Noticias de África 15 - La lluvia no cae en el centro de Isohe

La lluvia no cae en el centro de Isohe (Hmna. Paskwina Iromo, Sudán del Sur)

Nací en Hiriafit, un pueblo de Sudán del Sur. En 1967, cuando tenía 18 años, ingresé en el noviciado de Moyo. Después de mi primera profesión religiosa fui destituida a Uganda, donde pasé por Gulu, Karamoya y Moroto. Volví a Sudán en 1978 para trabajar en Polotaka entre los acholis, luego en Malakal entre los dinkas y los shulluks y ya en 1995 llegué a Isohe, con los desplazados internos, los niños soldados, las viudas y los huérfanos.

Isohe está situado al este de Yuba, cerca de la frontera con Uganda. Buena parte de su territorio está deshabitado, y las cerca de 20000 personas que viven ahí, la mayoría ganaderos, lo hacen alrededor de las montañas.

En los últimos meses, una de nuestras principales preocupaciones es la sequía. No llueve y los campos están quemados por un sol abrasador. No hay ni agua ni pasto por lo que tanto las personas como los animales se mueren por inanición. Hay una gran hambruna. Como la gente depende básicamente de sus cosechas, buena parte de nuestros vecinos se han tenido que marchar a los campos de refugiados de Uganda o Kenia en una búsqueda desesperada por sobrevivir. Los que se marchan son los que tienen fuerzas para caminar más de 100 kilómetros. Mientras, aquí se quedan los más débiles, los que no pueden andar mucho, los ancianos, los enfermos...

Este movimiento migratorio está provocando una gran carencia de los productos básicos y que los precios se hayan disparado tanto que la gente no los pueda comprar. Por ejemplo, dos kilos de maíz en grano cuestan ahora el equivalente a 50 euros, el salario mensual de un maestro. Para colmo, ahora vivimos la guerra entre el Gobierno y la guerrilla. El Ejército hace lo que le da la gana, viola y mata sin piedad a la población indefensa bajo el pretexto de luchar contra los rebeldes y los que consideran sus cómplices. De momento, nos estamos librando de esa pesadilla porque la guerrilla no está activa en Insohe, pero no sabemos hasta cuándo porque está ya muy cerca de aquí.

El cansancio es el pan nuestro de cada día, pero mi espíritu se mantiene firme para seguir adelante, para continuar con mi tarea diaria de acompañar a los niños, las viudas y los huérfanos. Emma, una de las huérfanas, fue abandonada por su madre a la puerta de nuestra casa; fue una abuela la que me la dejó antes de marcharse a Uganda., Una joven que estudia en nuestra escuela fue forzada a casarse y luego abandonada por su marido, tiene dos niños y ha venido para buscar ayuda. Otras han perdido al marido a causa de la guerra que asola nuestro país.

En cuanto a mí, me encuentro bien; estoy muy agradecida por todas las personas que están colaborando para que estos chicos tengan una educación que les permita conseguir un trabajo digno y ser autosuficientes. Los primeros que están recibiendo ayuda son siete jóvenes desplazados en la escuela secundaria en Uganda. Uno de ellos es un chico muy brillante, ha completado sus estudios y ha sido admitido en la Universidad para estudiar Medicina. Ahora estoy intentando conseguir personas de buena voluntad que lo puedan ayudar. El resto de los pequeños están creciendo normalmente y luchando para lograr algo positivo en sus vidas. Pido a Dios para que me dé la salud y la fuerza para seguir en esta lucha en favor de estos chicos y chicas que me rodean.