Iniciado por
DPV
Creo que, nuevamente, saca a relucir sus escasos conocimientos de Historia. Dejando a un lado su teoría del gran Aníbal y su magnífico ejército, tan avalada y reconocida por historiadores y filólogos que conozcan, al igual que usted, tanto el idioma castellano, como el vascuence en todas sus variantes, vayamos a un tema que, tangencialmente como le gusta a usted, saca a relucir. Los asquenazíes, de los cuales tendrá sangre para dar y regalar.
Mi grato letrado, que, con toda seguridad, ha leído ciento y un libros de Historia, sabrá qué es un asquenazí y por qué diversos motivos es más fácil encontrarle a usted apellido de tan alta alcurnia (por su hidalgo padre, claro, no por su ralea gitana y de retazos marranos, por supuesto, por supuesto). Realmente, cada vez que habla, sube el pan y, a decir verdad, yo prefiero darle coba. Al fin y al cabo, si una de las dos familias dejará de permitirse el pan, no será la mía.
Y así es. Raza, digo. Raza, señalo. Y como buena endogamia nunca muere... raza, defiendo. Usted se creerá Séneca, le felicito. Maimónides, en cambio, no es de felicitar, sino de reconocer... a su raza, ya, se ajusta más. Averroes le pega aún más y, según avanzamos hacia el hoy, se va ajustando hasta dar una viva imagen de usted (permítame salvar a Velázquez, hombre, que siendo medio portugués y de hidalga ascendencia, aunque sevillano, no puede catalogarse como moro).
Pero, bien, como ya le dije, hay ciertas diferencias. Así que ustedes se dedican a lo típico de la baja raza judía: a dar buenos poetas, a dar pintores, a dar músicos. Otros, en cambio, se dedican a asegurar que los vagos puedan hacer y deshacer a su antojo cuanto vean en el mundo tan necesario del Arte. Así que, para que pinte Velázquez, para que Góngora escriba, mata Redín; para que haya grandeza, desarma Urbieta; para que San Juan de la Cruz vuele alto, osa Carranza, a quien Azpilcueta sana; para que Sevilla prospere, inventa Beaumont; para que el prestigio llegue a las nubes, circunda Elcano; para que España sea grande aún en la derrota, muere Churruca; para que sea fiera en el hundimiento, cae de la Torre; para oír el canto del cisne, a la metralla se de Lezo; para que luche, aún en la certera derrota, mueren Zumalacárregui en una, Andéchaga en otra; para preservar la esencia, arremete Santa Cruz; para cantar a muerto, llora Iparraguirre; para enterrar a Vizcaya, escribe Unamuno; y para sacar a España del sopor, los judíos vascos pergeñan la Ybarra.
Y, por supuesto, para que nunca olviden los negros cuál es el lugar de los distintos pueblos... Vizcaya pare al gran Chiquito de Amorebieta. Porque la lucha, aunque cante derrota, es suya, y arrancar esa derrota duele en el alma al tonto que cándido acepte batalla.
Que no hay nada más fiero que el País Vasco, y no hay mujer que para real hombre, más allá de Vascongadas y Navarra... Extremadura a un lado, claro.
Así que, volviendo de su tangente esclava, me sacudo el usted y señalo como decía: Quién sabe, tal vez, con Marianico el largo, el estatuto de Guernica será respetado, por vez primera, por una raza sin palabra... como es la tuya.