Esta es una leyenda urbana poco conocida. Es originaria de la ciudad argentina de Río Grande, en la isla de Tierra del Fuego. Al parecer en esta población no se usan campanas, a raíz de una supuesta maldición indígena. Los indios onas (también conocidos como selknam) sufrieron esclavitud, vejaciones y masacres por parte de los colonos criollos de la misma República Argentina. Se piensa que un jefe indígena hubiera echado una maldición contra los pobladores blancos de la región: el que hiciera redoblar una campana, nunca más volvería a sentir felicidad en la vida. A partir de ahí, los habitantes de Río Grande parecen aborrecer casi todo tipo de campana. La historia no es precisamente de terror, pero sí bastante siniestra y curiosa.



El pueblo sin campanas


Esta es una historia de mi pueblo, lo que hoy es la ciudad de Río Grande en la isla de Tierra Del Fuego, al sur de la Patagonia. A quienes vivimos en este lugar nos fascinan estas historias que ya se están perdiendo en el olvido colectivo

En nuestro pueblo no tenemos recuerdos de campanadas. No suenan para dar la hora; no suenan para celebrar misa, ni para anunciar un casamiento o alguna festividad. Ya nadie sabe por qué. Simplemente no hay campanas. Hasta comienzos de los años ochenta algunos pobladores locales se animaban a contar la historia, pero ya nadie la recuerda. Se ha convertido en un mito urbano.

Hay varias versiones de esta historia. Algunos afirman que la maldición fue motivada por los primeros expedicionarios, que se llevaban a los aborígenes como objeto de exposición para las ferias europeas, desarraigándolos de su tierra y sus familias. Pero lo más probable es que tenga su origen en las matanzas de indígenas que perpetraron los colonos criollos de la propia Argentina. El caso es que hace mucho tiempo un cacique (o un chamán, ya no se sabe a ciencia cierta) echó una maldición muy poderosa sobre todo el poblado de Río Grande. Ningún hombre blanco que hiciese redoblar una campana volvería a sentir felicidad en su vida. De una u otra forma las familias de los colonos, y de sus descendientes, se romperían. Tal cómo fueron rotos los lazos familiares de los indígenas, hace muchísimos años.

En realidad los indígenas onas, quiénes habitaban esa región de la Tierra del Fuego, no disponían de una cultura espiritual tan avanzada como para elaborar conjuros y maldiciones efectivas. Ni siquiera practicaban curaciones mágicas. Con lo cual, resulta difícil encontrar el origen de esta leyenda.

Pero fuera todo esto verdad o no, las nuevas generaciones de Río Grande aborrecen el sonido de una campana, ni aunque fuera para manifestar alegría. Es más: hasta se tomaron medidas para asegurarse de que ese artilugio nunca sonaría. En la primera iglesia, a siete kilómetros del centro urbano y hoy convertida en museo, se cambió la campana original por una más pequeña. Está soldada al campanario y no tiene badajo. En otra, en lugar de campanas se colocaron bocinas y los sonidos de reproducen por un sistema de megafonía. Para el año 2000 un párroco hizo construir un nuevo templo, con un alto campanario, el más grande de la ciudad. ¿Adivinen qué? En esta iglesia también los redobles se producen a través de un aparato electrónico, ya que las campanas de metal están mudas. El resto de las iglesias de Río Grande, o no tienen campanas, u ostentan una de papel maché, de manera que se vea como una campana pero no pueda emitir sonido.

En 2005, el gobernador de la zona tuvo el atrevimiento de violar la tácita ley de Río Grande. Hizo una recolección de llaves, para fundirlas y hacer una gran campana. Sería la campana de la paz, y se tocaría bien fuerte todos los años, para celebrar el Día de la Paz. Los vecinos colaboraron; se ve que para muchas personas ya era hora de que el pueblo rompiera su silencio. No se sabe bien por qué razón, pero antes de finalizar el año el gobernador fue destituido de su cargo, y la campana fue descolgada de la torre.

La única campana verdadera que existe, y se sigue tocando de forma tradicional (eso es, jalando de una cuerda) es la que está en la escuela más antigua de la ciudad. ¡Pero ojo! Sólo se da una campanada a las 7 de la mañana, y otra a las 6 de la tarde. ¿Acaso alguna fuerza sobrenatural protege esta campana de la maldición de Río Grande?