¿y sí hitler hubiera ganado?
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¿y sí hitler hubiera ganado?
Tochaco inside!!!
Escrito por Leon Degrelle
—Esta es la gran incógnita:
Ello fue posible durante bastante tiempo. En noviembre de 1941, Hitler estuvo bien cerca de conquistar Moscú (alcanzó Los suburbios) y de bordear por entero el rió Volga, desde su nacimiento (a donde llegó), hasta su desembocadura (que estuvo
a punto de conseguir).
Moscú no esperaba más que la aparición de los carros de combate del Reich en la plaza del Kremlin para rebelarse Stalin hubiese saltado. Hubiera sido su fin. Lanzadas desde el aire algunas columnas alemanas de ocupación, emulando a las del almirante Koltchak en 1919, hubiesen atravesado como una flecha toda Siberia. Frente al Océano Pacífico, la cruz gamada hubiese ondeado en Vladivostok. a diez mil kilómetros del Rhin.
¿Cuáles hubiesen sido las reacciones en el mundo?
La Inglaterra de finales de 1941 podía lanzar la toalla de un momento a otro. Hubiese bastado que, en una tarde de whisky demasiado abundante, Churchill
hubiera caído tocado por un ataque de apoplejía. Que este inveterado bebedor se conservara tanto tiempo en alcohol no deja de ser un verdadero caso clínico. Su médico personal publicó, tras su muerte, numerosos y divertidos detalles acerca de la resistencia báquica de su ilustre cliente.
Pero, incluso vivo, Churchill dependía del estado de ánimo de su público. El público inglés intentaba aún, en 1941, mantener el tipo. Pero estaba ya cansado.
La conquista de Rusia por Hitler, liberando así a toda la Luftwaffe, hubiese terminado aplastándole.
En el fondo, esta guerra ¿a qué conducía? Y. en realidad ¿a qué ha conducido? Inglaterra la terminó arruinada, privada de la totalidad de su imperio y desplazada, en el ámbito mundial, al rango de nación de segundo orden, tras sus cinco años de strip-tease político.
Un Chamberlain, en la piel de Churchill, hubiese enarbolado, desde hacia tiempo, una bandera blanca en la punta de su paraguas histórico.
En cualquier caso, solo frente a una Alemania victoriosa—dominando un imperio sin igual en el mundo, extendiéndose a lo largo de diez mil kilómetros, desde las islas anglo-normandas del Mar del Norte hasta las islas Sakhaline, en el Pacífico— Inglaterra no hubiese sido más que una barquichuela azotada por un ciclón. No hubiera resistido mucho tiempo sobre las olas.
Churchill se hubiera cansado— y los ingleses antes que él— de echar cubos de agua fuera de un cascarón cada vez más invadido. ¿Refugiarse lejos? ¿En el
Canadá? Churchill, con la botella a cuestas, quizá hubiera llegado a ser allá un magnifico trampero o un experto tabernero. ¿En África? ¿En la India? El Imperio británico estaba ya perdido. No podía ser el último trampolín de una resistencia que no tenia ya ningún sentido. No se hubiese siquiera oído hablar más nunca de De Gaulle, convertido en aplicado profesor en Quebec, repasando su autor preferido Saint-Simon, manteniendo entre sus manos la madeja de lana de la laboriosa «Tia Ivonne». La victoria inglesa fue en verdad el botellazo de un viejo cabezón funcionando basándose en alcohol, desesperadamente agarrado a un clavo ardiendo y para quien los dioses de la santa orden del sacacorchos fueron excesivamente indulgentes. Pero una vez la URSS en manos de Hitler, en el otoño de 1941, la resistencia inglesa se hubiese derrumbado, sin Churchill o con Churchill. Por lo que respecta a los americanos, ellos no habían entrado aún en guerra por aquellas fechas.
El Japón les acechaba y se preparaba para el asalto. Hitler, una vez dominada Europa, no se hubiera tenido que mezclar en los asuntos
del Japón más de lo que este país se mezcló en la ofensiva alemana de 1941 sobre la URSS.
Los Estados Unidos, ocupados en Asia durante mucho tiempo, no hubiesen cargado con otra guerra en Europa, en aquellas circunstancias. El conflicto militar
Estados Unidos-Hitler no hubiese tenido lugar, a despecho de los rencores belicistas del viejo Roosevelt, ya verde y cadavérico, enfundado en su capa de
cochero de simón, y a pesar de las sugerencias dictatoriales de su esposa Eleonor, enseñando los dientes en su ardor guerrero, dientes salientes semejando la pala de un caterpillar.
Admitamos pues que, al terminar el otoño de 1941 (se quedó a un cuarto de hora), Hitler se hubiese instalado en el Kremlin, de la misma manera que se había instalado en Viena en 1937, en Praga en abril de 1939 y en el vagón del armisticio en Compiegne, en julio de 1940.
¿Qué hubiera pasado en Europa?
Hitler hubiera unificado Europa por la fuerza, sin duda alguna. Todo lo que se hizo de importancia histórica en el mundo se hizo, siempre, por la
fuerza. Es lamentable; se dirá. Seria en verdad más decente que el pueblo llano, las damas de la catequesis parroquial y las impávidas vestales del ejército de la Salud, nos reunieran democráticamente en tranquilas y apacibles comunidades territoriales, ambientadas con olor a chocolate, mimosa y agua bendita. Pero la realidad es que nunca ocurre así.
Los Capeto no forjaron el reino de Francia a golpe de elecciones con sufragio universal. Aparte de alguna que otra provincia colocada en el tálamo real al mismo tiempo que la camisa de noche, por una joven esposa bien dotada, el resto del territorio francés se constituyó a golpes de arcabuces y ballestas. En el Norte, conquistado por Los ejércitos reales, sus habitantes se vieron expulsados de sus ciudades— Arras, sobre todo— como ratas huidizas. En el Sur, en la región albigense que resistió a Luis VIII, los cátaros, combatidos, derrotados y abatidos por los cruzados de la Corona, terminaron abrasados en sus castillos, especies de hornos crematorios de antes del hitierismo. Los protestantes de Coligny acabaron en las picas de la noche de San Bartolomé o balanceándose en Las horcas de Montfaucon. La revolución de los Marat y Fouquier-Tinville prefirió, para afirmar su
autoridad, el reluciente acero de la gulliotina a las tertulias amigables con los electores, en la taberna de la esquina.
Napoleón ensartó con su bayoneta a cada una de las fronteras de su Imperio. La España cristiana no invitó a los moros a españolizarse al ritmo de sus
castañuelas. Los combatió tenazmente durante los ocho siglos que duró la Reconquista, hasta que el último de los abencerrajes, pegando los talones al
trasero, alcanzó las palmeras y cocoteros de las costas africanas. Tampoco pensaron los mores unificar amablemente el Sur español sino clavando
a los resistentes en las puertas de las ciudades, como Córdoba, entre un perro y un cerdo crucificados a ambos lados.En el siglo pasado, Bismarck forjó con
cañones la unidad alemana, en Sadowa y en Sedan. Garibaldi no unió las tierras italianas con el rosario en la mano, sino tomando al asalto la Roma pontifical. Los Estados Unidos de América no llegaron a ser Unidos hasta la exterminación de sus antiguos propietarios y moradores, Los pieles rojas, y sólo después de cuatro años de matanzas bien poco democráticas, a todo lo largo de la Guerra de Secesión. Y aún ahora, veinte millones de negros vegetan en aquel país bajo la férula de los blancos que, en el siglo pasado, continuaban marcando con hierros al rojo vivo a sus padres, como lo hacían con sus reses. Solo los suizos lograron constituir, más o menos pacíficamente, su pequeño estado de relojeros, lecheros y banqueros. Pero, aparte la celebridad de la manzana de Guillermo Tell, sus dignos cantones nunca brillaron, exageradamente en la historia política universal.
Los grandes imperios, Los grandes estados, se forjaron todos por la fuerza.
¿Que es lamentable?
Seguramente, pero es un hecho incontestable. Hitler, acampando en una Europa poco dócil, no hubiese hecho más ni menos que
César conquistando las Galias, que Luis XIV apoderándose del Rosellón, que los ingleses tomando Irlanda, acosando y persiguiendo a sus habitantes, que los
americanos disparando los cañones de sus cruceros contra Filipinas, Puerto Rico, Cuba, Panamá y trasladando, a golpe de cohetes, sus fronteras militares hasta el paralelo 37, sobre Vietnam. La democracia, es decir el consentimiento electoral de los pueblos, no viene sino después, cuando todo termina. Las masas no observan el universo más que a través de las pequeñas ventanas de sus preocupaciones personales. Nunca un
bretón, un flamenco, un catalán del Rosellón hubiesen, por si mismos, actuado para integrarse en una unidad francesa. El badense sólo pretendía seguir siendo de Baden, el gantés, de Gantes. El padre de uno de mis amigos de Hamburgo, prefirió emigrar a los Estados Unidos, después de 1870, antes que verse integrado en el Imperio de Guillermo I. Son las elites las que hacen el mundo.Y son los fuertes, no los débiles, los que
empujan a los demás hacia adelante. En 1941, o en 1942, incluso si la victoria de Hitler en Europa hubiese sido total, irreversible, incluso, si, como decía el ministro socialista belga Spaak, Alemania hubiese sido dueña de Europa por mil años, los descontentos hubiesen proliferado por millones. Cada uno de ellos se hubiese aferrado a sus costumbres, a su patria chica, superior, por supuesto, a todas las demás regiones. Siendo yo estudiante,
no dejaba de escuchar con asombro a mis camaradas de Charleroi, que cantaban sin cesar, entre trago y trago de cerveza, la belleza de su comarca. Y sin embargo, se trata de una de las más feas zonas del mundo, con sus enormes colmenas
para los mineros, negras como las entrañas de sus minas. Pero no por ello dejaba de entusiasmar a sus enamorados naturales. Todos se afearan a sus pueblos, a sus provincias, a sus reinos, a sus repúblicas. Pero este complejo europeo de lo pequeño y lo mezquino podía evolucionar, estaba a punto de cambiar. Una acelerada evolución resultaba cada vez más realizable. Se dieron en el curso de la historia numerosas pruebas de la posibilidad de unir a los europeos, por muy distintos que parecieran entre si. los cien mil protestantes franceses que se vieron
obligados a abandonar su país tras la revocación del edicto de Nantes, en el siglo XVII, se acomodaron maravillosamente a los prusianos que les hospedaron. En el transcurso de nuestros combates de febrero y marzo de 1945, en las ciudades alemanas del este y del oeste del Oder, vimos por todas partes, sobre las placas que llevaban los carros de los campesinos, admirables nombres franceses que recordaban las regiones de Anjou y de Aquitania. En el frente, abundaban los Von Dieu le Vent, los Von Mezieres, los de la Chevalerie. Por el contrario, cientos de miles de colonos alemanes se esparcieron, en el transcurso de siglos, a través de los países bálticos, en Hungría, Rumania e incluso— en número de ciento cincuenta mil— a lo largo del gran rió ruso, el
Volga. Los flamencos, que se instalaron en gran número en el Norte de Francia,
dieron a ésta sus más tenaces elites industriales. Las ventajas que proporcionaron
estas cohabitaciones fueron también sensibles en el área latina.
Los españoles de izquierda, que no tuvieron más remedio que refugiarse en
Francia tras su derrota en 1939, se confundieron, en sólo una generación, con los
franceses que les admitieron: una María Casares, hija de un primer ministro del
Frente Popular, ha llegado a ser una de las más admiradas artistas del teatro
francés. Los cientos de miles de italianos instalados en Francia, impulsados por la
necesidad, también llegaron a confundirse, en el transcurso del pasado siglo, con
los naturales del país y ello con una facilidad asombrosa. A tal punto que uno de
los más grandes escritores de Francia de aquella época fue un originario de
Venecia: Zola. En nuestra época, los escritores franceses, hijos de italianos
forman legión, Giono a la cabeza.
El imperio napoleonico también ensambló a los europeos sin importarle
demasiado su opinión. Lo que no impidió que sus elites se compenetraran con una
extraordinaria rapidez: el alemán Goethe llegó a ser caballero de la Legión de
Honor; el príncipe polaco Poniatowski alcanzó el grado de mariscal de Francia;
Goya abasteció al Museo del Louvre de maestros españoles; Napoleón se
proclamaba, en sus monedas, Rex Italicus.
Los eternos descontentos, esparcidos en diez países diferentes de Europa, se
hubiesen acercado los unos a los otros y, finalmente, hubiesen fraternizado,
exactamente como lo hicimos nosotros en las filas de Las Waffen S. S., en el
transcurso de la Segunda Guerra Mundial.
Pero cada vez que esto ocurrió, fueron el exilio o la guerra, o la necesidad de
ganar el pan de cada día. o la voluntad de hierro de un hombre fuerte, el que lo
provocó.
Normalmente, Los pueblos de Europa quedaron siempre en el pequeño redil de
sus fronteras. No las traspasaron — siempre con éxito— más que cuando fueron
empujados fuera de ellas.
Estas fecundas experiencias, escalonadas en el tiempo, de los más diversos
europeos uniéndose, tanto de Prusia como de Aquitania, de Flandes como de
Andalucía o Sicilia, podían perfectamente repetirse y ampliarse. Ganada o
perdida, la Segunda Guerra Mundial iba a proporcionar la arrancada inicial. Había
obligado a todos los europeos y sobre todo a los que parecían más irreductibles
adversarios, franceses y alemanes, a conocerse más de cerca y ello, les gustara o
no, se detestaran o no, de grado o por fuerza. Esos cuatro años de enfrentamiento
no resultarían del todo vanos. Ninguno iba a olvidar la cara del contrario. Los
males momentos se olvidarían. Sólo se recordaría lo que de verdad contaba. La
confrontación de los pueblos europeos se había realizado.
Durante los veinticinco años que siguieron a este enfrentamiento de 1940, otros
contactos tuvieron lugar, y a la cadencia y velocidad propias de nuestra época.
Decenas de millones de europeos han viajado cada año. Ya no es el extranjero un
ser que se mira con recelo u odio, con desprecio o burla. Se convive con él. El
Bresson ya no ve únicamente el universo a través de sus quesos azules y sus
pollos anillados. El normando fue más allá de su fábrica de sidra y el belga de su
jarra de cerveza. Millares de suecos y alemanes viven en, la Costa del Sol
malagueña.
El francés Michelin, a pesar de todo, se asocio con el italiano Agnelli y el alemán
Gunther Sachs pudo casarse con una actriz <<made in París>> y... divorciarse, sin
que para ello la República Francesa se derrumbara. Hasta el general De Gaulle
encontró interesante descubrir a los franceses que llevan en las venas sangre
alemana, gracias a un tío abuelo devorador de chucrut, ¡nacido en la región en
que se hicieron más populares los nazis!
Ahora, los jóvenes, frecuentemente, carecen incluso de sentido de la patria. Se
sienten desnacionalizados. Se han creado su mundo, un mundo de audaces y
extravagantes ideas, de trepidantes canciones, de largos y abundantes cabellos,
de raídos pantalones, de llamativas camisas, de chicas abiertas con largueza a la
confusión de las nacionalidades. El pequeño gallo francés de 1914 y la imponente
águila alemana planeando sobre la ciudad dejaron de emitir sus quiquiriquis y
gruñidos. Sus plumas, sus picos, sus continuas riñas, representan ya para la
nueva generación piezas prehistóricas.
Este acercamiento europeo, incluso mundial, que sumergió, en un cuarto de siglo,
siglos de historia, se ha operado sin ningún estimulante político, sólo a base de
que los turistas circulen por millones de un país a otro, de que cada uno vea en el
cine o en la televisión otros paisajes y horizontes. Las costumbres se han
entremezclado tan naturalmente que semejan ya un verdadero cocktail en el que
entran a formar parte los más variados ingredientes.
Bajo Hitler, ciertamente, el proceso de unificación se hubiese desarrollado más
rápidamente aún, y sobre todo menos anárquicamente.
Una grande y común construcción política hubiera orientado y concentrado
todas las tendencias.
En principio, millones de jóvenes, tanto alemanes como no alemanes, que habían
luchado juntos desde el Vistula polaco al Volga rusa, se habían convertido, a base
de esfuerzos y sufrimientos en común, en camaradas para toda la vida. Se
conocían. Se estimaban. Las ridículas rivalidades europeas de antaño, manías de
burgueses empedernidos, nos parecían irrisorias. Al llegar 1945, nosotros
constituíamos un verdadero núcleo de un millón de combatientes S. S., unidos
para siempre.
Europa, masa amorfa, nunca había contado con él. Ahora ya existía. Y en su
existencia estaba el futuro.A la juventud se le iba a ofrecer un mundo nuevo, una
Europa surgida del genios y de las armas.
Los millones de jóvenes europeos que sólo fueron testigos de la guerra, mientras
consumían las conservas de papa y realizaban ensayos de mercado negro, iban a
despertar a la misma tentación. en lugar de vegetar en Caudebecen-Caux o en
Wuustwezel, dedicados durante cincuenta años a los arenques ahumados o las
manzanas maduras, hubiesen dirigido toda su atención a las tierras sin fin del
Este, que a todos se les ofrecían, tanto a los de la Frisia, como a los de Burdeos, a
los de Baviera como a los de los Abruzos. Allí podrían todos forjarse una
verdadera vida, de hombres, de creadores, de jefes.
Toda Europa hubiese sido traspasada por esta inmensa corriente de energía y
dinamismo.
El ideal que había empapado, en tan pocos años, a toda la juventud del Tercer
Reich, porque significaba la audacia, la entrega, el honor, la proyección hacia lo
verdaderamente grande y hermoso, hubiese calado en lo más hondo de los demás
jóvenes de Europa. ¡Ya no mas vidas mediocres! ¡Nada de horizontes obscuros y
angostos! ¡Al diablo con la vida vulgar aferrada a la misma región, al mismo tajo, a
la misma vivienda de siempre, a los mismos prejuicios de los padres y abuelos,
inmovilizados en lo pequeño, en lo añejo y mohoso.
Un mundo vibrante empujaría a los jóvenes europeos através de miles de
kilómetros sin fronteras en donde airear Los pulmones plenamente, descubrir
nuevas y escondidas riquezas, conquistarlo todo con fe y alegría. Incluso los viejos
hubiesen seguido, al fin y al cabo detrás de su dinero.En lugar de perderse en
desabridos conciliábulos, en discusiones sin limite, en paradas de relojes
bloqueados para prolongar los debates, la voluntad de hierro de un Jefe, las
decisiones de equipos responsables y homogéneos que aquél organizaría para
acometer adecuadamente su obra, hubiesen creado, en veinte años, una Europa
real en vez de un congreso vacilante, compuesto por comparsas carcomidas por la
desconfianza y las reserves mentales, una gran unidad político, social y
económica sin círculos cerrados y sin individualísimos egoístamente nacionales.
¡Había que oír a Hitler exponer, en su barracón de madera, sus grandes proyectos
para el futuro! Canales gigantescos unirían a todos los grandes ríos europeos,
abiertos a los barcos de todos, del Sena al Volga, del Vistula al Danubio. Trenes
de cuatro metros de ancho y de dos pisos, en el primero, las mercancías, en el
segundo, los viajeros —rodando sobre vías elevadas, franquearían cómodamente
los inmensos territorios del Este en donde los soldados de ayer hubiesen creado
las explotaciones agrícolas y las industrias más modernas y pujantes que
imaginarse pueda, destinadas a 500 millones de clientes europeos.
¿Qué representan?
Por fin, Las escasas concentraciones, interminablemente discutidas, renqueantes
sobre soportes artificiales , intentadas bajo la égida del actual Mercado Común, al
lado de los grandes conjuntos que una autoridad real hubiese podido llegar a
constituir, o a imponer si ello hubiera sido necesario? Las buenas económicas
europeas de entonces, disparatadas, contradictorias, hostiles entre si, agotándose
en un interminable doble juego, egoístas y anárquicas, hubiesen sido impulsadas
por el puño de hierro de un jefe a cumplir las leyes de una coproducción inteligente
y de un interés común.
Durante veinte años hubiese el público gruñido, refunfuñado. Pero, al cabo de una
generación, se hubiese llevado a cabo la unidad. Europa hubiese constituido para
siempre la más potente unidad económica del orbe, y el más imponente hogar de
inteligencia creadora de la historia. Las masas europeas hubiesen podido
entonces respirar. Una vez ganada esta batalla de la unidad, se hubiese
suavizado la disciplina.
¿Hubiese devorado Alemania a Europa?
El peligro existía. ¿Por qué no decirlo? El mismo peligro había existido
anteriormente. La francia de Napoleón hubiese podido devorar Europa.
Personalmente, no lo creo. Los diversos genios europeos, ya bajo el Emperador,
se hubiesen compensado. La misma ambición de dominación esperaba,
incontestablemente, a la Europa hitleriana. Los alemanes tienen reputación de
comer mucho...Algunos consideraban a Europa como un plato propio. Eran
capaces de tragarse todo y esperaban, tensos, la ocasión.
¡Por supuesto que si!
Y nosotros nos dábamos cuenta de ello. lo temíamos. De lo contrario hubiésemos
sido unos memos o, por lo menos, unos ingenuos, lo que, en político, viene a ser
lo mismo. Adoptamos nuestras precauciones, tomando, lo más firmemente
posible, posiciones de control o de prestigio con las que poder defendernos y
capear lo mejor posible el temporal.
Ello tenia sus riesgos, es cierto. Negarlo seria imbécil. Pero también existían
motivos de confianza que eran bastante convincentes.En primer lugar, Hitler era
un hombre acostumbrado a ver lejos y al que el exclusivismo alemán no le
ahogaba. Había sido austriaco, después alemán, luego germánico. A partir de
1941 ya había superado todas estas etapas: era europeo. El genio sobrevuela
fronteras Y razas; Napoleón, por su parte, no había sido al principio mas que corso
y corso antifrancés. Al final, en Santa Elena, hablaba del <<pueblo francés al que
tanto había amado>>. como de un pueblo querido, pero no el suyo exclusivo.
¿Qué quiere el genio? Superarse continuamente. Mientras más considerable es la
masa a moldear, más en su elemento está.
Europa, para Hitler, era una construcción de talla digna de el. Alemania no era
más que un inmueble importante que él había edificado y que ahora observaba
con complacencia. Pero él iba más lejos. Por su parte no existía ningún peligro
real con la alemanización de Europa. Esta alemanización se encontraba en el
extremo opuesto de todo lo que su ambición, su orgullo, su genio, vislumbraban y
le dictaban.
¿Que había otros alemanes?
Si, pero también había otros europeos. Y estos otros europeos poseían cualidades
propias, excepcionales, indispensables a los alemanes, sin las que su Europa no
hubiese sido más que un pasado pan mal amasado. Me refiero,
fundamentalmente, al genio francés. Nunca hubiesen podido los alemanes, para
dar vida a Europa arreglarse sin el genio francés, aunque no hubiesen querido
recurrir al mismo y aunque, como era el caso de algunos, lo despreciaran.
Nada era posible y nada será nunca posible en Europa sin la finura y la gracia
francesas, sin la vivacidad y la claridad del espíritu francés. El pueblo francés tiene
una rápida inteligencia. Con ella capta, asimila, traspone, transfigura. El gusto
francés es perfecto. Jamás se volverá a realizar una segunda Cúpula de los
Inválidos. Nunca existirá otro río tan encantador como el Loira. Jamás habrá una
elegancia, un encanto, un placer de vivir como en París.
La Europa de Hitler hubiese sido amazacotada al principio. Al lado de un Goering,
señor del Renacimiento, que posea el sentido de lo fastuoso y de lo artístico, y de
un Goebbels, inteligente y vivo como una ardilla, muchos jefes hitierianos eran
burdos, vulgares como arrieros, sin gusto, repartiendo su doctrina, sus ideas, sus
órdenes, como la carne picada o sacos de abonos orgánicos. Pero, precisamente
por esta pesadez, el genio francés le hubiese sido indispensable a esta nueva
Europa. Hubiese hecho maravillas en su seno. En diez años lo hubiese marcado
todo
El genio italiano también hubiese hecho contrapeso a la potencia demasiado tosca
de los germanos. Con frecuencia se ha hecho burla de los italianos. Se ha visto,
sin embargo, después de la guerra, de qué eran capaces. Tan fácilmente como lo
vienen haciendo en el seno del Mercado Común, ellos hubiesen invadido a la
Europa hitleriana con su moda elegante, sus impecables zapatos, sus rápidos y
ligeros coches.
Igualmente hubiese intervenido el genio ruso, y de una manera considerable,
estoy seguro, en el refinamiento de una Europa demasiado alemana en donde
doscientos millones de eslavos del Este iban a ser integrados. Cuatro años
viviendo mezclados al pueblo ruso, hicieron que los combatientes antisoviéticos lo
estimaran; admiraran y amaran.
La desgracia reside en que, desde hace medio siglo, las virtudes de esos
doscientos millones de brava gente se encuentran ahogadas— y peligran de
estarlo aún bastante tiempo— bajo la enorme losa de plomo del régimen soviético.
Este pueblo es tranquillo, sensible, inteligente y artista y posee al mismo tiempo el
don de las matemáticas, lo que no resulta contradictorio: la ley de los números es
la base de todas las artes.
Por otra parte, era mil veces menos nacionalista que los otros pueblos de Europa,
hinchados ruidosamente por siglos de luchas fanáticas y fratricidas. Al penetrar en
Rusia, los alemanes, que habían estado sometidos a un adoctrinamiento nazi
demasiado primitivo, imaginaban que los únicos seres realmente de valor del
universo eran los de raza aria y que, obligatoriamente, debían ser gigantes, bien
constituidos, más rubios que el té y los ojos azules como el cielo andaluz.
Resultaba todo esto bastante cómico, puesto que Hitler no era grande y tenia el
cabello castaño, aunque si unos atrayentes ojos azules. A Himmler le ocurría lo
mismo. Goebbels tenia una pierna más corta que otra, era bajo y de tez morena.
Zeep Dietrich tenia el aspecto de un encargado de bar marsellés. Borman era
encorvado como un campeón ciclista retirado. ¡Aparte algunos gigantes, que
servían el aperitivo en la terraza de Berchtesgaden, los superhombres de pelo
oxigenado y ojos azulados no abundaban, como se ve, al lado de Hitler!
Puede imaginarse la sorpresa de los alemanes, atravesando. Prusia y no
encontrando más que rubios de ojos azules, tipos exactos de estos arios perfectos
a los que se les había obligado a admirar en exclusiva. ¡Rubios! ¡Y rubias! ¡Y qué
rubias! Grandes campesinas, espléndidas, fuertes, de ojos celestes, más naturales
y sanas que las que habla podido reunir la Hitlerlugend.
¡No podía imaginarse siquiera raza más típicamente adaptada a los sacrosantos
cánones del hitlerismo!
En seis meses se hizo rusófilo todo el ejército alemán.
Se fraternizaba con los campesinos por todas partes. ¡Y con las campesinas!
Como ocurrió con Napoleón, Europa se formaba también en los brazos de las
europeas y, en este caso, de estas bellas jóvenes rusas, hechas para el amor y la
fecundidad y a las que se vio, durante la retirada, seguir frenéticamente, entre el
fragor de los más terribles combates, a los Eric, los Walter, los Karl, los Wolfgang
que les habían enseñado, en los momentos de descanso, el placer de amar y su
encanto, aunque ello viniera del Oeste.
Algunos profesores nazis profesaban teorías violentamente antieslavas. Pero
éstas no hubiesen resistido más de diez años de compenetración ruso-germánica.
Los rusos de ambos sexos hubiesen conocido al alemán rápidamente. Ya
empezaban a conocerlo bien. Encontrábamos manuales alemanes en todas las
escuelas. El lazo del idioma se hubiese desarrollado en Rusia más rápidamente
que en cualquier otro lugar de Europa.
El alemán posee admirables cualidades de técnico y de organizador. Pero el ruso,
soñador, es más imaginativo y más vivo de espíritu. Uno hubiese completado al
otro. Los lazos de sangre hubiesen hecho el resto. Los jóvenes alemanes, a pesar
de lo que hubiese querido hacer en contra la propaganda, hubiesen desposado a
cientos de miles de jóvenes rusas. Les gustaban. La creación de la Europa del
Este se hubiese completado de la forma más agradable. La conjunción
germano-rusa hubiese hecho maravillas.
Si, el problema era gigantesco: soldar quinientos millones de europeos que no
tenían, al principio, ningún deseo de coordinar su trabajo, de acoplar sus
esfuerzos, de armonizar sus caracteres, sus particulares caracteres. Pero Hitler
llevaba en si mismo el genio y el poder suficientes para imponer y realizar esta
obra gigante en la que hubiesen fracasado cientos de políticos mediocres y
vulgares. Millones de soldados hubiesen estado allí para secundar su acción de
paz, soldados llegados de toda Europa, los de la División Azul y los de los países
bálticos, los de la División Flandes y los de los Balcanes, los de la División
francesa Carlomagno y sus cientos de miles de camaradas de treinta y ocho
divisiones de las Waffen S. S.
Sobre la península reducida que subsistió en el Oeste de Europa, después del
naufragio del Tercer Reich, se han edificado, al fin y al cabo, los cimientos, mal
afirmados, poco estables, de un Mercado Común muy híbrido, foco de rivalidades.
Bien. Pero una verdadera Europa, animada por un ideal heroico y revolucionario,
construida a lo grande, hubiese tenido sin embargo otro aspecto bien distinto. La
vida de la juventud de toda Europa hubiese tomado otros derroteros y sentidos
que los de los beatniks errantes y protestatarios, justamente rebelados contra
unos regímenes democráticos que fueron incapaces de darles, después de 1945,
unos objetivos que pudieran entusiasmarles y que, por el contrario, les hastiaron
durante los años de la postguerra.
Tras diversos tira y afloja, Los distintos pueblos europeos se hubiesen sorprendido
de ver que se completaban mutuamente tan bien. Los plebiscitos populares
hubiesen confirmado, vivos nosotros aún, que la Europa de la fuerza se habla
convertido, desde los Pirineos al Ural, en la Europa libre, la comunidad de
quinientos millones de europeos aquiescentes.
Es una pena que Napoleón, en el siglo XIX, fracasara. La Europa, fundida en el
crisol de su epopeya, nos hubiese ahorrado muchos males y, sobre todo, las dos
guerras mundiales. Hubiese tomado a tiempo, en sus hábiles manos, la gran
máquina del universo, en lugar de dejar que cada uno de nuestros países se
agotara, lejos del continente, en absurdas rivalidades colonialistas, a menudo
abyectas y odiosas y que, a la largo, se revelaron como poco remunerativas.
Igualmente resulta lastimoso que en el siglo XX fracasara Hitler a su vez. El
comunismo hubiese sido barrido del mapa. Los Estados Unidos no hubiesen
plegado el universo a la dictadura de las conservas. Y después de veinte siglos de
simples balbuceos y esfuerzos baldíos, Los hijos de quinientos millones de
europeos, unidos quizá a pesar de ellos al principio, hubiesen gozado por fin de la
unidad político, social, económica e intelectual más poderosa del planeta.
¿Hubiese sido una Europa de campos de concentración ?
¡Ya se ha utilizado demasiado este estribillo! ¡Como si no hubiese habido otra
cosa en aquella Europa en construcción! ¡Como si, tras la caída de Hitler, no
hubiesen continuado los hombres con su propio exterminio en Asia, en América,
incluso en Europa, en las calles de Praga o de Budapest!
¡Como si las invasiones, Las violaciones de territorios, los abusos de poder, los
complots, los raptos políticos no hubiesen florecido más que nunca, en Vietnam,
en Santo Domingo, en Venezuela, en la Bahía de los Cochinos de Cuba, en
Argelia, en Indochina, en Biafra, y hasta en el mismísimo París, a propósito del
asunto Ben Barka, ya olvidado!
Otro ejemplo lo constituye también lo ocurrido en el Próximo Oriente. ¡Por qué no
decirlo! No es Hitler precisamente, sino el israelita Dayan el que montó sin más
aviso sus operaciones relámpago, el que lanzó sus carros de combate hasta el
canal de Suez y ocupó a !a fuerza territorios de los árabes tres veces mayores que
los suyos, Los guardó a pesar de todas las conferencias de la ONU, y encerró los
pueblos ocupados en miserables campos de concentración.
Hay que estar— ¡si!— contra la violencia, pero contra todas las violencias. No
solamente contra las violencias de Hitler, sino también contra las violencias del
primer ministro francés Mollet, cuando lanzó millares. de paracaidistas sobre el
canal de Suez en 1956, con tanta premeditación como alevosía; contra las
violencias galas en Argelia, donde miles de .crímenes de guerra. se perpetraron
con el beneplácito de los sucesivos gobiernos franceses; contra las violencias de
los americanos machacando, a quince mil kilómetros de Massachussetts o de
Florida, a los vietnamitas, exterminando atrozmente a multitud de mujeres y de
niños indefensos; contra las violencias de los ingleses atiborrando de armas a los
nigerianos para recuperar los pozos de petróleo supercapitalistas gracias a un
millón de cadáveres biafreños, entre los cuales centenares de millares de
chiquillos muertos de hambre, verdadero e implacable genocidio; contra las
violencias de los soviets, que aplastaron bajo sus carros de combate a húngaros y
checos que se resistían a su tiranía; y contra las violencias repetidas de Israel,
conquistando, aplastando, multiplicando raptos y represalias.
Idénticos reparos respecto a los crímenes de guerra.
Se arrastró a los vencidos a Nuremberg, se les encerró en celdas como a monos,
se prohibió a sus defensores hacer uso de los documentos que hubieran podido
molestar o comprometer a los acusadores, fundamentalmente los que hacían
referencia a las matanzas, en Katyn, de quince mil oficiales polacos, ¡sólo porque
los representantes de Stalin—el supremo asesino del siglo— formaban parte del
Tribunal de Crímenes de Guerra de Nuremberg, en cuyo banquillo tenia que
haberse sentado el propio jefe de la URSS.
Si se pretende recurrir a tal procedimiento, que valga para todos los criminales, no
sólo para los criminales alemanes, sino también para los criminales ingleses que
masacraron a doscientos mil inocentes en el bombardeo monstruoso de Dresde, a
los criminales franceses que, sin juicio alguno, fusilaron en su territorio en el otoño
de 1944 a prisioneros alemanes sin defensa, a los criminales americanos que
trituraron los órganos sexuales de los prisioneros S. S. de Malmédy, en 1945, y
experimentaron sin necesidad militar sobre un Japón vencido, que ofrecía desde
hacia tres meses la capitulación, la madre monstruosa de todo el chantaje mortal
de ahora, la bomba atómica de Hiroshima.
Este procedimiento debería valer igualmente para los criminales soviéticos que
clausuraron la Segunda Guerra Mundial con horribles e innumerables crueldades
llevadas a cabo metódicamente en la Alemania del Este y que hacinaron a
millones de personas en sus inmensos campos de concentración instalados en el
Mar Blanco y en Siberia.
Y sin embargo estos campos no se cerraron después de la Segunda Guerra
Mundial como los supuestos del Tercer Reich, con los que, veinticinco años
después de la liquidación, nos siguen martilleando los oídos. Estos campos
soviéticos siguen existiendo hoy día. siguen funcionando en la actualidad. A ellos
se siguen enviando miles de seres humanos que tuvieron la desgracia de caer mal
a los señores Brejnev, Kossyguine y demás inocentes corderos democráticos..
Sobre estos campus, en plena actividad, en donde los soviets encierran
incansablemente a todos los que se oponen a su dictadura, nadie osa pronunciar
una solo palabra de protesta sincera entre los chillones de la .democracia..
Ninguno de éstos se irrita siquiera, ni pide sanciones internacionales.
Lo mismo ocurre frente a las desobediencias de Israel a las decisiones clarísimas
y repetidas de la ONU. ¿Qué pasa entonces? ¿Dónde está la preocupación para
la verdad y la equidad? ¿Dónde está la buena fe? ¿Dónde la farsa?
¿Quién es más repugnante? ¿El que mata o el que representa la comedia de la
virtud y se calla?
Viendo la impunidad total de que gozan los criminales de paz y de guerra, sólo
porque no son alemanes, todos los malhechores de la posguerra se han
aprovechado, torturando hasta la muerte a un Lumumba, eliminando un Tshombe
en Argelia, acribillando con metralletas a un Ché Guevara en Bolivia; asesinando,
revólver en mano, ante la prensa, a los prisioneros, en pleno Sailgón; absorbiendo
territorios ajenos en todas las fronteras de Israel; organizando, con las más
poderosas complicidades, en Texas como en California, la carnicería pública de
los Kennedy porque molestaban a los reales tenedores del poder —Pentágono y
alta finanza— abrigados con la manta <<democrática>> de Los Estados Unidos.
¡Todos los criminales políticos al banquillo! ¡Cualesquiera que sean y donde quiera
que estén!.
De lo contrario, tantas virtuosas protestas de censores indignados cuando se trata
de Hitler y mudos cuando ya no se trata de él, no constituyen más que abyectas
comedias, tendentes a convertir el espíritu de justicia en espíritu de venganza y la
critica de la violencia en la más tortuosa de las hipocresías.
¡Paz a los muertos que cayeron bajo Hitler! Pero el tam-tam. infernal repetido
incansablemente sobre sus tumbas por los falsos puritanos de la democracia
termina por resultar indecente. Hace más de veinte años que se reitera, a través
del mundo, este escandaloso chantaje, escandaloso porque se perpetra con tanto
partidismo como cinismo. El sentido único está bien para las calles estrechas.
Pero no resulta adecuado para la Historia. Esta no consiente que se la convierta
en un callejón sin salida, en donde esperan al acecho los provocadores de odio
eterno, los sepulcros blanqueados, los falsificadores y los impostores.
El balance es el balance.
A pesar de la derrota en Rusia, a pesar de que Hitler terminara abrasado, a pesar
de que Mussolini fuera colgado, <<Los fascismos>> habrán sido— junto con la
instauración y la consolidación de los soviets en Rusia— el gran acontecimiento
del siglo.
Algunas de las preocupaciones del Hitler de 1930 se han esfumado.
La nación del espacio vital ha sido superada. La prueba está en la Alemania del
Oeste, reducida a la tercera parte del territorio del Tercer Reich, y que es hoy día
más rica y poderosa que el Estado hitleriano de 1939. Los transportes
internacionales y los marítimos a bajo precio han cambiado todo. Sobre una roca
pelada, pero bien situada, se puede hay instalar la más potente industria del
mundo, como se ha visto en el Japón.El campesinado, extraordinariamente
favorecido por los .fascismos., pasó en todas partes a un segundo plano. Una
finca inteligentemente industrializada reporta más, en los momentos presentes,
que cien explotaciones sin racionalizar y sin disponer del material moderno
adecuado. Antaño mayoría, los campesinos no constituyen hoy sino una minoría,
cada vez más reducida. El pastoreo y el cultivo, dejaron de ser los pechos de los
pueblos, sobrealimentados o no disponiendo de dinero para alimentarse.
Incluso las doctrinas sociales que no tenían en cuenta más que el capital anónimo
y el trabajo individual, están superadas.
Un tercer elemento interviene cada vez más: la materia gris. La Economía dejó de
ser un matrimonio de dos para pasar a serlo de tres. Un gramo de inteligencia
creadora tiene más importancia, frecuentemente, que un tren cargado de carbón o
de pirita. El cerebro ha llegado a convertirse en la materia prima por excelencia.
Un laboratorio de investigaciones científicas puede valer más que una cadena de
montaje. Antes que el capitalista y que el trabajador, el investigador.
Sin él, sin sus equipos altamente especializados, sin sus computadoras y sin sus
estadísticas, el capital y el trabajo son simples cuerpos muertos. Hasta los mismos
Krupp y los Rotschild han debido ceder el puesto a cabezas mejor dotadas.
La evolución de estos problemas, ya evidentes en 1940, no colgio por sorpresa a
Hitler.
El leía todo, estaba al corriente de todo. Sus laboratorios atómicos fueron los
primeros del mundo. Lo propio del genio es superarse siempre. Hitler, hogar
imaginativo en continua combustión, hubiese previsto el acontecimiento y el
cambio.
Había, ante todo, formado hombres.
Alemania, Italia también, a pesar de ser los vencidos, los aplastados (el Tercer
Reich no era, en 1945, más que un fabuloso montón de ladrillos y cascotes) no
tardaron mucho en situarse a la cabeza de Europa. ¿Por qué? Porque la gran
escuela del hitlerismo y del fascismo, había creado <<caracteres>> Había formado
a miles de jóvenes jefes, había impregnado de personalidad a miles de seres les
había revelado , en circunstancias excepcionales , sus dotes de organización y de
mando que la rutina idiota, semiburguesa, de los tiempos precedentes no les
habría permitido nunca poner en juego.
El milagro alemán de después de 1945 para eso: una generación, triturada
materialmente, había sido preparada insuperablemente para el papel de dirigentes
por una doctrine basada en la autoridad, en la responsabilidad, en el espíritu de
iniciativa; en la prueba de fuego, esta doctrina había dado a los caracteres el
temple del mejor acero, y esto, en los momentos en los que hacia falta levantarlo
todo, rehacerlo todo, se reveló como una inumerable palanca.Pero Alemania e
italia no fueron las únicas que se vieron afectadas por el gran huracán hitleriano.
Nuestro siglo se vía conmovido por él hasta en sus fundamentos, transformado en
todos los ámbitos, tanto si se trata del Estado, de las relaciones sociales, de la
economía, o de la investigación científica.
El actual despliegue de descubrimientos modernos, desde la energía nuclear a la
miniaturización, fue Hitler —¡tápense las orejas, si quieren, pero es asi!— el que lo
puso en marcha mientras Europa dormida el sueño de los gandules sin ver más
allá de sus narices.
¿Qué hubiese sido de un Von Braun, joven y fuerte germano, totalmente
desconocido y sin recursos, sin Hitler? Durante los más ingratos años, éste le
empujó, le estimuló. Goebbels tomó el relevo a veces, sosteniendo a Von Braun
con su amistad. Incluso en 1944, este ministro— el más inteligente de los
ministros de Hitler— dejaba a un lado, sus ocupaciones para animar
personalmente a Von Braun en la intimidad.
Como éste, se dieron centenares de casos. Tenían talento. Pero, ¿qué
hubiesen hecho solo con su talento?
Los americanos sabían muy bien que el porvenir científico del mundo entero
estaba allí, en los laboratorios de Hitler. Mientras se dejaban complacientemente
presentar como los reyes de la ciencia y de la técnica, no tuvieron otra
preocupación, al resultar vencedores en mayo de 1945, que el precipitarse a
través del territorio del Tercer Reich, aún humeante, para intentar recuperar a
cientos de sabios atómicos. Los soviets llevaron a cabo una operación similar.
Transportaron a Moscú a los sabios de Hitler por trenes enteros. A todos los que
se les unieron, los americanos les tendieron puentes de oro. Los EE. UU. hicieron
jefe de su inmenso complejo nuclear al Von Braun de Hitler, del Hitler a quien la
América moderna debe tanto, el que, ya en agosto de 1939, antes, pues, de que la
guerra de Polonia comenzara, hizo lanzar el primer cohete del mundo a los cielos
de Prusia.
Ese día. empezó el mundo moderno.
Así como la pólvora mortífera prestó inmensos servicios a la humanidad, la
energía nuclear, cuya era inauguró Hitler en 1939, transformará los siglos futuros.
En este aspecto, como en el social, Los detractores de Hitler no vienen a ser más
que tardíos y burdos imitadores. ¿Oué otra cosa es el Centro francés de
Investigaciones de Pierrelate, que una imitación frágil, incompleta, de la base
hitieriana de Peenemunde, con veinticinco años de retraso?..
Desaparecido Hitler, el mundo democrático se ha mostrado incapaz de crear algo
verdaderamente nuevo en los sectores político y social.
Ni ha podido corregir lo viejo.
No ha podido siquiera reparar las viejas estructuras , de antes de la guerra.
De Nasser a De Gaulle, de Tito a Castro, de Argelia al Sudán, del Congo a Perú,
por donde quiera que se mire, entre los viejos países que intentan resurgir del
pasado, entre los nuevos de un Tercer Mundo que despierta, por todas partes
salen a relucir las mismas fórmulas hitlerianas: nacionalismo y socialismo y, a la
cabeza, el hombre fuerte, encarnación y guía del pueblo, orientador de voluntades,
creador de ideal y de fe.
El mito democrático al viejo estilo, pomposo, charlatán, incompetente, estéril, ya
no es más que un globo desinflado que dejó de atraer e interesar y que incluso
causa la hilaridad de la Juventud.
¿Quién se preocupa todavía de los viejos partidos y de sus viejos bonzos,
devaluados y olvidados?
Pero, ¿quién olvidará alguna vez a Hitler y a Mussolini?
Millones de nuestros muchachos murieron, tras una horrible odisea. ¿Qué ha sido,
allá, a lo lejos, de sus pobres tumbas?... Nuestras vidas, las de los supervivientes,
fueron zarandeadas, destrozadas, definitivamente eliminadas. Pero los fascismos,
para los que nosotros vivimos, modelaron nuestra época para siempre. En nuestra
desgracia, no deja de ser esto nuestro gran consuelo.
El telón de la Historia puede caer sobre Hitler y Mussolini, como cayó sobre
Napoleón.
Los enanos ya no podrán ganar nada
Última edición por Sr.Opos; 14/12/2016 a las 22:56
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ForoParalelo: Miembro
empezaste muy bien, pero vaya puto tocho
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ForoParalelo: Miembro
Me ha llevado su tiempo leerlo y me ha gustado, me ha parecido interesante.
Si los Americanos no se hubiesen metido...otro gallo cantaría...
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PacharanFans
empezaste muy bien, pero vaya puto tocho
es de Leon Degrelle iba a ponerlo bien, en justificado pero paso tardo mucho, nadie lo va a leeer
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Miembro sobresaliente.
Pillo sitio para leer luego.
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Sr.Opos
es de Leon Degrelle iba a ponerlo bien, en justificado pero paso tardo mucho, nadie lo va a leeer
entonces habra que echarle un ojo, pense que era de otra fuente
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PacharanFans
entonces habra que echarle un ojo, pense que era de otra fuente
si te interesa el tema cree un hilo con libros NS
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Forera de calidad
Nada de esto pasaría, todos fueran serios y disciplinados.
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𝔞𝔯𝑘𝔞𝔫
Tardo o temprano la judiada hubiese ganado
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El hijo de todo dios
pues que habría roto el orden natural de la historia europea "reciente"
Me gusta mucho una cita de churchill sobre este tema, resume bien lo que ha pasado en Europa los ultimos siglos en relacion a los imperialismos, cada vez que alguien intentaba afianzar el suyo, se le tiraban 20 al cuello
Desde hace cuatrocientos años, la política de Inglaterra ha consistido en oponerse a la más fuerte de las potencias continentales. Nunca le importó cual fuera esa potencia: le bastaba con que pareciese querer dominar. Por tanto, no tengamos miedo ahora a que nos acusen de ser profranceses o antialemanes. Si las circunstancias cambiaran, seríamos proalemanes y antifranceses. La cuestión que hoy se nos plantea consiste en saber cuál es la potencia europea más fuerte, la que intenta dominar
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Iniciado por
Lana77
Nada de esto pasaría, todos fueran serios y disciplinados.
nada pasaria de que?
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Forera de calidad
Iniciado por
Sr.Opos
nada pasaria de que?
Tú no estarías perdiendo el tiempo aquí, comentando y viendo porno.
Estarías en una fabrica produciendo para hacer prospero a tu país
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Sólo queda el espíritu
Un mundo sin gitanos ni judíos
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Manipuleitor de Hasbara
nombras a otros conquistadores los cuales fueron genios. Hitler era un enfermo sadico y loco, no destacaba en nada, los otros eran genios militares politicos filosofos...y Usa no podria haber sido derrotada, su industria y marina podian incluso contra toda europa y habria terminado en guerra nuclear y ahi de nuevo la locura de Hitler daria la victoria a Usa ya que expulso a los mejores cientificos del mundo que fueron a Usa
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Señor de los KV
nombras a otros conquistadores los cuales fueron genios. Hitler era un enfermo sadico y loco, no destacaba en nada, los otros eran genios militares politicos filosofos...y Usa no podria haber sido derrotada, su industria y marina podian incluso contra toda europa y habria terminado en guerra nuclear y ahi de nuevo la locura de Hitler daria la victoria a Usa ya que expulso a los mejores cientificos del mundo que fueron a Usa
para unos un loco, para otros un sadico pero tambien tenia cosas de genio y debes admitirlo. Sino no se hubiera ganado la fama que se gano etc
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Manipuleitor de Hasbara
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Sr.Opos
para unos un loco, para otros un sadico pero tambien tenia cosas de genio y debes admitirlo. Sino no se hubiera ganado la fama que se gano etc
dime que tenia de genio. Goebbels era mejor en discursos que el. el era un populista sin mas discurso que atacar al cabeza de turco de turno y decir constante la culpa es de ellos. en que era un genio?
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ForoParalelo: Miembro
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Señor de los KV
dime que tenia de genio. Goebbels era mejor en discursos que el. el era un populista sin mas discurso que atacar al cabeza de turco de turno y decir constante la culpa es de ellos. en que era un genio?
Sin el no se hubiera creado nada en si...eso ya es para denominarlo genio.
pd: Creo "Mi lucha" que fue libro a seguir por el NS
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Manipuleitor de Hasbara
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Sr.Opos
Sin el no se hubiera creado nada en si...eso ya es para denominarlo genio.
pd: Creo "Mi lucha" que fue libro a seguir por el NS
sigues sin decirme en que fue un genio. sin Ernst Rohm no habria llegado a nada, las SA fueron vitales y casi se las carga con el estupido golpe de estado en Munich y encima luego mato a Rohm
un libro, que tuvieron que inflarle las estadisticas porque no se vendia
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ForoParalelo: Miembro
Iniciado por
Señor de los KV
sigues sin decirme en que fue un genio. sin Ernst Rohm no habria llegado a nada, las SA fueron vitales y casi se las carga con el estupido golpe de estado en Munich y encima luego mato a Rohm
un libro, que tuvieron que inflarle las estadisticas porque no se vendia
joer tampco digas que no se vendia
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★★★★★
@Sr.Opos La ostia tio, si empiezo a leerme ese tocho ahora (que de hecho he empezado hasta que me he fijado en el tamaño de la barra) acabo mañana para la hora de comer
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Manipuleitor de Hasbara
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Sr.Opos
joer tampco digas que no se vendia
alguien totalitario, que se nombra padre de la nacion...vamos dictador no hces lo que digo te mato, obviamente en cuanto llego al poder si se vendio, antes..nada de nada
sigo sin saber en que era genio..
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ayervilapuntademirabo
si hubiera ganado yo no estaría aqui
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ForoParalelo: Miembro
pues seria presidente como donald trump
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ForoParalelo: Miembro
El tocho se avisa al principio, que uno se cansa rapido Los parrafazos que he leido muy interesantes shur, lo has escirto tu?
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ForoParalelo: Miembro
Iniciado por
Sr.Opos
para unos un loco, para otros un sadico pero tambien tenia cosas de genio y debes admitirlo. Sino no se hubiera ganado la fama que se gano etc
se ganó la fama siendo un listillo, empezando desde los partidos de izquierda que apoyaban a la gente trabajadora, y eso solo lo hace un psicópata, nada de genio, simplemente era un manipulador muy listo que supo como llegar hasta ser eL Führer. Y enfin, no sé que pretendes sacar cosas buenas de alguien que era un puto asesino que iba encontra de toda la raza humana, parece ser que te falta un poco empatia como muchos de aqui. seguro que tambien te hubiera gustado que franco siguiera vivo.
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pohss te meto
Iniciado por
MrVoltio
Me ha llevado su tiempo leerlo y me ha gustado, me ha parecido interesante.
Si los Americanos no se hubiesen metido...otro gallo cantaría...
solo queda añadir a esto que si hubiese tomado moscu y se hubiera hecho con el maquinaria militar e industrial rusa ,ni siquiera eeuu habria podido hacer nada por que estaba tambien al limite de sus posibilidades
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ForoParalelo: Miembro
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KingCube
@
Sr.Opos La ostia tio, si empiezo a leerme ese tocho ahora (que de hecho he empezado hasta que me he fijado en el tamaño de la barra) acabo mañana para la hora de comer
joder pero sigue ve poco a poco
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ForoParalelo: Miembro
Iniciado por
marck
El tocho se avisa al principio, que uno se cansa rapido
Los parrafazos que he leido muy interesantes shur, lo has escirto tu?
Leon Degrelle
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