Pedro Sánchez será el séptimo inquilino. Antes de él seis mandatarios con sus familias han ido dejando huella en la construcción.
El primero en llegar fue Adolfo Suárez en 1977: mandó contruir una pista de tenis y reformó la piscina. También hizo cubrir el antiguo patio principal que ahora es el famoso Salón de Columnas.
La mudanza de Leopoldo Calvo-Sotelo fue vista y no vista pero tuvo tiempo suficiente para habilitar más habitaciones en la tercera planta (tenía ocho hijos) y también una sala de música para instalar un piano.
Felipe González llegó en 1982 y cultivó un pequeño huerto de bonsáis aunque la mayor obra que realizó en el complejo fue la construcción de un búnker subterráneo. En su mente rondaba el recuerdo del intento de golpe de estado del 23-F. El búnker está protegido por una capa hormigón de tres metros de espesor, capaz de resistir un ataque nuclear. La instalación cuenta con tres pisos y capacidad para 200 personas, que podrían resistir aisladas del resto del mundo durante varios meses. Poco se sabe de este búnker que, según algunas informaciones publicadas, cuenta también con un hospital con quirófano, unidad de vigilancia intensiva y todos los avances médicos, entre ellos una reserva de vacunas. Además de servicios sanitarios, el búnker tiene departamentos propios de una casa familiar: cocina, comedor y habitaciones. También tendría un cementerio y un estudio de televisión. Una de las últimas veces que se utilizó fue durante la nochevieja de 1999. Ante la contingencia de que el efecto 2000 desencadenase un apocalipsis electrónico, el vicepresidente Álvarez Cascos se encerró en el búnker con un gabinete de crisis, dispuestos a lidiar desde allí con el fin del mundo. Famosa era también «La bodeguilla» que emulaba una típica tasca sevillana y en la que, cada viernes, Carmen Romero organizaba cenas informales para los intelectuales y personalidades públicas de la época.
José María Aznar , Ana Botella, sus tres hijos y dos perros cocker convirtieron la Moncloa en su casa entre los años 1996 y 2004. El líder del PP fue el responsable de la construcción de una sala de juegos para sus tres hijos, así como de una pista de pádel para practicar su deporte favorito. La después alcaldesa de Madrid, la calificó como «un lugar inhabitable para una familia normal».
Sonsoles Espinosa, esposa de José Luis Rodríguez Zapatero, le dio el relevo de Primera Dama y decidió dar, también, un cambio radical a las estancias privadas. Apostó por el estilo minimal: pintó con colores claros las estancias, cambió muebles clásicos por otros de diseño y colgó en las paredes cuadros de autores contemporáneos.
Poco se sabe de los cambios llevados a cabo en Moncloa por la discreta Elvira Fernández y Mariano Rajoy más allá de que la mujer del presidente cambió los arreglos florales en jarrones por plantas en maceta para ahorrar. También se dice que acostumbraba a cocinar empanada gallega cada viernes de Consejo de Ministros.