El sistema de reparto de escaños puede provocar que los votos de partidos que no son mayoritarios acaben en la 'papelera' en las 28 provincias donde se juegan menos de cinco diputados en cada una
Vuelven las elecciones generales y regresa el dilema de siempre ante un escenario político más fragmentado que nunca. A la cita con las urnas del 28 de abril concurrirán además de los dos grandes formaciones (PP y PSOE), los partidos que emergieron en el anterior ciclo electoral (Podemos y Ciudadanos) y un último actor con posibilidades de entrar en el Congreso después de dar la campanada en las elecciones andaluzas de diciembre (Vox).
El partido de Santiago Abascal se ve al alza en todas las encuestas y ahora mismo cobra protagonismo como única acusación particular en el juicio del procés. Pero en el camino hacia las urnas no sólo afronta el reto organizativo de construir las candidaturas con una estructura aún poco engrasada, sino que sus aspiraciones pueden verse castigadas por el reparto de escaños que fija la Ley electoral.
Precisamente, Podemos y Ciudadanos decidieron ponerse de acuerdo a principios de 2018 para impulsar su reforma exprés antes de que acabase esta atípica legislatura. Pero el intento, escenificado en su momento en el Congreso por Irene Montero y Juan Carlos Girauta quedó en eso; en un mero intento. Ambos partidos eran los más interesados en cambiar la fórmula D'Hont, que tradicionalmente ha beneficiado a los dos grandes partidos.
El mapa de circunscripciones en España se divide fundamentalmente en tres familias. Las pequeñas (donde están en juego entre 3 y 5 escaños); las intermedias (donde se juegan entre 5 y 9); y las grandes (donde se reparten más de 10 diputados). Las dos primeras suman 45 provincias. "Para que el sistema no te haga mucho daño, o concentras bien el voto o subes por encima del 15% a nivel estatal", recuerda el politólogo Pablo Simón. De hecho, ese porcentaje fue lo que marcó la diferencia de escaños que lograron Pablo Iglesias y sus confluencias (67) y los de Albert Rivera (32).
"Vox ahora mismo está en la banda de peligro. Todo depende de según donde se estabilice puede ser muy penalizado o pasar al límite, decantando el bloque de manera crítica", añade Simón. La formación morada, en declive en todos los sondeos, tampoco pierde de vista que en esta convocatoria podrían girarse las tornas y ser la gran perjudicada. Aunque según los expertos, el partido de Iglesias tiene un suelo de votantes sólido y capacidad de movilización en la carrera hacia las urnas.
Ciudadanos en 2016
En las generales de 2016, a Ciudadanos le costó 97.618 votos cada escaño; más que a ninguna otra formación. De hecho, pagó un precio más alto que en la convocatoria de 2015, cuando cada asiento en el Congreso le costaba 87.511 papeletas. Entre una y otra cita con las urnas perdió ocho escaños, al haberse dejado 390.759 votos.
De los once escaños que bailaban con menos de un 0,5% del censo, el partido naranja fue el que más cerca se quedó en seis de ellos. Y por poco el batacazo no fue mayor. Diez de sus diputados ocupaban eran los últimos elegidos en sus respectivas provincias.
A Ciudadanos le costó 97.618 votos cada escaño en 2016; más que a ninguna otra formación
Las provincias donde más riesgos corren estos partidos son aquellas donde se juegan entre 1 y 5 escaños, en total, 28 de las 52 provincias. Uno se juega en Ceuta y un en Melilla; dos en Soria; tres en Palencia, Segovia, Ávila, Huesca, Guadalajara, Cuenca y Teruel; cuatro en Lugo, Orense, Burgos, Álava, La Rioja, Lérida, Cáceres, Albacete; y cinco en León, Cantabria, Navarra, Castellón, Ciudad Real, Jaén y Huelva.
Por contra, en provincias como Madrid están en juego 36 escaños y en Barcelona 31. En Sevilla y Málaga se reparten 12 y 11 escaños respectivamente, mientras que en Valencia son 15, en Alicante 12 y en Murcia 10.
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