Dada la naturaleza de mis escasos hilos, y a pesar a tener probablemente la peor media de visitas por hilo, creo que será más conveniente y cómodo agrupar todos los aportes que he hecho en un único hilo. Con esto pretendo que cualquier forero con inquietudes tenga al alcance fragmentos o obras que para mí son importantes, y que al leer, ver o escuchar estas obras se genere un interés hacia un nuevo autor, un nuevo género o simplemente una nueva idea.
El nombre es como un vestido que no nos pertenece, estamos desnudos bajo nuestro nombre, más desnudos aún que el niño que el padre ha levantado del suelo para darle nombre. Y cuanto más llenamos de ser el nombre, tanto más ajeno se nos torna, tanto más independiente se vuelve de nosotros, tanto más abandonados resultamos nosotros mismos. Prestado es el nombre que llevamos, prestado el pan que comemos, prestados nosotros mismos, suspendidos desnudos en lo extraño, y sólo aquel que se ha despojado de todo el prestado oropel llega a ver la meta, es llamado a la meta, donde se une definitivamente con su nombre.
La muerte de Virgilio.
La felicidad real siempre aparece escuálida por comparación con las compensaciones que ofrece la desdicha. Y, naturalmente, la estabilidad no es, ni con mucho, tan espectacular como la inestabilidad. Estar satisfecho de todo no posee el encanto que supone mantener una lucha justa contra la infelicidad, ni el pintoresquismo del combate contra la tentación o contra una pasión fatal o duda. La felicidad nunca tiene grandeza.
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Un mundo feliz
FAUSTO. No tienes conciencia más que de un solo impulso,
¡ah, no quieras conocer nunca el otro!
Dos almas habitan, ¡ay!, en mi pecho,
y una de otra a separarse aspiran:
aférrase la una con brutal deleite amoroso
al mundo, abrazándolo con todos sus órganos,
álzase del polvo con violencia la otra
hacia las regiones de los nobles antepasados.
¡Oh, si hay espíritus en el aire
que flotan reinando entre el cielo y la tierra,
descended, bajad, de la dorada niebla,
y llevadme lejos, a una nueva vida llena de color!
¡Oh, sí! ¡Si yo poseyera un manto mágico
que llevarme pudiera a países lejanos!
No lo vendería ni por las vestiduras más ricas
ni tan siquiera por el manto de un rey
Fausto
No existe nada que pueda separar al hombre de su propio dios, si el hombre puede simplemente desviar su mirada del ardiente espectáculo de Abraxas.El hombre aquí, Dios allí. Debilidad e insignificancia aquí, poder creativo eterno allí.Aquí no hay más que oscuridad y frío húmedo. Allí todo es luz solar.Después de oír esto, los muertos permanecieron en silencio, y se elevaron, como el humo sobre el fuego del pastor que cuida a su rebaño durante la noche.
Siete sermones a los muertos
Sobre Caín
Hubo un hombre con algo en el rostro que daba miedo a los demás. No se atrevían a tocarle; él y sus hijos les impresionaban. Quizá, o seguramente, no se trataba de una auténtica señal sobre la frente, de algo como un sello de correos; la vida no suele ser tan tosca. Probablemente fuera algo apenas perceptible, inquietante: un poco más de inteligencia y audacia en la mirada. Aquel hombre tenía poder, aquel hombre inspiraba temor. Llevaba una señal. Esto podría explicarse como se quisiera; y siempre se prefiere lo que resulta cómodo y da razón. Se temía a los hijos de Caín, que llevaban una señal. Ésta no se explicaba como lo que era, es decir, como una distinción, sino como todo lo contrario. La gente dijo que aquellos tipos con la señal eran siniestros; y la verdad, lo eran. Los hombres con valor y carácter siempre les han resultado siniestros a la gente. Que anduviera suelta una raza de hombres audaces e inquietantes resultaba incomodísimo; y les pusieron un sobrenombre y se inventaron una leyenda para vengarse de ellos y justificar un poco todo el miedo que les tenían. [...]
-¿ Y crees que lo del asesinato no fue tampoco verdad? - pregunté emocionado.
- ¿ Oh, si! Seguramente es verdad. El más fuerte mató a uno más débil. Que fuera su hermano, eso ya se puede dudar. Además, no importa; a fin de cuentas, todos los hombres son hermanos. Así que un fuerte mató a un débil. Quizá fue un acto heroico, quizá no lo fue. En todo caso los débiles tuvieron miedo y empezaron a lamentarse mucho. Y cuando les preguntaban : ¿Por qué no le matáis?, ellos no contestaban: Porque somos unos cobardes, sino que decían: No se puede. Tiene una señal. ¡Dios le ha marcado! Así nació la mentira.
Demian
Me recobré de mi desmayo a tiempo aún para ver la consumación de la tragedia en
la muerte de quien había sido el instrumento principal de que se cumpliese. Sin embargo,
no opuso resistencia, y cayó muerto en el acto de una cuchillada en la espalda por Peters.
No debo detenerme a relatar la horrible comida que siguió inmediatamente; estas cosas han
de imaginarse, pues no hay palabras con poder suficiente para impresionar el espíritu con el
tremendo horror de su realidad. Baste decir que, habiendo apaciguado en cierta medida la
rabiosa sed que nos consumía gracias a la sangre de la víctima, y habiendo desechado, por
común asentimiento, las manos, los pies y la cabeza y arrojándolas junto con las entrañas al
mar, devoramos el resto del cuerpo, en pedazos, durante los cuatro eternamente
memorables días del diecisiete, dieciocho, diecinueve y veinte de aquel mes.
La narración de Arthur Gordon Pym
ABUBILLA.-Tienes razón, por Dionysos. ¿Qué hemos de hacer?
PISTÉTERO.-Fundad una ciudad.
ABUBILLA.-¿Y qué ciudad podríamos fundar nosotras, las aves?
PISTÉTERO.-En verdad que es bien necia tu pregunta. Mira a tus
pies.
ABUBILLA.-Ya miro.
PISTÉTERO.-Mira ahora hacia arriba.
ABUBILLA.-Ya miro.
PISTÉTERO.-Ahora vuelve la cabeza a un lado y a otro.
ABUBILLA. ¿Qué voy a sacar, por Zeus, de retorcerme así el
pescuezo?
PISTÉTERO.-¿Has visto algo?
ABUBILLA.-Sí; las nubes y el cielo.
PISTÉTERO.-¿No es ese el polo de las aves?
ABUBILLA.-¿El polo? ¿Qué es eso de polo?
PISTÉTERO.-Como si dijéramos el país; se llama polo. Porque
gira y atraviesa todo el mundo. Si fundáis en él una ciudad y la rodeáis de
murallas, en vez de polo se llamará población; entonces reinaréis sobre
los hombres, como ahora sobre los saltamontes y haréis morir a los
dioses de un hambre como la de Melos.
ABUBILLA.-¿Cómo?
PISTÉTERO.-El aire está entre el cielo y la tierra, y del mismo
modo que cuando nosotros queremos ir a Delfos pedimos permiso a los
beocios para pasar, así vosotros, cuando los hombres hagan sacrificios a
los dioses, si éstos no os pagan tributo, podréis impedir que el humo de
las Víctimas atraviese Vuestra ciudad y Vuestro espacio
Las Aves
La sociedad, él se refería a la sociedad humana, está construida de tal manera que empuja a los jóvenes a los desvíos y los destruye y aniquila, y si miramos a nuestro alrededor, vemos de hecho casi solamente tales jóvenes desviados y destruidos y aniquilados. Los menos han emprendido de hecho la lucha contra los padres y la han sostenido hasta el extremo y ganado, y han luchado y ganado contra sus maestros y por tanto luchado y ganado contra la sociedad y con ello, como hombres espirituales, lo han ganado todo. El hombre espiritual hará bien en estar desde el principio contra los padres y contra los maestros y contra la sociedad y en resumidas cuentas contra todo, para llegar a liberarse completamente de estos padres y maestros y de esta sociedad, para después, con el tiempo, poder observar y juzgar de hecho y agudamente y sin compasión, lo que en última instancia es su tarea, no tiene otra, está ahí para eso, aunque sea sin su consentimiento y de hecho contra su voluntad. El hombre espiritual no tiene otra justificación.
Los comebarato
Ahora lo repito, lo repito una vez más: todos los hombres activos, son activos porque son obtusos y mediocres.
¿Cómo se explica ésto? He aquí la explicación: debido a su estrechez de espíritu, toman las causas secundarias, inmediatas, por las principales; y mucho más fácilmente, mucho más rápidamente que los no obtusos, se imaginan haber encontrado razones sólidas, fundamentales, de su actividad. Y así se tranquilizan, que es lo principal. Pues para poder obrar hay que conseguir de antemano una perfecta tranquilidad y no tener el menor resto de duda.
Pero ¿cómo puedo conseguir yo esta tranquilidad de espíritu? ¿Dónde puedo hallar los principios fundamentales sobre los que levantar mi edificio? ¿Dónde está mi base, adónde puedo ir a buscarla?
Me entrego al pensamiento. Dicho de otro modo, en mí, toda idea provoca inmediatamente otra, y así continúa sucediendo hasta el infinito.
Memorias del subsuelo
MEDEA.- He resuelto, ¡oh amigas!, matar cuanto antes a mis hijos y huir de esta
tierra, y no perderé el tiempo encomendando su muerte a manos más enemigas; sin remedio deben morir, y como es preciso, yo que los procreé, los mataré
también. Ea, pues, ármate de valor. ¿Por qué titubeo en perpetrar males crueles,
pero necesarios? Anda, mísera mano mía, empuña, empuña el acero, huella la
triste meta de la vida, y no seas cobarde, ni te acuerdes de tus hijos, a quien tanto
amas porque los diste a luz; olvídate en este breve día de que los tienes y llora
después, que, aunque los mates, siempre te fueron caros y siempre fuiste una
mujer infeliz.
Medea
Los caprichos
El caminante sobre el mar de nubes
Monje en la orilla del mar
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