Lectura Las ideas de Benrubi

  1. #1
    .orbmeim :olelaraporoF Avatar de Marco Frei
    Registro
    10 ene, 15
    Mensajes
    11,555
    Me gusta (Dados)
    7396
    Me gusta (Recibidos)
    5609

    Las ideas de Benrubi

    Ginebra, 30 julio


    He hecho publicar en algunos periódicos este anuncio:

    »Necesito secretario políglota, filósofo, célibe, paciente, nómada. Presentarse hasta el 20 de julio, “Hotel Mon Repos”, a las diez de la noche.»


    Como desde hace algún tiempo sufro de insomnio, el examen de los candidatos me ayudará a pasar la noche.
    Han venido sesenta y tres. Entre esos sesenta y tres, cuarenta y siete eran hebreos. He elegido un hebreo: el que me ha parecido más inteligente de todos.

    El doctor Benrubi tiene todas las cualidades que pedía y algunas más en las que no había pensado. Es un joven bajo, con las espaldas un poco curvadas, las mejillas hundidas, los ojos profundos, los cabellos ya un poco blanquecinos, la piel de color de barro de pantano. Nació en Polonia, hizo los primeros estudios en Riga, se doctoró en Filosofía en Jena, en Filología moderna en París, ha enseñado en Barcelona y en Zurich. Tiene el aspecto pobrísimo y la expresión de un perro que teme ser apaleado, pero que sabe, sin embargo, que es necesario.

    Le he preguntado, charlando, por qué los hebreos son, de ordinario, tan inteligentes y tan miedosos.

    -¿Miedosos? Se refiere probablemente al coraje físico, material, bestial. En cuanto al espiritual, los hebreos no son únicamente valerosos, sino temerarios. No han sido nunca héroes a la manera bárbara, ni siquiera creo, en la época de David, pero han sido los primeros, entre todos los pueblos, que comprendieron que el verdadero trabajo del hombre consiste más bien en ejercitar la mente que en matar criaturas semejantes a ellos.

    Además, después de la Dispersión, los hebreos han vivido siempre sin Estado, sin Gobierno, sin Ejército; grupos esparcidos en medio de unas multitudes que les odiaban. ¿Cómo quiere que se desarrolle en ellos el heroísmo de los cruzados y de los condottieri?

    Para no ser exterminados, los hebreos tuvieron que inventar su defensa. Hallaron dos medios: el dinero y la inteligencia.

    Los hebreos no aman el dinero. Tres cuartas partes de su literatura, sin contar los Profetas, es la glorificación de los pobres. Pero los hombres se destruyen con el hierro y se compran con el oro. No pudiendo adoptar el hierro, los hebreos se protegieron con el oro, el metal más estético y más noble. Los florines fueron sus lanzas, los ducados sus espadas, las esterlinas sus arcabuces, y los dólares sus ametralladoras. Armas no siempre eficaces, pero cada vez más potentes, de siglo en siglo, a causa del cariz que toma la civilización. El hebreo convertido en capitalista por legítima defensa, se ha transformado, por culpa de la decadencia moral y mística de Europa, en uno de los amos de la tierra, contra su mismo genio y contra su voluntad. Primeramente le han obligado a ser rico, después han proclamado que la riqueza es lo principal de todo, de modo que, por voluntad de sus enemigos, el pobre de la Biblia y el recluso del ghetto se ha convertido en el dominador de los pobres y de los ricos.

    Lo que fueron arneses de protección se convirtieron, con el tiempo, en instrumentos de venganza. Mucho más potente que el oro es, en opinión mía, la inteligencia. ¿De qué manera el hebreo pisoteado y escupido podía vengarse de sus enemigos? Rebajando, envileciendo, desenmascarando, disolviendo los ideales del Goim. Destruyendo los valores sobre los cuales dice vivir la Cristiandad, y de hecho, si mira usted bien, la inteligencia hebrea, de un siglo a esta parte, no ha hecho otra cosa que socavar y ensuciar vuestras más caras creencias, las columnas que sostenían vuestro pensamiento. Desde el momento en que los hebreos han podido vivir libremente, todo vuestro andamiaje espiritual amenaza caerse.

    El Romanticismo alemán había creado el Idealismo, y rehabilitado el Catolicismo; viene un pequeño hebreo de Dusseldorf, Heine, y, con su genio alegre y maligno, se burla de los románticos de los idealistas y de los católicos.

    Los hombres han creído siempre que política moral, religión, arte, son manifestaciones superiores del espíritu y que no tienen nada que ver cor la bolsa y con el vientre; llega un hebreo de Tréveris, Marx, y demuestra que todas aquellas idealísimas cosas vienen del barro y del estiércol de la baja economía.

    Todos se imaginan al hombre de genio como un ser divino y al delincuente como un monstruo; llega un hebreo de Verona, Lombroso, y nos hace tocar con la mano que el genio es un semi loco epiléptico y que los delincuentes no son otra cosa que nuestros antepasados sobrevivientes, es decir, nuestros primos carnales.

    A fines de los ochocientos, la Europa de Tolstoi, de Ibsen, de Nietzsche, de Verlaine, se hacía la ilusión de ser una de las grandes épocas de la Humanidad; aparece un hebreo de Budapest, Max Nordau, y se divierte explicando que vuestros famosos poetas son unos degenerados y que vuestra civilización está fundada sobre la mentira.

    Cada uno de nosotros está persuadido de ser, en conjunto, un hombre normal y moral; se presenta un hebreo de Freiberg en Moravia, Sigmund Freud, y descubre que en el más virtuoso y distinguido caballero se halla escondido un invertido, un incestuoso, un asesino en potencia.

    Desde el tiempo de las Cortes de Amor y del Dulce Estilo Nuevo estamos habituados a considerar a la mujer como un ídolo, como un vaso de perfecciones; interviene un hebreo de Viena, Weininger, y demuestra científicamente y dialécticamente que la mujer es un ser innoble y repugnante, un abismo de porquería y de inferioridad.

    Los intelectuales, filósofos y otros, han considerado siempre que la inteligencia es el medio único para llegar a la verdad, la mayor gloria del hombre; surge un hebreo de París, Bergson, y con análisis sutiles y geniales, abate la supremacía de la inteligencia, derroca el edificio milenario del platonismo y deduce que el pensamiento conceptual es incapaz de captar la realidad.

    Las religiones son consideradas por casi todos como una admirable colaboración entre Dios y el espíritu más alto del hombre; y he aquí que un hebreo de Saint-Germain de Laye, Reinach, se ingenia para demostrar que son simplemente un resto de los viejos tabús salvajes, sistemas de prohibiciones con supra estructuras ideológicas variables.

    Nos imaginábamos vivir tranquilos en un sólido universo ordenado sobre fundamentos de un tiempo y de un espacio separados y absolutos; sobreviene un hebreo de Ulm, Einstein, y establece que el tiempo y el espacio son una sola cosa, que el espacio absoluto no existe, ni tampoco el tiempo, que todo está fundado sobre una perpetua relatividad, y el edificio de la vieja física, orgullo de la ciencia moderna, queda destruido.

    El racionalismo científico estaba seguro de haber conquistado el pensamiento y haber encontrado la llave de la realidad; se presenta un hebreo de Dublín, Meyerson, y disuelve también esta ilusión: las leyes racionales no se adaptan nunca completamente a la realidad, hay siempre un residuo irreductible y rebelde que desafía el pretendido triunfo de la razón razonante.

    Y se podría continuar. No hablo de la política, donde el dictador Bismarck tiene como antagonista al hebreo Lasalle, donde Gladstone fue superado por el hebreo Disraeli, donde Cavour tiene como brazo derecho al hebreo Artom, Clemenceau al hebreo Mandel y Lenin al hebreo Trotski.

    Fíjese que no le he puesto delante nombres oscuros o de segundo orden. La Europa intelectual de hoy se halla, en gran parte, bajo la influencia o, si quiere, el sortilegio de los grandes hebreos que he recordado. Nacidos en medio de pueblos diversos, consagrados a investigaciones diversas, todos ésos, alemanes y franceses, italianos y polacos, poetas y matemáticos, antropólogos y filósofos, tienen un carácter común, un fin común: el de poner en duda la verdad reconocida, rebajar lo que está elevado, ensuciar lo que parece puro, hacer vacilar lo que parece sólido, lapidar lo que es respetado.

    Esta propinación secular de venenos disolventes es la gran venganza hebraica contra el mundo griego, latino y cristiano. Los griegos se han burlado de nosotros, los romanos nos han diezmado y dispersado, y los cristianos nos han torturado y despreciado, y nosotros, demasiado débiles para vengarnos con la fuerza, hemos realizado una ofensiva tenaz y corrosiva contra las columnas sobre las cuales reposa la civilización nacida de la Atenas de Platón y de la Roma de los emperadores y de los Papas. Y nuestra venganza se halla en buen punto. Como capitalistas, dominamos los mercados financieros en un tiempo en que la economía lo es todo o casi todo; como pensadores, dominamos los mercados intelectuales, agrietando las viejas creencias sagradas y profanas, las religiones reveladas y las laicas. El hebreo reúne en sí los dos extremos más temibles: déspota en el reino de la materia, anárquico en el reino del espíritu. Sois nuestros servidores en el orden económico, nuestras víctimas en el orden intelectual. El pueblo acusado de haber matado a un Dios ha querido también matar a los ídolos de la inteligencia y del sentimiento y os obliga a arrodillaros ante el ídolo máximo, el único que permanece en pie: el Dinero. Nuestra humillación, que va desde la esclavitud de Babilonia a la derrota de Bar-Cosceba y se perpetúa en los ghettos hasta la Revolución francesa, ha sido finalmente vengada. ¡El paria de los pueblos puede cantar el himno de una doble victoria!


    Mientras hablaba, el pequeño Benrubi se había ido exaltando; sus ojos, en el fondo de las órbitas, brillaban; sus delgadas manos cortaban el aire; su voz blanda se había hecho estridente. Se dio cuenta de que había dicho demasiado y se calló de pronto. Reinó un largo silencio en la habitación. Al fin el doctor Benrubi, con voz tímida y baja, me preguntó:
    -¿No podría usted anticiparme mil francos sobre mis honorarios? Tengo que hacerme un vestido, desearía pagar algunas pequeñas cuentas...

    Cuando estuvo el cheque en su poder me miró con una sonrisa que quería ser espiritual.

    -No tome al pie de la letra las paradojas que he dicho esta noche. Los hebreos somos así: nos gusta demasiado hablar y cuando se ha comenzado se continúa hablando… y se termina siempre por molestar a alguien. Si le he ofendido en algo, le ruego que me perdone.

  2. #2
    Patrimonio para lelos Avatar de netzalus
    Registro
    12 dic, 16
    Ubicación
    Las Palmas
    Mensajes
    14,893
    Me gusta (Dados)
    4535
    Me gusta (Recibidos)
    5731
    Hallábame yo buscando personas que hiciesen de la alienación algo bello. Así llegué a coristas, albañiles, arquitectos, granjeros, ventrílocuos. Dijéronme ellos que no aceptaban el lavado de imagen, pues su suciedad inherente necesitaría encontrar otra palabra para existir.


    La culpa del trauma del tío es solamente suya, por ser un necio que necesita llenar el vacío de las conversaciones. Dicho esto, los judíos son una parte importante en la cultura judeocristiana, y tienen muchas figuras admirables que crean diamantes intelectuales por la presión del ostracismo social.

  3. #3
    Aut○Ƀanned Avatar de chepa2
    Registro
    22 ago, 14
    Ubicación
    paq kieres saber eso jaja
    Mensajes
    10,782
    Me gusta (Dados)
    2857
    Me gusta (Recibidos)
    2997
    putas ratas, lo expulsado bien expulsado estaba

  4. #4
    *G H E TT O * S H I N Y* Avatar de Diggernick
    Registro
    08 dic, 13
    Ubicación
    Recalculando...
    Mensajes
    70,617
    Me gusta (Dados)
    102017
    Me gusta (Recibidos)
    40903
    Cita Iniciado por netzalus Ver mensaje
    El mensaje está oculto porque el usuario está en tu lista de ignorados.
    Hallábame yo buscando personas que hiciesen de la alienación algo bello. Así llegué a coristas, albañiles, arquitectos, granjeros, ventrílocuos. Dijéronme ellos que no aceptaban el lavado de imagen, pues su suciedad inherente necesitaría encontrar otra palabra para existir.


    La culpa del trauma del tío es solamente suya, por ser un necio que necesita llenar el vacío de las conversaciones. Dicho esto, los judíos son una parte importante en la cultura judeocristiana, y tienen muchas figuras admirables que crean diamantes intelectuales por la presión del ostracismo social.
    La cultura "judeo" cristiana. No nazi.

    Por cierto, del Papini ya he visto varias cosas chulillas, al final tendré que leer algo.
    Última edición por Diggernick; 18/09/2018 a las 17:19

  5. #5
    Patrimonio para lelos Avatar de netzalus
    Registro
    12 dic, 16
    Ubicación
    Las Palmas
    Mensajes
    14,893
    Me gusta (Dados)
    4535
    Me gusta (Recibidos)
    5731
    Cita Iniciado por Diggernick Ver mensaje
    El mensaje está oculto porque el usuario está en tu lista de ignorados.
    La cultura "judeo" cristiana. No nazi.

    Por cierto, del Papini ya he visto varias cosas chulillas, al final tendré que leer algo.
    Freud, Einstein, Marx, todos en territorio cristiano. Judeocristiana. Si hubiesen estado en el Congo, pues sería judeolo-que-cojones-sea-que-sean-los-negros

  6. #6
    *G H E TT O * S H I N Y* Avatar de Diggernick
    Registro
    08 dic, 13
    Ubicación
    Recalculando...
    Mensajes
    70,617
    Me gusta (Dados)
    102017
    Me gusta (Recibidos)
    40903
    Cita Iniciado por netzalus Ver mensaje
    El mensaje está oculto porque el usuario está en tu lista de ignorados.
    Freud, Einstein, Marx, todos en territorio cristiano. Judeocristiana. Si hubiesen estado en el Congo, pues sería judeolo-que-cojones-sea-que-sean-los-negros
    Los 3 ejemplos del siglo XX. Para mi humilde entendimiento debería llamarse civilización romano-cristiana.

  7. #7
    Patrimonio para lelos Avatar de netzalus
    Registro
    12 dic, 16
    Ubicación
    Las Palmas
    Mensajes
    14,893
    Me gusta (Dados)
    4535
    Me gusta (Recibidos)
    5731
    Cita Iniciado por Diggernick Ver mensaje
    El mensaje está oculto porque el usuario está en tu lista de ignorados.
    Los 3 ejemplos del siglo XX. Para mi humilde entendimiento debería llamarse civilización romano-cristiana.
    ¿Por la Pax romana?

    Culturalmente casa más que sean los grecorromanos. Mismos dioses, mismo trópico, mismo empeño (Alejandro Magno y César).

    Judeocristianos me casa más con el momento actual. Sí todos del siglo XX, en fronteras cristianas.

  8. #8
    *G H E TT O * S H I N Y* Avatar de Diggernick
    Registro
    08 dic, 13
    Ubicación
    Recalculando...
    Mensajes
    70,617
    Me gusta (Dados)
    102017
    Me gusta (Recibidos)
    40903
    Cita Iniciado por netzalus Ver mensaje
    El mensaje está oculto porque el usuario está en tu lista de ignorados.
    ¿Por la Pax romana?

    Culturalmente casa más que sean los grecorromanos. Mismos dioses, mismo trópico, mismo empeño (Alejandro Magno y César).

    Judeocristianos me casa más con el momento actual. Sí todos del siglo XX, en fronteras cristianas.
    Momento actual ni momento actual. Tradición cantan los judíos del Violinista en el Tejado, ¿no? Y sí, bueno, grecolatina es buen término pero así llamamos a la original, ¿no? A la suya propia, digo.

  9. #9
    Patrimonio para lelos Avatar de netzalus
    Registro
    12 dic, 16
    Ubicación
    Las Palmas
    Mensajes
    14,893
    Me gusta (Dados)
    4535
    Me gusta (Recibidos)
    5731
    Cita Iniciado por Diggernick Ver mensaje
    El mensaje está oculto porque el usuario está en tu lista de ignorados.
    Momento actual ni momento actual. Tradición cantan los judíos del Violinista en el Tejado, ¿no? Y sí, bueno, grecolatina es buen término pero así llamamos a la original, ¿no? A la suya propia, digo.
    A mí tampoco me gustan. Son tal y como se los describe en el texto. Estudiarlos da vergüenza ajena cuando se vislumbran nuevos horizontes. Y la Psicología está plagada de ellos.

    Pero es la coyuntura histórica. Hitler perdió, y ellos ganaron, y crearon Israel de las cenizas de Judea.

  10. #10
    ForoParalelo: Miembro Avatar de Chocoloco81
    Registro
    24 sep, 18
    Mensajes
    26
    Me gusta (Dados)
    0
    Me gusta (Recibidos)
    0
    Sip

  11. #11
    .orbmeim :olelaraporoF Avatar de Marco Frei
    Registro
    10 ene, 15
    Mensajes
    11,555
    Me gusta (Dados)
    7396
    Me gusta (Recibidos)
    5609
    @Señor de los KV

    Cita Iniciado por netzalus Ver mensaje
    El mensaje está oculto porque el usuario está en tu lista de ignorados.
    A mí tampoco me gustan. Son tal y como se los describe en el texto. Estudiarlos da vergüenza ajena cuando se vislumbran nuevos horizontes. Y la Psicología está plagada de ellos.

    Pero es la coyuntura histórica. Hitler perdió, y ellos ganaron, y crearon Israel de las cenizas de Judea.
    Contingentes hechos o no, se abrigaron bajo el paraguas de una partícula que fomenta la inestabilidad: la destrucción y la creación.
    Entendemos por conciencia aquello que ordena la información y que transforma las partículas latentes.

  12. #12
    Patrimonio para lelos Avatar de netzalus
    Registro
    12 dic, 16
    Ubicación
    Las Palmas
    Mensajes
    14,893
    Me gusta (Dados)
    4535
    Me gusta (Recibidos)
    5731
    Cita Iniciado por Marco Frei Ver mensaje
    El mensaje está oculto porque el usuario está en tu lista de ignorados.
    @Señor de los KV


    Contingentes hechos o no, se abrigaron bajo el paraguas de una partícula que fomenta la inestabilidad: la destrucción y la creación.
    Entendemos por conciencia aquello que ordena la información y que transforma las partículas latentes.
    Una narración debido a su obliteración del tiempo a una linealidad, tiene ángulos muertos.

  13. #13
    .orbmeim :olelaraporoF Avatar de Marco Frei
    Registro
    10 ene, 15
    Mensajes
    11,555
    Me gusta (Dados)
    7396
    Me gusta (Recibidos)
    5609
    El profesor Killaloe -con el cual he tenido una larga conversación en el hotel después del lunch-es un irlandés de unos sesenta años, pero lleno de vida. Alto como un patagón, discutidor como un diablo, docto como la Encyclopaedia Britannica, delgado como un cenobita. No sé lo que enseña, ni dónde, pero habla de todo con seguridad y sin farfullar aquellos lugares comunes que son el pasto ordinario de los profesores.

    -Me hallo aquí -me dijo entre otras cosas-para terminar mi Historia Universal: el capítulo sobre Egipto será uno de los últimos.

    -¿Le parece tan importante el reinado de Fuad para que merezca un capítulo?

    -¿Fuad? Persona muy simpática, pero que no pertenece todavía a la historia universal. El último rey de Egipto que aparece en mi historia es Menes, o Mini, que tal vez no ha existido nunca.

    -¿El último? He encontrado en mi Baedeker que Menes es, al contrario, el primero de los Faraones.

    -Precisamente. Y el señor Baedeker está de acuerdo en esto con el señor Wallis Burge, con el señor Edward Meyes, con el señor Rtincters Petrie, con el señor Breasted y con todos los historiadores del antiguo Egipto. Su error, como el de todos los historiadores del mundo, procede de la encallecida imbecilidad, ahora milenaria, que hace comenzar toda historia por un hipotético principio para llegar hasta un fin próximo a nosotros. Todos los historiadores son extrañas criaturas que tienen los ojos en el cogote o en la espalda. Su superstición constante, convertida ahora en una costumbre, es la de proceder desde el tiempo pasado hacia el presente. Y es la razón por la que todos ellos, desde Herodoto a Wells, no han comprendido nunca nada de la historia de los hombres.
    »Tome, por analogía, un libro inglés y un libro hebreo. El libro inglés se comienza a leer por la página número uno y se sigue así hasta el fin: el libro hebreo comienza con la que para nosotros sería la última página y así seguido se llega hasta la primera. Transportado este paralelo al método histórico tendrían razón los hebreos. El justo sistema para escribir la historia de un modo racional e inteligente es el de comenzar por los acontecimientos más recientes para terminar por los más remotos.

    -¿Y la cronología?

    -La cronología es una de las llaves de la historia y es respetada. Pero no destruyo la cronología si en vez de comenzar por el uno para llegar al mil, me apoyo en el mil para remontarme hasta el uno. Usted es víctima, como todos los profanos y todos los especialistas, de una costumbre mental absurda y que, sin embargo, ha dominado hasta hoy en las ciencias históricas.
    »Mi método, que consiste en retroceder desde el presente hacia el pasado, es el más lógico, el más natural, el más satisfactorio. El único que hace posible una interpretación de los hechos humanos. Observe que un acontecimiento no adquiere su luz y su importancia más que después de decenios o tal vez después de siglos. Si encuentro en 637 la entrada de los musulmanes en Jerusalén, esto no me parece más que un pequeño detalle de la expansión militar del Islam. Pero si parte de 1095, cuando se comenzó a predicar la primera cruzada, se abre ante mí el alcance incalculable del acontecimiento. Que los cristianos de Occidente sientan en un determinado momento como ofensa intolerable que el sepulcro de Cristo se halle en manos de los infieles y que de este sentimiento nazca el choque entre el Occidente y el Oriente y el principio de una nueva civilización, he aquí la clave de la importancia decisiva de la entrada de Ornar en Jerusalén. Son necesarios casi cinco siglos para que ese acto arroje sus enormes consecuencias. Si se trata de la historia de la Edad Media al revés, cuando llego al 637 estoy ya en posesión del verdadero significado de aquel hecho, porque ya me he encontrado antes con la entrada de los cruzados en Jerusalén en 1099. Y así con todos los demás hechos. Para comprender el imperialismo romano es necesario primero haber examinado las invasiones de los bárbaros, y sólo después de haber estudiado a Lutero se pueden entender las grandes órdenes monásticas del siglo XIII, como el conocimiento de Buda es necesario para la justa inteligencia de la India brahmánica. Las empresas orientales de Juliano el Apóstata y de Pompeyo deben necesariamente ser expuestas, si se desea, cuando lleguemos a Alejandro Magno, medir el alcance de su marcha a través de Persia.
    »Sin haber narrado la aventura de Napoleón no se comprende nada de la Revolución francesa, y sin la Revolución no es posible tener una idea profunda de Luis XIV y de Luis XI. La última guerra europea es una premisa indispensable para reconstruir la formación de las monarquías nacionales en el cuatrocientos y en el quinientos. El «después» es lo que explica el «antes», y no viceversa. Por eso los historiadores antiguos y modernos no son nada más que cronistas con ojos y genio de topos, únicamente procediendo al revés, la historia se convertiría en una
    verdadera ciencia. Ha llegado el momento, en este terreno, de adoptar la regla áurea que ha hecho la fortuna de las ciencias: de lo conocido a lo menos conocido y hacia lo ignorado. Y lo más conocido para nosotros, ¿no es tal vez el tiempo en que vivimos? Ergo, el primer capítulo de toda historia debe estar siempre constituido por las últimas noticias, y el último de toda historia universal bien hecha no puede ser más que el relato de la Creación.

    -¿Y cómo se las arregla para aplicar esta marcha inversa a las biografías?

    -Magníficamente. Ya se ha dicho que no se puede juzgar a un hombre hasta su último día, y juzgar quiere decir, para un hombre de ciencia, comprender. Para comprender a un gran hombre es preciso referirse, necesariamente, al día de su muerte. La vida de César comienza efectivamente en el día en que fue asesinado. ¿Por qué asesinado? De aquí podemos dirigirnos directamente a sus ambiciones, a sus campañas, a su dictadura. El paso del Rubicón nos abre el camino para comprender su anterior rivalidad con Pompeyo y ésta explica sus simpatías democráticas, que, a su vez, nos dan la llave de sus relaciones con Catilina. Si el párrafo final de la vida de César se refiere a su nacimiento, esto no es nada extraño: que César, según el método de los viejos historiadores, entre en el sepulcro, o penetre, con mi método, en el vientre de la madre, el resultado es el mismo: desde este momento, nacimiento o muerte, «César ya no existe».

    -De modo que su historia...

    -Mi historia se abre en 1919, con la paz de Versalles, y termina con la narración del primer día de la Creación, cuando, como se lee en el Génesis, «la tierra era soledad y caos, y las tinieblas cubrían el abismo». Como ve, principio y fin se juntan, diré que casi se funden e identifican. Caos y tinieblas al principio, caos y tinieblas al
    final. El gran anillo de la historia se cierra.

    Después de decir esto, el profesor Killaloe levantó de la rocking chair su larga persona y con una sonrisa hamletiana me invitó a acompañarle en su visita diaria a la Esfinge.

  14. #14
    .orbmeim :olelaraporoF Avatar de Marco Frei
    Registro
    10 ene, 15
    Mensajes
    11,555
    Me gusta (Dados)
    7396
    Me gusta (Recibidos)
    5609
    El viejo Nsumbu, que he tomado conmigo para que me haga compañía, es demasiado melancólico. No creía que un negro pudiese dejarse dominar por los remordimientos hasta ese punto. A fuerza de arrepentimiento se hace insoportable. Nsumbu tiene setenta y cinco años y creció cuando en su tribu florecía, todavía sin escrúpulos ni restricciones, la difamada práctica de la antropofagia. Durante cuarenta años seguidos Nsumbu comió de todo, pero lo más frecuentemente que podía, carne humana, blanca o negra, como fuese.

    Mas las aldeas de su tribu fueron comprendidas en una de las nuevas colonias europeas a fines del pasado siglo y el canibalismo ha sido ferozmente reprimido: fueron muertos todos los sospechosos de haber matado. Han resultado igualmente cadáveres, pero no ha sido posible comérselos.

    Nsumbu vegetó modestamente durante esta época de reacción. Los extranjeros le habían arrancado brutalmente el mejor alimento de su mesa. Nsumbu se puso triste, pero, por miedo, no quiso recurrir al contrabando para procurarse, a espaldas de la ley, el alimento preferido. Debe a esta cautela el estar todavía vivo y ser casi célebre, como uno de los veteranos de la antropofagia en esta parte de África. Los forasteros que se hallan de paso le hacen hablar y le obsequian con un poco de dinero.

    Pensé tomarlo conmigo para tener, en los momentos de aburrimiento, una conversación menos insípida que de ordinario. La gente que habla siempre de cuadros, de bailes, de beneficencia y de problemas industriales me es detestable. Un hombre que ha devorado, en cuarenta años de canibalismo legal, por lo menos trescientos de sus semejantes, debería tener indudablemente una conversación infinitamente más «apetitosa» que un clergyman, un boss o un asceta.

    Pero he sufrido una desilusión.

    A mí, que detesto a los hombres en general, el sencillo aspecto de un antropófago me hace el efecto de un tónico. Mirando a Nsumbu pensaba, con sarcástica satisfacción, que aquel vientre arrugado de viejo había sido el sepulcro de una multitud de hombres iguales en número al de los héroes de las Termópilas. Si cada uno de nosotros, en el curso de su vida, consumiese un número igual de sus semejantes, las teorías de Malthus serían económicas y prácticamente confutables. Trescientos hombres representan siempre más de doscientos quintales de carne
    sabrosa y sana.

    Nsumbu no tenía nada que decir contra la calidad del hombre considerado como
    alimento.
    -No todos los hombres -me decía- son igualmente digeribles, pero el sabor es casi siempre agradable y delicado. Podemos jactamos, entre otras superioridades de la especie humana, de que nuestra carne es mejor que la de cualquier otro animal. Y es, además, en suma, más nutritiva. Después de haber comido una buena ración de enemigo asado podía resistir el ayuno, aun trabajando, durante un par de días. Hay quien prefiere las mujeres; otros, los niños. Por mi cuenta he apreciada siempre a los hombres hechos y me han sentado muy bien. Comiendo un animal, como usted sabe, se adquieren también sus cualidades. Para ser valiente se comen corazones de león; para ser astuto, sesos de lobo. Cebándome con hombres maduros me enriquecí en fuerza y sabiduría y he podido vivir hasta esta edad.

    »Pero la carne humana, al fin, acaba por aburrir. Su bondad nos disgusta de toda otra carne, pero luego, a su vez, se nos hace poco sabrosa. ¡Siempre aquel sabor dulzón, aquellas manos que tal vez nos han acariciado, aquel corazón que habíamos sentido latir!

    »Y después hay el peligro del alma. A fuerza de comer tantos hombres, alguna acaba por permanecer dentro de nosotros. Y entonces se venga. A mí me parece que me han quedado cuatro o cinco que me atormentan, ahora una, ahora otra, y algunas veces todas juntas. La más potente es, creo yo, el alma de un blanco misericordioso que durante muchos años me ha torturado con la tentación de la piedad. Y, ahora que soy viejo, probablemente esta alma ha adquirido la supremacía. No puedo recordar sin náuseas los fastuosos banquetes de victoria de mi juventud, cuando la tribu había hecho una buena caza y había en la aldea presas vivientes para hartarme durante una semana. Me vienen algunas' veces a la memoria, con mordiscos de reprobación, algunos rostros desesperados de víctimas que esperaban la muerte, atadas en la tienda del sacrificio, ante nuestras bocas aulladoras y hambrientas. Los misioneros tienen razón: comerse a nuestros semejantes, provistos de alma como nosotros, es un pecado. La carne humana es el más apetitoso de los manjares y precisamente por esto es más meritorio el ayunar
    de ella. A vosotros, los blancos, que os abstenéis, el Amo del Cielo os ha dado en recompensa el dominio de toda la tierra.

    Temo que Nsumbu haya caldo en la imbecilidad a causa de sus años. Con gran estupefacción de mi cocinero no come ahora más que legumbres y fruta. La civilización le ha corrompido, le ha hecho volver humanitario y vegetariano. Creo que me veré obligado a licenciarle en el primer puerto en que hagamos escala.

  15. #15
    .orbmeim :olelaraporoF Avatar de Marco Frei
    Registro
    10 ene, 15
    Mensajes
    11,555
    Me gusta (Dados)
    7396
    Me gusta (Recibidos)
    5609
    No quería abandonar la India sin haber visto al más célebre hindú viviente, y fui, hace dos días, al Satyagraha, Ashram, domicilio de Gandhi.

    El Mahatma me ha recibido en una estancia casi desnuda, en donde él, sentado en el suelo, se hallaba meditando junto a un argadillo inmóvil. Me ha parecido más feo y más descarnado de lo que aparece en las fotografías.

    -Usted quiere saber -me ha dicho entre otras cosas- por qué deseamos expulsar a los ingleses de la India. La razón es sencilla: son los mismos ingleses los que han hecho nacer en mí esta idea castizamente europea. Mi pensamiento se formó durante mi larga estancia en Londres. Me di cuenta de que ningún pueblo europeo soportaría el ser administrado y mandado por hombres de otro pueblo. Entre los ingleses, sobre todo, este sentido de la dignidad y de la autonomía nacional está desarrolladísimo. No quiero ingleses en mi casa precisamente porque me parezco demasiado a los ingleses. Los antiguos hindúes se preocupaban muy poco de las cuestiones de la tierra y mucho menos de la política. Sumergidos en la contemplación del Atman, del Brahman, del Absoluto, deseaban solamente fundirse en el Alma única del universo. Para ellos, la vida ordinaria, exterior, era un tejido de ilusiones, y lo importante era libertarse de ella lo más pronto posible, primeramente con el éxtasis y luego con la muerte. La cultura inglesa, de sentido occidental -importada por efecto de la conquista-, ha cambiado nuestro concepto de la vida. Digo nuestro para decir el de los intelectuales, pues la masa ha permanecido durante siglos refractaria al mensaje europeo de la libertad política. El primero en sentirse impregnado de las ideas occidentales he sido yo, y me he convertido en el guía de los hindúes precisamente porque soy el menos hindú de todos mis hermanos.

    »Si lee usted mis libros y sigue mi propaganda, verá claramente que las cuatro quintas partes de mi cultura y de mi educación espiritual y política son de origen europeo. Tolstoi y Ruskin son mis verdaderos maestros. El cristianismo ha inspirado, más que el Budismo, mi teoría de la no resistencia. He traducido a Platón, admiro a Mazzini, he meditado sobre Bacon, sobre Carlyle, sobre Boehme, me he servido de Emerson y de Charpentier. Mis ideas sobre la necesidad de la desobediencia, proceden de Thoreau, el sabio solitario de Concord; y mi campaña contra las máquinas es una repetición de aquella que los luditas, es decir, los secuaces de Ned Lud, realizaron en Inglaterra de 1811 a 1818. Finalmente, la poesía del argadillo se me reveló leyendo, en el Fausto de Goethe, el episodio de
    Margarita. Como ve, mis teorías no deben nada a la India, vienen todas de Europa y especialmente de los escritores de lengua inglesa. Figúrese que únicamente en Londres, en 1890 estudié la Bhagayad Gita, por indicación de Mrs. Besant, ¡una inglesa! Y al propugnar hoy la unión entre hindúes, mahometanos, parsis y cristianos no hago más que seguir el principio de la unidad religiosa proclamada por la Teosofía, creación castizamente europea. Huelga añadir que mi condenación de las castas deriva de los principios de igualdad de la Revolución Francesa.

    »La historia de Europa en el siglo XIX tuvo sobre mí una influencia decisiva. Las luchas de los griegos, de los italianos, de los polacos, de los húngaros, de los eslavos del Sur para sustraerse al dominio extranjero me han abierto los ojos. Mazzini ha sido mi profeta. La teoría del Home Rule de Irlanda es el modelo del movimiento que yo he llamado aquí Hind Swarai. He introducido en la India, por lo tanto, un principio absolutamente extraño a la mente hindú. Los hindúes, hombres metafísicos y cuerdos, han considerado siempre la política como una actividad inferior: si es necesario un poder y si hay gente que lo quiera ejercitar -pensaban dejémosles hacer; será una molestia menos para nosotros. El hindú vive en el reino del espíritu puro, aspira a la eternidad. ¿Qué importa que le gobiernen rajás indígenas o emperadores extranjeros? Por esto soportamos durante siglos el dominio mongol y el mahometano. Luego vinieron los franceses, los holandeses, los portugueses, los ingleses; establecieron factorías en la costa, avanzaron hacia el interior, y les dejamos hacer. Son los europeos, y únicamente los europeos, los
    responsables de nuestro deseo presente de arrojar a los europeos. Sus ideas nos han cambiado, es decir, "desindianizado", y entonces, convertidos en discípulos de nuestros amos, ha nacido el deseo de no querer ya más amos. El que está más saturado de pensamiento inglés soy yo, y por esto estaba destinado a ser el jefe de la cruzada anti inglesa. No se trata aquí, como presumen los periodistas europeos, de una lucha entre el Occidente y el Oriente. Al contrario: el europeísmo ha impregnado de tal modo la India que nos hemos visto obligados a levantarnos contra Europa. Si la India hubiera permanecido puramente hindú, es decir, fiel a Oriente, toda contemplativa y fatalista, nadie de los nuestros habría pensado en sacudir el yugo inglés. En el momento en que fui traidor al espíritu antiguo de mi patria aparecí como el libertador de la India. Las ideas europeas a través de mi
    proselitismo -preparado de un modo excelente por la cultura inglesa difundida en nuestras escuelas- ha penetrado en las multitudes, y ya no hay remedio. Un hindú auténtico puede tolerar ser esclavo; un hindú anglicanizado quiere ser dueño de la India, como de Inglaterra los ingleses. Los más anglófilos -como lo era yo hasta fines de 1920- son necesariamente antibritánicos.

    »Éste es el verdadero secreto de lo que se llama "movimiento gandhista", pero que debería llamarse propiamente "movimiento de los hindúes convertidos al europeísmo contra los europeos renegados", es decir, contra esos ingleses que morirían de vergüenza si fuesen a mandar a su país los franceses o los alemanes, y que luego pretenden gobernar, con la excusa de la filantropía, un país que no les pertenece. ¡Nos habéis cambiado el alma y ya no queremos saber nada de vosotros! ¿Recuerda el Aprendiz de Mago, de Goethe? Los ingleses han despertado en nosotros el dominio de la política que dormía en el fondo de nuestro espíritu de ascetas desinteresados, y ahora ya no saben cómo poderlo hacer desaparecer. ¡Peor para ellos!

  16. #16
    .orbmeim :olelaraporoF Avatar de Marco Frei
    Registro
    10 ene, 15
    Mensajes
    11,555
    Me gusta (Dados)
    7396
    Me gusta (Recibidos)
    5609
    He estado porfiando casi un mes, pero al fin lo he conseguido. Había venido a Rusia únicamente para conocer a este hombre y no quería marcharme sin haberle oído hablar. Me parece, en su género, uno de los tres o cuatro vivientes que vale la pena de escuchar. Llegar hasta él me ha costado casi veinte dólares -regalos a las mujeres de los comisarios, propinas a los soldados rojos, donativos a los asilos de huérfanos-, pero no lo lamento.

    Decían que Vladimiro Ilitch estaba enfermo, cansado, y que no podía recibir a nadie, a excepción de sus íntimos. No permanece ya en Moscú, sino en una aldea vecina, en una antigua villa de señores, con el acostumbrado peristilo de columnas blancas a la entrada. El viernes por la noche las últimas dificultades habían sido vencidas y el teléfono me advirtió que el domingo se me esperaba. Dijeron a Lenin que mi capital podría ayudar a los difíciles comienzos de la «Nep» y había consentido en verme.

    Fui recibido por la esposa, una mujer gorda y taciturna, que me miró como las enfermeras miran a un nuevo enfermo que entra en la sala. Encontré a Lenin en un pequeño balcón, sentado ante una gran mesa cubierta de grandes hojas de dibujos. Me produjo la impresión de un condenado al cual se le permite gandulear en paz en
    las últimas horas de su vida. La característica cabeza de tipo mongólico parecía hecha de queso viejo y seco; árida y, sin embargo, blanda. Entre los labios sucios, la calavera mostraba ya la fila siniestra de sus dientes. El cráneo, vasto y desnudo, hacía el efecto de una caja barbárica construida con el hueso frontal de algún monstruo fósil. Dos ojos turbios e inquisitivos de pájaro solitario estaban agazapados dentro de los párpados sanguinolentos. Las manos jugueteaban con un lápiz de plata: se veía que habían sido grandes y fuertes manos de labrador, pero con su descarnadura anunciaban la muerte. No podré olvidar nunca sus orejas de marfil chupado, tendidas hacia fuera como para coger los últimos sonidos del mundo, antes del gran silencio.

    Los primeros minutos del coloquio fueron más bien penosos. Lenin se esforzaba en estudiarme, pero con aire distraído, como si cumpliese un deber que ahora ya no le importaba. Y yo, ante aquella máscara azafranada y cansada, no tenía valor para hacer las preguntas que me había propuesto. Murmuré al azar un cumplido sobre la
    gran obra realizada por él en Rusia. Y entonces aquella cara medio muerta se llenó de arrugas espectrales que querían ser una sonrisa sarcástica.

    -Pero si todo estaba hecho -exclamó Lenin con un brío inesperado y casi cruel-;todo estaba hecho antes de que llegásemos nosotros. Los extranjeros y los imbéciles suponen que aquí se ha creado algo nuevo. Error de burgueses ciegos. Los bolcheviques no han hecho más que adoptar, desarrollándolo, el régimen instaurado por los zares y que es el único adaptado al pueblo ruso. No se pueden gobernar cien millones de brutos sin el bastón, los espías, la policía secreta, el terror, las horcas, los tribunales militares, las galerías y la tortura. Nosotros hemos cambiado únicamente la clase que fundaba su hegemonía sobre este sistema. Eran sesenta mil nobles y tal vez unos cuarenta mil grandes burócratas; en total, cien mil personas. Hoy se cuenta cerca de dos millones de proletarios y de comunistas. Es un progreso, un gran progreso, porque los privilegios son veinte veces más numerosos, pero el noventa y ocho por ciento de la población no ha ganado mucho en el cambio. Esté seguro de que no ha ganado nada, y es al mismo tiempo lo que se quiere, lo que se desea, aunque por otra parte era absolutamente inevitable.

    Y Lenin comenzó a reír en sordina como un comerciante que ha engatusado a alguien y contempla alegremente las espaldas del burlado que se va.

    -Entonces -murmuré-, ¿y Marx, y el progreso, y lo demás?

    -A usted, que es un hombre potente y extranjero -añadió-, se lo podemos decir todo. Nadie lo creerá. Pero recuerde que Marx mismo nos ha enseñado el valor puramente instrumental y ficticio de las teorías. Dado el estado de Rusia y de Europa me he tenido que servir de la ideología comunista para conseguir mi verdadero fin. En otros países y en otros tiempos hubiera elegido otra. Marx no era más que un burgués hebreo aferrado a las estadísticas inglesas y admirador secreto del industrialismo. Le faltaba el sentido de la barbarie, y por esta razón era apenas
    una tercera parte del hombre. Un cerebro saturado de cerveza y de hegelianismo, en el que el amigo Engels esbozaba alguna idea genial. La Revolución rusa es una completa negación de las profecías de Marx. Donde no había casi burguesía, allí ha vencido el comunismo.

    »Los hombres, señor Gog, son salvajes espantosos que deben ser dominados por un salvaje sin escrúpulos, como yo. El resto es charlatanería, literatura, filosofía y músicas para uso de los tontos. Y como los salvajes son semejantes a los delincuentes, el principal ideal de todo Gobierno debe ser el de que el país se asemeje lo más posible a un establecimiento penal. La vieja mazmorra zarista es la última palabra de la sabiduría política. Bien meditado, la vida del presidiario es la más adaptada al promedio vulgar de los hombres. No siendo libres, están, al fin, exentos de los peligros y de las molestias de la responsabilidad y se hallan en condiciones de no poder realizar el mal. Apenas un hombre entra en la prisión, debe, por la fuerza, llevar la vida de un inocente. Además, no tiene pensamientos ni preocupaciones, pues ya están aquí los que piensan y mandan por él; trabaja con el cuerpo, pero su espíritu descansa. Y sabe que todos los días tendrá qué comer y podrá dormir, aunque no trabaje, aunque esté enfermo, y todo esto, sin las preocupaciones que incumben al libre para procurarse su pan cada mañana y un lecho cada noche. Mi sueño es transformar a Rusia en un inmenso establecimiento penal, y no se imagine que lo diga por egoísmo, pues con un tal sistema, los más esclavos y sacrificados son los jefes y los que los secundan.

    Lenin calló un momento y se puso a contemplar un diseño que tenía ante sí. Representaba, según me pareció, un palacio alto como una torre, agujereado por innumerables ventanas redondas. Me atreví a formular una de mis preguntas:

    -¿Y los campesinos?

    -Odio a los campesinos -respondió Vladimiro Ilitch con un gesto de asco-, odio al mujik idealizado por aquel reblandecido occidental llamado Turguenev y por aquel hipócrita fauno convertido que se llama Tolstoí. Los campesinos representan todo lo que detesto: el pasado, la fe, la herejía y la manía religiosa, el trabajo manual. Los
    tolero y los acaricio, pero los odio. Quisiera verlos desaparecer todos, hasta el último. Un electricista vale, para mí, por cien campesinos.

    »Se llegará, según espero, a vivir con los alimentos producidos en pocos minutos por las máquinas en nuestras fábricas químicas, y podremos al fin hacer la matanza de todos los labriegos inútiles. La vida en la naturaleza es una vergüenza prehistórica.

    »Tenga usted en cuenta que el bolcheviquismo representa una triple guerra: la de los bárbaros científicos contra los intelectuales podridos, del Oriente contra el Occidente y de la ciudad contra el campo. Y en esta guerra no dudaremos en la elección de las armas. El individuo es algo que debe ser suprimido. Es una invención de aquellos gandules griegos o de aquellos fantásticos germanos. Quien resista será extirpado como una pústula maligna. La sangre es el mejor abono ofrecido a la Naturaleza.

    »No crea que yo sea cruel. Todos estos fusilamientos y todas estas horcas que se levantan por mi orden me disgustan. Odio a las víctimas, sobre todo porque me obligan a matarlas. Pero no puedo hacer otra cosa. Me vanaglorio de ser el director de una penitenciaría modelo, de un presidio pacífico y bien organizado. Pero aquí se
    hallan, como en todas las prisiones, los rebeldes, los inquietos, aquellos que tienen la estúpida nostalgia de las viejas ideologías y de las mitologías homicidas. Todos ésos son suprimidos. No puedo permitir que algunos millares de enfermos comprometan la felicidad futura de millones de hombres. Además, al fin y al cabo, las antiguas sangrías no eran una mala cura para los cuerpos. Hay una cierta voluptuosidad en sentirse amo de la vida y de la muerte. Desde que el viejo Dios fue muerto -no sé si en Francia o en Alemania-, ciertas satisfacciones han sido
    acaparadas por el hombre. Yo soy, si quiere, un semidiós local, acampado entre Asia y Europa, y, por tanto, me puedo permitir algún pequeño capricho. Son gustos de los que, después de la decadencia de los paganos, se había perdido el secreto. Los sacrificios humanos tenían algo bueno: eran un símbolo profundo, una alta enseñanza; una fiesta saludable. Y yo, en vez de los himnos de los fieles, siento llegar hasta mí los alaridos de los prisioneros y de los moribundos, y le aseguro que no cambiaría con la novena sinfonía de Beethoven esa sinfonía, canto anunciador de la beatitud próxima.

    Y me pareció que el rostro descompuesto y cadavérico de Lenin se inclinaba hacia delante para escuchar una música silenciosa y solemne, que tan sólo él podía oír. Apareció la señora Krupskaia para decirme que su marido estaba cansado y que tenía necesidad de un poco de reposo. Me marché en seguida.

    He gastado casi veinte dólares para ver a este hombre, pero en verdad no me hace el efecto de que los haya malgastado.

  17. #17
    .orbmeim :olelaraporoF Avatar de Marco Frei
    Registro
    10 ene, 15
    Mensajes
    11,555
    Me gusta (Dados)
    7396
    Me gusta (Recibidos)
    5609
    Veo frases antiguas -cuando leo libros o periódicos- que me dan rabia. Por ejemplo, «nadar en oro», «chapotear en el oro». Frases inventadas por infelices sin fantasía. Yo soy uno de los hombres más ricos del mundo, sin embargo, jamás he «nadado en oro». Oro he visto siempre poquísimo y raramente. No llevo y no entrego casi nunca monedas de oro, que sirven únicamente en los países semibárbaros. El oro se ve, más que nada, entre los plebeyos, y tiene, además, algo de primitivo y vulgar. Pero hace algunos días, irritado más de lo acostumbrado por esas frases, quise
    experimentar por una vez eso que los imbéciles llaman «nadar en oro» Di órdenes a mi administrador -un armenio que no duerme nunca- para que reuniese la mayor cantidad de oro que le fuese posible -monedas y objetos labrados- y que la amontonase en la gran piscina de pórfido en la cripta llamada de Tiberio. Y por la noche, solo, con el tesoro allí, y después de cerrar todas las compuertas de acero, me desnudé.

    Dentro de la piscina -de unos ocho metros de largo- había oro, según el armenio, por valor de veintidós millones. Monedas de todos los países y de todos los tiempos -porque incluso puse a contribución mi colección numismática-, anillos, cadenas de reloj, corazones de exvotos, fetiches contra el mal de ojo, medallones, dientes
    usados, broches de toda especie. Pero más que todo, monedas; algunos nummo romanos, daríos persas, doblones de España, florines de Florencia, ducados y cequíes de Venecia, luises franceses, coronas holandesas y, sobre todo, esterlinas modernas y dólares.

    Probé de meterme en aquella masa amarillenta. Debo decir, ante todo, que es absolutamente imposible «nadar en oro». Todo lo más, ayudándose con las manos, se puede penetrar en la masa hasta la cintura, pero a costa de muchos esfuerzos, y cuando se está sumergido es muy difícil moverse: nos vemos prisioneros y sacrificados.

    Las sensaciones que se experimentan allí dentro, con la mitad del cuerpo sumergida en el metal, son en gran manera desagradables. El oro, a pesar de su color que los pintores y los poetas llaman caliente, solar, ardiente, etc., es muy frío, casi helado. En aquellos pocos minutos que conseguí soportarlo me sentí apretado y sacudido de
    escalofríos. Uno de los momentos más desagradables de mi vida: sentido penoso de resistencia, de aplastamiento, de hielo. Y no se puede decir que consuela la vista. El amarillo del oro no es ciertamente el más bello que se encuentra en la naturaleza. La chinapaya y también el vulgarísimo girasol son más llamativos y espléndidos. Y no hablemos de ciertos amarillos que se ven en los cuadros de Botticelli y de Van Gogh. El oro tiene algo de hostil y de impuro, tanto aquel pálido y un poco alimonado de los antiguos, como aquel otro amalgamado y hosco de la Edad Media, y peor aún, el lustroso y rojizo de nuestros tiempos. El oro, además, ha sido envilecido en los usos más humillantes -dientes postizos, plumas sucias de tinta, monturas de lentes-, lo que casi da asco. Y todas aquellas monedas manejadas por las manos más inmundas, engullidas, escondidas en la boca o en el recto...

    Apenas hube salido del pretendido baño, di orden al tesorero que revendiese inmediatamente las esterlinas, los dólares y las joyas, y volviese a poner en su lugar las piezas antiguas que pueden tener un valor de curiosidad.

    Si los ricos no tuviesen otras satisfacciones más que ésa, fabulosa y trivial, de «chapuzar en el oro», serían los más ridículos desgraciados de la Tierra. «Nadar en oro» podría ser, todo lo más, un feroz suplicio que destinaría a los malos escritores.

  18. #18
    .orbmeim :olelaraporoF Avatar de Marco Frei
    Registro
    10 ene, 15
    Mensajes
    11,555
    Me gusta (Dados)
    7396
    Me gusta (Recibidos)
    5609
    En «Blumenwald», en la Casa de Salud donde he hecho restaurar por un psicoterapeuta mis nervios fatigados, me fijé, ya desde la primera noche, en un hombrecillo retorcido y claudicante que llevaba con mucho brío sus diversas deformidades. Tenía un ojo vendado de negro, el cráneo en forma de cono, la nariz comida por un lupus y reducida a una cicatriz rosada, la boca oculta por una vegetación de mechones color de cobre descolorido. Y, sin embargo, este sujeto se movía mucho más que los otros huéspedes, hablaba en voz alta con todos y se le encontraba a cada momento precedido del repiqueteo rápido de su bastón de cayado. Me enteré de que se llamaba el doctor Mündung y que había escrito como las tres cuartas partes de los alemanes, algunos libros.

    El segundo día me acechó mientras paseaba por el jardín y me obligó a sentarme a su lado en un banco de madera.

    -Usted es extranjero -dijo sentenciosamente con su voz más recia-, y sin duda ha venido a Alemania para aprender. Germania docet. Aquí está el Alma mater del mundo. Tantas ciudades, tantas universidades; por cada seis habitantes, un maestro. Incluso en esta casa vergonzosa que no es ni un hotel, ni una pensión, ni una clínica, ni un sanatorio, ni tampoco un Instituto de cultura, pero donde un charlatán sin escrúpulos vende esperanzas y salchichas a altos precios, puede encontrar un alimento para el espíritu. Usted conoce seguramente mi nombre. Doctor Mündung, licenciado en Religionsgeschichte, autor de un volumen sobre doctrinas esotéricas de los Jezidis, o adoradores del diablo, de varios Betrachtungen sobre el culto astral entre los hebreos y de una obra, hoy ya clásica, sobre las relaciones protohistóricas entre las divinidades subterráneas de la Frigia y la diosa germánica Frigga. Si me encuentro aquí, lejos de las bibliotecas y de mis estudios, es por culpa de algunos colegas envidiosos que han querido, con esta estratagema, alejar por algún tiempo el peligro de que concurra a alguna cátedra universitaria. Mi mujer, que es china y no conoce bien los usos de su nueva patria, se ha dejado persuadir por éstos y... Excúseme si le hablo de mis asuntos: es un error, hasta una herejía.

    »Le aseguro, sin embargo, que tampoco en «Blumenwald» he perdido el tiempo. Para un estudioso de la historia de las religiones, la variedad es una ventaja; para los hombres en general, un inconveniente. Se ha intentado crear una lengua universal, pero nadie ha conseguido inventar una religión verdaderamente aceptable para todos.

    »El error está en esto: que no hay profundidad bastante en la naturaleza del hombre. El hombre, a pesar de todas las hipocresías y las retóricas, no ama sinceramente más que a sí mismo y no respeta ni adora más que a su propio yo. Se finge, por miedo o por sugestión, al venerar a los dioses, a los héroes, a la patria, a la Humanidad y a todos los demás entes históricos o abstractos que llenan las galerías de la Historia. En realidad éstos constituyen mamparas o pretextos para esconder la verdadera fe. Para llegar a una religión verdaderamente universal y práctica, que todos estarían gozosos en adoptar si se presentase un profeta valeroso, es preciso tener en cuenta el centro psicológico de la conducta humana.

    »La nueva y definitiva religión que yo propongo a los hombres es la Egolatría. Cada uno se adorará a sí mismo, cada uno tendrá su dios personal: él mismo. La Reforma protestante se alaba de hacer de cada hombre un sacerdote; nada de intermediarios entre la criatura y el Creador. Un paso más: nada de intermediarios entre el adorante y el adorado. Cada uno es, para sí mismo, su Dios.

    »De esta manera se combinan las ventajas del politeísmo y del monoteísmo. Cada hombre tendrá un solo Dios, pero los dioses serán tantos como son los hombres. Y no habrá peligro de escisiones, porque los ególatras, estando de acuerdo en el principio fundamental de la nueva religión, no caerán nunca, por razones evidentes, en la locura de adorar a un dios extranjero, esto es, a otra criatura semejante a ellos.

    »Esta religión es, al mismo tiempo, el fruto supremo del idealismo alemán y de la modernísima civilización. Cuando Fichte apareció un día en la cátedra anunciando a los oyentes: hoy crearemos a Dios, la Egolatría quedaba virtualmente fundada. Si Dios es una creación de nuestra actividad práctica o ética, esto es, creación de la mente humana, ¿por qué adorarle como si verdaderamente existiese fuera de nosotros y no adorar más bien a su creador, esto es, al hombre? Si el hombre es padre de Dios, si Dios no existe fuera del espíritu humano, adorando al hombre a- doramos al Dios verdadero, al Dios absoluto, al Dios que ya no es ignoto. Pero no se puede adorar al Hombre en general. La Menschheite es una abstracción, un flatus vocis: el hombre auténtico se realiza en el individuo concreto, esto es, en cada uno de nosotros.

    »La civilización moderna, que ha destruido poco a poco los adelantos de la fantasmagoría trascendental, ha comenzado a practicar, sin darse cuenta, la Egolatría. El Deporte es la adoración del cuerpo; el culto de la Ciencia es un sustituyo de la unisapiencia atribuida a Dios; el culto de la máquina, una subrogación de la omnipotencia de Dios. Lo que parecía reservado al Ser perfecto, se convierte poco a poco en prerrogativa común de los mortales.

    »Le diré confidencialmente que la Egolatría es ya practicada inconscientemente por la mayoría de los hombres. Se trata de darle un nombre, un credo y una conciencia. Y ésta será mi misión apenas salga de esta caverna de envenenadores.

    »Leyendo la antigua saga escandinava de San Olaf me ha impresionado siempre este diálogo: "¿En quién crees tú?", pregunta el rey a su soldado. "En mí mismo", responde éste. Es la voz sincera de un héroe sincero. Quien no cree en sí mismo no vive. Se trata de hacer coincidir la religión y la vida, la fe y la práctica.

    »Las demás religiones han fracasado porque exigían del hombre cosas contrarias a su verdadera naturaleza. La mía, que se adapta a la intención secreta del hombre, triunfará sin lucha.

    »Será necesario, me dirá, un culto que esté inspirado en el moderno sentido práctico. Ya he pensado en ello. Todo ególatra hará fabricar su propia estatua: en oro, en bronce, en mármol, según sus medios. Si no es bastante rico para recurrir a un escultor, se contentará con un retrato al óleo o con una buena fotografía. Ante esta imagen depositará ofrendas o recitará sus plegarias. Encontraremos excelentes formas para la celebración del Yo en el libro de los idealistas y en el Canto del propio Yo, de Walt Whitman. El baño diario o semanal será el equivalente del b- autismo; la comida sustituirá a la comunión; el sueño, pérdida transitoria de la conciencia del Yo, será la penitencia. Como se ve, es una religión cómoda y no muy complicada. No hay más dios que el hombre y cada hombre tiene su encarnación. Se ha terminado la humillación de inclinarse ante potencias superiores; ha terminado la hipocresía de renegar de nuestro irrefrenable instinto. El hombre se ama a sí mismo, lo confiesa abiertamente, y da a su amor, sin miedo y sin reservas, forma devota y litúrgica. Esté seguro de que el siglo XX será el siglo de la Egolatría. Cuando el gárrulo pequeño monstruo hubo terminado su peroración le miré fijamente. Y con la fantasía le vi en adoración ante una estatua que reprodujese su horrida cara, su cuerpo contrahecho. No pude menos de reírme. El doctor Mündung no lo tomó a mal.

    -Mi religión -añadió- es un mensaje de alegría y no de mortificación. Usted ha penetrado en el espíritu de mi empresa y espero que será mi profeta en la segunda mitad de la tierra.

    Al decir esto me tocó las rodillas con sus manos minúsculas, como en acto de consagración. Me di cuenta entonces de que en una mano tenía cuatro dedos solamente, pero seis en la otra.

  19. #19
    .orbmeim :olelaraporoF Avatar de Marco Frei
    Registro
    10 ene, 15
    Mensajes
    11,555
    Me gusta (Dados)
    7396
    Me gusta (Recibidos)
    5609
    Este mes he comprado una República. Capricho costoso y que no tendrá imitadores. Era un deseo que tenía desde hacía mucho tiempo y he querido librarme de él. Me imaginaba que el ser dueño de un país daba más gusto.

    La ocasión era buena y el asunto quedó arreglado en pocos días. El presidente tenía el agua hasta el cuello: su ministerio, compuesto de clientes suyos, era un peligro. Las cajas de la República estaban vacías; crear nuevos impuestos hubiera sido la señal del derrumbamiento de todo el clan que se hallaba en el poder, tal vez de una revolución. Había ya un general que armaba bandas de regulares y prometía cargos y empleos al primero que llegaba.

    Un agente americano que se hallaba en el lugar me avisó. El ministro de Hacienda corrió a Nueva York: en cuatro días nos pusimos de acuerdo. Anticipé algunos millones de dólares a la República, y además asigné al presidente, a todos los
    ministros y a sus secretarios unos emolumentos dobles de aquellos que recibían del Estado. Me han dado en garantía -sin que el pueblo lo sepa- las aduanas y los monopolios. Además, el presidente y los ministros han firmado un covenant secreto
    que me concede prácticamente el control sobre la vida de la República. Aunque yo parezca, cuando voy allí, un simple huésped de paso, soy, en realidad, el dueño casi absoluto del país. En estos días he tenido que dar una subvención, bastante crecida, para la renovación del material del ejército, y me he asegurado, en cambio, nuevos privilegios.

    El espectáculo, para mí, es bastante divertido. Las Cámaras continúan legislando, en apariencia libremente los ciudadanos continúan imaginándose que la República es autónoma e independiente y que de su voluntad depende el curso de las cosas. No saben que todo cuanto se imaginan poseer -vida, bienes, derechos civilesdepende en última instancia de un extranjero desconocido para ellos, es decir, de mí.

    Mañana puedo ordenar la clausura del Parlamento, una reforma de la Constitución, el aumento de las tarifas de aduanas, la expulsión de los inmigrados. Podría, si me pluguiese, revelar los acuerdos secretos de la camarilla ahora dominante y derribar así al Gobierno, obligar al país que tengo bajo mi mano a declarar la guerra a una de las Repúblicas colindantes. Esta potencia oculta e ilimitada me ha hecho pasar algunas horas agradables. Sufrir todos los fastidios y la servidumbre de la comedia política es una fatiga bestial; pero ser el titiritero que detrás del telón puede solazarse tirando de los hilos de los fantoches obedientes a su movimiento, es una voluptuosidad única. Mi desprecio de los hombres encuentra un sabroso alimento y mil confirmaciones

    Yo no soy más que el rey incógnito de una pequeña República en desorden, pero la facilidad con que he conseguido dominarla y el evidente interés de todos los iniciados en conservar el secreto, me hace pensar que otras naciones, y tal vez más vastas e importantes que mi República, viven, sin darse cuenta, bajo una dependencia análoga de soberanos extranjeros. Siendo necesario más dinero para su adquisición, se tratará, en vez de un solo dueño, como en mi caso, de un trust, de un sindicato de negocios, de un grupo restringido de capitalistas o de banqueros. Pero tengo fundadas sospechas de que otros países son gobernados por pequeños comités de reyes invisibles, conocidos solamente por sus hombres de confianza, que continúan recitando con naturalidad el papel de jefes legítimos.

  20. #20
    .orbmeim :olelaraporoF Avatar de Marco Frei
    Registro
    10 ene, 15
    Mensajes
    11,555
    Me gusta (Dados)
    7396
    Me gusta (Recibidos)
    5609
    Esta mañana, mientras me hallaba preparando tranquilamente mi itinerario asiático, se me ha presentado un hombre de unos cincuenta años, amable y casi obsequioso, quien me ha manifestado que debía hablarme a solas de cosas muy importantes. Hice salir a mi secretario y me dispuse a escucharle.

    -¿Conoce usted la «DOM»? -me ha preguntado en voz baja el visitante. He tenido que admitir que no había oído hablar nunca de ella. Me lo imaginaba. Y es mejor que sea así. Se trata, como le explicaré, de una Liga secreta. Mis jefes creen que la adhesión de usted sería infinitamente de desear.

    He creído que se trataba de una especie de Ku-Klux-Klan y he manifestado que en manera alguna quería mezclarme en sociedades secretas.

    Cuando le haya dicho lo que es la «Fom» estoy seguro de que cambiará de manera de pensar. El nombre, como ya debe imaginarse, es una sigla de iniciales. Nuestra Liga se llama: Friends of Mankind y sus fines son completamente desinteresados. Los fundadores, cuyos nombres me es imposible revelarle, han partido del siguiente principio: el aumento continuo de la Humanidad es contrario al bienestar de la Humanidad misma. Por medio de la industria, la agricultura y la política colonial, se intenta suplir el déficit, pero está claro que dentro de algún tiempo habrá un
    balance demasiado desigual entre el banquete y el número de los que al banquete asisten. Malthus tenía razón, pero se equivocó al creer demasiado cercano el desastre. En realidad, la Naturaleza, en forma de terremotos, erupciones, epidemias, carestía y guerras, viene a diezmar de un modo periódico al género humano. También el tráfico automovilístico, el comercio de estupefacientes y los progresos del suicidio contribuyen, desde hace algún tiempo, a la reducción de los habitantes del planeta. Pero todas estas, llamémoslas providencias, no consiguen
    compensar el aumento de nacimientos, sin contar que son, para las víctimas, formas dolorosas de supresión.

    »¿Cómo remediarlo? Aunque no hayamos llegado al hambre, está cercano el momento en que nuestras raciones se verán reducidas. Y entonces es cuando interviene la "Fom". Ésta se propone acelerar racionalmente la desaparición de los que sean menos dignos de vivir. La nuestra podría llamarse-en su primera fase-la Liga para la eutanasia inadvertida. El inconveniente de las calamidades naturales-como las epidemias y las guerras- es que provocan la desaparición de los jóvenes, de los inocentes, de los fuertes. Pero si es necesario hacer un expurgo sobre la
    tierra, es justo, ante todo, eliminar a los inútiles, a los peligrosos o a aquellos que han vivido ya bastante. El terremoto y la cólera son ciegos; nosotros tenemos ojos y muy buena vista. Nuestra Liga se propone, pues, apresurar de un modo dulce y discreto, y en el secreto más absoluto, la extinción de los débiles, de los enfermos
    incurables, de los viejos, dé los inmorales y de los delincuentes; de todos esos seres que no merecen vivir, o que viven para sufrir, o que imponen gastos considerables a la sociedad.

    »Los medios de que nos servimos son los más perfeccionados: venenos que no dejan rastro, inyecciones a altas dosis, inhalaciones de gases anestésicos y tóxicos. A nuestra Liga pertenecen muchos médicos, enfermeros y criados, los que se hallan en las condiciones más favorables para esos actos humanitarios, y los resultados son excelentes. Pero forman también parte de ella numerosos particulares que se prestan, con toda la cautela necesaria, a suprimir a un amigo, a un pariente y también a simples desconocidos. La moral pública, ofuscada por las viejas supersticiones, no ha llegado todavía a reconocer, o al menos a tolerar, nuestras operaciones benéficas, y por eso nos vemos obligados a obrar con el más profundo secreto. Ninguno de los nuestros, hasta ahora, ha sido descubierto, y, a despecho de los obstáculos, las estadísticas de mortalidad, desde que se constituyó la "Fom",
    demuestran que nuestro trabajo filantrópico no ha sido inútil.

    »Aneja a la sección, llamémosla "tanatófila", de la "Fom", existe otra igualmente preciosa y que podríamos llamar moralizadora. Hay, por ejemplo, culpas que nuestros códigos no castigan o que la Policía no sabe descubrir. Nuestra Liga atiende también a esa necesaria represión. Una junta formada de profesores de moral y de juristas se ocupa en establecer una lista de culpables en ésta y otras ciudades. Para las ejecuciones hemos tenido que recurrir a delincuentes profesionales o voluntarios que se encargan, siempre con el más absoluto secreto, de castigar a los inculpados. Ésos roban a los ladrones, a los avaros, a los estafadores; secuestran y apalean a los perseguidores sistemáticos de los niños y de los dependientes; someten a humillantes penas a los especuladores
    deshonestos, a los encubridores y a otras personas dañosas e inmorales. Somos, en este caso, homeópatas: delito contra delito. Para castigar el mal debemos resignarnos a infligir el mal, pero la nobleza del fin nos absuelve.

    »Como ve, la "Fom" tiene dos cometidos necesarios y honrosos: impedir la ruina del standard of life, amenazado por el exceso de población, y combatir a los viciosos y criminales que la ley no castiga. Eliminación de lo superfluo y purificación de la sociedad. Nosotros contribuimos por eso, y con una doble obra, a la mejora material y ética del género humano y podemos llamarnos, con tranquila conciencia, Friends of Mankind.

    Dejé hablar al locuaz apóstol de la «Fom» hasta el final; deseaba saberlo todo, y confieso que algunos de sus razonamientos no me disgustaron. Quien está libre-como yo lo estoy-de toda preocupación moral o religiosa, no puede oponerse seriamente a una tal dialéctica. Si no tenemos más que una vida y la vida consiste en tener una buena ración en el convite universal, el programa de los Friends of Mankind es lógico y científico. Sin embargo, mi repugnancia a asociarme con otros y a ligarme con el vínculo secreto, hizo que no me inscribiese. Di, sin embargo,
    buenas esperanzas al emisario de la «Fom», ante el temor de ser objeto de represalias. Dentro de cuatro días salgo para San Francisco y China; ya tendré tiempo de pensarlo a la vuelta.

  21. #21
    *G H E TT O * S H I N Y* Avatar de Diggernick
    Registro
    08 dic, 13
    Ubicación
    Recalculando...
    Mensajes
    70,617
    Me gusta (Dados)
    102017
    Me gusta (Recibidos)
    40903
    aint nobody got time fo dat

  22. #22
    .orbmeim :olelaraporoF Avatar de Marco Frei
    Registro
    10 ene, 15
    Mensajes
    11,555
    Me gusta (Dados)
    7396
    Me gusta (Recibidos)
    5609
    Hace tres semanas destrocé, con mi «Packard», a una vieja, y como sus parientes pretendían una indemnización impúdicamente desproporcionada a la pérdida-sabemos perfectamente cuál es el precio medio de las mujeres-, he tenido que llamar a un buen abogado para que me defendiese contra aquellos explotadores de cadáveres.

    El abogado Francisco Malgaz parece, a primera vista, un patán montañés vestido de señor. Cúbico, mal garbado, basto, huesudo y adusto. Cabeza enorme, manos grandes, pies gigantescos, ojos de buey y dientes de caballo. Pero luego, al cabo de un rato de estar con él, se descubre que es un hombre de ingenio y de talento, culto y de amena conversación. He pasado con él más de una hora agradable. Ayer por la noche, por ejemplo, me confió sus ideas sobre la justicia.

    -Nuestro sistema -decía- es absurdo y complicado. La herencia del Derecho romano nos oprime. El Derecho romano, con todas sus precauciones , casuismos, fue la obra de unos labriegos avaros y desconfiados que veían el castigo de los delitos bajo el aspecto de una represión. No se puede castigar el delito que ya ha sido cometido y es irremediable, sino tan sólo secuestrar al delincuente para que no cometa otros. Cuando leo en las sentencias que un individuo es condenado a tres años, ocho meses y veintisiete días, huelo a especulación. Parece que los jueces quieren hacer «pagar» al culpable el acto cometido con arreglo a una tarifa de precios que llega hasta el céntimo. Cuando haya pagado aquellos años, aquellos meses y aquellos días, el deudor estará en paz, lo mismo que antes. Es un error. Un delito es irreparable y por esta razón no se paga nunca y de ningún modo puede ser cancelado, puesto que no puede devolverse a la víctima la paz o la vida perdidas.

    »Por otra parte, si un juez penetra en el fondo de las cosas, y en los procesos modernos larguísimos no puede pasar de otro modo, termina por darse cuenta de que el acusado no podía menos de realizar lo que ha realizado, dado el temperamento, las ideas, las necesidades, las pasiones y todo lo demás. Si nos fundamos en la psicología, todo culpable debería ser absuelto; si nos preocupamos de la defensa de la sociedad, todo culpable debería ser eliminado para siempre. Esas gradaciones minuciosas de penas son ilógicas y arcaicas y los procesos, para mí, pérdidas de tiempo inútiles.

    »Lo importante es eliminar de la circulación a los delincuentes, sin sutilezas superfluas ni gastos gravosos. Yo dividiría los delitos en tres categorías: mayores, medios y menores. Y a cada categoría asignaría una pena única. Los mayores, como, por ejemplo, el parricidio, la traición a la patria, etcétera, deberían ser castigados con la muerte inmediata. Los medios -heridas, hurtos, estafas y análogos- con la deportación perpetua. Los menores -rapiñas, difamaciones- con la confiscación de la propiedad o una gran multa. De esta manera quedarían abolidos los tribunales y los jueces, las cancillerías y los jurados, los procedimientos, las prisiones con todos sus directores y carceleros, y la sociedad estaría protegida lo mismo, con inmensa economía de tiempo y de dinero. Los procesos son escuelas de delincuencia y las prisiones sementeras de criminalidad. Una buena Policía proveería a todo. Acosando al delincuente es fácil a un comisario el establecer la calidad de su delito y es fácil librarse de él. O se le mata, o se le expulsa del país, o se le hace pagar. Seguridad, rapidez y ahorro. En pocos años disminuirían el gasto de la justicia y el número de delitos.

    »Los procesos, sin embargo, no serían suprimidos del todo. ¿Sabe contra quiénes deberían ser incoados? Contra los llamados inocentes. Procesar a los delincuentes es una extravagancia costosa, pero procesar a los inocentes es el deber supremo de un Estado consciente de sus deberes. Cuando se ha cometido un delito, toda la ciencia de los jueces, la elocuencia de los abogados y la severidad de los esbirros no pueden conseguir que el daño y la ofensa dejen de existir y sean incancelables. Pero se podría, en cambio, impedir al menos la mitad de los delitos que «serán cometidos» si los pretendidos «incensurables», los llamados «honrados», fuesen vigilados y sometidos a juicio.

    »Cada municipio debería tener una junta de vigilancia y denuncia, compuesta de psicólogos y moralistas, a los que se podría añadir, si se creyese oportuno, un médico y un cura. Esta junta debería vigilar y, en ciertos casos, acusar a todos aquellos, y son innumerables, que viven de tal modo que se hallan expuestos, pronto o tarde, a la tentación y al contagio del delito. Hay en todas partes vagabundos notorios, desocupados desprovistos de rentas, seres coléricos, sanguinarios, recelosos, pródigos, fanáticos, pasionales. Todos los conocen y todos prevén que un día u otro acabarán mal, al menos en la proporción de un treinta por ciento. Si un hombre tiene una idea fija, si aquel otro cambia de oficio a cada estación, si éste es inclinado a la melancolía, la suspicacia o al lujo exagerado, se puede estar seguro de que no tardarán mucho en cometer alguna vergonzosa o criminosa acción. Son, en apariencia, personas de bien, pero en realidad delicuentes in fieri. Y entonces los procesos pueden ser necesarios, más que útiles. Si para los delincuentes naturales son intempestivos, para aquellos que lo son en potencia, son oportunos y utilísimos.

    »Llame a juicio a los iracundos, a los libertinos, a los haraganes, a los avaros; amonésteles y, si es preciso, castíguelos. A los tiranos de la familia, quíteles la patria potestad; a los suspicaces demasiado susceptibles, extírpeles los cálculos biliares; a los derrochadores y dilapidadores, príveles del patrimonio; a los apasionados, sáqueles un poco de sangre, y mil y mil delitos serán evitados. Estos procesos preventivos serán la gloria del legislador y el triunfo del juez. La salvación de la moral y de la sociedad no se obtiene con vanos y costosos procesos contra los culpables, sino con interminables procesos contra los inocentes. La mayor parte de los crímenes los realizan hombres que parecían, una hora antes, inocentes y que así eran considerados por la ley. Los pretendidos inocentes son el semillero del cual salen los malhechores más repugnantes. Debemos dejar de mirar los actos externos -simples consecuencias materiales de un estado de ánimo- y atender, en cambio, a la conducta, a las opiniones, al género de existencia, a los sentimientos y las costumbres de todos los ciudadanos. Nadie en la tierra, examinado de dentro a fuera, puede llamarse inocente. Procesar a un supuesto inocente significa, precisamente, salvarle a él y a nosotros del delito que podría cometer mañana.

Permisos de publicación

  • No puedes crear nuevos temas
  • No puedes responder temas
  • No puedes subir archivos adjuntos
  • No puedes editar tus mensajes
  •