Es muy posible que Factfulness se empezara a incubar en 1989, en Makanga, un poblado perdido de la República Democrática del Congo. Con un médico de unos 40 años, un laboratorio portátil, un intérprete y medio centenar de lugareños enfadados blandiendo machetes en la puerta de una cabaña.

Los suecos llevaban días recogiendo sangre para analizarla y en el poblado se había corrido el rumor de que la estaban vendiendo. Los europeos les estaban robando la sangre o algo mucho peor, decían. El médico trató de explicar que trataban de investigar el origen del konzo, una enfermedad paralizante recién descubierta que afectaba amplias zonas de África. No les convenció.

Hasta que de mitad del tumulto se adelantó una mujer descalza de unos cincuenta años y, para sorpresa de todos, empezó a hablar en defensa de investigación científica. "Tengo un nieto paralítico de por vida por culpa de ese konzo [...] necesitamos esta investigación", dijo y se giró enseñando el brazo "aquí, doctor. Sáqueme sangre". Aquello sí que funcionó.

Pero el texto final es el resultado de una derrota. De varias, en realidad. Una derrota personal, la de un hombre que dedicó 20 años de su vida a enseñar a la sociedad cómo era realmente el mundo.

El mismo Rosling explicaba cómo a mediados de la década de los 90, justo cuando empezaba a dar clase en el Karolinska Institutet (la institución que concede el Nobel de Medicina), se dio cuenta de que sus estudiantes "sabían del mundo menos que los chimpancés".


Test para comparar tu conocimiento sobre el mundo con los chimpancés