El tenso equilibrio entre España e Israel

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    Mensaje El tenso equilibrio entre España e Israel

    La relación entre España e Israel ha estado marcada desde un principio por la tensión y el recelo. El reconocimiento tardío del Estado hebreo debido a las presiones de las naciones árabes, así como el apoyo español a la causa palestina, han dificultado un mayor acercamiento entre ambos países.

    La relación entre España e Israel estuvo marcada desde un principio por la ambigüedad, un “Quiero y no puedo” favorecido por la relación de la primera con el mundo árabe. Incluso en la actualidad, a pesar de no tener las mismas presiones comerciales y económicas procedentes de las potencias petrolíferas de Oriente Próximo, en la política española sigue existiendo una preeminencia de lo árabe y la defensa de la causa palestina, lo que ha llevado en numerosas ocasiones a mantener unas relaciones tensas con el Estado hebreo.

    Comienzos difíciles
    1948 no será únicamente el año en el que la Organización de las Naciones Unidas decreta la Declaración de los Derechos Humanos; también es el año del establecimiento del Estado de Israel. El 14 de mayo David Ben-Gurión leía la declaración de independencia en Tel Aviv bajo un cuadro de Theodor Herlz, fundador del sionismo, unas horas antes de que las últimas autoridades británicas abandonaran el territorio y un año después de que se aprobara el Plan de partición de Palestina. La respuesta internacional fue, en mayor medida, favorable e inmediata; a excepción del mundo árabe, la mayoría de los países reconocieron el nuevo Estado. No puede decirse lo mismo de España.

    A finales de 1947 era asesinado en Haifa un religioso español y 20 días más tarde el cónsul adjunto Manuel Allende Salazar en la voladura del hotel Semíramis de Jerusalén. Los servicios de información israelíes de la Haganá consideraban este hotel uno de los cuarteles generales de los árabes. Esto provocará una inmensa ola de ataques por parte de la opinión pública española y un mayor acercamiento al bando árabe defendiendo la “tradicional amistad hispano-árabe” y olvidando su pasado sefardí. Este mal comienzo se verá además impulsado por el propio Estado hebreo. Una vez que es proclamado su establecimiento, envía una nota informativa a la mayoría de los países con el deseo de mantener relaciones diplomáticas con ellos. Las únicas excepciones fueron la República Federal Alemana y España, a los que relacionaban respectivamente con el régimen nazi y la guerra civil española, en la que participaron numerosos judíos en el bando republicano.


    Reconocimiento internacional de Israel —en azul— y Palestina —en verde—. Los países en amarillo han reconocido ambos Estados.

    Debido al aislamiento político internacional al que se encontraba sometida España desde 1946, inicia un acercamiento al bloque árabe con el objetivo de salir de esa reclusión y conseguir entrar en la ONU, lo que significaría un reconocimiento del régimen franquista por parte de la comunidad internacional. A cambio, se constituiría como uno de los principales apoyos de los intereses árabes, sobre todo en lo referente a la cuestión palestina, y como puente con Hispanoamérica. En 1949 se produce la votación del caso español en el seno de la organización, con el discurso de Abba Eban, embajador de Israel, quien criticó duramente a España comparándola con el régimen nazi.

    A partir de este momento, el Gobierno español comenzará una intensa actividad diplomática y propagandística en dos direcciones: una al exterior y otra al interior del país. En la esfera internacional comenzó a magnificarse la labor llevada a cabo por el Gobierno de Franco para liberar a cientos de judíos en los últimos años de la Segunda Guerra Mundial. Esta defensa será utilizada por el régimen y la diplomacia española en numerosas ocasiones para hacer frente a los ataques de la opinión pública israelí, así como para intentar conseguir un acercamiento entre ambos países que le permitiese seguir manteniendo sus derechos y privilegios en tierra santa. Mediante la visita de periodistas israelíes, el régimen intentará dar una visión alentadora de la protección de las comunidades judías en España, de tal manera que en Israel comenzará a cambiar la visión que se tenía hasta ese momento del Gobierno franquista y se comenzará a criticar la posición del presidente Sharett en su negativa a establecer relaciones diplomáticas con España. Será en 1950 cuando comiencen los primeros intercambios comerciales entre ambos países, con el recelo de los árabes: mercurio español y amonio israelí.

    Dentro de España la situación fue por otros derroteros. Entre 1949 y 1951 el caudillo publicará en el diario Arriba, bajo el seudónimo de Jakim Boor, numerosos artículos en los que acusaba a los judíos de mantener relaciones directas con la masonería y el comunismo, así como su conspiración contra Occidente, en especial España. Pero las cosas empiezan a cambiar a partir de 1953, una vez que España firma los Pactos de Madrid con Estados Unidos y comienza a adquirir un papel de importancia en la defensa internacional. Además, la mala situación que atravesaban las comunidades judías de Marruecos en 1955, de la que se esperaba un éxodo a tierras españolas, y el inminente estallido de la crisis de Suez llevarían al presidente israelí a votar a favor de la admisión de España en la ONU.

    A pesar de este apoyo, el régimen seguirá mostrando su favor a los países árabes y afirmando que no daría pasos significativos hacia el establecimiento de relaciones con el Estado hebreo hasta que no hubiera paz estable entre Israel y sus vecinos. Esto se verá reforzado por los cambios que se producen en ambos Ministerios de Asuntos Exteriores en 1956: en Israel será nombrada Golda Meir, quien siempre censuró con dureza el régimen franquista, mientras que en España lo será Fernando María Castiella, quien rechazará el reconocimiento del Estado israelí y aplicará una política más favorable y de acercamiento a los países árabes.

    Brechas con el mundo árabe
    La llegada del nacionalismo árabe y la preeminencia de líderes carismáticos árabes, como Gamal Abdel Náser en Egipto, harán que Israel comience a preocuparse por el cerco que se va estrechando a su alrededor de países hostiles y que desembocará en la guerra de los Seis Días. Durante el conflicto, España defenderá la necesidad de que los lugares santos quedasen libres de toda perturbación y guerra, además de aprobar una ayuda para las víctimas de la guerra y estudiantes árabes cuyas familias hubiesen sido desplazadas durante los ataques. Al término de la guerra, votará a favor de la Resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU, por la que se pide la retirada israelí de los territorios ocupados y el derecho de los Estados de la región a vivir en paz dentro de unas fronteras seguras y reconocidas.

    Este apoyo al bando árabe no será hecho de forma ostentosa debido a las nuevas relaciones que mantiene España con Estados Unidos, contra cuya política proisraelí no querrá posicionarse, de tal manera que apoyará los intereses estadounidenses en Egipto y Mauritania. No solo eso, sino que la rápida victoria israelí sobre los ejércitos árabes provocará una ola de simpatías entre la opinión pública española y llegará a contar incluso con la aprobación del propio Franco, quien promoverá la evacuación y auxilio de judíos de tierras árabes durante el conflicto.


    Evolución del territorio del Estado de Israel. El tercer mapa correspondería a las fronteras de 1967, aceptadas por Fatá y Hamás para formar el Estado palestino. Fuente: Vladivostok

    Carrero Blanco, entusiasta de la política exterior y con tres enemigos claros —el comunismo, la masonería y el judaísmo— impulsará en 1973 desde la presidencia las relaciones con el mundo árabe en plena guerra del Yom Kipur y la crisis de la Organización de Países Exportadores de Petróleo con el objetivo de mantener su favor durante el grave bloqueo petrolífero. Pero la amistad siempre fue interesada por parte de unos y otros, como quedará de manifiesto en las reivindicaciones marroquíes sobre el Sáhara Occidental, Ceuta y Melilla. En 1975 se organiza la Marcha Verde con la bendición de Estados Unidos, la financiación económica de Arabia Saudí y la participación voluntaria de las naciones árabes. En estos mismos momentos se produce el voto en la Asamblea General de la ONU de la Resolución 3379, en la que se comparaba el sionismo como una forma de racismo. España, en gran manera influenciada por la presión estadounidense y por los acontecimientos que estaban teniendo lugar en el norte de África, se abstendrá de votar en la que fue la primera vez que adoptaba una posición no proárabe.

    Nuevos tiempos
    A pesar de la muerte de Franco y del cambio de rumbo político que se da en España, durante los primeros años de la Transición la posición española sobre Israel no variará mucho. Los Gobiernos de Adolfo Suárez siguieron marcados por las presiones árabes. Por un lado, se consiguieron importantes acuerdos en materia petrolera y el reconocimiento de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) como principal representante del pueblo palestino —la imagen del abrazo entre Yasir Arafat y Suárez daría la vuelta al mundo—. Por otro lado, la declaración por parte de la Organización para la Unión Africana de las islas Canarias como última colonia española y la necesidad de liberarlas será razón más que suficiente para que España busque mantener el apoyo árabe a través del no reconocimiento del Estado de Israel.

    No será hasta la llegada al poder del socialista Felipe González cuando la situación comenzará a cambiar. El nuevo presidente comunicará al rey Fahd de Arabia Saudí que no mantener relaciones diplomáticas con el Estado de Israel es una situación anómala que no puede mantenerse durante mucho tiempo. No obstante, hará hincapié en que la normalización diplomática no significa la aprobación de la política llevada a cabo por el Estado hebreo. Esto se verá favorecido también por las pretensiones españolas de acceder a la Comunidad Económica Europea, ante lo que los israelíes manifestarán su preocupación ante las consecuencias económicas que podría tener para su país las exportaciones de productos agrarios mediterráneos, de manera que sería imprescindible la normalización de las relaciones diplomáticas con España. El primer paso será la inauguración en 1983 de la línea aérea Madrid-Tel Aviv.

    Los países árabes, contrariados por este suceso, ofrecerán una gran cantidad de dinero a España en compra de armamento, cooperación financiera y créditos blandos con el fin de frenar las relaciones con los israelíes. Aun así, las presiones por parte de las naciones europeas continuarán y pedirán al Gobierno español la formalización de las relaciones antes de poder constituirse como miembro de pleno derecho. Felipe González sostendrá el deseo de que esto se produjese en fechas no muy lejanas, aunque mostraría su preocupación ante la posible ola de ataques terroristas que podría acarrear. Tanto es así que poco después de estas declaraciones tienen lugar la matanza llevada a cabo por el Frente Popular de Liberación Palestina – Comando Especial en el restaurante El Descanso de Madrid y la actuación del grupo Septiembre Negro contra las sedes de British Airways y Alia en Madrid.

    Esto no frenará el avance hacia la normalización de las relaciones. Ya se había comenzado a redactar dos documentos: un comunicado conjunto de España e Israel en el que se daba a conocer el establecimiento de lazos diplomáticos y uno unilateral del Gobierno español en el que se reiteraba la política española en Oriente Próximo al reconocer expresamente el papel de la OLP como representante legítimo del pueblo palestino. Además, tanto el presidente González como el rey Juan Carlos I manifestarán a las naciones árabes su apoyo y asegurarán que las relaciones con el Estado hebreo no afectarán los estrechos vínculos que los unen. El 17 de enero de 1986 se hace público el acuerdo con la firma de ambos presidentes en La Haya. En el mundo árabe se producirán ciertas reacciones ante estos acontecimientos, aunque a menor escala de lo que se esperaba: en Beirut serán secuestrados tres funcionarios españoles y Kuwait e Irán comunicarán al Gobierno la marcha de sus cónsules.

    Intentos de conciliación
    La buena posición internacional de la que gozó España durante los últimos años de los 80 y principios de los 90 hará que intente mostrarse ante la comunidad internacional como un puente para europeizar la cuestión del conflicto en Oriente Próximo y facilitar el diálogo entre judíos y árabes, como quedará patente en 1991 al elegir Siria e Israel a Madrid como sede de la Conferencia de Paz de Oriente Próximo, que más tarde desembocaría en los Acuerdos de Oslo. Aunque no se alcanzó el fin perseguido debido a la constante guerra de insultos entre los líderes presentes, uno de los frutos de la conferencia fue la invitación oficial del presidente español a Israel y, más tarde, la visita de los reyes, lo que impulsó el acercamiento con el Estado hebreo. Hay que destacar también que a partir de este momento comenzará a destinarse una importante cantidad de recursos a ONG en Gaza y Cisjordania, que pasarán a formar parte del “área de atención prioritaria” de España junto al Magreb e Hispanoamérica.


    Aportaciones del Ministerio de Asuntos Exteriores español a Oriente Próximo y el territorio palestino ocupado entre 2008 y 2011. En millones de euros. Fuente: UNRWA

    En el plano europeo, sin embargo, aún no se había establecido una estrategia común en cuanto a las relaciones con el Mediterráneo. Además, la situación crítica de Argelia, las reivindicaciones marroquíes, la dependencia de los países industrializados —sobre todo de la UE—, la presión migratoria y la proliferación del comercio y distribución de droga harán que dicha estrategia se convierta en una cuestión esencial para la seguridad de las naciones europeas. De esta manera, ambas orillas del Mediterráneo se sentarán a la mesa para negociar en la Conferencia de Barcelona de 1995, un nuevo encuentro entre israelíes y árabes en el que intentar poner fin al conflicto y alcanzar un acuerdo para la estabilidad de la región. Los acuerdos alcanzados tratarán la seguridad, la cooperación política y la ayuda económica, con lo que se reafirmaba la posición española defendida en Madrid en 1991. Además, España se posicionará como la principal figura en las relaciones entre Europa y el mundo árabe, defendida en gran parte por las relaciones que llevaban manteniendo desde tiempos del régimen franquista.

    Durante el Gobierno de José María Aznar en España y Benjamín Netanyahu en Israel se seguirán manteniendo y avanzando en las relaciones bilaterales a través de mutuas visitas oficiales. Al mismo tiempo que se producían estos encuentros, España seguirá defendiendo su apoyo a la cuestión palestina, reflejado en las siete veces que llegó a viajar a España Arafat, presidente de la Autoridad Nacional Palestina. En ambos casos, los acuerdos siguieron una línea más económica que política y, aunque el proceso de paz de Oslo se vio frenado por el estallido de la Segunda Intifada en 2000, la ayuda española siguió llegando a los territorios palestinos. En 2002, el mismo año en el que se aprobaba la Resolución 1397, por la que se reconoce un Estado independiente palestino y se aprueba la construcción de la valla de seguridad en Israel, España obtenía la presidencia del Consejo Europeo. Aznar aprovechará para conformar lo que se conoció como el Cuarteto de Madrid, del que formaron parte Estados Unidos a través de Colin Powell, Rusia con Ígor Ivanov, la ONU con Kofi Annan y la UE con Javier Solana. Este grupo pedía el cese inmediato de las operaciones militares israelíes y de los atentados islamistas; aunque no se lograron alcanzar los objetivos, es de recibo destacar el esfuerzo español por poner fin a la violencia.

    Desde 1986 España ha intentado llevar a cabo una política de equilibrios entre el mundo árabe e Israel, influenciada por las decisiones adoptadas por cada uno de los bandos. Sin embargo, la preeminencia del discurso español en cuanto a los territorios palestinos ha hecho que el Estado hebreo siempre la mire con recelo. Esto quedó reflejado en diciembre de 2016 cuando deciden congelar las relaciones con los países que habían votado a favor de la Resolución 2334, que condenaba los asentamientos judíos en Cisjordania y Jerusalén Este, aparte del apoyo español a la incorporación de Palestina en la ONU como “Estado observador no miembro”.

    A pesar de que las relaciones nunca han sido estrechas entre ambos Estados, los intercambios culturales y económicos siguen estando presentes y no se espera —al igual que con los países árabes— que haya un cambio significativo en los próximos años ni tampoco un mayor acercamiento.



    Más info:

    • “Amigos con intereses: España y el mundo árabe”, Camila Parón en El Orden Mundial, 2018
    • España-Israel, historia de unas relaciones secretas, José Antonio Lisbona, 2002
    • Relaciones España-Israel y el conflicto del Oriente Medio, Isidro González García, 2001
    • Masonería, Jakim Boor/Francisco Franco, 1952
    • “La hermandad de los asuntos pendientes: España y las reivindicaciones territoriales de Marruecos”, Pablo Moral en El Orden Mundial, 2014
    • “Suárez-Arafat: una definición política”, El País, 1980



    AUTORA: Camila Parón
    Madrid, 1993. Graduada en Historia y Periodismo. Máster en Liderazgo, Diplomacia e Inteligencia. Cursos, seminarios e investigaciones sobre Oriente Próximo. Interesada en cuestiones de seguridad y defensa y, sobre todo, en la geopolítica de la región MENA.

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    La relación entre España e Israel ha estado marcada desde un principio por la tensión y el recelo. El reconocimiento tardío del Estado hebreo debido a las presiones de las naciones árabes, así como el apoyo español a la causa palestina, han dificultado un mayor acercamiento entre ambos países.

    La relación entre España e Israel estuvo marcada desde un principio por la ambigüedad, un “Quiero y no puedo” favorecido por la relación de la primera con el mundo árabe. Incluso en la actualidad, a pesar de no tener las mismas presiones comerciales y económicas procedentes de las potencias petrolíferas de Oriente Próximo, en la política española sigue existiendo una preeminencia de lo árabe y la defensa de la causa palestina, lo que ha llevado en numerosas ocasiones a mantener unas relaciones tensas con el Estado hebreo.

    Comienzos difíciles
    1948 no será únicamente el año en el que la Organización de las Naciones Unidas decreta la Declaración de los Derechos Humanos; también es el año del establecimiento del Estado de Israel. El 14 de mayo David Ben-Gurión leía la declaración de independencia en Tel Aviv bajo un cuadro de Theodor Herlz, fundador del sionismo, unas horas antes de que las últimas autoridades británicas abandonaran el territorio y un año después de que se aprobara el Plan de partición de Palestina. La respuesta internacional fue, en mayor medida, favorable e inmediata; a excepción del mundo árabe, la mayoría de los países reconocieron el nuevo Estado. No puede decirse lo mismo de España.

    A finales de 1947 era asesinado en Haifa un religioso español y 20 días más tarde el cónsul adjunto Manuel Allende Salazar en la voladura del hotel Semíramis de Jerusalén. Los servicios de información israelíes de la Haganá consideraban este hotel uno de los cuarteles generales de los árabes. Esto provocará una inmensa ola de ataques por parte de la opinión pública española y un mayor acercamiento al bando árabe defendiendo la “tradicional amistad hispano-árabe” y olvidando su pasado sefardí. Este mal comienzo se verá además impulsado por el propio Estado hebreo. Una vez que es proclamado su establecimiento, envía una nota informativa a la mayoría de los países con el deseo de mantener relaciones diplomáticas con ellos. Las únicas excepciones fueron la República Federal Alemana y España, a los que relacionaban respectivamente con el régimen nazi y la guerra civil española, en la que participaron numerosos judíos en el bando republicano.


    Reconocimiento internacional de Israel —en azul— y Palestina —en verde—. Los países en amarillo han reconocido ambos Estados.

    Debido al aislamiento político internacional al que se encontraba sometida España desde 1946, inicia un acercamiento al bloque árabe con el objetivo de salir de esa reclusión y conseguir entrar en la ONU, lo que significaría un reconocimiento del régimen franquista por parte de la comunidad internacional. A cambio, se constituiría como uno de los principales apoyos de los intereses árabes, sobre todo en lo referente a la cuestión palestina, y como puente con Hispanoamérica. En 1949 se produce la votación del caso español en el seno de la organización, con el discurso de Abba Eban, embajador de Israel, quien criticó duramente a España comparándola con el régimen nazi.

    A partir de este momento, el Gobierno español comenzará una intensa actividad diplomática y propagandística en dos direcciones: una al exterior y otra al interior del país. En la esfera internacional comenzó a magnificarse la labor llevada a cabo por el Gobierno de Franco para liberar a cientos de judíos en los últimos años de la Segunda Guerra Mundial. Esta defensa será utilizada por el régimen y la diplomacia española en numerosas ocasiones para hacer frente a los ataques de la opinión pública israelí, así como para intentar conseguir un acercamiento entre ambos países que le permitiese seguir manteniendo sus derechos y privilegios en tierra santa. Mediante la visita de periodistas israelíes, el régimen intentará dar una visión alentadora de la protección de las comunidades judías en España, de tal manera que en Israel comenzará a cambiar la visión que se tenía hasta ese momento del Gobierno franquista y se comenzará a criticar la posición del presidente Sharett en su negativa a establecer relaciones diplomáticas con España. Será en 1950 cuando comiencen los primeros intercambios comerciales entre ambos países, con el recelo de los árabes: mercurio español y amonio israelí.

    Dentro de España la situación fue por otros derroteros. Entre 1949 y 1951 el caudillo publicará en el diario Arriba, bajo el seudónimo de Jakim Boor, numerosos artículos en los que acusaba a los judíos de mantener relaciones directas con la masonería y el comunismo, así como su conspiración contra Occidente, en especial España. Pero las cosas empiezan a cambiar a partir de 1953, una vez que España firma los Pactos de Madrid con Estados Unidos y comienza a adquirir un papel de importancia en la defensa internacional. Además, la mala situación que atravesaban las comunidades judías de Marruecos en 1955, de la que se esperaba un éxodo a tierras españolas, y el inminente estallido de la crisis de Suez llevarían al presidente israelí a votar a favor de la admisión de España en la ONU.

    A pesar de este apoyo, el régimen seguirá mostrando su favor a los países árabes y afirmando que no daría pasos significativos hacia el establecimiento de relaciones con el Estado hebreo hasta que no hubiera paz estable entre Israel y sus vecinos. Esto se verá reforzado por los cambios que se producen en ambos Ministerios de Asuntos Exteriores en 1956: en Israel será nombrada Golda Meir, quien siempre censuró con dureza el régimen franquista, mientras que en España lo será Fernando María Castiella, quien rechazará el reconocimiento del Estado israelí y aplicará una política más favorable y de acercamiento a los países árabes.

    Brechas con el mundo árabe
    La llegada del nacionalismo árabe y la preeminencia de líderes carismáticos árabes, como Gamal Abdel Náser en Egipto, harán que Israel comience a preocuparse por el cerco que se va estrechando a su alrededor de países hostiles y que desembocará en la guerra de los Seis Días. Durante el conflicto, España defenderá la necesidad de que los lugares santos quedasen libres de toda perturbación y guerra, además de aprobar una ayuda para las víctimas de la guerra y estudiantes árabes cuyas familias hubiesen sido desplazadas durante los ataques. Al término de la guerra, votará a favor de la Resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU, por la que se pide la retirada israelí de los territorios ocupados y el derecho de los Estados de la región a vivir en paz dentro de unas fronteras seguras y reconocidas.

    Este apoyo al bando árabe no será hecho de forma ostentosa debido a las nuevas relaciones que mantiene España con Estados Unidos, contra cuya política proisraelí no querrá posicionarse, de tal manera que apoyará los intereses estadounidenses en Egipto y Mauritania. No solo eso, sino que la rápida victoria israelí sobre los ejércitos árabes provocará una ola de simpatías entre la opinión pública española y llegará a contar incluso con la aprobación del propio Franco, quien promoverá la evacuación y auxilio de judíos de tierras árabes durante el conflicto.


    Evolución del territorio del Estado de Israel. El tercer mapa correspondería a las fronteras de 1967, aceptadas por Fatá y Hamás para formar el Estado palestino. Fuente: Vladivostok

    Carrero Blanco, entusiasta de la política exterior y con tres enemigos claros —el comunismo, la masonería y el judaísmo— impulsará en 1973 desde la presidencia las relaciones con el mundo árabe en plena guerra del Yom Kipur y la crisis de la Organización de Países Exportadores de Petróleo con el objetivo de mantener su favor durante el grave bloqueo petrolífero. Pero la amistad siempre fue interesada por parte de unos y otros, como quedará de manifiesto en las reivindicaciones marroquíes sobre el Sáhara Occidental, Ceuta y Melilla. En 1975 se organiza la Marcha Verde con la bendición de Estados Unidos, la financiación económica de Arabia Saudí y la participación voluntaria de las naciones árabes. En estos mismos momentos se produce el voto en la Asamblea General de la ONU de la Resolución 3379, en la que se comparaba el sionismo como una forma de racismo. España, en gran manera influenciada por la presión estadounidense y por los acontecimientos que estaban teniendo lugar en el norte de África, se abstendrá de votar en la que fue la primera vez que adoptaba una posición no proárabe.

    Nuevos tiempos
    A pesar de la muerte de Franco y del cambio de rumbo político que se da en España, durante los primeros años de la Transición la posición española sobre Israel no variará mucho. Los Gobiernos de Adolfo Suárez siguieron marcados por las presiones árabes. Por un lado, se consiguieron importantes acuerdos en materia petrolera y el reconocimiento de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) como principal representante del pueblo palestino —la imagen del abrazo entre Yasir Arafat y Suárez daría la vuelta al mundo—. Por otro lado, la declaración por parte de la Organización para la Unión Africana de las islas Canarias como última colonia española y la necesidad de liberarlas será razón más que suficiente para que España busque mantener el apoyo árabe a través del no reconocimiento del Estado de Israel.

    No será hasta la llegada al poder del socialista Felipe González cuando la situación comenzará a cambiar. El nuevo presidente comunicará al rey Fahd de Arabia Saudí que no mantener relaciones diplomáticas con el Estado de Israel es una situación anómala que no puede mantenerse durante mucho tiempo. No obstante, hará hincapié en que la normalización diplomática no significa la aprobación de la política llevada a cabo por el Estado hebreo. Esto se verá favorecido también por las pretensiones españolas de acceder a la Comunidad Económica Europea, ante lo que los israelíes manifestarán su preocupación ante las consecuencias económicas que podría tener para su país las exportaciones de productos agrarios mediterráneos, de manera que sería imprescindible la normalización de las relaciones diplomáticas con España. El primer paso será la inauguración en 1983 de la línea aérea Madrid-Tel Aviv.

    Los países árabes, contrariados por este suceso, ofrecerán una gran cantidad de dinero a España en compra de armamento, cooperación financiera y créditos blandos con el fin de frenar las relaciones con los israelíes. Aun así, las presiones por parte de las naciones europeas continuarán y pedirán al Gobierno español la formalización de las relaciones antes de poder constituirse como miembro de pleno derecho. Felipe González sostendrá el deseo de que esto se produjese en fechas no muy lejanas, aunque mostraría su preocupación ante la posible ola de ataques terroristas que podría acarrear. Tanto es así que poco después de estas declaraciones tienen lugar la matanza llevada a cabo por el Frente Popular de Liberación Palestina – Comando Especial en el restaurante El Descanso de Madrid y la actuación del grupo Septiembre Negro contra las sedes de British Airways y Alia en Madrid.

    Esto no frenará el avance hacia la normalización de las relaciones. Ya se había comenzado a redactar dos documentos: un comunicado conjunto de España e Israel en el que se daba a conocer el establecimiento de lazos diplomáticos y uno unilateral del Gobierno español en el que se reiteraba la política española en Oriente Próximo al reconocer expresamente el papel de la OLP como representante legítimo del pueblo palestino. Además, tanto el presidente González como el rey Juan Carlos I manifestarán a las naciones árabes su apoyo y asegurarán que las relaciones con el Estado hebreo no afectarán los estrechos vínculos que los unen. El 17 de enero de 1986 se hace público el acuerdo con la firma de ambos presidentes en La Haya. En el mundo árabe se producirán ciertas reacciones ante estos acontecimientos, aunque a menor escala de lo que se esperaba: en Beirut serán secuestrados tres funcionarios españoles y Kuwait e Irán comunicarán al Gobierno la marcha de sus cónsules.

    Intentos de conciliación
    La buena posición internacional de la que gozó España durante los últimos años de los 80 y principios de los 90 hará que intente mostrarse ante la comunidad internacional como un puente para europeizar la cuestión del conflicto en Oriente Próximo y facilitar el diálogo entre judíos y árabes, como quedará patente en 1991 al elegir Siria e Israel a Madrid como sede de la Conferencia de Paz de Oriente Próximo, que más tarde desembocaría en los Acuerdos de Oslo. Aunque no se alcanzó el fin perseguido debido a la constante guerra de insultos entre los líderes presentes, uno de los frutos de la conferencia fue la invitación oficial del presidente español a Israel y, más tarde, la visita de los reyes, lo que impulsó el acercamiento con el Estado hebreo. Hay que destacar también que a partir de este momento comenzará a destinarse una importante cantidad de recursos a ONG en Gaza y Cisjordania, que pasarán a formar parte del “área de atención prioritaria” de España junto al Magreb e Hispanoamérica.


    Aportaciones del Ministerio de Asuntos Exteriores español a Oriente Próximo y el territorio palestino ocupado entre 2008 y 2011. En millones de euros. Fuente: UNRWA

    En el plano europeo, sin embargo, aún no se había establecido una estrategia común en cuanto a las relaciones con el Mediterráneo. Además, la situación crítica de Argelia, las reivindicaciones marroquíes, la dependencia de los países industrializados —sobre todo de la UE—, la presión migratoria y la proliferación del comercio y distribución de droga harán que dicha estrategia se convierta en una cuestión esencial para la seguridad de las naciones europeas. De esta manera, ambas orillas del Mediterráneo se sentarán a la mesa para negociar en la Conferencia de Barcelona de 1995, un nuevo encuentro entre israelíes y árabes en el que intentar poner fin al conflicto y alcanzar un acuerdo para la estabilidad de la región. Los acuerdos alcanzados tratarán la seguridad, la cooperación política y la ayuda económica, con lo que se reafirmaba la posición española defendida en Madrid en 1991. Además, España se posicionará como la principal figura en las relaciones entre Europa y el mundo árabe, defendida en gran parte por las relaciones que llevaban manteniendo desde tiempos del régimen franquista.

    Durante el Gobierno de José María Aznar en España y Benjamín Netanyahu en Israel se seguirán manteniendo y avanzando en las relaciones bilaterales a través de mutuas visitas oficiales. Al mismo tiempo que se producían estos encuentros, España seguirá defendiendo su apoyo a la cuestión palestina, reflejado en las siete veces que llegó a viajar a España Arafat, presidente de la Autoridad Nacional Palestina. En ambos casos, los acuerdos siguieron una línea más económica que política y, aunque el proceso de paz de Oslo se vio frenado por el estallido de la Segunda Intifada en 2000, la ayuda española siguió llegando a los territorios palestinos. En 2002, el mismo año en el que se aprobaba la Resolución 1397, por la que se reconoce un Estado independiente palestino y se aprueba la construcción de la valla de seguridad en Israel, España obtenía la presidencia del Consejo Europeo. Aznar aprovechará para conformar lo que se conoció como el Cuarteto de Madrid, del que formaron parte Estados Unidos a través de Colin Powell, Rusia con Ígor Ivanov, la ONU con Kofi Annan y la UE con Javier Solana. Este grupo pedía el cese inmediato de las operaciones militares israelíes y de los atentados islamistas; aunque no se lograron alcanzar los objetivos, es de recibo destacar el esfuerzo español por poner fin a la violencia.

    Desde 1986 España ha intentado llevar a cabo una política de equilibrios entre el mundo árabe e Israel, influenciada por las decisiones adoptadas por cada uno de los bandos. Sin embargo, la preeminencia del discurso español en cuanto a los territorios palestinos ha hecho que el Estado hebreo siempre la mire con recelo. Esto quedó reflejado en diciembre de 2016 cuando deciden congelar las relaciones con los países que habían votado a favor de la Resolución 2334, que condenaba los asentamientos judíos en Cisjordania y Jerusalén Este, aparte del apoyo español a la incorporación de Palestina en la ONU como “Estado observador no miembro”.

    A pesar de que las relaciones nunca han sido estrechas entre ambos Estados, los intercambios culturales y económicos siguen estando presentes y no se espera —al igual que con los países árabes— que haya un cambio significativo en los próximos años ni tampoco un mayor acercamiento.



    Más info:

    • “Amigos con intereses: España y el mundo árabe”, Camila Parón en El Orden Mundial, 2018
    • España-Israel, historia de unas relaciones secretas, José Antonio Lisbona, 2002
    • Relaciones España-Israel y el conflicto del Oriente Medio, Isidro González García, 2001
    • Masonería, Jakim Boor/Francisco Franco, 1952
    • “La hermandad de los asuntos pendientes: España y las reivindicaciones territoriales de Marruecos”, Pablo Moral en El Orden Mundial, 2014
    • “Suárez-Arafat: una definición política”, El País, 1980



    AUTORA: Camila Parón
    Madrid, 1993. Graduada en Historia y Periodismo. Máster en Liderazgo, Diplomacia e Inteligencia. Cursos, seminarios e investigaciones sobre Oriente Próximo. Interesada en cuestiones de seguridad y defensa y, sobre todo, en la geopolítica de la región MENA.
    Vaya tesis doctoral...

  5. #5
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    Acabas de entrar en los ficheros del Mossab enhorabuena.

  6. #6
    Jeje Avatar de Ahora_más
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