Tema serio Tu amor, su puta.

  1. #1
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    Tu amor, su puta.

    El matrimonio y la fidelidad limitan el acceso a la mujer a aquellos cuyo apetito es naturalmente insaciable. La constitución de este antedicho sacramento, así como la moralidad implícita que conlleva, y que se extiende a esferas relativas, vino dada por la necesidad de preservar el orden social. La naturaleza dispar de las tendencias sexuales masculinas y femeninas, poligamia frente a hipergamia, conducía irremisiblemente a la formación de harenes y a una masa importante de hombres insatisfechos que, en su desesperación, se batían y atentaban contra la integridad física de sus competidores, amenazando la extinción del constructo colectivo, y causando periódicas crisis de legitimidad; pues el sujeto plenamente frustrado ha perdido todo y es, salvo prodigio, que parece estar alcanzándose plenamente sólo en esta era, ingobernable.


    En la cultura del serrallo por antonomasia, la musulmana, toda una elaboradísima fantasía de vírgenes como recompensa escatológica en favor de la sumisión plena en vida hubo de ser constituida para la efectiva doma del varón. Actualmente, sólo mediante el condicionamiento que se inicia en la infancia, donde se inculca que todo lo masculino es ridículo, primitivo y tóxico; la pornografía y la relación subrogada y virtual, que se consigue emular mediante ciertos artículos de consumo cultural, es posible aplacar el ímpetu masculino, y postergarlo a un rincón en que no resulte particularmente amenazante para la élite*.


    Dada pues la existencia innegable de próceres, destacados en aptitudes bien de dominio de las naciones, bien mercantiles, intelectuales o incluso artísticas; esto es, de individuos preclaros, con mentes desarrolladas y suficiente poder y talento como para crear un sistema, o al menos dirigirlo y modificarlo, según sea preciso; y la naturaleza consabida del hombre**: polígama, es razonable el creer que nada acontece que, en su conjunto, se oponga enteramente a la realización de sus intereses, al menos cuando mayoritariamente homogéneos, como es en el caso de lo tocante a lo sexual.


    Establecido todo lo anterior: Primero, ¿qué mayor óbice en la persecución por los placeres de la carne podría existir para aquel cuyas posesiones, aptitudes y posición le hacían, al menos en su opinión, merecedor de la atención femenina, en grado prácticamente ilimitado, que el de una moralidad impuesta para refrenar y distribuir los apetitos de la femineidad? Segundo, ¿qué peligro asimismo debía inspirarle un temor cerval más profundo que el de la liberación de las pulsiones del hombre y el desarrollo en éste de un entendimiento global de la situación?


    La impudicia desmesurada que se inculca y aplaude en la mujer, la procacidad a que se la incita desde todos los ámbitos en el marco de la doctrina denominada feminismo, la necesidad de trocar a cada mujer en meretriz deseosa de procurarse una enorme cantidad de vivencias o posesiones carentes de valor objetivo***, que sólo los más potentados pueden otorgar; el esfuerzo, en definitiva, por volverla más primitiva, menos dueña de sí, y más manipulable bajo las condiciones adecuadas, es realizado para que su desprecio por el hombre corriente, incluso si superior a ella, sea insalvable, y para que sus necesidades sólo puedan ser satisfechas por quienes poseen todo, por quienes dirigen la sociedad y por quienes usan como prostituta a la mujer, aun pagando el precio de dejarla rota por siempre cuando su carne se aja y surge una nueva que las reemplace en la orgía.

    El hombre, que, frustrado, ve que pese a mejorarse, salvo caso excepcional, dado el alto grado de inmovilismo social, a lo sumo se hace merecedor de algo muy inferior a lo que le se sería merecido**** y, a menudo, demasiado tarde, sólo tiene como salida entregarse al escapismo, ya que cualquier intento efectivo de cambiar su situación sería machista, tóxico e inaceptable.


    * Ha de ser tenido en cuenta que las élites han de estar constituidas por aquellos que tienen el poder, los medios, particularmente tecnológicos, si bien secundariamente monetarios, y la inteligencia, o la capacidad de reclutar inteligencia, y que la existencia de tal élite es constatable, cuanto menos en influencia sobre las corrientes de pensamiento mediante el control de los medios de comunicación y en potencial económico.


    ** Tomándose en consideración que los individuos más destacados son, por motivos en que no ahondaremos en esta ocasión, casi invariablemente varones.


    *** Viajes intrascendentes a playas a miles de kilómetros de distancia, que en poco se diferencian de las que tiene más próximas, una fama artificial y momentánea o alhajas y adornos que, incluso si caros, reportan nada a quien los luce.

    **** Los desechos, las mujeres insuficientemente atractivas, desequilibradas o demasiado viejas como para ser aceptadas en los círculos a los que su torcida y reeducada hipergamia las dirige.

  2. #2
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    El matrimonio y la fidelidad limitan el acceso a la mujer a aquellos cuyo apetito es naturalmente insaciable. La constitución de este antedicho sacramento, así como la moralidad implícita que conlleva, y que se extiende a esferas relativas, vino dada por la necesidad de preservar el orden social. La naturaleza dispar de las tendencias sexuales masculinas y femeninas, poligamia frente a hipergamia, conducía irremisiblemente a la formación de harenes y a una masa importante de hombres insatisfechos que, en su desesperación, se batían y atentaban contra la integridad física de sus competidores, amenazando la extinción del constructo colectivo, y causando periódicas crisis de legitimidad; pues el sujeto plenamente frustrado ha perdido todo y es, salvo prodigio, que parece estar alcanzándose plenamente sólo en esta era, ingobernable.


    En la cultura del serrallo por antonomasia, la musulmana, toda una elaboradísima fantasía de vírgenes como recompensa escatológica en favor de la sumisión plena en vida hubo de ser constituida para la efectiva doma del varón. Actualmente, sólo mediante el condicionamiento que se inicia en la infancia, donde se inculca que todo lo masculino es ridículo, primitivo y tóxico; la pornografía y la relación subrogada y virtual, que se consigue emular mediante ciertos artículos de consumo cultural, es posible aplacar el ímpetu masculino, y postergarlo a un rincón en que no resulte particularmente amenazante para la élite*.


    Dada pues la existencia innegable de próceres, destacados en aptitudes bien de dominio de las naciones, bien mercantiles, intelectuales o incluso artísticas; esto es, de individuos preclaros, con mentes desarrolladas y suficiente poder y talento como para crear un sistema, o al menos dirigirlo y modificarlo, según sea preciso; y la naturaleza consabida del hombre**: polígama, es razonable el creer que nada acontece que, en su conjunto, se oponga enteramente a la realización de sus intereses, al menos cuando mayoritariamente homogéneos, como es en el caso de lo tocante a lo sexual.


    Establecido todo lo anterior: Primero, ¿qué mayor óbice en la persecución por los placeres de la carne podría existir para aquel cuyas posesiones, aptitudes y posición le hacían, al menos en su opinión, merecedor de la atención femenina, en grado prácticamente ilimitado, que el de una moralidad impuesta para refrenar y distribuir los apetitos de la femineidad? Segundo, ¿qué peligro asimismo debía inspirarle un temor cerval más profundo que el de la liberación de las pulsiones del hombre y el desarrollo en éste de un entendimiento global de la situación?


    La impudicia desmesurada que se inculca y aplaude en la mujer, la procacidad a que se la incita desde todos los ámbitos en el marco de la doctrina denominada feminismo, la necesidad de trocar a cada mujer en meretriz deseosa de procurarse una enorme cantidad de vivencias o posesiones carentes de valor objetivo***, que sólo los más potentados pueden otorgar; el esfuerzo, en definitiva, por volverla más primitiva, menos dueña de sí, y más manipulable bajo las condiciones adecuadas, es realizado para que su desprecio por el hombre corriente, incluso si superior a ella, sea insalvable, y para que sus necesidades sólo puedan ser satisfechas por quienes poseen todo, por quienes dirigen la sociedad y por quienes usan como prostituta a la mujer, aun pagando el precio de dejarla rota por siempre cuando su carne se aja y surge una nueva que las reemplace en la orgía.

    El hombre, que, frustrado, ve que pese a mejorarse, salvo caso excepcional, dado el alto grado de inmovilismo social, a lo sumo se hace merecedor de algo muy inferior a lo que le se sería merecido**** y, a menudo, demasiado tarde, sólo tiene como salida entregarse al escapismo, ya que cualquier intento efectivo de cambiar su situación sería machista, tóxico e inaceptable.


    * Ha de ser tenido en cuenta que las élites han de estar constituidas por aquellos que tienen el poder, los medios, particularmente tecnológicos, si bien secundariamente monetarios, y la inteligencia, o la capacidad de reclutar inteligencia, y que la existencia de tal élite es constatable, cuanto menos en influencia sobre las corrientes de pensamiento mediante el control de los medios de comunicación y en potencial económico.


    ** Tomándose en consideración que los individuos más destacados son, por motivos en que no ahondaremos en esta ocasión, casi invariablemente varones.


    *** Viajes intrascendentes a playas a miles de kilómetros de distancia, que en poco se diferencian de las que tiene más próximas, una fama artificial y momentánea o alhajas y adornos que, incluso si caros, reportan nada a quien los luce.

    **** Los desechos, las mujeres insuficientemente atractivas, desequilibradas o demasiado viejas como para ser aceptadas en los círculos a los que su torcida y reeducada hipergamia las dirige

  3. #3
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    En la cultura del serrallo por antonomasia, la musulmana, toda una elaboradísima fantasía de vírgenes como recompensa escatológica en favor de la sumisión plena en vida hubo de ser constituida para la efectiva doma del varón. Actualmente, sólo mediante el condicionamiento que se inicia en la infancia, donde se inculca que todo lo masculino es ridículo, primitivo y tóxico; la pornografía y la relación subrogada y virtual, que se consigue emular mediante ciertos artículos de consumo cultural, es posible aplacar el ímpetu masculino, y postergarlo a un rincón en que no resulte particularmente amenazante para la élite*.


    Dada pues la existencia innegable de próceres, destacados en aptitudes bien de dominio de las naciones, bien mercantiles, intelectuales o incluso artísticas; esto es, de individuos preclaros, con mentes desarrolladas y suficiente poder y talento como para crear un sistema, o al menos dirigirlo y modificarlo, según sea preciso; y la naturaleza consabida del hombre**: polígama, es razonable el creer que nada acontece que, en su conjunto, se oponga enteramente a la realización de sus intereses, al menos cuando mayoritariamente homogéneos, como es en el caso de lo tocante a lo sexual.


    Establecido todo lo anterior: Primero, ¿qué mayor óbice en la persecución por los placeres de la carne podría existir para aquel cuyas posesiones, aptitudes y posición le hacían, al menos en su opinión, merecedor de la atención femenina, en grado prácticamente ilimitado, que el de una moralidad impuesta para refrenar y distribuir los apetitos de la femineidad? Segundo, ¿qué peligro asimismo debía inspirarle un temor cerval más profundo que el de la liberación de las pulsiones del hombre y el desarrollo en éste de un entendimiento global de la situación?


    La impudicia desmesurada que se inculca y aplaude en la mujer, la procacidad a que se la incita desde todos los ámbitos en el marco de la doctrina denominada feminismo, la necesidad de trocar a cada mujer en meretriz deseosa de procurarse una enorme cantidad de vivencias o posesiones carentes de valor objetivo***, que sólo los más potentados pueden otorgar; el esfuerzo, en definitiva, por volverla más primitiva, menos dueña de sí, y más manipulable bajo las condiciones adecuadas, es realizado para que su desprecio por el hombre corriente, incluso si superior a ella, sea insalvable, y para que sus necesidades sólo puedan ser satisfechas por quienes poseen todo, por quienes dirigen la sociedad y por quienes usan como prostituta a la mujer, aun pagando el precio de dejarla rota por siempre cuando su carne se aja y surge una nueva que las reemplace en la orgía.

    El hombre, que, frustrado, ve que pese a mejorarse, salvo caso excepcional, dado el alto grado de inmovilismo social, a lo sumo se hace merecedor de algo muy inferior a lo que le se sería merecido**** y, a menudo, demasiado tarde, sólo tiene como salida entregarse al escapismo, ya que cualquier intento efectivo de cambiar su situación sería machista, tóxico e inaceptable.


    * Ha de ser tenido en cuenta que las élites han de estar constituidas por aquellos que tienen el poder, los medios, particularmente tecnológicos, si bien secundariamente monetarios, y la inteligencia, o la capacidad de reclutar inteligencia, y que la existencia de tal élite es constatable, cuantmenos en influencia sobre las corrientes de pensamiento mediante el control de los medios de comunicación y en potencial económico.


    ** Tomándose en consideración que los individuos más destacados son, por motivos en que no ahondaremos en esta ocasión, casi invariablemente varones.


    *** Viajes intrascendentes a playas a miles de kilómetros de distancia, que en poco se diferencian de las que tiene más próximas, una fama artificial y momentánea o alhajas y adornos que, incluso si caros, reportan nada a quien los luce.

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  4. #4
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    En la cultura del serrallo por antonomasia, la musulmana, toda una elaboradísima fantasía de vírgenes como recompensa escatológica en favor de la sumisión plena en vida hubo de ser constituida para la efectiva doma del varón. Actualmente, sólo mediante el condicionamiento que se inicia en la infancia, donde se inculca que todo lo masculino es ridículo, primitivo y tóxico; la pornografía y la relación subrogada y virtual, que se consigue emular mediante ciertos artículos de consumo cultural, es posible aplacar el ímpetu masculino, y postergarlo a un rincón en que no resulte particularmente amenazante para la élite*.


    Dada pues la existencia innegable de próceres, destacados en aptitudes bien de dominio de las naciones, bien mercantiles, intelectuales o incluso artísticas; esto es, de individuos preclaros, con mentes desarrolladas y suficiente poder y talento como para crear un sistema, o al menos dirigirlo y modificarlo, según sea preciso; y la naturaleza consabida del hombre**: polígama, es razonable el creer que nada acontece que, en su conjunto, se oponga enteramente a la realización de sus intereses, al menos cuando mayoritariamente homogéneos, como es en el caso de lo tocante a lo sexual.


    Establecido todo lo anterior: Primero, ¿qué mayor óbice en la persecución por los placeres de la carne podría existir para aquel cuyas posesiones, aptitudes y posición le hacían, al menos en su opinión, merecedor de la atención femenina, en grado prácticamente ilimitado, que el de una moralidad impuesta para refrenar y distribuir los apetitos de la femineidad? Segundo, ¿qué peligro asimismo debía inspirarle un temor cerval más profundo que el de la liberación de las pulsiones del hombre y el desarrollo en éste de un entendimiento global de la situación?


    La impudicia desmesurada que se inculca y aplaude en la mujer, la procacidad a que se la incita desde todos los ámbitos en el marco de la doctrina denominada feminismo, la necesidad de trocar a cada mujer en meretriz deseosa de procurarse una enorme cantidad de vivencias o posesiones carentes de valor objetivo***, que sólo los más potentados pueden otorgar; el esfuerzo, en definitiva, por volverla más primitiva, menos dueña de sí, y más manipulable bajo las condiciones adecuadas, es realizado para que su desprecio por el hombre corriente, incluso si superior a ella, sea insalvable, y para que sus necesidades sólo puedan ser satisfechas por quienes poseen todo, por quienes dirigen la sociedad y por quienes usan como prostituta a la mujer, aun pagando el precio de dejarla rota por siempre cuando su carne se aja y surge una nueva que las reemplace en la orgía.

    El hombre, que, frustrado, ve que pese a mejorarse, salvo caso excepcional, dado el alto grado de inmovilismo social, a lo sumo se hace merecedor de algo muy inferior a lo que le se sería merecido**** y, a menudo, demasiado tarde, sólo tiene como salida entregarse al escapismo, ya que cualquier intento efectivo de cambiar su situación sería machista, tóxico e inaceptable.


    * Ha de ser tenido en cuenta que las élites han de estar constituidas por aquellos que tienen el poder, los medios, particularmente tecnológicos, si bien secundariamente monetarios, y la inteligencia, o la capacidad de reclutar inteligencia, y que la existencia de tal élite es constatable, cuanto menos en influencia sobre las corrientes de pensamiento mediante el control de los medios de comunicación y en potencial económico.


    ** Tomándose en consideración que los individuos más destacados son, por motivos en que no ahondaremos en esta ocasión, casi invariablemente varones.


    *** Viajes intrascendentes a playas a miles de kilómetros de distancia, que en poco se diferencian de las que tiene más próximas, una fama artificial y momentánea o alhajas y adornos que, incluso si caros, reportan nada a quien los luce.

    **** Los desechos, las mujeres insuficientemente atractvas, desequilibradas o demasiado viejas como para ser aceptadas en los círculos a los que su torcida y reeducada hipergamia las dirige

  5. #5
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    ELÍAS ya había contemplado antes maravillas: cuervos que le llevaron comida dos veces al día a su escondite, dos recipientes cuyo contenido de harina y aceite no se agotó durante una larga hambruna e incluso fuego que cayó del cielo en respuesta a su oración (1 Reyes, capítulos 17, 18). Con todo, nunca había visto nada semejante.

    2 Acurrucado a la entrada de una cueva del monte Horeb, presenció una serie de sucesos espectaculares. Primero, un vendaval que debió de hacer un ruido ensordecedor, porque era tan fuerte que partía montañas y quebraba peñascos. Luego, un terremoto que liberó extraordinarias fuerzas de la corteza terrestre. Finalmente, un fuego que cundió por la región, por lo que Elías tuvo que sentir el sofocante calor (1 Reyes 19:8-12).

    “¡Mire!, Jehová iba pasando”

    3. ¿De qué atributo divino vio demostraciones Elías, y dónde más lo hallamos evidenciado?

    3 Aquellos acontecimientos que vivió Elías tenían un denominador común: eran demostraciones del enorme poder de Jehová. Claro, no es preciso ser testigo de un milagro para comprender que él posee esta cualidad, pues es claramente manifiesta. La Biblia nos indica que la creación da prueba de su “poder sempiterno y Divinidad” (Romanos 1:20). No hay más que pensar en los cegadores relámpagos y resonantes truenos, la magnificencia de una imponente catarata o la sobrecogedora inmensidad de un cielo estrellado. ¿No percibimos en todo ello la fortaleza divina? Sin embargo, en el mundo actual son pocos quienes disciernen este atributo de Dios, y muchos menos quienes saben con exactitud en qué consiste. Si logramos entenderlo, tendremos múltiples razones para acercarnos a él. Por consiguiente, en esta sección efectuaremos un estudio detallado de su incomparable poder.

    Atributo esencial de Jehová
    4, 5. a) ¿Qué relación existe entre el nombre de Dios y Su poderío? b) ¿Por qué es adecuado que Jehová eligiera al toro como símbolo de su poder?

    4 El Altísimo es inigualable en potencia. Jeremías 10:6 dice: “De ninguna manera hay alguien semejante a ti, oh Jehová. Tú eres grande, y tu nombre es grande en poderío”. Observemos que el poderío se relaciona con el nombre Jehová, el cual, como recordamos, al parecer significa “Él Hace que Llegue a Ser”. ¿Qué permite a Dios crear lo que él desea y llegar a ser lo que él decide? Principalmente, su poder. En efecto, su capacidad de actuar, de realizar su voluntad, es infinita y constituye uno de sus atributos esenciales.

    5 Dado que nos resulta imposible comprender cabalmente la magnitud de su poder, Jehová ilustra esta cualidad de diversas maneras. Por ejemplo, ya hemos mencionado que simboliza esta cualidad con el toro (Ezequiel 1:4-10). Y es una elección idónea, pues aunque esté domesticado, este animal sigue siendo grande y fuerte. Quienes vivieron en la Palestina de tiempos bíblicos rara vez, si acaso alguna, se enfrentaron a criatura más vigorosa. Pero sí conocían una especie más intimidante, el toro salvaje, o uro, que hoy se encuentra extinto (Job 39:9-12). El emperador romano Julio César indicó que era de talla algo menor que la del elefante. “Grande es su fuerza y velocidad”, escribió. Imaginémonos qué pequeños y débiles nos sentiríamos ante tal criatura.

    6. ¿Por qué le corresponde solo a Jehová la designación “el Todopoderoso”?

    6 De igual modo, los hombres son seres minúsculos e impotentes en comparación con el Dios de poder, Jehová, a cuyos ojos, hasta las grandes naciones son comparables a polvo sobre una balanza (Isaías 40:15). A diferencia de sus criaturas, él tiene poder infinito, y por ello recibe en exclusiva la designación “el Todopoderoso” (Revelación [Apocalipsis] 15:3). * Es “vigoroso en poder” y posee “abundancia de energía dinámica” (Isaías 40:26). Constituye la fuente inagotable de poder y no depende de nada externo para obtener energía, pues “la fuerza pertenece a Dios” (Salmo 62:11). Ahora bien, ¿de qué medios se vale para ejercerla?

    Cómo ejerce Jehová su poder
    7. ¿Qué es el espíritu santo de Jehová, y qué idea transmiten los términos originales empleados en las Escrituras?

    7 De Jehová brota un incesante caudal de espíritu santo, es decir, de poder divino en acción, o, como lo llama Génesis 1:2, de “fuerza activa”. Los vocablos bíblicos (en griego y hebreo) que se traducen por “espíritu” pueden verterse en otros contextos “viento”, “ráfaga”, “soplo” y “aliento”. Según los lexicógrafos, estos términos originales transmiten la idea de una fuerza dinámica invisible. El espíritu santo, igual que el aire en movimiento, escapa al ojo humano, pero sus efectos son reales y perceptibles.

    8. ¿Qué designaciones simbólicas se emplean en la Biblia para referirse al espíritu de Dios, y por qué son adecuadas?

    8 El espíritu santo es aplicable a un sinnúmero de cometidos, y Jehová lo usa para realizar todos sus propósitos. De ahí que la Biblia lo llame simbólicamente su “dedo”, “mano fuerte” o “brazo extendido” (Lucas 11:20; Deuteronomio 5:15; Salmo 8:3). Tal como empleamos la mano para realizar una amplia gama de tareas que requieren diversos grados de fuerza o de delicadeza, Dios utiliza su espíritu para lograr cualquier objetivo, sea crear el infinitesimal átomo, dividir el mar Rojo o facultar milagrosamente a los cristianos del siglo primero para hablar en lenguas extranjeras.

  6. #6
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    En la cultura del serrallo por antonomasia, la musulmana, toda una elaboradísima fantasía de vírgenes como recompensa escatológica en favor de la sumisión plena en vida hubo de ser constituida para la efectiva doma del varón. Actualmente, sólo mediante el condicionamiento que se inicia en la infancia, donde se inculca que todo lo masculino es ridículo, primitivo y tóxico; la pornografía y la relación subrogada y virtual, que se consigue emular mediante ciertos artículos de consumo cultural, es posible aplacar el ímpetu masculino, y postergarlo a un rincón en que no resulte particularmente amenazante para la élite*.


    Dada pues la existencia innegable de próceres, destacados en aptitudes bien de dominio de las naciones, bien mercantiles, intelectuales o incluso artísticas; esto es, de individuos preclaros, con mentes desarrolladas y suficiente poder y talento como para crear un sistema, o al menos dirigirlo y modificarlo, según sea preciso; y la naturaleza consabida del hombre**: polígama, es razonable el creer que nada acontece que, en su conjunto, se oponga enteramente a la realización de sus intereses, al menos cuando mayoritariamente homogéneos, como es en el caso de lo tocante a lo sexual.


    Establecido todo lo anterior: Primero, ¿qué mayor óbice en la persecución por los placeres de la carne podría existir para aquel cuyas posesiones, aptitudes y posición le hacían, al menos en su opinión, merecedor de la atención femenina, en grado prácticamente ilimitado, que el de una moralidad impuesta para refrenar y distribuir los apetitos de la femineidad? Segundo, ¿qué peligro asimismo debía inspirarle un temor cerval más profundo que el de la liberación de las pulsiones del hombre y el desarrollo en éste de un entendimiento global de la situación?


    La impudicia desmesurada que se inculca y aplaude en la mujer, la procacidad a que se la incita desde todos los ámbitos en el marco de la doctrina denominada feminismo, la necesidad de trocar a cada mujer en meretriz deseosa de procurarse una enorme cantidad de vivencias o posesiones carentes de valor objetivo***, que sólo los más potentados pueden otorgar; el esfuerzo, en definitiva, por volverla más primitiva, menos dueña de sí, y más manipulable bajo las condiciones adecuadas, es realizado para que su desprecio por el hombre corriente, incluso si superior a ella, sea insalvable, y para que sus necesidades sólo puedan ser satisfechas por quienes poseen todo, por quienes dirigen la sociedad y por quienes usan como prostituta a la mujer, aun pagando el precio de dejarla rota por siempre cuando su carne se aja y surge una nueva que las reemplace en la orgía.

    El hombre, que, frustrado, ve que pese a mejorarse, salvo caso excepcional, dado el alto grado de inmovilismo social, a lo sumo se hace merecedor de algo muy inferior a lo que le se sería merecido**** y, a menudo, demasiado tarde, sólo tiene como salida entregarse al escapismo, ya que cualquier intento efectivo de cambiar su situación sería machista, tóxico e inaceptable.


    * Ha de ser tenido en cuenta que las élites han de estar constituidas por aquellos que tienen el poder, los medios, particularmente tecnológicos, si bien secundariamente monetarios, y la inteligencia, o la capacidad de reclutar inteligencia, y que la existencia de tal élite es constatable, cuanto menos en influencia sobre las corrientes de pensamiento mediante el control de los medios de comunicación y en potencial económico.


    ** Tomándose en consideración que los individuos más destacados son, por motivos en que no ahondaremos en esta ocasión, casi invariablemente varones.


    *** Viajes intrascendentes a playas a miles de kilómetros de distancia, que en poco se diferencian de las que tiene más próximas, una fama artificial y momentánea o alhajas y adornos que, incluso si caros, reportan nada a quien los luce.

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    Todo un bests sellyer

  7. #7
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    Todo un bests sellyer
    Vas sin flood.

  8. #8
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  9. #9
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    Ya son seis más de las que merezco.

  10. #10
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    Vas sin flood.
    A ver Tron...
    Si lo paso tooo rápido algo se me queda...
    Es que leerlo a PELO solo lo hace el forero
    Naucho virales.

  11. #11
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    mi puta, mi amor


  12. #12
    ︻┳═ 一︻╦̵̵͇̿̿̿̿╤──dҾறଇnㄅ 天上 Avatar de GolpeCelestialXV
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    Tú puta madre jisus

  13. #13
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    Solo lei hasta: El matrimonio y la fidelidad: y eso ya es mentira

  14. #14
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    yo vi tocho y sali corriendo

  15. #15
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    Solo lei hasta: El matrimonio y la fidelidad: y eso ya es mentira
    ¿Qué es mentira exactamente? ¿Que existan o hayan existido?

  16. #16
    ForoParalelo: Miembro Avatar de Djtheo
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    El matrimonio y la fidelidad:

  17. #17
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    El matrimonio y la fidelidad limitan el acceso a la mujer a aquellos cuyo apetito es naturalmente insaciable. La constitución de este antedicho sacramento, así como la moralidad implícita que conlleva, y que se extiende a esferas relativas, vino dada por la necesidad de preservar el orden social. La naturaleza dispar de las tendencias sexuales masculinas y femeninas, poligamia frente a hipergamia, conducía irremisiblemente a la formación de harenes y a una masa importante de hombres insatisfechos que, en su desesperación, se batían y atentaban contra la integridad física de sus competidores, amenazando la extinción del constructo colectivo, y causando periódicas crisis de legitimidad; pues el sujeto plenamente frustrado ha perdido todo y es, salvo prodigio, que parece estar alcanzándose plenamente sólo en esta era, ingobernable.


    En la cultura del serrallo por antonomasia, la musulmana, toda una elaboradísima fantasía de vírgenes como recompensa escatológica en favor de la sumisión plena en vida hubo de ser constituida para la efectiva doma del varón. Actualmente, sólo mediante el condicionamiento que se inicia en la infancia, donde se inculca que todo lo masculino es ridículo, primitivo y tóxico; la pornografía y la relación subrogada y virtual, que se consigue emular mediante ciertos artículos de consumo cultural, es posible aplacar el ímpetu masculino, y postergarlo a un rincón en que no resulte particularmente amenazante para la élite*.


    Dada pues la existencia innegable de próceres, destacados en aptitudes bien de dominio de las naciones, bien mercantiles, intelectuales o incluso artísticas; esto es, de individuos preclaros, con mentes desarrolladas y suficiente poder y talento como para crear un sistema, o al menos dirigirlo y modificarlo, según sea preciso; y la naturaleza consabida del hombre**: polígama, es razonable el creer que nada acontece que, en su conjunto, se oponga enteramente a la realización de sus intereses, al menos cuando mayoritariamente homogéneos, como es en el caso de lo tocante a lo sexual.


    Establecido todo lo anterior: Primero, ¿qué mayor óbice en la persecución por los placeres de la carne podría existir para aquel cuyas posesiones, aptitudes y posición le hacían, al menos en su opinión, merecedor de la atención femenina, en grado prácticamente ilimitado, que el de una moralidad impuesta para refrenar y distribuir los apetitos de la femineidad? Segundo, ¿qué peligro asimismo debía inspirarle un temor cerval más profundo que el de la liberación de las pulsiones del hombre y el desarrollo en éste de un entendimiento global de la situación?


    La impudicia desmesurada que se inculca y aplaude en la mujer, la procacidad a que se la incita desde todos los ámbitos en el marco de la doctrina denominada feminismo, la necesidad de trocar a cada mujer en meretriz deseosa de procurarse una enorme cantidad de vivencias o posesiones carentes de valor objetivo***, que sólo los más potentados pueden otorgar; el esfuerzo, en definitiva, por volverla más primitiva, menos dueña de sí, y más manipulable bajo las condiciones adecuadas, es realizado para que su desprecio por el hombre corriente, incluso si superior a ella, sea insalvable, y para que sus necesidades sólo puedan ser satisfechas por quienes poseen todo, por quienes dirigen la sociedad y por quienes usan como prostituta a la mujer, aun pagando el precio de dejarla rota por siempre cuando su carne se aja y surge una nueva que las reemplace en la orgía.

    El hombre, que, frustrado, ve que pese a mejorarse, salvo caso excepcional, dado el alto grado de inmovilismo social, a lo sumo se hace merecedor de algo muy inferior a lo que le se sería merecido**** y, a menudo, demasiado tarde, sólo tiene como salida entregarse al escapismo, ya que cualquier intento efectivo de cambiar su situación sería machista, tóxico e inaceptable.


    * Ha de ser tenido en cuenta que las élites han de estar constituidas por aquellos que tienen el poder, los medios, particularmente tecnológicos, si bien secundariamente monetarios, y la inteligencia, o la capacidad de reclutar inteligencia, y que la existencia de tal élite es constatable, cuanto menos en influencia sobre las corrientes de pensamiento mediante el control de los medios de comunicación y en potencial económico.


    ** Tomándose en consideración que los individuos más destacados son, por motivos en que no ahondaremos en esta ocasión, casi invariablemente varones.


    *** Viajes intrascendentes a playas a miles de kilómetros de distancia, que en poco se diferencian de las que tiene más próximas, una fama artificial y momentánea o alhajas y adornos que, incluso si caros, reportan nada a quien los luce.

    **** Los desechos, las mujeres insuficientemente atractivas, desequilibradas o demasiado viejas como para ser aceptadas en los círculos a los que su torcida y reeducada hipergamia las dirige

  18. #18
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    joder que pereza me dan leer estos tochos, y eso que soy de leer pero es ver uno aquí y no aguantar.

  19. #19
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    joder que pereza me dan leer estos tochos, y eso que soy de leer pero es ver uno aquí y no aguantar.
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  20. #20
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    1Carga de Nínive. Libro de la visión de Nahúm de Elcos.

    2Dios celoso y vengador es el SEÑOR; vengador es el SEÑOR, y Señor de ira; el SEÑOR, que se venga de sus adversarios, y que guarda su enojo para con sus enemigos.

    3El SEÑOR es tardo para la ira, y grande en poder, y no tendrá al culpado por inocente. El SEÑOR cuyo camino es en tempestad y turbión, y las nubes son el polvo de sus pies.

    4El reprende al mar, y lo hace secar, y hace secar todos los ríos; Basán fue destruido, y el Carmelo, y la flor del Líbano fue destruida.

    5Los montes tiemblan de él, y los collados se deslíen; y la tierra se abrasa delante de su presencia, y el mundo, y todos los que en él habitan.

    6¿Quién permanecerá delante de su ira? ¿Y quién quedará en pie en el furor de su enojo? Su ira se derrama como fuego, y las peñas se rompen por él.

    7Bueno es el SEÑOR para fortaleza en el día de la angustia; y conoce a los que en él confían.

    8Mas con inundación pasante hará consumación de su lugar, y tinieblas perseguirán a sus enemigos.

    9¿Qué pensáis contra el SEÑOR? El hace consumación; no se levantará dos veces la tribulación.

    10Porque como espinas entretejidas, mientras se embriagarán los borrachos, serán consumidos del fuego, como las estopas llenas de sequedad.

    11De ti salió el que pensó mal contra el SEÑOR, un consejero de Belial.

    12Así dijo el SEÑOR: Aunque más reposo tengan, y sean tantos, así serán talados, y él pasará. Bien que te he afligido, no más te afligiré.

    13Porque ahora quebraré su yugo de sobre ti, y romperé tus coyundas.

    14Mas acerca de ti mandará el SEÑOR, que nunca más sea sembrado alguno de tu nombre: de la casa de tu dios talaré escultura y estatua de fundición, la haré tu sepulcro; porque fuiste vil.

    15He aquí sobre los montes están ya los pies del que trae buenas nuevas, del que pregona la paz. Celebra, oh Judá, tus fiestas, cumple tus votos: porque Belial nunca más pasará por ti; él fue talado del todo.

  21. #21
    ForoParalelo: Miembro Avatar de mrpepetin
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    joder que pereza me dan leer estos tochos, y eso que soy de leer pero es ver uno aquí y no aguantar.
    CAPÍTULO PRIMERO

    Que trata de la condición y ejercicio del famoso y valiente hidalgoI don Quijote de la Mancha1
    En un lugar de la Mancha2, de cuyo nombre no quiero acordarme3, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor4. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches5, duelos y quebrantos los sábados6, lantejas los viernes7, algún palomino de añadidura los domingos8, consumían las tres partes de su hacienda9. El resto della concluían sayo de velarte10, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo11, y los días de entresemana se honraba con su vellorí de lo más fino12. Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera13. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años14. Era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro15, gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que tenía el sobrenombre de «Quijada», o «Quesada», que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben, aunque por conjeturas verisímilesII se deja entender que se llamaba «Quijana»III, 16. Pero esto importa poco a nuestro cuento: basta que en la narración dél no se salga un punto de la verdad.

    Es, pues, de saber que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso —que eran los más del año—, se daba a leer libros de caballerías, con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza y aun la administración de su hacienda; y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto17, que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura para comprar libros de caballerías en queIV leer18, y, así, llevó a su casa todos cuantos pudo haber dellos; y, de todos, ningunos le parecían tan bienV como los que compuso el famoso Feliciano de Silva19, porque la claridad de su prosa y aquellas entricadas razones suyas le parecían de perlas, y más cuando llegaba a leer aquellos requiebros y cartas de desafíos20, donde en muchas partes hallaba escrito: «La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura»21. Y también cuando leía: «Los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas os fortifican y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza...»22

    Con estas razones perdía el pobre caballero el juicio, y desvelábase por entenderlas y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara ni las entendiera el mesmo Aristóteles, si resucitara para solo ello. No estaba muy bien con las heridas que don Belianís daba y recebía, porque se imaginaba que, por grandes maestros que le hubiesen curado, no dejaría de tener el rostro y todo el cuerpo lleno de cicatrices y señales23. Pero, con todo, alababa en su autor aquel acabar su libro con la promesa de aquella inacabable aventura, y muchas veces le vino deseo de tomar la pluma y dalle fin al pie de la letra como allí se promete24; y sin duda alguna lo hiciera, y aun saliera con ello25, si otros mayores y continuos pensamientos no se lo estorbaran. Tuvo muchas veces competencia con el cura de su lugar —que era hombre docto, graduado en Cigüenza—26 sobre cuál había sido mejor caballero: Palmerín de Ingalaterra o Amadís de Gaula27; mas maese Nicolás, barbero del mesmo pueblo28, decía que ninguno llegaba al Caballero del Febo, y que si alguno se le podía comparar era don Galaor, hermano de Amadís de Gaula, porque tenía muy acomodada condición para todo, que no era caballero melindroso, ni tan llorón como su hermano, y que en lo de la valentía no le iba en zaga29.

    En resolución, él se enfrascó tanto en su letura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro30, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el celebro de manera que vino a perder el juicio31. Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros, así de encantamentos como de pendencias, batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles; y asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas soñadas invencionesVI que leía32, que para él no había otra historia más cierta en el mundo33. Decía él que el Cid Ruy Díaz había sido muy buen caballero, pero que no tenía que ver con el Caballero de la Ardiente Espada, que de solo un revés había partido por medio dos fieros y descomunales gigantes34. Mejor estaba con Bernardo del Carpio, porque en Roncesvalles había muerto a Roldán, el encantado35, valiéndose de la industria de Hércules, cuando ahogó a AnteoVII, el hijo de la Tierra, entre los brazos36. Decía mucho bien del gigante Morgante, porque, con ser de aquella generación gigantea, que todos son soberbios y descomedidos, él solo era afable y bien criado37. Pero, sobre todos, estaba bien con Reinaldos de Montalbán, y más cuando le veía salir de su castillo y robar cuantos topaba, y cuando en allende robó aquel ídolo de Mahoma que era todo de oro, según dice su historia38. Diera él, por dar una mano de coces al traidor de Galalón39, al ama que tenía, y aun a su sobrina de añadidura.

  22. #22
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  23. #23
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    CAPÍTULO PRIMERO

    Que trata de la condición y ejercicio del famoso y valiente hidalgoI don Quijote de la Mancha1
    En un lugar de la Mancha2, de cuyo nombre no quiero acordarme3, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor4. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches5, duelos y quebrantos los sábados6, lantejas los viernes7, algún palomino de añadidura los domingos8, consumían las tres partes de su hacienda9. El resto della concluían sayo de velarte10, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo11, y los días de entresemana se honraba con su vellorí de lo más fino12. Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera13. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años14. Era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro15, gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que tenía el sobrenombre de «Quijada», o «Quesada», que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben, aunque por conjeturas verisímilesII se deja entender que se llamaba «Quijana»III, 16. Pero esto importa poco a nuestro cuento: basta que en la narración dél no se salga un punto de la verdad.

    Es, pues, de saber que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso —que eran los más del año—, se daba a leer libros de caballerías, con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza y aun la administración de su hacienda; y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto17, que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura para comprar libros de caballerías en queIV leer18, y, así, llevó a su casa todos cuantos pudo haber dellos; y, de todos, ningunos le parecían tan bienV como los que compuso el famoso Feliciano de Silva19, porque la claridad de su prosa y aquellas entricadas razones suyas le parecían de perlas, y más cuando llegaba a leer aquellos requiebros y cartas de desafíos20, donde en muchas partes hallaba escrito: «La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura»21. Y también cuando leía: «Los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas os fortifican y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza...»22

    Con estas razones perdía el pobre caballero el juicio, y desvelábase por entenderlas y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara ni las entendiera el mesmo Aristóteles, si resucitara para solo ello. No estaba muy bien con las heridas que don Belianís daba y recebía, porque se imaginaba que, por grandes maestros que le hubiesen curado, no dejaría de tener el rostro y todo el cuerpo lleno de cicatrices y señales23. Pero, con todo, alababa en su autor aquel acabar su libro con la promesa de aquella inacabable aventura, y muchas veces le vino deseo de tomar la pluma y dalle fin al pie de la letra como allí se promete24; y sin duda alguna lo hiciera, y aun saliera con ello25, si otros mayores y continuos pensamientos no se lo estorbaran. Tuvo muchas veces competencia con el cura de su lugar —que era hombre docto, graduado en Cigüenza—26 sobre cuál había sido mejor caballero: Palmerín de Ingalaterra o Amadís de Gaula27; mas maese Nicolás, barbero del mesmo pueblo28, decía que ninguno llegaba al Caballero del Febo, y que si alguno se le podía comparar era don Galaor, hermano de Amadís de Gaula, porque tenía muy acomodada condición para todo, que no era caballero melindroso, ni tan llorón como su hermano, y que en lo de la valentía no le iba en zaga29.

    En resolución, él se enfrascó tanto en su letura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro30, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el celebro de manera que vino a perder el juicio31. Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros, así de encantamentos como de pendencias, batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles; y asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas soñadas invencionesVI que leía32, que para él no había otra historia más cierta en el mundo33. Decía él que el Cid Ruy Díaz había sido muy buen caballero, pero que no tenía que ver con el Caballero de la Ardiente Espada, que de solo un revés había partido por medio dos fieros y descomunales gigantes34. Mejor estaba con Bernardo del Carpio, porque en Roncesvalles había muerto a Roldán, el encantado35, valiéndose de la industria de Hércules, cuando ahogó a AnteoVII, el hijo de la Tierra, entre los brazos36. Decía mucho bien del gigante Morgante, porque, con ser de aquella generación gigantea, que todos son soberbios y descomedidos, él solo era afable y bien criado37. Pero, sobre todos, estaba bien con Reinaldos de Montalbán, y más cuando le veía salir de su castillo y robar cuantos topaba, y cuando en allende robó aquel ídolo de Mahoma que era todo de oro, según dice su historia38. Diera él, por dar una mano de coces al traidor de Galalón39, al ama que tenía, y aun a su sobrina de añadidura.
    sí.

  24. #24
    Shurlelo 100% Avatar de @Javiuncensored
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    Me sigues cayendo bien y dándome pena al mismo tiempo.

  25. #25
    ForoParalelo: Miembro Avatar de MolinilloIrlandes
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    Que trata de la condición y ejercicio del famoso y valiente hidalgoI don Quijote de la Mancha1
    En un lugar de la Mancha2, de cuyo nombre no quiero acordarme3, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor4. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches5, duelos y quebrantos los sábados6, lantejas los viernes7, algún palomino de añadidura los domingos8, consumían las tres partes de su hacienda9. El resto della concluían sayo de velarte10, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo11, y los días de entresemana se honraba con su vellorí de lo más fino12. Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera13. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años14. Era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro15, gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que tenía el sobrenombre de «Quijada», o «Quesada», que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben, aunque por conjeturas verisímilesII se deja entender que se llamaba «Quijana»III, 16. Pero esto importa poco a nuestro cuento: basta que en la narración dél no se salga un punto de la verdad.

    Es, pues, de saber que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso —que eran los más del año—, se daba a leer libros de caballerías, con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza y aun la administración de su hacienda; y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto17, que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura para comprar libros de caballerías en queIV leer18, y, así, llevó a su casa todos cuantos pudo haber dellos; y, de todos, ningunos le parecían tan bienV como los que compuso el famoso Feliciano de Silva19, porque la claridad de su prosa y aquellas entricadas razones suyas le parecían de perlas, y más cuando llegaba a leer aquellos requiebros y cartas de desafíos20, donde en muchas partes hallaba escrito: «La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura»21. Y también cuando leía: «Los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas os fortifican y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza...»22

    Con estas razones perdía el pobre caballero el juicio, y desvelábase por entenderlas y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara ni las entendiera el mesmo Aristóteles, si resucitara para solo ello. No estaba muy bien con las heridas que don Belianís daba y recebía, porque se imaginaba que, por grandes maestros que le hubiesen curado, no dejaría de tener el rostro y todo el cuerpo lleno de cicatrices y señales23. Pero, con todo, alababa en su autor aquel acabar su libro con la promesa de aquella inacabable aventura, y muchas veces le vino deseo de tomar la pluma y dalle fin al pie de la letra como allí se promete24; y sin duda alguna lo hiciera, y aun saliera con ello25, si otros mayores y continuos pensamientos no se lo estorbaran. Tuvo muchas veces competencia con el cura de su lugar —que era hombre docto, graduado en Cigüenza—26 sobre cuál había sido mejor caballero: Palmerín de Ingalaterra o Amadís de Gaula27; mas maese Nicolás, barbero del mesmo pueblo28, decía que ninguno llegaba al Caballero del Febo, y que si alguno se le podía comparar era don Galaor, hermano de Amadís de Gaula, porque tenía muy acomodada condición para todo, que no era caballero melindroso, ni tan llorón como su hermano, y que en lo de la valentía no le iba en zaga29.

    En resolución, él se enfrascó tanto en su letura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro30, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el celebro de manera que vino a perder el juicio31. Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros, así de encantamentos como de pendencias, batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles; y asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas soñadas invencionesVI que leía32, que para él no había otra historia más cierta en el mundo33. Decía él que el Cid Ruy Díaz había sido muy buen caballero, pero que no tenía que ver con el Caballero de la Ardiente Espada, que de solo un revés había partido por medio dos fieros y descomunales gigantes34. Mejor estaba con Bernardo del Carpio, porque en Roncesvalles había muerto a Roldán, el encantado35, valiéndose de la industria de Hércules, cuando ahogó a AnteoVII, el hijo de la Tierra, entre los brazos36. Decía mucho bien del gigante Morgante, porque, con ser de aquella generación gigantea, que todos son soberbios y descomedidos, él solo era afable y bien criado37. Pero, sobre todos, estaba bien con Reinaldos de Montalbán, y más cuando le veía salir de su castillo y robar cuantos topaba, y cuando en allende robó aquel ídolo de Mahoma que era todo de oro, según dice su historia38. Diera él, por dar una mano de coces al traidor de Galalón39, al ama que tenía, y aun a su sobrina de añadidura.
    Que pretendes moreno?

  26. #26
    ForoParalelo: Miembro Avatar de mrpepetin
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    Jijijijiji

  27. #27
    Animus Iocandi Avatar de edefakiel
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    Me sigues cayendo bien y dándome pena al mismo tiempo.

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