Lectura [Fragmento] TU VIDA DA UN ASCO QUE TE CAGAS

  1. #1
    Forero venereo Avatar de condiloma
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    Pulgares abajo [Fragmento] TU VIDA DA UN ASCO QUE TE CAGAS

    Para mi coleguilla @Cigar

    ¡LOS HORRORES DE LA ANDROGINIA!

    Me quedé estupefacto… completamente atónito y consternado. Presentía que aquella cosa debía de ser Kóstal Eructos, pero la impresión del momento me indujo a dudar. En su lóbrega y tenebrosa habitación predominaban la oscuridad y la sombra. Sobre la mesita de noche una pequeña lámpara iluminaba con su tenue luz anaranjada, otorgándole al espacio una inquietante calidez de duermevela, proyectando a su vez desproporcionadas y grotescas sombras que languidecían y se desfiguraban como espectros siniestros en la pared. Sobre la cama había un cuerpo tendido, era alguien que se estaba matando a pajas furiosamente. La misteriosa silueta que se ocultaba entre penumbras llevaba puesta una peluca rubia platino con flequillo tipo putón y vestía aquel ridículo atuendo de lencería erótica que horas antes había visto sobre la cama, es decir: las bragas rosas con transparencias, el sujetador con pompones y también las medias color carne. La extravagante figura se retorcía como si estuviese poseída, brincando espasmódicamente encima del colchón; además, gimoteaba profiriendo un ridículo Gñeeee, gñeeee-eeergh que recordaba a la cría de un aguilucho desnutrido graznando desde el nido a la espera de que su madre le trajese gusanos –o pollas– para comer.

    No había lugar a dudas, aquella aparición fantasmagórica sólo podía ser Kóstal Eructos. En el culo tenía metido un gigantesco consolador color verde fosforescente, tan gordo como una garrafa de aceite de las de cinco litros. Su cuerpo, además de blanquecino y pecoso, estaba infestado por purulentos granos de acné y tenía pinta de haber estado sudando la de dios mientras estuvo encerrado allí dentro. Nuestras miradas se entrecruzaron cuando el travesti macabro intuyó que hube irrumpido en la habitación sin avisar.

    –Hola, yo… Bueno, esto… que yo ya me iba –Le dije balbuceando y evitándole con la mirada–. Ya me he vestido. Sólo venía a por mis cosas y me voy.
    Vi mis llaves brillar sobre la mesita de noche. Kóstal Eructos se dio cuenta de que las andaba observando y entonces agarró el llavero de improvisto.
    – ¿Quieres tus llaves? –Me dijo con ojos de enajenado y socarrona lascivia libidinosa–. Pues ven a cogerlas, morenazo.
    –Me cago en la puta… –Apostillé fatigado. No sabía qué hacer. No sabía cómo reaccionar. Necesitaba las llaves para volver a casa. No es que las necesitase para abrir la puerta, claro… pero si volvía a perderlas otra vez les estaría dando a mis viejos más motivos para echarme puyas durante días.
    –Oh, Polla. Oh, Polla –Me decía casi susurrando. El muy guarro empezó a restregarse las llaves por la huevada y luego se las frotó también haciendo círculos contra la base del consolador verde que tenía metido por el culo. Todo su cuerpo chorreaba, brillando aceitosamente, empapado por la sudoración y la vaselina. Kóstal no dejaba de gemir; era de lo más repulsivo y estomagante–. ¡Cuánto tiempo he deseado que llegase éste momento!
    –Joder, pavo… ¡Pero qué puto asco me das! ¡Devuélveme mis llaves, pedazo de mariposón! –Sus sucias mariposónadas conseguían sacar lo peor de mí. Debía haberme fiado de mi instinto y no confiar en un tipo como Kóstal. Lo sabía, y lo pensé… pero aun así no me hice ningún caso a mí mismo.

    Kóstal se levantó de la cama con dificultad. Arqueaba la espalda hacia adelante, de una forma muy esperpéntica, procurando que aquel enorme consolador no resbalase y terminara saliéndosele de su asqueroso y repulsivo culo de mariposón. Presencié la escena tal como si me hubiese encontrado frente a frente con un engendro aberrante. Kóstal Eructos se dirigía hacia mí arrastrándose entre las sábanas, trémulo y convulso, estirando sus raquíticos brazos con afán de alcanzar mi cuerpo y abrazarme amorosamente. Parecía un muerto viviente pretendiendo alimentarse con mi rabo...

    – ¡Buaaargh! –Grité–. ¡Ni se te ocurra tocarme con esas manos de mariposón de mierda!

    Kóstal se abalanzó sobre mí y tuve sus repugnantes labios a menos de un palmo de distancia de mi cara. Menudo repeluzno. No se me ocurrió otra forma de disuadirlo, así que le solté un sonoro bofetón y el moñigo cayó sobre la cama como un muñeco enclenque. Por un momento permaneció inmóvil, se quedó apagado igual que si le hubiesen sacado las pilas… pero luego se colocó mecánicamente a cuatro patas sobre la cama, con su abominable culo de caballo flaco apuntando directamente hacia mí. El descomunal vibrador verde continuaba asomando por su trasero cuando, acto seguido, Kóstal se dispuso a cascársela delante mío como un subnormal indómito y vicioso; parecía que estuviese tratando de reventar los tiempos en un concurso de ordeñar vacas. No pude sino esgrimir una mueca de auténtica repulsión. Para mi total asombro, el consolador comenzó a centellear emitiendo unos fulgurantes haces de intensa luz color escarlata que giraban en círculo según el ritmo y la intensidad alcanzada por Kóstal en su frenesí masturbatorio. Cuanta más caña se daba pajeándose, tanto más resplandecía su culo; parecía el mecanismo de una turbina. Todavía no daba crédito a lo que estaba presenciando, era un rollo en plan ‘Cocoon’ pero con cosas de mariposónes.

    Mis llaves cayeron sobre la cama. Salté hacia ellas procurando esquivar el radio de acción del travesti pajillero pero en cuanto tuve el llavero en mis manos Kóstal me agarró por el brazo, me miró fijamente a los ojos con sus diminutas pupilas y aquella ridícula peluca de putón verbenero para luego ponerse a chillar como un condenado en la silla eléctrica.

    – ¡Buaaaaa-aaaargh! ¡Pooollaaaaaaas! ¡PoooooollaaaAAAS! ¡AAA-AAAAAAAAARGH! –Gritaba con desmedido ardor a la vez que brincaba como el potro de un rodeo.
    El aliento le olía a pura mierda; en lugar de boca debía tener la gruta de acceso hacia un pantano lóbrego y pestilente. Mientras convulsionaba enloquecido le agarré de la mano con la que me tenía aprisionado y conseguí soltarme sin que pudiese siquiera arañarme.
    – ¡Suéltame ya, mariposónazo! –Le ordené, para luego terminar soltándole un tremendo patadón en el culo; Kóstal se partió la crisma dándose de bruces contra el cabecero de la cama. Tras el descomunal testarazo parecía haberse quedado exhausto; de todas formas no pensé quedarme allí postrado, contemplando una vez más cómo el muy cabrón volvía a espabilarse, así que salí de la habitación cagando leches, cerré la puerta tras de mí y escapé por el pasillo hasta llegar a la salida.

    Deseperado como estaba por huir, con todo y con eso, tuve que detenerme por un instante; recapacité. Una voz en mi cabeza me ordenó dar media vuelta y, de forma inconsciente, regresé al comedor para sacar la cinta del reproductor VHS. Aquella porno era demasiado buena como para que terminase sus días en manos de un julandras. No recuperarla, por el bien de la humanidad heterosexual, hubiese supuesto un acto absolutamente sacrílego. Sin duda, era material que no debía perderse.
    Mientras esperaba a que el vídeo expulsase la cinta Kóstal volvió a hacer acto de presencia. Estaba saliendo de su cuarto a gatas y se arrastraba por el suelo como si fuese un maldito o un enfermo desquiciado y demente.

    –Pesebreee –Me susurraba en tono apacible y falsamente conciliador–, ven aquí, amigo… que te quiero contar un chiste muy bueno…
    –Una polla –Le espeté–, que tú lo que quieres es bailar conmigo la conga anal…
    – ¡AaaaaaaAARGH! ¡PESEEEEBREEEEEEE! ¡NoooOOOOOOHRG! ¡AYÚDAMEEEE! ¡PESEEBREEEE! ¡PELÚCAMEEEE, POR FAVOOR! ¡PELUUÚ-CAMEEEEEEEEEEEEEEEEEE! –Bramaba cual maldito.
    – ¡Que te jodan, mamonazo! ¡No te toco ni con un puntero láser! –Le dije–. Por cierto, me llevo tu porno. Espero que no te importe.
    – ¡MamuuUUUUUTH! ¡AieeeeEERGH! ¡Bro-mooo-OOOOORGH!! –Kóstal se levantó del suelo tambaleándose y, tras incorporarse, el consolador y las mierdas se le cayeron del culo como si fuese un caballo.

    Salí corriendo de aquella casa de putas sin dejar de pensar en todo lo que había visto. Me repugnaba la idea del sexo homosexual, sí… pero lo que más me revolvía el estomago era pensar que pudiesen haber tíos que se sintieran atraídos sentimentalmente por otros hombres; es decir, como en Brokeback Mountain. Esa peli la vi años después, cuando ya tenía parienta y prácticamente todos los estrenos que se llevaban a la cartelera de los cines estaban controlados por el gobierno gayerrestre. Recuerdo haber llegado a la conclusión de que, por lo menos para mí, sería menos violento ver porno gay antes que escenas de verdadero amor entre hombres, dándose besos apasionados, delicadas caricias y cosas de esas que si eres un auténtico macho heterosexual se te ponen los pelos como escarpias. Y bueno, de los tíos mariposónes disfrazados con lencería de mujer mejor ni hablamos. Probablemente, en toda la vida, jamás volvería a presenciar una visión tan traumática, degradante e inmunda como aquella…

    O tal vez sí.


  2. #2
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    ¡LOS HORRORES DE LA ANDROGINIA!

    Me quedé estupefacto… completamente atónito y consternado. Presentía que aquella cosa debía de ser Kóstal Eructos, pero la impresión del momento me indujo a dudar. En su lóbrega y tenebrosa habitación predominaban la oscuridad y la sombra. Sobre la mesita de noche una pequeña lámpara iluminaba con su tenue luz anaranjada, otorgándole al espacio una inquietante calidez de duermevela, proyectando a su vez desproporcionadas y grotescas sombras que languidecían y se desfiguraban como espectros siniestros en la pared. Sobre la cama había un cuerpo tendido, era alguien que se estaba matando a pajas furiosamente. La misteriosa silueta que se ocultaba entre penumbras llevaba puesta una peluca rubia platino con flequillo tipo putón y vestía aquel ridículo atuendo de lencería erótica que horas antes había visto sobre la cama, es decir: las bragas rosas con transparencias, el sujetador con pompones y también las medias color carne. La extravagante figura se retorcía como si estuviese poseída, brincando espasmódicamente encima del colchón; además, gimoteaba profiriendo un ridículo Gñeeee, gñeeee-eeergh que recordaba a la cría de un aguilucho desnutrido graznando desde el nido a la espera de que su madre le trajese gusanos –o pollas– para comer.

    No había lugar a dudas, aquella aparición fantasmagórica sólo podía ser Kóstal Eructos. En el culo tenía metido un gigantesco consolador color verde fosforescente, tan gordo como una garrafa de aceite de las de cinco litros. Su cuerpo, además de blanquecino y pecoso, estaba infestado por purulentos granos de acné y tenía pinta de haber estado sudando la de dios mientras estuvo encerrado allí dentro. Nuestras miradas se entrecruzaron cuando el travesti macabro intuyó que hube irrumpido en la habitación sin avisar.

    –Hola, yo… Bueno, esto… que yo ya me iba –Le dije balbuceando y evitándole con la mirada–. Ya me he vestido. Sólo venía a por mis cosas y me voy.
    Vi mis llaves brillar sobre la mesita de noche. Kóstal Eructos se dio cuenta de que las andaba observando y entonces agarró el llavero de improvisto.
    – ¿Quieres tus llaves? –Me dijo con ojos de enajenado y socarrona lascivia libidinosa–. Pues ven a cogerlas, morenazo.
    –Me cago en la puta… –Apostillé fatigado. No sabía qué hacer. No sabía cómo reaccionar. Necesitaba las llaves para volver a casa. No es que las necesitase para abrir la puerta, claro… pero si volvía a perderlas otra vez les estaría dando a mis viejos más motivos para echarme puyas durante días.
    –Oh, Polla. Oh, Polla –Me decía casi susurrando. El muy guarro empezó a restregarse las llaves por la huevada y luego se las frotó también haciendo círculos contra la base del consolador verde que tenía metido por el culo. Todo su cuerpo chorreaba, brillando aceitosamente, empapado por la sudoración y la vaselina. Kóstal no dejaba de gemir; era de lo más repulsivo y estomagante–. ¡Cuánto tiempo he deseado que llegase éste momento!
    –Joder, pavo… ¡Pero qué puto asco me das! ¡Devuélveme mis llaves, pedazo de mariposón! –Sus sucias mariposónadas conseguían sacar lo peor de mí. Debía haberme fiado de mi instinto y no confiar en un tipo como Kóstal. Lo sabía, y lo pensé… pero aun así no me hice ningún caso a mí mismo.

    Kóstal se levantó de la cama con dificultad. Arqueaba la espalda hacia adelante, de una forma muy esperpéntica, procurando que aquel enorme consolador no resbalase y terminara saliéndosele de su asqueroso y repulsivo culo de mariposón. Presencié la escena tal como si me hubiese encontrado frente a frente con un engendro aberrante. Kóstal Eructos se dirigía hacia mí arrastrándose entre las sábanas, trémulo y convulso, estirando sus raquíticos brazos con afán de alcanzar mi cuerpo y abrazarme amorosamente. Parecía un muerto viviente pretendiendo alimentarse con mi rabo...

    – ¡Buaaargh! –Grité–. ¡Ni se te ocurra tocarme con esas manos de mariposón de mierda!

    Kóstal se abalanzó sobre mí y tuve sus repugnantes labios a menos de un palmo de distancia de mi cara. Menudo repeluzno. No se me ocurrió otra forma de disuadirlo, así que le solté un sonoro bofetón y el moñigo cayó sobre la cama como un muñeco enclenque. Por un momento permaneció inmóvil, se quedó apagado igual que si le hubiesen sacado las pilas… pero luego se colocó mecánicamente a cuatro patas sobre la cama, con su abominable culo de caballo flaco apuntando directamente hacia mí. El descomunal vibrador verde continuaba asomando por su trasero cuando, acto seguido, Kóstal se dispuso a cascársela delante mío como un subnormal indómito y vicioso; parecía que estuviese tratando de reventar los tiempos en un concurso de ordeñar vacas. No pude sino esgrimir una mueca de auténtica repulsión. Para mi total asombro, el consolador comenzó a centellear emitiendo unos fulgurantes haces de intensa luz color escarlata que giraban en círculo según el ritmo y la intensidad alcanzada por Kóstal en su frenesí masturbatorio. Cuanta más caña se daba pajeándose, tanto más resplandecía su culo; parecía el mecanismo de una turbina. Todavía no daba crédito a lo que estaba presenciando, era un rollo en plan ‘Cocoon’ pero con cosas de mariposónes.

    Mis llaves cayeron sobre la cama. Salté hacia ellas procurando esquivar el radio de acción del travesti pajillero pero en cuanto tuve el llavero en mis manos Kóstal me agarró por el brazo, me miró fijamente a los ojos con sus diminutas pupilas y aquella ridícula peluca de putón verbenero para luego ponerse a chillar como un condenado en la silla eléctrica.

    – ¡Buaaaaa-aaaargh! ¡Pooollaaaaaaas! ¡PoooooollaaaAAAS! ¡AAA-AAAAAAAAARGH! –Gritaba con desmedido ardor a la vez que brincaba como el potro de un rodeo.
    El aliento le olía a pura mierda; en lugar de boca debía tener la gruta de acceso hacia un pantano lóbrego y pestilente. Mientras convulsionaba enloquecido le agarré de la mano con la que me tenía aprisionado y conseguí soltarme sin que pudiese siquiera arañarme.
    – ¡Suéltame ya, mariposónazo! –Le ordené, para luego terminar soltándole un tremendo patadón en el culo; Kóstal se partió la crisma dándose de bruces contra el cabecero de la cama. Tras el descomunal testarazo parecía haberse quedado exhausto; de todas formas no pensé quedarme allí postrado, contemplando una vez más cómo el muy cabrón volvía a espabilarse, así que salí de la habitación cagando leches, cerré la puerta tras de mí y escapé por el pasillo hasta llegar a la salida.

    Deseperado como estaba por huir, con todo y con eso, tuve que detenerme por un instante; recapacité. Una voz en mi cabeza me ordenó dar media vuelta y, de forma inconsciente, regresé al comedor para sacar la cinta del reproductor VHS. Aquella porno era demasiado buena como para que terminase sus días en manos de un julandras. No recuperarla, por el bien de la humanidad heterosexual, hubiese supuesto un acto absolutamente sacrílego. Sin duda, era material que no debía perderse.
    Mientras esperaba a que el vídeo expulsase la cinta Kóstal volvió a hacer acto de presencia. Estaba saliendo de su cuarto a gatas y se arrastraba por el suelo como si fuese un maldito o un enfermo desquiciado y demente.

    –Pesebreee –Me susurraba en tono apacible y falsamente conciliador–, ven aquí, amigo… que te quiero contar un chiste muy bueno…
    –Una polla –Le espeté–, que tú lo que quieres es bailar conmigo la conga anal…
    – ¡AaaaaaaAARGH! ¡PESEEEEBREEEEEEE! ¡NoooOOOOOOHRG! ¡AYÚDAMEEEE! ¡PESEEBREEEE! ¡PELÚCAMEEEE, POR FAVOOR! ¡PELUUÚ-CAMEEEEEEEEEEEEEEEEEE! –Bramaba cual maldito.
    – ¡Que te jodan, mamonazo! ¡No te toco ni con un puntero láser! –Le dije–. Por cierto, me llevo tu porno. Espero que no te importe.
    – ¡MamuuUUUUUTH! ¡AieeeeEERGH! ¡Bro-mooo-OOOOORGH!! –Kóstal se levantó del suelo tambaleándose y, tras incorporarse, el consolador y las mierdas se le cayeron del culo como si fuese un caballo.

    Salí corriendo de aquella casa de putas sin dejar de pensar en todo lo que había visto. Me repugnaba la idea del sexo homosexual, sí… pero lo que más me revolvía el estomago era pensar que pudiesen haber tíos que se sintieran atraídos sentimentalmente por otros hombres; es decir, como en Brokeback Mountain. Esa peli la vi años después, cuando ya tenía parienta y prácticamente todos los estrenos que se llevaban a la cartelera de los cines estaban controlados por el gobierno gayerrestre. Recuerdo haber llegado a la conclusión de que, por lo menos para mí, sería menos violento ver porno gay antes que escenas de verdadero amor entre hombres, dándose besos apasionados, delicadas caricias y cosas de esas que si eres un auténtico macho heterosexual se te ponen los pelos como escarpias. Y bueno, de los tíos mariposónes disfrazados con lencería de mujer mejor ni hablamos. Probablemente, en toda la vida, jamás volvería a presenciar una visión tan traumática, degradante e inmunda como aquella…

    O tal vez sí.

    Jodeeer, esto es porno-terror; he sentído ansiedad ante el enfrentamiento y la posterior huída de ese ser.

    PELÚCAMEEEEEEEE

    P.d.: No sabía que los aguiluchos pueden alimentarse de pollas además de gusanos y otras cosas. Lo que aprende uno

  3. #3
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    Jodeeer, esto es porno-terror; he sentído ansiedad ante el enfrentamiento y la posterior huída de ese ser.

    PELÚCAMEEEEEEEE

    P.d.: No sabía que los aguiluchos pueden alimentarse de pollas además de gusanos y otras cosas. Lo que aprende uno
    Es gay-jorror (horror, en inglés).

    Y sí, empetaque y empeluque son cosechas propias de mis colegas para decir que se lo follan por el culo XD

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