo ninguna palabra entendible, solo estuvo llorando todo el rato.
Todos nos apiadamos de el, y decidimos acompañarle a casa. En el recorrido a su casa, el lloraba desconsoladamente y no emitía más que balbuceos. Me sentí increíblemente afortunado por no haber sido señalado por el hombre al que humillamos, y además, por primera vez en mi vida, arrepentido de nuestras gamberradas.
Fallé como sentido común de nuestro grupo.
Aquella noche no recuerdo con lo que soñé, pero si recuerdo que me desperté sudando como pocas veces, con mi corazón latiendo más deprisa de lo normal y que me encontraba muy débil. Creo que a la hora o dos horas de haberme despertado se me pasó, pero a nuestro amigo no.
Nos reunimos cuatro de la pandilla para ir a visitarle por la tarde, a ver como estaba, si estaba mejor, a preguntarle... Estábamos realmente preocupados por el.
Creo recordar que cuando hablé con amigos de la pandilla, ellos también se habían despertado sudando, con el corazón latiendoles a considerable velocidad... con lo mismo que me ocurrió a mi. A todos los presente nos asaltó el mismo ¿sentimiento? De pesimismo. Fuimos a reirnos de la persona menos indicada y nuestro amigo se encontraba en el peor lugar posible y fue señalado por la peor persona posible.
Llegamos a su casa y nos abrió su padre llorando. El nos dijo que su hijo no se había levantado de la cama en todo el día, nos avisó de que había venido un médico a verle y pese que no nos quiso decir cual era su diagnóstico, nos temimos lo peor puesto que su padre lloraba cada vez con más intensidad.
Al final nos dejó ver a nuestro amigo y lo que vimos nos afectó bastante. Su cara era de un color rojo apagado que parecía hasta gris, es como si el pobre hombre se estuviese marchitando poco a poco. Seguía sin poder articular palabra entendible alguna, más que balbuceos, lloros y algún que otro grito; nosotros estábamos desolados por el estado de nuestro amigo.
No nos pudimos entender de ninguna manera, ni siquiera podía agarrar un bolígrafo en condiciones y escribir en un papel. Ni siquiera podía pulsar las teclas de un ordenador bien; por lo cual, salimos de la casa de nuestro amigo llorando también.
De impotencia, de rabia, de lástima o de pena; la verdad es que ni me acuerdo.
Los demás seguíamos quedando pero no teníamos ganas de hacer el cafre, ni de humillar a nadie ni de reírnos de nadie, escarmentamos mucho.
Los días pasaron y seguimos sin saber nada de nuestro amigo, ni una llamada suya, ni de sus padres, ni noticias por parte de nadie, y nosotros ya no nos atrevíamos a ir a su casa o a contactar con el por miedo a lo que podríamos encontrarnos, su estado solo podía ir a peor y el primer día ya vimos demasiado.
Finalmente, al cabo de unos días, vimos la esquela de nuestro amigo pegada en el tablón de anuncios de nuestro pueblo.
El sentimiento que nos invadió fue algo así como rabia, odio, impotencia, tristeza... algo difícil de describir. De hecho, la mayoría del grupo nos pusimos a llorar en frente de su esquela, no era justo. Si, nos habíamos pasado con ese enclenque, ¿pero tanto como para matar a uno de nosotros? Aquello era demasiado. Y para colmo lo había hecho con una gema extraña que contenía un humo extraño, ¿Pero por qué?
Todos los del grupo acudimos a su funeral y desde aquel entonces dejamos de hacer gamberradas a la gente normal. Salvo la última que hicimos.
A las afueras de nuestro pueblo hay un bosque, no muy grande pero lo suficiente como para perderse durante algunas horas. Este bosque no tiene nada de particular, tiene un pequeño claro en el que hay un estanque bastante grande, aunque poco profundo, aparte de eso, poco puedo decir.
Nos habíamos reunido el grupo de amigos un día después de la muerte de nuestro amigo, aproximadamente dos o tres semanas después, no lo puedo recordar muy bien. Habíamos quedado para echar un partido de baloncesto en la pista deportiva del pueblo, ya habíamos abandonado las gamberradas, aunque la gente obviamente seguía recelando de nosotros.
Íbamos pasándonos el balón y bromeando hacia la pista, cuando delante de nosotros pasó caminando el mismo hombre al que hacía unos días humillamos y golpeamos, ese hombre que asesinó a nuestro amigo. Nos dirigió una mirada neutra y siguió su camino, nos miró como quien ve un coche o una tienda de electrodomésticos.
En una mano llevaba un libro negro y en la otra una caja de madera. Lo último que hicimos fue preguntarnos el contenido de esa caja y la narración de ese libro, puesto que en ese momento nosotros solo pudimos pensar en una cosa, en vengar a nuestro amigo.
He de aclarar en mi defensa, que yo no sabía que uno de nuestros amigos llevaba gasolina y cerillas escondidas, Si hubiese sabido que iba a prenderle fuego... si lo hubiese sabido... pero no.
Desde la lejanía seguimos a ese hombre, escondidos o haciendo como si solo estuviésemos paseando normalmente, he de admitirlo, cualquiera que nos viese pensaría que íbamos en busca de una nueva víctima, pero curiosamente no vimos a nadie por el pueblo, solo a ese hombrecillo con su libro y su caja. Este no giró la cabeza ni miró atrás ni una sola vez, lo recuerdo y estoy completamente seguro de ello, ni siquiera en el bosque.
Este hombrecillo tenía un rumbo fijo, que era el bosque. Salió del pueblo y nosotros detrás de el en grupo, dispuestos a vengarnos. No se si los demás sabían que le harían, pero yo desde luego que no, me invadía la ira y la venganza pero no sabía en ese momento que le haría para que pagase por su asesinato.
Se adentró en el bosque sin seguir un camino en la tierra ni nada, pisando matorrales, hojas y demás flora existente, en aquel momento ignorábamos su rumbo y ni nos habíamos planteado (creo) que podía tratarse de una trampa, en nuestra mente, una voz grave nos gritaba: VENGANZA, VENGANZA, VENGANZA, y esta apagaba por completo a la que me susurraba: Se el sentido común, sentido común... la cual tampoco habría servido de mucho, seguro que me habrían ignorado completamente.
Nos adentramos en el bosque siguiendo a ese hombre, poco a poco, sin prisa alguna. Estuvimos siguiéndole unos diez minutos o veinte y estábamos todos con los nervios a flor de piel, nadie dijo una palabra en esos momentos. Callados y moviéndonos íbamos por el bosque.
Era de día por lo cual la luz no era un problema, pero si lo era la maleza seca, cada pisada hacía mucho ruido y lo extraño esa que ese tipo no nos hubiese escuchado ya, era un pequeño alboroto de hojarasca.
No había rastro de ningún mísero animal, ni un pájaro cantando, ni una ardilla en los árboles... Solos el y nosotros, cazador y presa.
En aquel momento no nos habíamos parado a pensar en que podía haber en el bosque, hasta que nos encontramos con una caseta de madera en la que este hombre entró. Parecía desde afuera una casa normal y corriente como cualquiera, no muy grande, con una chimenea, pura madera... algo no muy austero pero no muy caro, acogedor y rústico.
Esta casa tenía varias ventanas y pudimos apreciar que la casa solo disponía de una sola habitación, una habitación muy grande por cierto. Nos pusimos en la ventana a mirar y vimos al hombrecillo reunido con tres personas más dentro de la casa. Pese a que estábamos todos mirando por la ventana (Sin hacer ruido) ellos no nos vieron. Se encontraban de espaldas a nosotros y en ningún momento giraron la cabeza hacia atrás. Los que estaban dentro de la casa se encontraban mirando al frente, dando la espalda a la ventana donde estábamos nosotros.
Tenían un pequeño altar en frente suyo en el que habían varias cosas envueltas en tela negra, delante del altar, pintado en la pared, había un montón de círculos concéntricos rojos, negros, verdes y amarillos dentro de los cuales había pintados círculos unidos por lineas finas que recordaban fuertemente a las constelaciones de Orión, de Ofiuco y del Cisne. No se si mis amigos tenían algo de idea de que era eso que estaba ahí pintado, pero yo desde luego que no. Un adorno un poco extraño para una habitación pensaba por aquel entonces.
El hombrecillo depositó la caja de madera sobre el altar y volvió a su sitio sin girarse hacia la ventana (Respiramos tranquilos), cogió el libro y recitó una salmodia. Aquel canto nos heló la sangre a todos los que estábamos en la ventana espiando, tanto por lo que le había ocurrido a nuestro amigo hacía un tiempo, como el canto en si.
No teníamos ni idea de que estaba recitando, pero sonaba como si estuviese expresando con palabras y con sonidos la mayor de las agonías que un ser humano puede llegar a sufrir. El tono de voz era monótono y grave, exactamente un tono que intensificaba el horror que transmitía esa salmodia.
Los que también estaban en la casa hacían las veces de coros, uno emitían un “ooooooooohhhhhh” bajo y continuo, uno un “iiiiiihhhhh iiihhhh” intermitente bastante agudo, otros emitían ruidos que ningún ser humano podría describir y mientras tanto, otro bailaba desenfrenadamente al son de la música, como poseído por mil demonios salvajes dentro de su cuerpo. Se movía alocadamente por toda la casa, con la cara mirando al techo y con la espalda y las extremidades doblándose de tales maneras que hacían que los huesos se destrozasen, se astillasen y la espalda se quebrase con sonoros óseos chasquidos de espanto; y pese a su auto destrucción, el seguía bailando desenfrenadamente, su cuerpo era una extensión de todo lo existente en ese momento en el universo.
Nosotros, mientras tanto, no podíamos salir de nuestro asombro. De puro espanto no podíamos hacer nada, ni movernos, ni hablar, ni gritar, ni pensar con claridad, debió ser por ello por lo que no pude decirles a todos que se largasen de ahí corriendo y sin volver la vista atrás.
Yo pensaba que algo muy gordo estaba apunto de suceder. Y estaba en lo cierto.
Conforme avanzaba el canto de la salmodia, los coros y el baile de la locura, las pintadas en la pared aumentaban de brillo, los círculos se iluminaban violentamente hasta echar, literalmente, humo. Un humillo blanco y fino que no escapaba de la habitación y que curiosamente solo se movía en la cercanía de esa pared.
Se iluminaron uno a uno los puntos de la pared que parecían formar constelaciones, mientras la pared quedaba tapada por la niebla, esos puntos iluminados dejaban ver su luz, emitiendo un fogonazo que nos cegó en un momento dado y tras el cual estas desaparecieron.
Los objetos envueltos en tela negra del altar empezaron a estallar violentamente uno a uno, algo en lo que nos fijamos era en que los cascotes de lo que había en esas telas salían todos disparados hacia la pared en la que previamente estaban esas pinturas. ¿Qué clase de cosas había envueltas ahí? No tengo ni la menor idea.
La caja de madera ardió espontaneamente. Mientras ardía saltaban chispas. La llama de la caja ardía en diversos colores, cambiaba de color continuamente y la caja nunca se consumía.
Saltaban chispas, ardían cosas, explotaban cosas y más cosas mientras los demás seguían con su oscuro y tétrico pánico y el otro seguía bailando alocadamente.
No podíamos creer lo que estábamos viendo, simplemente, desafiaba a la cordura. En una casa en medio de un bosque de un pueblo normal, se estaba celebrando ¿un rito? Extraño en el cual ocurrían cosas que muy difícilmente podrían encontrar algún tipo de explicación racional.
En un momento surgió un sonido que nos heló la carne a todos e hizo que hiciésemos una mueca de horror profundo. La persona que estaba bailando sin freno se detuvo y empezó a girar entorno a si mismo, cogiéndose de las manos, retorciéndose los brazos y haciendo triscar todos sus huesos, se destruyó los brazos el mismo; luego se retorció la piernas mientras giraba en el mismo punto, la rodilla hizo un ruido que hizo que algunos de los que estaban mirando en la ventana se cayesen de la impresión que les dio. Sin poder girar, se contorsionó hacia atrás y se crujió la espalda, todas y cada una de sus vértebras hasta que solo quedaba intacto el cuello.
Nos tapamos los ojos y los oídos, coordinados sin que nadie nos dijese que lo hiciésemos porque, seguramente de haber visto como esta persona se autodestruía y se retorcía el cuello en el suelo hasta descoyuntárlo y destrozarlo nos habríamos quedado traumatizados durante el resto de nuestra vida. A día de hoy lo estamos, pero por algo con algo de relación con ello.
Cuando volvimos a mirar, donde estaba su cuerpo solo quedaba un gran charco de sangre y algunos órganos húmedos. El resto habían desaparecido, tanto así como si cuerpo. Yo me imaginaba donde habían ido a parar, pero yo no quería decir absolutamente nada. De hecho, el humo se tornó de un tono casi granate.
Lo que ocurrió a continuación lo recuerdo difusamente y mal.
Se que tuvimos que entramos corriendo a la casa, golpeamos a los que estaban dentro para dejarlos sin consciencia y nos fuimos cargando al hombrecillo en brazos.
Creo que recuerdo algo... Cuando la niebla de tornó de color granate, la salmodia cambió y los cantos entonados empezaron a adquirir un tono agudo, como el que hace un gato cuando está muy enfurecido o el que hace una persona cuando lucha contra la muerte. Imagino que en aquel momento la piel se me heló de puro espanto, habría sido lo normal.
El humo de repente fue absorbido por un punto en la pared el cual no sabría determinar. Y donde antes estaban dibujadas las pinturas de círculos y puntos, ahora se abría un portal oscuro a través del cual se apreciaba un paisaje mortal.
Creo que era una puerta o una ventana a otro mundo, pero lo que vi luego me ha perseguido en mis sueños y en mi mente hasta el día de hoy. Y a los que estaban junto a mi, igual. Ese tipo de horrores no tienen cabida en la mente de ninguna persona.
Tras esa especie de portal, pude ver un paisaje montañoso bajo un cielo crepuscular extraño, las el cielo era oscuro, ese tipo de oscuridad cósmica tras la cual solo hay un vacío absoluto; las nubes eran de color rojo, rojo como la sangre y rojo como las llamas de los más profundos infiernos (Creo recordar, que la caja ardía todavía y la llama era de esa misma tonalidad roja sanguínea). Las montañas eran rocosas completamente, no había ni una pizca de naturaleza viva o muerta, podría haber esperado ver un árbol muerto, sin hojas, o cadáveres astillados en el suelo si realmente eso representaba el infierno; pero no había nada de eso. Todo eran montañas rocosas y picudas en un valle rocoso bajo el cual había un lago con agua (Milagro), el agua era de un color azul falso.
Los lagos, el mar, el océano... se ven de color azul. Un color azul natural y que se torna transparente cuando rompen las olas. Sin embargo, el color azul de ese lago era un color falso y engañoso. Un color azul marino en cuya superficie se veían manchas de colores semejantes a las que deja gasolina cuando cae en un charco agua. El lago estaba en calma completa y permanente hasta que la salmodia volvió a cambiar de tono. Un torbellino increíblemente violento se estaba formando y de el surgía el envoltorio corpóreo que el horror, el terror y el más absoluto de los miedos eligió como representación en un plano físico.
Una extraña y cárnica masa roja palpitante se alzaba por el torbellino, parecía estar dotada de vida propia inclusive. Era del color rojo sanguíneo, y la mera visión de una parte de ello provocaba la más increíble repulsión y el más absoluto terror. Es imposible que algo así pudiese si quiera existir, y mucho menos tener conciencia o vida.
Tras haber salido del lago, este se tornó en calma nuevamente y la criatura trató de llegar al portal (Qué parecía estar situado a unos cien metros del lago) arrastrando sus tentáculos rojos, largos como látigos, abultados... la criatura en si misma parecía un conjunto de órganos humanos apilados e hinchados, con diversas infecciones y tumores grotescos que seguramente provocaban que su mera existencia fuese su propia agonía perpetua. No tenía cabeza diferenciable y se movía arrastrándose y moviendo sus tentáculos. Aquella enorme mole orgánica no podía amparar nada bueno.
Por eso mismo creo que la parte irracional me hizo actuar, a mi y al resto del grupo. Como si alguien hubiese activado un resorte en todos nosotros al mismo tiempo, corrimos hasta la puerta, la derribamos y golpeamos hasta dejar sin conocimiento a los que estaban ahí dentro.
Fue curioso porque el hombre al que habíamos seguido en un principio pareció sorprendido de vernos, seguramente fuese tan abstraído en sus pensamientos que no se imaginó que estaba siendo seguido por una panda con malas intenciones.
Recuerdo o creo recordar también que una amiga mía, gritando todo lo que podía, agarró la caja en llamas y la arrojó contra el portal. ¿Esperaba una explosión? ¿Despertar de una horrenda pesadilla? ¿Qué toda la casa se incendiase con nosotros dentro? No.
La caja prendió fuego al paisaje infernal que había al otro lado del portal como si de un lienzo se tratase. El fuego se extendió rápidamente al lago, el cual se transformó de un color amarillo intento; las montañas alcanzadas por el fuego empezaron a escupir desde sus picudas y erosionadas cimas un tipo de roca incandescente que explotaba y liberaba lava (O al menos, parecía lava) al caer al suelo; cuando el fuego alcanzó a la criatura, esta no chilló ni emitió ningún tipo de sonido, afortunadamente no tenía los órganos necesarios para ello; sin embargo elevó sus tentáculos al cielo y ascendió levitando mientras la imagen que mostraba el portal se mostraba más y más difusa y borrosa.
Hasta que finalmente donde antes estaba el portal ahora estaba de nuevo la pared, con esas pintadas extrañas ahí inmóviles, como ajenas a todo lo que acababa de ocurrir.
Me había quedado absorto mirando a través del portal, un amigo me tuvo que dar un bofetón para que yo volviese en mi mismo y saliese corriendo de aquella casa.
Estábamos corriendo a través del bosque y me di cuenta de dos cosas. La primera, que había un incendio (El cual resultó ser la casa en la que habíamos estado) este milagrosamente no se expandió por el bosque; y la segunda es que mis amigos cargaban en brazos al hombrecillo, este se encontraba sin consciencia, como desmayado. Lo cierto es que no tengo ni idea de que querrían hacer con el, pero me temía yo que no sería nada bueno.
Seguimos corriendo y cada vez olía menos a humo. No sabía si era porque la casa ya se había quemado por completo o porque la habíamos dejado ya muy atrás. Recuerdo a la perfección que no nos cansamos nada, seguimos corriendo por el bosque sin tropezar ni una sola vez y sin agotarnos, así hasta llegar al claro del bosque.
El lago estaba en calma y nada más llegar, me separé un poco del grupo para chapotear en el agua y ver que efectivamente, era agua transparente; la visión de ese agua de color azul tan falso me había descolocado. Efectivamente, el agua del lago del claro era transparente, esto me alivió considerablemente.
En este claro no había gran cosa aparte del lago, estábamos rodeados de árboles y había en un lado un montón de madera cortada (¿Quién demonios fue el idiota que cortó árboles en la zona y los dejó desperdigados ahí en medio? No pudo haber hecho peor cosa.
Dejaron al hombre inconsciente tirado en el suelo al lado de la madera que había ahí y nos reunimos todos. Nadie quiso hablar de lo que había ocurrido en la casa y de lo que vimos, intentamos correr un tupido velo desde el momento en el que llegamos al lago.
El hombrecillo se estaba despertando y se nos planteo el interrogante que teníamos que haber solucionado desde un principio ¿Qué íbamos a hacer con el? Seguramente nos mataría a todos de una manera u otra, pudo invocar ese grotesco ser y asesinar a nuestro amigo, seguramente reservaría los peores calvarios de sus peores sueños a gente como nosotros que le destrozamos ese extraño ritual.
Solo había una opción. Todos conectamos, pero ninguno lo dijo en voz alta. El problema era, tanto matarlo, como el como matarlo.
De momento alguien le golpeó en la cabeza para que perdiese el conocimiento nuevamente, supongo que no se atrevió a matarlo de un golpe por miedo a verse con las manos manchadas de sangre y por el hecho de haber matado.
En esto, que uno de los del grupo abrió la mochila y sacó una botella llena de gasolina, y de uno de sus bolsillos, una caja de cerillas.
Terrible horror de horrores, ¿Por qué tuvimos que quemar su cuerpo? ¿Por qué le tuvimos que matar? ¿Por qué le tuvimos que espiar? ¿Por qué le tuvimos que humillar? ¿Por qué fuimos tan idiotas de ser unos acosadores? Reniego de mi pasado y de todo aquello que hice en el, quiero una segunda vida que por desgracia, me es denegada.
Pero las cerillas y la gasolina solo hicieron que los problemas se agravasen.
Todos los quedamos mirando como colocaba la madera haciendo una especie de plataforma sobra la que situó al hombrecillo inconsciente, cubrió al hombrecillo con más madera y abrió la botella de gasolina.
Ninguno de nosotros trató de impedírselo. Era el o éramos nosotros. Ese hombrecillo tenía que morir antes de que despertase y tomase represalias, por ello dejamos que nuestro amigo continuase cubriéndole de madera, para luego... bueno, el nunca dijo que lo fuese a quemar vivo, pero tenía la botella de gasolina y las cerillas al lado.
Yo no pude hacer nada para evitarlo porque estaba aterrado y esta vez, el sentido común no me dictaba nada, por lo cual yo tenía que permanecer quieto y dejar que las cosas siguiesen su curso natural.
Colocó los últimos tocones de madera y abrió la botella de gasolina. Empapó el cadáver y la madera con la gasolina de la botella y encendió una cerilla.
Estuvo un rato mirando fijamente a la pila de madera y al cuerpo inconsciente, tanto que de hecho se le consumió completamente la cerilla. Encendió otra, y la arrojó contra la pila. Esta empezó a arder. Cogió otra cerilla, la encendió y la arrojó a la hoguera. Mientras el fuego se propagaba, se echó a llorar. Cogió el paquete de cerillas y le lanzó al fuego, y posteriormente hizo lo mismo con la botella.
En silencio vimos como el fuego se propagaba por la pila y como el cuerpo empezaba a arder. En aquel momento solo pensaba en una cosa: Lo rápido que tendría que arder todo para que acabase cuanto antes y nos quedásemos tranquilos.
Parece ser que las estrellas estaban en nuestra contra o que no estaban mal alineadas, puesto que nuestras desgracias aun no había acabado. El fuego cambio de color, y con ello, nuestras posibilidades de calmarnos.
El fuego se multiplicó y la madera dejó de consumirse, el cuerpo se hinchaba poco a poco y las llamas que ahora eran azules se elevaban a más altura de la que deberían. Ahora eran verdes, ahora amarillas, azules, pero pese a todo, no salía humo. ¿Por qué ocurría como estaba ocurriendo en la casa del bosque?
Dudo muchísimo que esos tocones de madera estuviesen embrujados o algo por similar, supongo que si estaba ocurriendo esto era por culpa del cadáver que estaba siendo incinerado ahí dentro. El cadáver seguía hinchándose y bajo los tocones de madera se expandía un charco rojo, que obviamente era sangre. Esta sangre estaba ardiendo y poco a poco se dirigía a través de la hierba a donde estábamos nosotros. Lo curioso era que la hierba no ardía al paso de esos chorros de sangre en llamas. ¿Por qué? Lo ignoro.
Nos movimos un poco hacia atrás por miedo a que esa sangre nos alcanzase, aunque era poco probable puesto que esta no fluía muy rápido y era bastante espesa.
Con un ruido sordo, algo explotó dentro de las maderas ardiendo, obviamente sería el hombrecillo. Y en una instante que pareció durar un lustro, las llamas se tornaron negras y ascendieron en espiral hacia el cielo.
Aquel torrente de llamas revelaron más de lo que hubiésemos visto con anterioridad. Las cosas que vimos tanto yo como el resto de amigos en esas llamas oscuras ascendiendo al cielo vimos nos atormentarán durante el resto de la vida. La marca marchita que cada oscura atrocidad dejó en el alma podrido de aquel hombre estaba expuesta en aquellas llamas que procedían de su alma y de la parte metafórica de su corazón.
Vimos las amenazas que se cernían contra el universo; no tanto contra la humanidad, puesto que nosotros para esas super entidades somos insignificantes, podrían acabar con nosotros en lo que tarda un corazón en latir.
¿Ascendían esas llamas al cielo en buscad de purificación? ¿En busca de esparcirse por todo el universo? ¿Ascendían para reunirse con un mal mayor? En los días en los que más torturado me encuentro me vienen estos interrogantes a la cabeza, es entonces cuando me autolesiono para poder desmayarme y evitar razonar una respuesta para esos interrogantes, la cual seguramente me mataría.
El caso es que la existencia física de esas llamas negras es una verdadera violación de las leyes naturales, y su movimiento, también.
La sangre se evaporó y dejó un humo granate muy denso en el ambiente; demasiado humo salió de tan “poca” sangre. Cuando nos quisimos dar cuenta, estábamos en medio de la humareda.
Y aquí, fue cuando mis pesadillas comenzaron. Las mías y las de mis amigos.
Seguramente esta sea la última vez que cuente esto, yo solo quiero olvidar lo que sucedió aquel día, olvidarlo para siempre, vivir mi vida en paz... A veces temo que tras la próxima esquina me encuentre con un grotesco ser con tentáculos. Le temo al fuego como si de la propia muerte se tratase, al humo como si anunciase la presencia del mismísimo demonio y a la sangre como si fuese el néctar más infernal que existe.
Solo espero haber prevenido a alguien con esto. Esta pesadilla escrita acaba, para vosotros, aquí, pero para mi todavía continua.