Mi madre decía que no quería que fuera artista. Pensaba que en el mundo de la artista solo había drogas y folleteo. Yo nunca he visto el folleteo.
Yo he heredado el sentido del humor de mi madre, Doña Lola. Ella nunca está triste, siempre está feliz. Nunca he visto a mi madre llorar, ni estar cabreada.
De pequeña era muy mala. Le prendí fuego a mi casa. Un día cogí un colchón y le metí fuego, para ver qué pasaba. Al final, aquello se salió de lo planeado, y se extendió a toda la casa. Mi madre, que estaba embarazada, se puso de parto del susto.
Me escapé de casa. Me fui con una barra de pan y un trozo de mortadela a un parque cerca de mi casa, y me subí a un árbol. Todo el mundo estaba buscándome, y al final volví a casa, pero me escondí debajo de la cama, fingiendo que me había quedado dormida allí jugado. Mi madre me sacó por las piernas, pero al final no me dijo nada.
En mi casa no había mucho dinero. Mi madre era una busca-vidas. Tenía que ir a la panadería a pedir el pan duro del día anterior. Yo soy una privilegiada. No quiero que a mi madre le falte de nada, pero a mi hija le he enseñado a valorar lo que tenemos, mirando lo que tenía yo en el pasado